Concepto de educación según nassif


Signos, y símbolos
Como bien señala Cassirer, nuestras relaciones con el mundo y con las personas no son inmediatas, “cara a cara”, sino
que son más bien mediatas: siempre están por medio signos y símbolos de diferentes tipos.
Ahora bien, hay una cierta confusión en el uso de los términos “signo” y “símbolo”, no sólo porque a veces aparecen
como sinónimos, sino porque también con frecuencia y según qué autores se intercambian sus significados.

Para Luis Racionero, la distinción está así de clara: “el símbolo se distingue del signo como la Cibeles del semáforo que
está al lado de ella: el símbolo connota, el signo denota, el uno es abierto y evocativo, mientras que el otro es preciso y
pretende no dejar lugar a dudas.”
Cuando una cruz entre dos cifras significa el “más” de la suma o adición, estamos ante un signo, propio, en este caso,
del lenguaje matemático. Cuando una cruz significa la conjunción de contrarios –vertical/horizontal-, el nudo mágico
que enlaza los cuatro elementos materiales, las cuatro direcciones del espacio, y un montón de cuaternarios más,
estamos ante un símbolo.
Los llamados símbolos matemáticos, pues, no son más que signos, cuyo significado convencional está cuidadosamente
definido, y sin cuya definición, por cierto, no podrían existir las ciencias exactas.
Pero cuando un signo no sólo informa de un significado definido, sino que remite a otro significado ulterior, que está en
parte manifiesto y en parte oculto en su significación inmediata, y que además evoca valores y sentimientos, se trata de
un símbolo. Como dice Chevalier, “el símbolo posee algo más que un sentido artificialmente dado, porque detenta un
esencial y espontáneo poder de resonancia… El símbolo es entonces bastante más que un simple signo: lleva más allá
de la significación, necesita de la interpretación y ésta de una cierta predisposición.”
Decía Jung que el símbolo “es una imagen apta para designar lo mejor posible la naturaleza oscuramente sospechada
del espíritu”. Mientras que el signo constituye una referencia a algún concepto u objeto conocido, el símbolo es la mejor
forma posible de aludir a algo relativamente desconocido. Por ello nuestros sueños, los mitos, las creaciones artísticas y
las visiones de los místicos están poblados de símbolos.
El progresivo avance del pensamiento científico ha ido provocando el arrinconamiento, la marginación e incluso la
muerte de las variadas y ricas tradiciones simbólicas. Simplificando tal vez excesivamente las cosas, podríamos decir
que el ya tópico paso del mito al logos se podría expresar en estos otros términos: el paso del símbolo al signo. Como
dice Jean Chevalier, “sería un error creer que la abstracción creciente del lenguaje científico conduce al símbolo; el
símbolo está cargado de realidades concretas. La abstracción vacía el símbolo y engendra el signo; el arte, por el
contrario, huye del signo y nutre el símbolo.” En el extremo de esa abstracción y vaciamiento están los signos que
constituyen los lenguajes formales de la lógica, las matemáticas y los lenguajes de las ciencias de la computación.
Donde los símbolos se nutren de significados variados y de imágenes concretas es en el arte, en los relatos míticos y en
las visiones oníricas.
Pero dando un paso más, podríamos decir que el sistema simbólico humano por excelencia, el lenguaje verbal, se haya
a medio camino entre el signo y el símbolo, entre el mito y el logos. Por un lado, las palabras son signos, esto es, «algo
que representa otro algo para alguien», según la conocida definición de Charles S. Peirce. Por ejemplo, la palabra
«coche» (algo) representa a la cosa coche (otro algo) para todos los que entiendan el español (para alguien). En los
signos podemos distinguir el significado y el significante, entre los cuales se establece una relación convencional que
denominamos significación o sentido. Decir que esta relación es convencional significa que se establecíó
originariamente por un convenio o acuerdo tácito entre los usuarios de los signos, y posteriormente se transmite de
generación en generación. Pero cuando las usa un poeta, las palabras se convierten en símbolos, es decir, que se llenan
de resonancias, de connotaciones, de sentidos metafóricos. La diferencia entre su uso como signo, o su uso como
símbolo podría decirse que es la misma que existe entre el concepto y la metáfora. Decía Nietzsche que un concepto es
una metáfora muerta, en el sentido de se ha despojado deliberadamente de toda polisemia para restringirse a un
significado unívoco, a una definición.
La realidad se dice de muchas maneras. Por ello, para dar cuenta de la riqueza de nuestro universo simbólico, nos
detendremos en las tres grandes regiones que hemos nombrado. En primer lugar, el lenguaje natural, oral y escrito, que
es nuestra lengua materna, de la que se nutren los otros dos. Por un lado, esa búsqueda científica de la precisión
conceptual que alcanza su culminación en los lenguajes formales de la lógica, las matemáticas y los lenguajes de
programación informática. Y por otro, todo ese mundo de resonancias simbólicas que se plasma en los sueños, los
mitos y las creaciones artísticas, aunque este que llamaremos lenguaje poético lo desarrollaremos en el tema 8 en el que
trataremos sobre la creación artística.

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