Literatura existencial años 40


La Guerra Civil supuso una ruptura total con la literatura anterior. Sus consecuencias políticas, sociales, económicas e ideológicas influirán decisivamente en la labor literaria de la posguerra y la cración novelesca se ve condicionada por una fuerte censura que impide afrontar de forma directa temas políticos o sociales, la autocensura que se imponen ciertos novelistas para impedir que sus obras fuesen prohibidas, y la falta de referentes literarios.

La novela de los años cuarenta


La guerra determinó y condiciónó toda la literatura que se hizo en su entorno. Así, podemos hablar de una novela del exilio con escritores que manifiestan su oposición a la dictadura, el recuerdo de la España anterior al 36, las reflexiones acerca de la guerra o el desánimo por no regresar, como Réquiem por un campesino español de Ramón J. Sender. También se escribieron numerosas novelas partidistas y propagandísticas como La fiel infantería de Rafael García Serrano.

El auténtico impulso a la novela española en los primeros años de posguerra se produce con la publicación de La familia de Pascual Duarte de C. J. Cela, Nada de Carmen Laforet y La sombra del ciprés es alargada de Miguel Delibes. Estas obras representan el Realismo existencial, que refleja una época dominada por la angustia y el desarraigo.

La novela de los años cincuenta. El Realismo social


La novela de esta década continúa la tradición realista de la década anterior y sus rasgos se mantienen hasta los años sesenta. El punto de partida de esta etapa narrativa es La colmena de C. J. Cela, que incorpora un rasgo nuevo, «el protagonista colectivo».

Los escritores del Realismo social, se plantearon, a pesar de la censura, un compromiso ético con la situación social de los españoles de la época, los ambientes del trabajo, la vida en el campo o en la ciudad.


Sus temas eran la pobreza, que obligaban a emigrar, la alienación de los trabajadores sin tiempo para el ocio y la frivolidad de las clases altas carentes de conciencia social. Los novelistas pretenden actuar sobre el lector tanto para informarles de las desigualdades e injusticias sociales como para provocar una toma de conciencia que les impulse a la acción con objeto de cambiar ese estado de cosas.

Destacan dos tendencias en la novela de los 50: el Realismo objetivo, que pretende reflejar objetivamente la realidad mediante un narrador oculto que se limita a presentar los hechos y deja actuar a los personajes mediante un diálogo constante; y el Realismo crítico, cuyos autores, con un lenguaje sin complicaciones, narración lineal y descripciones sencillas se comprometen ideológicamente con los temas y ponen de relieve las injusticias. (La noria de Luis Romero).

Los años sesenta


A partir de los años sesenta, los narradores emprendieron una renovación formal de la novela, concediendo mayor importancia al lenguaje y a los modos de estructurar el relato. Estas aportaciones vendrán de la mano de autores pertenecientes a generaciones distintas como la experimentación con las formas de narrar, el perspectivismo, la entrada a la fantasía y a la mezcla de lo mágico con lo real, o saltos inesperados en el tiempo.

En esta misma línea experimental se publican en las décadas de los sesenta y setenta obras como Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé, San Camilo 1936 y Oficio de tinieblas de Cela, o Cinco horas con Mario de Miguel Delibes.


La Guerra Civil y el inicio de la dictadura cortaron la evolución natural de la literatura española en especial de las tendencias vanguardistas. La posguerra, caracterizada por el aislamiento y la censura para los artistas, encaminó a la poesía hacia rutas difíciles. Los poetas de la época solo aprueban y ensalzan la nueva situación o reflejan la desesperanza ante el presente y el futuro.

1. La poesía de la inmediata posguerra


En los años cuarenta destacan en España la poesía neoclásica y la heroica y política. Por otra parte aparecerá una corriente existencialista centrada en el ser humano.

La poesía arraigada:


Las revistas (Escorial y Garcilaso
) tuvieron un papel importante papel en la difusión de las diversas líneas literarias. Destacan Rosales, Panero, Vivanco, Ridruejo y García Nieto con temas como la religión, la familia, la naturaleza y la vida cotidiana.

La poesía desarraigada:


Se centra en el sufrimiento. Los temas son la búsqueda de Dios, las crisis religiosas y la angustia por la muerte. Se publican dos obras fundamentales:
Hijos de la ira
de Dámaso Alonso, y Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre.

La poesía Vanguardista:


Al lado de estas tendencias surge el Postismo, que da nombre a una revista fundada por Carlos Edmundo de Ory. El Surrealismo resurge en poetas como J.E. Cirlot y Ángel Crespo. En Córdoba aparece el Grupo Cántico, que propugna una poesía intimista, sensual y neobarroca en poetas como Pablo García Baena, Juan Bernier y Ricardo Molina.

2. La poesía social


Caracterizada por su preocupación por la realidad y la vida colectiva, su rechazo al formalismo y tendencia al prosaísmo.


Gabriel Celaya:


está considerado uno de los pilares de la poesía social, si bien su amplia producción abarca distintas orientaciones.

Tras unas experiencias surrealistas antes de la Guerra Civil, se decantó por una poesía de tono existencial, que revela su inseguridad frente al mundo, en el que el individuo busca su afirmación (Objetos poéticos
).

Su tesis más famosa es la función de la literatura como arma de lucha social.

Blas de Otero:


tiene el propósito de sacudir las conciencias y de compartir la «tragedia viva». Sus temas son la rebelión ante la injusticia y su ansia de paz.

En su primera etapa corresponde a la pesia existencial (Ángel fieramente humano
). Se caracterizan por el tono trágico y la actitud atormentada, la desolación del mundo y el silencio de Dios. Utiliza el verso libre.

Con Pido la paz y la palabra inicia su etapa de poesía social. En sus últimos años cultivó una poesía experimental, de influencia surrealista con imágenes irracionales.

José Hierro:


su producción presenta temática constante y estilística. Practica dos variedades: los ‘reportajes’ y las ‘alucinaciones’.

En sus primeros libros están presentes el paraíso perdido de la infancia, el dolor y la muerte y el sufrimiento amoroso.

Con Quinta del 42 el poeta reivindica la presencia de realidad histórica marcada por el dolor y la solidaridad.

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