Cual es el propósito de la Generación del 27 facts


LA POESÍA DURANTE LA Guerra Civil (Miguel HERNÁNDEZ). LA POESÍA EN LOS AÑOS 40

INTRODUCCIÓN


En los años anteriores a la Guerra Civil, la poesía española había alcanzado altos niveles de creatividad con Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, los poetas de la Generación del 27, y otros poetas más jóvenes que habían empezado a publicar su obra, como Miguel Hernández, Luis Rosales o Leopoldo Panero. La Guerra Civil supone un profundo corte en la evolución natural de la literatura española y, por supuesto, de la poesía. Esta había tenido un papel destacado durante la contienda, pues había sido utilizada como arma propagandística por los dos bandos con un carácter combativo y bélico. Sin embargo, tras la contienda, la ruptura es evidente. A ello contribuye la muerte de algunos de los poetas más destacados (Machado, Lorca) y el exilio de la mayor parte de los poetas del 27 (excepto Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre o Gerardo Diego), el encarcelamiento y la muerte posterior de Miguel Hernández y, sobre todo, el inicio de la dictadura franquista, que marca un nuevo tiempo presidido por el aislamiento internacional y la censura interna política e ideológica.

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LA POESÍA DURANTE LA Guerra Civil. Miguel HERNÁNDEZ

Se sitúa a medio camino entre la Generación del 27 y la del 36. Su trayectoria sintetiza la inspiración popular y la habilidad técnica. Su primer libro, “Perito en lunas” (1933), consta de 48 octavas reales de estilo gongorino. La influencia de Aleixandre y de Neruda, se refleja en “El rayo que no cesa” (1936), cuyo tema central es el amor como destino trágico, representado por símbolos como el toro y el cuchillo. En la guerra escribe “Viento del pueblo” (1937) y “El hombre acecha” (1939), según un concepto de la poesía como arma revolucionaria al servicio de la causa republicana. Terminada la contienda, ya en la cárcel, escribe su “Cancionero y romancero de ausencias” (1938-1941), donde con una métrica y un lenguaje neopopularistas, vierte el dolor por su familia.


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LA POESÍA EN LOS AÑOS CUARENTA

La nota dominante en los poetas de los cuarenta será la preocupación por los problemas del hombre. Poetas, nacidos en torno a los años 1905-1920, se ven marcados en su formación por la Guerra Civil y constituyen la llamada Generación del 36, generación escindida, en la que, según Dámaso Alonso, podrían diferenciarse dos tendencias fundamentales: la arraigada y la desarraigada.

2.1. Poesía arraigada


Es la de quienes, próximos ideológicamente al régimen, se muestran firmemente instalados en el mundo y practican una poesía formalmente armónica, de resonancias clásicas, con una métrica tradicional y temas intimistas, religiosos, familiares y paisajísticos. Abordan temas humanos, pero evitan la realidad social. Podemos dividirla en dos subgrupos:

– Grupo de la revista Garcilaso o “juventud creadora”. Con Garcilaso como modelo, practican un neoclasicismo basado en el soneto, con una actitud evasiva frente a los problemas de su tiempo. Tratan el tema del amor manejando tópicos renacentistas. Asimismo, en los temas religiosos e íntimos la retórica tiende a ahogar la sinceridad. Con el tiempo, su impulsor, José García Nieto, irá derivando hacia un neorromanticismo dolorido.

– Grupo de la revista Escorial, en el que destacan Leopoldo Panero y Luis Rosales. Su lenguaje, con modelos como Antonio Machado y Unamuno, es más sencillo que el de los garcilasistas. Con los años, incorporan cierto dolor existencial.

Autores como Luis Rosales con “La casa encendida” (1949); Leopoldo Panero con “La estancia vacía”; José García Nieto con “Víspera hacia ti”; Dionisio Ridruejo con “Sonetos a la piedra” y Luis Felipe Vivanco con “Tiempo de dolor”.


2.2. Poesía desarraigada


Manifiesta, con lenguaje directo y a veces desgarrado, un malestar de raíz existencial, aunque derivado también, pese a que no pudiera expresarse claramente, de las terribles situaciones históricas. Los poetas desarraigados transmiten su angustia ante la muerte, la destrucción, el vacío existencial y el silencio de un Dios con quien tienen una relación conflictiva. Frente al mundo armonioso de los poetas arraigados, muestran el desajuste entre el individuo y la sociedad en la que viven. Sin abandonar las estrofas clásicas, practican una mayor libertad métrica. Rechazan el afán formalista, aunque comparten con los poetas arraigados el gusto por el soneto. Utilizan, a veces, imágenes tremendistas, adjetivos sonoros y un tono apasionado y desgarrador, con un lenguaje violento, cercano al grito. Algunos críticos los han llamado tremendistas por semejanza con la corriente novelística paralela. Estos poetas, que empiezan a mostrar su disconformidad con el mundo circundante y su desasosiego existencial se aglutinan en torno a la revista Espadaña, editada en León en 1944. Dos libros de sendos poetas del 27, de 1944, les sirvieron de revulsivo:

– “Hijos de la ira”, Dámaso Alonso, grito de protesta que sorprende por su lenguaje crudo, alejado del lenguaje poético convencional y vertido en largos versículos plagados de imágenes monstruosas con un hondo contenido humano. En toda su obra aparece la necesidad de creer en Dios (a pesar de la injusticia y la existencia del mal), quien es asediado, interrogado, amado, pero, a la vez, acusado y negado.

– “Sombra del paraíso”, Vicente Aleixandre, que expresa el deseo de regresar al paraíso natural. También escrito en versículos con imágenes de ecos surrealistas.

Otros autores de poesía desarraigada o, en sentido más amplio, existencial son Victoriano Crémer, José Luis Hidalgo, Leopoldo de Luis, Ángela Figuera, Gabriel Celaya, Carlos Bousoño, Rafael Morales y sobre todo Blas de Otero, que escribe “Ancia” (“Ángel fieramente humano” y “Redoble de conciencia”), con el tema central de la angustia existencial del yo lírico enfrentado a un Dios que no da respuesta a sus dudas y sus aspiraciones de eternidad. La actitud oscila entre la queja, el reproche y hasta el desafío. En la última parte del libro, se ve una apertura hacia las preocupaciones colectivas, hacia el sufrimiento de los hombres, que anuncia la llegada de la poesía social.


LA POESÍA SOCIAL DE LOS AÑOS 50: GABRIEL CELAYA Y BLAS DE OTERO


INTRODUCCIÓN


Como ya hemos visto, la primera poesía de posguerra se caracteriza, frecuentemente, por un tono individualista. Los poetas alzan sus ojos a Dios para pedirle explicaciones acerca de lo que observan a su alrededor.

En la década de los cincuenta se desarrolla una corriente que ya se venía gestando en la poesía desarraigada con su progresiva apertura del yo al nosotros. Vicente Aleixandre, el maestro del 27, impulsa este cambio con su libro “Historia del corazón” (1954) y con esta afirmación: “Poesía es comunicación”.

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CarácterÍSTICAS DE LA POESÍA SOCIAL

Las carácterísticas de la poesía social son las siguientes:

– El poeta trata de llegar “A la inmensa mayoría” (según un título de Blas de Otero) para denunciar las injusticias y transformar la sociedad. Se considera portavoz de la gente de la calle.

– El lenguaje es claro y directo, sin sutilezas estéticas (en la métrica, prefieren el verso libre). Para estos poetas, el contenido es más importante que la forma. Se rechaza el esteticismo y la poesía pura. Se utiliza un lenguaje intencionadamente prosaico.

– Ya no interesan los problemas íntimos y existenciales; los temas son la solidaridad con obreros y campesinos, la represión política y la lucha por la libertad, así como la Guerra Civil y la consiguiente división entre vencedores y vencidos, que deriva en la reivindicación de la paz. En definitiva, prevalece la preocupación por España, como ejemplifican los títulos de los libros “Que trata de España” (Blas de Otero), “Cantos íberos” (Gabriel Celaya), “España, pasión de mi vida” (Eugenio de Nora).

– Otros temas relevantes son la injusticia, la alienación, el mundo del trabajo, el anhelo de libertad o la necesidad de un mundo mejor.

– Tono reivindicativo, a veces con cierta compasión hacia los oprimidos y humillados. Como la censura impide los ataques políticos directos, los poetas se ven obligados a utilizar alusiones veladas.

Los principales autores de la poesía social, muchos procedentes de la poesía desarraigada, son Leopoldo de Luis, Ángela Figuera, Eugenio de Nora, Blas de Otero y Gabriel Celaya.


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GABRIEL CELAYA

Influjo de las vanguardias en “La soledad cerrada” (1947). Después muestra un enérgico compromiso con la realidad y un gran papel en la difusión de la poesía social. De su primera etapa, existencialista son las obras “Tranquilamente hablando” (1947) y “Las cosas como son” (1949). De su etapa social es justo recordar “Las cartas boca arriba” (1951) y su obra fundamental “Cantos íberos” (1955). El autor reflexiona, desde un estilo cercano y directo, sobre temas como el poder y la necesidad de la palabra. Se orienta hacia el compromiso social y político, al considerar la poesía como un instrumento para transformar el mundo. Posteriormente, Celaya se atreve con la poesía experimentalista como muestra su obra “Función de Uno, Equis, Ene” (1973), “Campos semánticos” (1971).

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BLAS DE OTERO

Es el gran poeta de la época y su obra resume la evolución de la poesía española desde 1939 hasta su muerte. Se distinguen en su obra tres etapas:

1ª. Etapa existencialista y estremecedora por su tono desgarrado, se centra en la búsqueda angustiosa de Dios, del amor y del sentido de la existencia humana, en los libros “Ángel fieramente humano” (1949) y “Redoble de conciencia” (1951), publicados más tarde con el título global de “Ancia” (primera y última sílaba de las dos obras). El yo poético se lamenta de la soledad del ser humano y adopta un tono rebelde y crítico ante un Dios por el que se siente desoído y desamparado. La expresión es desgarrada e hiperbólica, con encabalgamientos abruptos mediante los que el autor expresa la violencia que observa a su alrededor. Predomina el soneto.

2ª. Poesía social


La segunda etapa significa su entrada en la poesía social, en el compromiso y la solidaridad testimonial con los problemas colectivos de España, en libros como “Pido la paz y la palabra” (1955). El título de este libro es muy elocuente: reivindica la libertad de expresión y la convivencia fraterna. En él se plasma un deseo de superar las heridas de la guerra, a pesar de la visión desconsolada y amarga de nuestra historia. Esta mezcla de amor, de rechazo y de esperanza reaparece en los siguientes libros del poeta: “En castellano” (1959) y “Que trata de España” (1964). La palabra es el último refugio contra la violencia y el instrumento para vencerla. Se prefiere ahora el verso libre y se adopta un tono más coloquial y conversacional.


3ª. Etapa que supone un cambio importante en la forma, casi cercana al experimentalismo en “Hojas de Madrid” (1968-1979), “Historias fingidas y verdaderas” (1970).

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CONCLUSIÓN

Finalmente, la poesía social empieza a dar síntomas de agotamiento a principios de los años sesenta. Sus autores no consiguen llegar a la “inmensa mayoría”, y comienzan a ser cuestionados por nuevas promociones debido a su carácter prosaico y su conservadurismo estético. Sus propios cultivadores empezaron a buscar otros rumbos, como el propio Blas de Otero, quien derivará hacia una poesía más experimental, que queda plasmada en libros como “Historias fingidas y verdaderas” (1970).


LA POESÍA EN LOS AÑOS 60 Y PRINCIPIOS DE LOS AÑOS 70

A.

LA PROMOCIÓN DE LOS SESENTA

1. Definición:


La promoción de los sesenta es un grupo de poetas nacidos entre 1925 (Ángel González) y 1938 (Carlos Sahagún), que, procedentes en parte de la poesía social, renuevan la poesía española en esa década. Algunos críticos los llaman poetas del “medio siglo” o Generación del 50 porque entonces aparecieron sus primeros libros, pero su apogeo se dio en los sesenta. No están tan marcados por la Guerra Civil, pues la vivieron en su infancia. Son amigos, en especial los miembros de la Escuela de Barcelona: Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma y José Agustín Goytisolo. Con ellos se relacionan Ángel González, José Ángel Valente, Francisco Brines y Claudio Rodríguez, vinculados a Madrid. Una de las antologías que los dio a conocer fue la de José María Castellet: “Veinte años de poesía española” (1939-1959), donde se los incluía junto a figuras de promociones anteriores.

2. Carácterísticas:


 La poesía deja de ser ante todo comunicación, como pensaban los poetas sociales, y es principalmente conocimiento: el poeta no tiene claro de antemano un contenido que quiera comunicar, sino que el poema es una exploración mediante las palabras, una “revelación de lo encubierto”. Para ello, es necesario enriquecer el lenguaje, así que huyen tanto del carácter prosaico como del extremo opuesto (el preciosismo formal); se alejan, sin abandonarlos del todo, de los temas sociales, pero no quieren caer en patéticas confesiones. En todo caso, adoptan de la poesía social el Realismo, el tono narrativo y el compromiso moral, pero les dan un nuevo enfoque. Sus carácterísticas son las siguientes:

– Influencias

Antonio Machado es la referencia estética y moral. Admiran a Pablo Neruda y a César Vallejo y, del 27, a Luis Cernuda por su tono conversacional y su fondo meditativo.

– Tono y actitud del yo lírico

Ponen más énfasis en lo personal que en lo colectivo, aunque también aluden a las circunstancias, muchas veces cotidianas. Se basan en experiencias propias (algunos críticos hablan de “poesía de la experiencia”), pero se distancian de los propios sentimientos mediante el humor y una ironía escéptica.


– Temas

Evocación de la infancia y la adolescencia como un paraíso perdido (la causa de la guerra); el paso del tiempo y la nostalgia por la brevedad de la vida; el amor, teñido a veces de erotismo; la amistad; la crítica de la situación española desde posiciones autobiográficas; la mala conciencia burguesa y la reflexión sobre la poesía.

– Lenguaje

Dignifican el lenguaje poético. Parten del discurso conversacional, antirretórico y lo someten a elaboración artística, Practican la intertextualidad, es decir, introducen citas de otros autores. En métrica, tienden al verso libre aparentemente sencillo; de los tradicionales, optan por el endecasílabo, el heptasílabo y el pentasílabo.

3. Autores y obras

José Ángel Valente, sigue una línea muy personal. Inicialmente se acerca a la poesía de la experiencia, después opta por una poética del silencio (donde las palabras sugieren más que dicen) o por la metapoesía. “La memoria y los signos” (1966).

Jaime Gil de Biedma, quien influirá mucho en las generaciones siguientes, sobre todo en la poesía “de la experiencia”. La ironía y el coloquialismo, producto de una bien encubierta retórica, serán los ejes de su poética. “Las personas del verbo”, que recoge toda su obra.

Ángel González:


Tratado de urbanismo” (1967) influido por el engaño que le supone la propia vida.

Claudio Rodríguez, poeta de gran singularidad por su noción de la “poesía como conocimiento”. Entre sus obras destaca “Don de la ebriedad”.

José Agustín Goytisolo, en él confluyen lo social y lo experimental, con un lenguaje irónico y coloquial: “Algo sucede”.

Francisco Brines:


Las brasas”.

Carlos Barral:


Figuración y fuga”.

En conclusión, la promoción poética de los sesenta marca la transición de una poesía social a una poesía más experimental que se impondrá en los setenta.


B.

LA PROMOCIÓN DE LOS SETENTA. LOS NOVÍSIMOS

1. Definición:


Se denomina poetas de los setenta o promoción del 68 a un grupo de autores nacidos entre 1938 y 1950, que, aprovechando en parte el camino abierto por la generación anterior, van a renovar radicalmente la poesía española. Jóvenes universitarios en los que han influido los medios de comunicación, el cine, los tebeos o la música pop.

Ya algunas figuras de mayor edad habían entrado en esta senda de renovación, caso de Blas de Otero, José Hierro o Vicente Aleixandre (con “Poemas de la consumación”, 1968). Una antología sirve de carta de presentación: “Nueve novísimos poetas españoles”, publicada en 1970 por José María Castellet. Son: Pere Gimferrer, Antonio Martínez Sarrión, Guillermo Carnero, Leopoldo María Panero, Manuel Vázquez Montalbán, José María Álvarez, Félix de Azúa, Vicente Molina Foix y Ana María Moix.

2. Carácterísticas: Sus rasgos comunes son:

– Influencias

Rechazan la tradición española, con las excepciones de Aleixandre, Cernuda y Gil de Biedma. De los hispanoamericanos prefieren a Lezama Lima y a Octavio Paz. Se inclinan por poetas extranjeros del Siglo XX, como los surrealistas franceses, los anglosajones T.S.Eliot y Ezra Pound y el griego Constantin Cavafis.

– Tono y actitud del yo lírico

Oscila entre la frivolidad, a veces provocadora, y la seriedad. Adoptan un esteticismo heredado de las vanguardias: no se trata tanto de transmitir ideas y sentimientos como de experimentar con el lenguaje en busca de una creación formalmente bella y autónoma.

– Temas

Rehúyen el Realismo y, aunque se aprecie un trasfondo crítico o desmitificador, suelen limitarse a jugar con motivos heterogéneos, procedentes unos de la cultura clásica y otros de la popular: mitos del cine y de la música, personajes de tebeos… El menosprecio del contenido lleva con frecuencia a la metapoesía, a la reflexión sobre la propia poesía. También tratan el amor y el erotismo, la evocación de lugares exóticos o refinados y, en ocasiones, denuncian la guerra y la sociedad consumista.

– Lenguaje

Usan recursos vanguardistas que rompen con la lógica habitual, como las imágenes irracionales, de tipo surrealista (llegan a la escritura automática), las enumeraciones caóticas, los juegos tipográficos, la mezcla de fragmentos heterogéneos (citas literarias, publicitarias…). El lenguaje cotidiano, con intención desmitificadora, se mezcla con un registro culto. En la métrica practican el verso libre, generalmente extenso.


3. Autores y obras

Pere Gimferrer:


Arde el mar

Antonio Martínez Sarrión:


Teatro de operaciones”

Guillermo Carnero:


Dibujo de la muerte

Leopoldo María Panero: “


Así se fundó Carnaby Street

Manuel Vázquez Montalbán:


La educación sentimental

José María Álvarez:


Museo de cera

Félix de Azúa:


El velo en el rostro de Agamenón

Vicente Molina Foix:


Los espías del realista

Ana María Moix: “


Baladas del dulce Jim

Otros poetas afines son Antonio Colinas, Luis Alberto de Cuenca, Luis Antonio de Villena y Jaime Sile.

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