Toda idea con una realidad objetiva dada le debe corresponder una causa cuya realidad formal sea igual o mayor


2. Prueba por la contingencia de mi ser imperfecto, el cual tiene la idea de Dios:

Esta segunda demostración tiene un carácter complementario respecto a la anterior. Según Descartes, yo me sé imperfecto y limitado, pero tengo idea de lo perfecto e ilimitado. Esto quiere decir que soy creado y conservado por alguien que en sí mismo tiene esas perfecciones.

A continuación plantea la hipótesis de que tal vez yo no dependo de Dios sino de algo menos perfecto que Dios, y la rechazará mediante la referencia a dos principios: uno que ya aparecía en la primera demostración de la existencia de Dios (la de la idea de Dios como ser infinitamente perfecto) y otro la imposibilidad de la serie infinita para dar cuenta de la existencia presente:

a) en la causa debe haber tanta realidad como en el efecto; si yo soy un ser pensante sólo un ser pensante puede haberme creado;

b) si ese ser pensante no es la causa de sí mismo, entonces otro debe haberlo creado, y lo mismo con este segundo y con un tercero… pero la serie no puede ser infinita, porque en tal caso no cabría dar cuenta de mi existencia actual y menos aún de la conservación de mi ser, luego Dios existe. El ser del que dependo tiene que tomar su origen y existencia de sí mismo.

La conclusión


no es sólo que Dios existe sino que la idea de Dios es innata y como el sello o huella que Dios deja en nosotros por habernos creado.


Descartes introduce el principio metafísico de que la realidad que se encuentra en el efecto no puede ser superior a la realidad de la causa;
Este principio ya estaba en la Tercera Vía tomista, pero aplicado al diferente grado de perfección de las cosas.

a)a toda idea con una realidad objetiva dada le debe corresponder una causa cuya realidad formal sea igual o mayor: esto quiere decir que la causa de la idea debe poseer una perfección real (“formal”) que sea proporcional a la perfección de la propia idea; a mayor realidad objetiva de una idea, mayor realidad formal (causa formal aristotélica) debe tener el objeto que la haya causado.

Descartes ya ha hecho un catálogo de las ideas que encuentra en sí mismo: unas representan a hombres, otras a animales, otras a ángeles, unas representan substancias, otras atributos; y examina si él mismo podría considerarse el responsable, la causa de todas sus ideas; cree que en sí mismo puede encontrar el fundamento y la perfección adecuada para dar cuenta de casi todas las ideas;

b) 
la idea de perfección absoluta no se puede explicar a partir de las facultades del propio sujeto, luego debe estar en nuestra mente porque un ser más perfecto que nosotros nos la ha puesto;

Debe ser innata

. Ese ser es Dios. Muchos filósofos consideran que la idea de infinito proviene, por negación de los límites, de la idea de lo finito. Descartes invierte esta relación afirmando que la noción de finitud, de limitación, presupone la idea de infinitud.

Conclusión:


“aunque yo tenga la idea de substancia en virtud de ser yo una substancia, no podría tener la idea de una substancia infinita, siendo yo finito, si no la hubiera puesto en mí una substancia que verdaderamente fuese infinita”, luego Dios existe.


Este argumento basado en la imperfección y dependencia de mi Ser  parte de la contingencia de mí mismo como ser finito.
Dios será en esta prueba causa de mí (no ya de la idea de Él que en mí hay). La prueba es de corte  tomista y recuerda la Tercera Vía.

La versión cartesiana se caracteriza por las siguientes variantes:


.Soy consciente de mi imperfección, y (como corresponde al lugar en el que se sitúa esta prueba, la duda metódica), me doy cuenta de mi limitación precisamente por mi ignorancia, por el hecho de que dudo
: si fuese absolutamente perfecto y la causa de mi propio ser,  me habría creado como sabio, no como ignorante.


.La contingencia de mi ser no se refiere sólo al hecho de que haya necesitado de otro ser para existir o empezar a ser, sino también a mi incapacidad para mantenerme en el ser, a mi incapacidad para continuar viviendo sólo a partir de mi mismo.

   En este punto, la argumentación cartesiana se separa de la tomista: Santo Tomás subrayaba la contingencia de todos los seres en la medida en que éstos no son causa de sí mismos; Descartes habla de la contingencia de su ser (ya que no sabe aún si existen otros seres, lo cual le ha llevado al solipsismo)
Porque no se ha creado a sí mismo, pero más aún porque no cree que él mismo sea la causa de su mantenerse en el ser, de su seguir existiendo. La fragilidad de mi existencia es tal que en cualquier momento podría no existir: los distintos momentos de la temporalidad de mi vida como ser pensante son independientes: unos (los posteriores) no pueden explicarse absolutamente a partir de otros (los anteriores); y si ello es así debo suponer que existe un ser distinto a mí mismo que sea la causa de que yo perdure en continuo pensamiento, de mi vida como una totalidad pensante que se da en el tiempo, de mi vivir como cosa pensante.  

En conclusión, Descartes llegará a Dios como necesario para explicar la conservación de nuestro ser, más que como consecuencia de que Él sea necesario para explicar nuestra creación. 

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