Conocimiento neuropsicofuncional}


2.- Sócrates

El intelectualismo ético. Sócrates afirma que quien actúa de un modo virtuoso y de forma correcta es porque conoce lo que es el bien.

De este modo, la virtud y la sabiduría van siempre unidas. El que más sabe es el que mejor actúa, por esta razón esta teoría recibe el nombre de intelectualismo ético: la inteligencia y el saber son los caminos que nos conducen al comportamiento correcto y, por tanto, a la virtud. Esta concepción implica que el mal procede de la ignorancia y del error. La persona mala o injusta es, en realidad, ignorante.

Para ser justo hay que conocer la justicia, para ser valiente, la valentía y así para todos los valores morales. En definitiva, para hacer el bien hay que saber lo que es el bien. Sócrates defiende la existencia de unos valores éticos universales Y pretende enseñarlos con sus preguntas. Su objetivo era hacer realidad un viejo lema que decía: «Conócete a ti mismo». Este método socrático fue llamado mayéÚtica, arte de dar a luz, ya que Sócrates piensa que la verdad está dentro de cada uno de nosotros y el papel del maestro consiste en ayudar al alumno a encontrarla por sí mismo planteándole las preguntas adecuadas.


1.- El relativismo de los sofistas

Consideraban que no se puede distinguir entre lo verdadero y lo falso ni entre lo bueno o lo malo. Este escepticismo conduce al relativismo al considerar que la verdad o los valores morales dependen de las circunstancias. No hay criterios universales, sino que todo es opinable y, por tanto, relativo. 

El concepto de verdad se sustituye por el de utilidad. La auténtica sabiduría consistirá en tener opiniones mejores y remedios más útiles. La sabiduría y el sabio son tales en la medida en que sirven para mejorar la situación del ser humano.

No se puede definir que es el bien, la justicia o cualquier valor moral, sino que serán buenas o justas aquellas cosas que así parezcan a cada uno.

De este modo, para los sofistas, el hombre virtuoso es aquel capaz de averiguar qué es lo que la mayoría considera justo y conveniente convenciendo al resto de los ciudadanos en la asamblea pública (ágora) de que tal cosa es conveniente. Por lo tanto, el hombre virtuoso es el ciudadano virtuoso


4.- Aristóteles

Según este filósofo, todas las actividades humanas buscan alcanzar un bien concreto e inmediato; este bien es además un medio para alcanzar un fin superior que es aún mejor. El fin último al que tienden todas nuestras acciones y el mayor bien al que puede aspirar el ser humano es la felicidad.

En griego, felicidad se dice eudaimonia y por esa razón a la ética aristotélica se la conoce también como eudemonismo. Si la felicidad es el fin último al que aspira el individuo, esto significa que no puede ser un medio, sino que tiene que ser un bien supremo, algo que sea un bien siempre y sin excepciones. Además, como fin último, la felicidad ha de tener valor por sí misma y no depender de factores externos. Aristóteles niega que la felicidad se identifique con la riqueza, con el placer o con la gloria. La felicidad consiste en vivir de forma virtuosa.

No obstante, aunque es un error confundir la felicidad con los bienes mundanos, tampoco se puede ser feliz sin cierta cantidad de ellos. La felicidad se consigue por medio de la vida virtuosa y ésta se basa en la actividad más propia del ser humano: la racionalidad. Aristóteles entiende la virtud como un «hábito» personal, como una disposición permanente a comportarse racionalmente con el objetivo de ser feliz. La virtud consiste en controlar y someter al dictado de la razón las pasiones y los deseos instintivos. 


5.- El epicureísmo

Esta corriente ética debe su nombre a su fundador Epicuro. Para este filósofo, la felicidad supone una ausencia total de miedos como condición para un estado de equilibrio interior.

La ataraxia es el estado de quien no teme a los dioses ni a la muerte y encuentra así la tranquilidad de su espíritu. Liberado, pues, el ser humano de estos temores, puede dedicar su vida a buscar la felicidad. La felicidad consiste en evitar el dolor y buscar el placer.

De ahí que se considere a la ética epicúrea como una forma de hedonismo, término derivado de la palabra griega hedoné, que significa placer. Pero no se debe entender como una búsqueda desenfrenada de placeres. Existen muchos, pero no todos son buenos. Por eso es necesario preferir los duraderos y estables a los fugaces y pasajeros.

Considera a la amistad como el máximo placer de que puede gozar el ser humano. Epicuro llevaba una vida muy austera, lejos de la vida pública, poco interesado por la política y el poder.


6.- El estoicismo

La base teórica de esta corriente ética reside en su afirmación de que todo en la naturaleza está sujeto a una ley universal. Nada puede escapar a la necesidad de la naturaleza. El resultado es el orden establecido o el destino.

En medio de este destino, al ser humano le queda como única posibilidad la actitud de vivir en conformidad con la naturaleza. Esto es lo razonable, y la virtud consiste en atenerse a ello, y esto nos proporciona armónía y felicidad. Todo lo demás es indiferente. Ni los bienes ni los males son en sí y, por tanto, ni deben ser buscados los primeros, ni evitados los segundos. El ideal de conducta es la apatía, que consiste en la liberación de todo aquello que pueda afectarnos, ya sea placer, aversión, deseo o miedo mostrándonos indiferentes ante ellos. Esto se consigue usando la razón. Sólo ella puede llevarnos a la verdadera comprensión, es decir, hacernos ver que los bienes externos no tienen ningún valor para la felicidad. El sabio es aquel que consigue vivir sin verse afectado por sus pasiones.


3.- Platón

Alma y cuerpo constituyen dos elementos no sólo distintos, sino enfrentados. Alcanzar la virtud sólo será posible si dominamos nuestra parte material. Platón explica la virtud desde tres puntos de vista complementarios. La virtud puede ser entendida como sabiduría, como purificación y como armónía

3.1-Virtud como sabiduría

Platón comparte el intelectualismo ético de Sócrates. Los conceptos morales no son fruto de un acuerdo entre los ciudadanos como planteaba el relativismo de los sofistas, sino que se refieren a realidades existentes por sí mismas, universales y eternas, a las que Platón llama Ideas. A la manera socrática, Platón afirma que sólo el sabio es virtuoso. En este caso el sabio es el que conoce las Ideas del mundo inteligible. Lo Justo en sí, la bondad en sí, la honradez… es decir, los valores morales existen por sí mismos, y por ello es posible definirlos objetivamente y, una vez conocidos, llevarlos a cabo en la vida práctica. El sabio no podrá ser malo, ya que el mal es fruto de la ignorancia, un defecto que no radica en nuestra naturaleza sino en el mal uso de nuestra función racional.

3.2-Virtud como purificación


Platón también entiende la virtud como purificación del alma.
Los placeres materiales y corporales no sólo no conducen a la felicidad, sino que, de hecho, la impiden. Virtuoso y feliz será aquel que purifique su alma de las pasiones del cuerpo y se vuelque hacia el conocimiento del mundo de las Ideas para poder actuar correctamente.

3.3-Virtud como armónía


La virtud puede entenderse también como un equilibrio y armónía entre las distintas partes del alma. Platón considera que existen tres almas asociando cada una de ellas con una virtud:


– Alma racional:

situada en la cabeza, sería la encargada del conocimiento de las Ideas y del pensamiento. Su virtud sería la prudencia.


– Alma irascible:

situada en el tórax, se ocupa de dominar las pasiones y su virtud específica sería la fortaleza propia de la voluntad. El sujeto debe controlar tanto su odio como su amor hacia los demás.


– Alma concupiscible:

se encontraría en el abdomen, y su función sería el dominio de los impulsos e instintos. La virtud que le es propia es la moderación. Entre estas tres partes del alma debe existir armónía. Si el alma racional, siendo prudente, guía a la parte irascible, que deberá ser valerosa, y ambas dominan al alma concupiscible que deberá ser moderada, el ser humano será armonioso y, por lo tanto, justo. La justicia seria la consecuencia de las otras tres virtudes (prudencia, fortaleza y moderación).


7.- Kant

Kant distingue dos usos de la razón. La razón teórica analiza el conocimiento humano y la razón práctica estudia las condiciones que hacen posible la moralidad (ética). La moralidad permite valorar la conducta humana. Para ello es necesaria la libertad y la autodeterminación. Solo se puede valorar una acción como buena o mala si se ha elegido libremente y de forma autónoma

El comportamiento correcto es aquel que cumple con el deber por puro respeto al deber. Existen tres clases posibles de acciones: las contrarias al deber, las hechas conforme al deber y las realizadas por el propio deber. Sólo estas últimas son correctas en la ética kantiana. Según Kant, sabemos cuál es nuestro deber por la existencia en nosotros de una ley reconocible racionalmente y válida para todos los seres racionales llamada imperativo categórico. Se trata de un mandato incondicionado en el que no se tienen en cuenta las consecuencias de la acción sino tan sólo que la acción sea buena por sí misma.

 Kant ofrece varias formulaciones del imperativo categórico de las que podemos destacar dos:

1- “Obra según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal.”

2.- “Obra de tal manera que trates siempre a la humanidad, sea en tu persona o en la de otro, como un fin, y nunca como un medio.”

La principal dificultad de la ética kantiana es que la virtud (actuar por deber) no garantiza la felicidad. Como hemos dicho, se debe hacer lo correcto por puro respeto al deber, si tener en cuenta las consecuencias de la acción. Por tanto, el objetivo de la virtud no puede ser la felicidad o cualquier otra finalidad, sino que la acción sea buena por sí misma. Sin embargo, lo ideal sería que la virtud tuviese la recompensa de la felicidad. Esta uníón de virtud y felicidad es denominada como bien supremo.

La existencia de Dios posibilita la existencia de un alma inmortal y que se realice el bien supremo. La finalidad de la moralidad no puede ser buscar la felicidad, por eso dirá Kant que debemos actuar para hacernos dignos de ser felices. No es que el ser humano deba ser virtuoso para alcanzar la felicidad, sino que la virtud le hace merecedor de esa felicidad.

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