Realismo mágico n la narrativa hispanoamericana años 40


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La novela y el cuento hispanoamericanos de la segunda mitad del Siglo XX

Tendencias, autores y obras principales.:En la novela hispanoamericana de la segunda mitad del Siglo XX podemos resaltar tres periodos: comienzo de la renovación narrativa, boom de la novela hispanoamericana en los años 60 y narrativa después del boom.A mediados de los años 40 se observa en Hispanoamérica un cansancio de la novela realista, lo que lleva a la aparición de nuevos temas y procedimientos. Este es el Realismo mágico, en el que, entre los temas nuevos, destacó el interés por el mundo urbano y los problemas existenciales, todo ello mezclado con lo fantástico. Así, realidad y fantasía se presentarán enlazadas en la novela. En el terreno de la estética, se empezó a notar un mayor cuidado estilístico. A la vez que se atienden las innovaciones de autores extranjeros, se asimilan elementos oníricos propios del Surrealismo. Entre los autores destacaron: Miguel Ángel Asturias (con “El señor presidente”); Borges (con “El Aleph”); Carpentier (con “El reino de este mundo” y “El siglo de las luces”); Ernesto Sábato (con “El túnel” y “Sobre héroes y tumbas”); Cortázar (con “Rayuela”); Juan Rulfo (con “Pedro Páramo”); y Onetti (con “La vida breve”).Posteriormente, en los años 60, se produjo el boom de la novela hispanoamericana, que continuó años más tarde. En 1962 se publicó en España “La ciudad y los perros”, de Vargas Llosa, y en 1967 llegaba “Cien años de soledad”, de García Márquez. Por estas fechas aparecen además novelas como: “El astillero”, de Onetti; “La muerte de Artemio Cruz”, de Carlos Fuentes; o “Paradiso”, de Lezama Lima. Los nuevos novelistas continuaban en la línea de las innovaciones del Realismo mágico, pero llevaron tales innovaciones a sus últimas consecuencias. Se confirmó la ampliación temática y se incrementó la preferencia por la novela urbana, manteniéndose el análisis crítico de la realidad y la preocupación por lo social. La integración de lo fantástico y lo real se consolidó. Fue en el terreno de las formas es donde se observa una mayor ampliación artística, destacando las siguientes carácterísticas: la ruptura de la línea argumental; la posibilidad de empezar la historia por el principio, pero también por el medio (in media res) o por el final (in extrema res); los cambios de puntos de vista (perspectivismo); la posibilidad de que haya varias personas narrando los sucesos desde su propia perspectiva; la combinación de las personas narrativas; la utilización del estilo indirecto libre u del monólogo interior de los personajes; o la ruptura de la línea temporal (se utilizaron técnicas como la contrapuntística y la caleidoscópica). Esta experimentación estilística afectó de modo peculiar al lenguaje, que se caracterizó por: introducción de frases en diferentes idiomas; invención de palabras o lenguajes inexistentes; ruptura con la puntuación tradicional; alternancia del vocabulario culto con el popular e, incluso, el vulgar; la distorsión sintáctica y léxica; y la utilización densa del lenguaje poético. Otros autores destacados fueron: Cabrera Infante (con “Tres tristes tigres”) y Álvaro Mutis (con “Empresas y tribulaciones de Magroll el Gaviero”).En los años después del boom, los integrantes del mismo fueron perdiendo su imagen de grupo, siendo difícil establecer carácterísticas comunes. Sin embargo, podemos nombrar estos rasgos colectivos: evolución del Realismo mágico (se incorpora lo mágico a la vida cotidiana, destacando Isabel Allende con “La casa de los espíritus”); humor e ironía (son esenciales en las revisiones del pasado personal o histórico, destacando Alfredo Bryce con “Un mundo para Julius”); referencias literarias (sobresale “Un viejo que leía novelas de amor”, de Luis Sepúlveda); referencias cinematográficas (destaca “El beso de la mujer araña”, de Manuel Puig); y elaboración lingüística (se aprecia un interés mayor por la elaboración lingüística que por el tema o la estructura). En general, y aunque no desaparece la denuncia de situaciones injustas, los últimos años han producido novelas menos comprometidas y más enfocadas hacia problemas individuales, destacando autores como Zoe Valdés, Jorge Edwards o Laura Esquivel.Por otro lado, habría que hablar del cuento hispanoamericano, que supuso un nexo entre los movimientos de vanguardia de los años 20 y el “boom” narrativo de los 60. Así, dentro de la prolífica tradición hispanoamericana del relato corto es posible señalar diferentes tendencias: cuento realista (a lo largo de los años, esta línea realista incorporará los temas y técnicas del Realismo existencial, del Realismo comprometido y del neorrealismo); cuento fantástico (en este tipo de obra se introduce en lo cotidiano un elemento de extrañeza, se acaba con finales impactantes y existe una influencia del Surrealismo y de la literatura fantástica anglosajona, sobresaliendo Borges, Cortázar y Augusto Monterroso); y Realismo mágico (son cuentos en los que la realidad y la fantasía no funcionan como elementos antagónica, sino que forman parte del mismo mundo, destacando Juan Rulfo, Gabriel García Márquez y Miguel Ángel Asturias). A partir de la decadencia del “boom”, tal y como sucede en la novela, la variedad de propuestas estéticas es enorme, pero sí puede señalarse como carácterístico el abundante cultivo del microrrelato o microcuento, sobresaliendo Augusto Monterroso y Juan José Arreola.

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