Jesús en la fe


Los rostros de Jesús

Los rostros de Jesús

13 de Abril del 2017

Se dice que Colombia es un país “consagrado al Sagrado Corazón de Jesús”. Puede que por esa razón en muchas casas se tenga esecuadro. En él se ve a un hombre de piel blanca y limpia, barba levemente poblada y cabello largo, marrón y liso que cae hasta sus hombros. Sus ojos son claros y profundos; en ellos se refleja una mirda dulce, espiritual. Lleva una túnica blanca impecable. En su pecho brilla un corazón, rodeado de una corona de espinas, sobre el que hay una llama que, se dice, representa al Espíritu Santo.  Detrás de la imagen hay un halo brillante como el de la luna. El hombre destila santidad por todos lados.

Muchos crecieron con ese cuadro en la sala, en el dormitorio, en la casa de los abuelos; por eso, al pensar en él, en Jesús, nos remitimos a esa imagen; a ese Jesús. Sin embargo puede que hayamos estado equivocados, y en realidad ese no sea el verdadero rostro del Hijo de Dios.

Sobre la historia del cuadro del Sagrado Corazón hay muchos mitos. Uno de los más conocidos dice que fue pintado por Miguel Ángel, en el Siglo XVI. El hombre que aparece allí sería Tommaso Cavalieri, aristócrata, discípulo del pintor, y quien también habría sido su amante.

Los escépticos dicen que el cuadro, en realidad, surgíó a principios del Siglo XX, producto de las visiones de una Monja polaca. Es el mismo de la pintura de la Divina Misericordia.

“Al anochecer, estando en mi celda, vi al Señor Jesús vestido con una túnica blanca. Tenía una mano levantada para bendecir, y con la otra tocaba la túnica sobre el pecho. De la abertura de la túnica en el pecho, salían dos grandes rayos: uno rojo y otro pálido. En silencio, atentamente miraba al Señor, mi alma estaba llena del temor, pero también de una gran alegría. Después de un momento, Jesús me dijo: “Pinta una imagen según el modelo que ves, y firma: Jesús, en Ti confío”, escribíó la religiosa.

Foto: Wikipedia

Foto: Wikipedia

En esa medida, los años y las distintas corrientes religiosas, han ido desdibujando el rostro de Jesús, y la percepción que tenemos de él, de cómo se ve, también ha cambiado. Se sabe, sin embargo —o se cree saber— que Jesús era un hombre de gestos finos, barba, y cabello largo. Desde del siglo III, que es de donde datan las pinturas más antiguas Cristo, ya se le representaba así. Esa es la constante.

El sagrado sudario de Turín, en el que se alcanzan a ver algunas marcas del martirio de la Cruz también muestra una referencia al rostro de Jesús. Los trazos que se logran ver son los de un hombre así: rostro pequeño, barba, cabello largo.

El rostro de Jesús es el más reconocido de la historia. Cualquiera que lo vea, en el lugar que sea, el vitral de una iglesia, en una estampa que apenas quepa la billetera, en una pared, incluso en una tostada, sabrá de inmediato que él es Jesús. Así no lo mostraba el arte; así no lo mostraba al religión; así no lo mostraba el cine.

Pero puede que ninguna tenga razón sobre la imagen; o la tenga razón a medias. Para dar respuesta a la pregunta de cómo era Jesús, cómo era de verdad, expertos en distintas áreas de la ciencia han investigado a profundidad el tema.

Richard Neave, antropólogo profesor de la Universidad de Manchester, en el año 2001 hizo una aproximación al posible rostro de Jesús. Primero estudió del fenotipo de la población del centro de Israel, lo que entonces era Judea, pueblo en el que vivíó Jesús. También analizó unos cráneos hallados en la regíón. Completó su investigación al revisar cómo se eran las formas de llevar el pelo, la barba y la ropa, según las Escrituras.

Foto: Youtube

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Efectivamente es diferente: el rostro es ancho, moreno, con rasgos más abruptos: ojos grandes, marrones, nariz gruesa, labios carnosos, cejas pobladas. La barba no es tan poblada y el cabello no es largo ni liso, sino corto, oscuro y desordenado. No se parece en casi absolutamente nada al Jesús de los cuadros. Esté Jesús se ve más real.

Y tiene más sentido en la medida que respondería a los rasgos históricos y genéticos que tuvieron los hombres que habitaron esa regíón en la época de Cristo.

Ese sería el rostro aceptado por la ciencia. Los fieles, por otro lado, puede que sigan viendo a Jesús como lo han hecho siempre, durante generaciones. Sin embargo, del seno de esa fe surgíó una nueva imagen que ha empezado, poco a poco, a ser reconocida por los cristianos.

Akian Kramarik es una niña que, desde los cuatro años demostró un talento excepcional para la pintura. Desde entonces ha manifestado que Dios le habla en sueños; eso que ve allá es lo que pinta. En una ocasión se encontró con Jesús, y, efectivamente, sin haber estudiado pintura nunca, logró un retrato realista de lo que vio. Dice que su inspiración viene del cielo.

“Yo veo a Dios como un foco de luz. Él es puro; él es realmente masculino, realmente fuerte y grande, y sus ojos son hermosos. Las visiones son acerca de cómo Él quiere que lo entienda y cómo quiere que entienda lo que hace en el mundo. Lo más importante es la fe. Sin fe no te puedes comunicar con Dios… es tan hermoso allá arriba”, dijo.

Foto: Youtube

Foto: Youtube

La pintura de Kramerik es diferente al Jesús “aceptado” normalmente, es decir al que vemos, por ejemplo en el cuadro del Sagrado Corazón. En cuanto al que describíó el equipo del profesor Neave es un poco más parecido: cabello corto, rostro ancho, nariz grande y puntuda, cejas pobladas, barba, cabello más corto, marrón y desordenado también.

La única diferencia entre uno y otro son los ojos: los del Jesús de Neave son oscuros; en cambio, los del Jesús que pintó la niña son de un verde esmeralda brillante y profundo.

Al final de cuentas, la fe es creer en los que no se ve. Puede, en realidad, que nunca sepamos plenamente cómo era Jesús; cómo se veía Jesús. Quizás basta saber que era un hombre bueno. Un hombre que dejó un mensaje de amor. Lo demás es secundario.

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