Etica del superhombre


FRIEDRICH NIETZSCHE


Nietzsche es un filósofo de la segunda mitad del siglo XIX que tuvo desencuentros con las autoridades académicas y llevó una vida solitaria.                                           El pensamiento de Nietzsche está entorno a los movimientos románticos que rechazan la vida moderna, con fuerza en los principales núcleos industriales y defendendiendo un materialismo a ultranza.

Según Nietzsche la ciencia no es la verdadera interpretación de lo real, sino que nace de la repugnancia del intelecto por un supuesto caos del mundo exterior y también interior. Critica el mecanicismo y su positivismo simplista de la ciencia, continuando con la crítica a la filosofía académica que contempla el mundo como
algo con unos principios inmutables que no cambian, un error que se mantiene en la cultura occidental hasta nuestros días con el pensamiento cristiano. El error de la filosofía griega es «el espíritu puro», y el «bien en sí».
Uno de los errores principales de occidente es instaurar «la racionalidad a toda costa».

Nietzsche es un representante delnihilismo, aunque hay que entenderlo como un proceso ambivalente y dialéctico: negar para afirmar, destruir para crear, aniquilar para producir.

En el vitalismo de Nietzsche hay un problema porque nada es claramente verdad ni totalmente un error: verdad y error son dos términos opuestos, ya que lo verdadero es irrefutable y lo falso es contradictorio. Pero Nietzsche rechaza el antagonismo verdad-error, ya que se dan errores irrefutables y verdades contradictorias. La categoría ontológica «ser verdadero», no es una propiedad de la realidad, sino una valoración subjetiva necesaria para la supervivencia del hombre.

Nietzsche ctitrica a la moral por su antinaturalidad, en contra de los instintos primordiales de la vida, imponiendo unideal moral basado en la virtud, la bondad, la compasión en lugar de en la voluntad de poder que caracteriza al
ser humano. Según esto este ideal es convertir al hombre en esclavo de esa ficción.
«¿Queréis que el hombre, el hombre bueno, sea modesto, diligente, bienintencionado y moderado? Pues a mí se me antoja el esclavo
ideal, el esclavo del futuro.» (La voluntad de poder.)
Esta moral para justificarse postula otro mundo verdadero, el mundo del más allá, el mundo de la perfección platónico.
«La moral como valor supremo en todas las fases de la filosofía (incluso en los escépticos). Resultado: este mundo no vale nada,
debe existir otro mundo «verdadero». (La voluntad de poder.)
Frente a ese mundo verdadero, el mundo de las ideas, se encuentra el cristianismo, el cual tiene un marcado resentimiento contra la vida que le
ha llevado a establecer leyes. Nietzsche defiende la necesidad de negar a Dios y, por tanto, también nuestra responsabilidad ante Él. De esta manera,
pretende liberar al hombre de la esclavitud a la que está sometido al imponérsele una ley ajena a él mismo ya que no existe ninguna ley trascendente que
le obligue. Por consiguiente, no podemos decir que Nietzsche sea amoral. La suya es una moral anticristiana, pero una moral al fin que consiste en la exaltación de los valores vitales, la valoración del continuo cambio en que consiste ser.
En conclusión: La cultura occidental desprecia «este mundo» y sus valores, por lo que ha inventado «otro mundo», supuestamente verdadero,
perfecto, racional, en definitiva, divino. La misión del nuevo hombre es aceptar e incluso afirmar el mundo verdadero tal como deviene. De ahí la
necesidad de preparar el gran «mediodía» de la humanidad. Esta es la tarea del vitalismo nietzscheano: liberar al hombre de todos los valores ficticios
devolviéndole el derecho a la vida, a la existencia; el primer paso debe consistir en una transmutación de todos los valores de nuestra cultura tradicional:
«una transmutación de todos los valores, en la emancipación del hombre de todos los valores morales, en un decir sí y tener fe en
todo lo que hasta ahora ha sido prohibido, despreciado y maldecido. Este libro afirmativo derrama su luz, su amor, su cariño, sobre
cosas exclusivamente «malas», devolviéndoles el «alma», la conciencia tranquila, el sublime derecho y privilegio de existir.» (Ecce
homo.)
Por tanto Nietzsche plantea una nueva tabla de valores. En primer lugar la supremacía de una moral de los señores en lugar de una de débiles y
esclavos. La nueva moral es una exaltación de la vida pero entendida de una nueva forma. En la nueva moral debe imponerse la voluntad de la vida sobre
la voluntad de la nada, los instintos ascendentes sobre los descendentes.
«¿Qué valor tienen nuestras valoraciones morales, nuestras tablas de bienes? ¿Qué se va ganando con su sometimiento? ¿Quién?
¿En relación a qué? Respuesta: La vida. Pero ¿qué es la vida? Aquí se impone la necesidad de un nuevo concepto y más exacto de la
vida. Mí formulación es ésta; la vida es voluntad de poder.» (La voluntad de poder)
También propone valorar el mundo sensible de las apariencias frente al mundo supuestamente verdadero, estático y estable que postulaba la
filosofía dogmática. Y por último el valor de un egoísmo no estigmatizado:
«-¡Cómo pudo enseñarse a despreciar los instintos primordiales de la vida e inventarse un «alma», un «espíritu» para ultrajar el
cuerpo! ¡Cómo puede enseñarse a concebir la premisa de la vida, la sexualidad, como algo impuro.” (Ecce homo).
Pero al mismo tiempo superando el yo (ich) y llegando al sí-mismo (selbst)
Dices «yo» y estás orgulloso de esa palabra. Pero esa cosa aún más grande, en la que tú no quieres creer, – tu cuerpo y su gran
razón: ésa no dice yo, pero hace yo. Lo que el sentido siente, lo que el espíritu conoce, eso nunca tiene dentro de sí su final.
Pero sentido y espíritu querrían persuadirte de que ellos son el final de todas las cosas: tan vanidosos son. Instrumentos y juguetes
son el sentido y el espíritu: tras ellos se encuentra todavía el sí-mismo. El sí-mismo busca también con los ojos de los sentidos,
escucha también con los oídos del espíritu (Así habló Zaratustra)
Lo que subyace en estos nuevos valores es un concepto nuevo de hombre frente a la concepción clásica del hombre como un ser miserable,
sumido en la ignorancia, pecador e inmundo, fruto de un tiempo en que el hombre despreciaba la tierra y el cuerpo, pues tierra y cuerpo carecían de
sentido para el alma.
Sin embargo, Nietzsche conocedor de la -emergente en su tiempo- teoría de la evolución, plantea que tierra y cuerpo sí tienen sentido. El
hombre es un ser a medio hacer, un puente entre la bestia y el superhombre, un tránsito o paso de la pura animalidad a la superhumanidad. He aquí su
destino.
«El hombre es una cuerda tendida entre la bestia y el superhombre, una cuerda sobre un abismo. Un paso peligroso y una parada
peligrosa, un retroceso peligroso, un temblar peligroso y un peligroso estar de pie. Lo más grande del hombre es que es un puente y
no un fin en sí; la que debernos amar en el hombre es que es un tránsito y un descenso.» (Así habló Zaratustra.)
Pero el hombre, a diferencia del animal, está vuelto al futuro. El hombre, en virtud de su radical espontaneidad, concibe ideales, metas,
destinos.
Tres han sido las versiones del ideal humano. En primer lugar el ideal estético, donde el ideal humano es interpretado como tragedia. En la
tragedia se armonizan lo dionisiaco (embriaguez desenfrenada de vivir) con lo apolíneo (sobriedad, racionalidad y armonía de formas). Nietzsche defiende
lo que el dios Dionisos –el de los pies ligeros- representa: el espíritu del movimiento y el cambio, la sensación de fuerza y plenitud de vida.
En segundo lugar el ideal científico que concibe el ideal humano como sabiduría. El hombre sabio conoce la realidad al desnudo, con todas sus
miserias, libre de prejuicios, y por ello afirma enérgicamente la vida.
Y por último el ideal del superhombre que personifica el valor supremo de la vida, siendo su más alta manifestación la
voluntad de poder y dominio.
El superhombre es el canon a la vida, el sentido de la tierra, la exaltación de los instintos
ascendentes:
«Escuchad y os diré lo que es el superhombre. El superhombre es el sentido de la tierra. Que vuestra voluntad diga: sea el
superhombre el sentido de la tierra. ¡Yo os conjuro, hermanos míos, a que permanezcáis fieles al sentido de la tierra y no prestéis fe
a los que os hablan de esperanzas ultraterrenas! Son destiladores de veneno, conscientes o inconscientes. Son despreciadores de la
vida; llevan dentro de sí el germen de la muerte y están ellos mismos envenenados. La Tierra está cansada de ellos; muéranse pues de una vez!» (Así habló Zaratustra.)
El hombre, hemos dicho, era algo que debía superarse para transformarse en superhombre en el cual se representarían nuevos valores. Así
pues, ha de sufrir un proceso de adiestramiento que le ha de llevar al Superhombre.
Este proceso pasaría por tres etapas simbolizadas en Así habló
Zaratustra por las figuras del camello, el león y el niño: la primera etapa, el Camello, está caracterizada por aquellos que obedecen ciegamente y aceptan
las creencias que les son impuestas. Más tarde, con la segunda etapa, el león se da al ser negador, aquel que simboliza el nihilismo que rechaza los valores
tradicionales. Por última etapa, el Niño, cuando el hombre está libre de prejuicios y es capaz de crear una nueva tabla de valores.
En este proceso, el medio de superación es la voluntad de poder, se trata de una voluntad de querer y de verdad. Esta voluntad al igual que la
vida tiende a la expansión, al dominio, agresión y sometimiento de todo lo ajeno. El proceso evolutivo de la especie humana tiende a la producción de
individuos fuertes y superiores, y no al beneficio de la especie. «El hombre superior se distingue del inferior por su intrepidez y el desafío que lanza el
infortunio. Es un síntoma de «decadencia» cuando empiezan a prevalecer criterios eudemonísticos (cansancio fisiológico, atrofia de la voluntad)… La
fuerza pletórica ansía crecer, sufrir y sucumbir; no quiere saber nada con la mezquina bienaventuranza cristiana y los ademanes hieráticos. La voluntad
de poder.)
Sentido de la superación: el hombre para devenir en superhombre ha de expulsar de su interior a Dios. No se trata de una divinización del
hombre, sino todo lo contrario, una sustitución de Dios por el superhombre. De esta forma se convertirá en un ser con plenitud de poder. «Dios ha muerto,
queremos que viva el superhombre» (Así habló Zaratustra.)
Naturaleza y características del superhombre: el superhombre es un ser superior, libre de los valores pasados, autónomo, conquistador de
nuevos territorios. El superhombre es voluntad de dominio, voluntad creadora de nuevos valores, representa el fin supremo de la humanidad; la vida que
conduzca a él será ascendente y la que le aparta será antinatural y descendente (decadente y disgregadora).
«La voluntad de poder sólo puede manifestarse en resistencias; va, pues al encuentro de lo que se le opone; esa es la tendencia
primordial del protoplasma cuando extiende seudópodos y tienta por todos lados. La apropiación y la asimilación son esencialmente
afán de dominar, un plasmar, modelar y transformar, hasta que lo dominado queda incorporado por completo a la órbita del
agresor, ampliándola.> (La voluntad de poder.)
El superhombre ha de ser un santo decir sí, ha de tener una constante afirmación de sus actos que le lleven a querer desear su vida y sus
opciones una y mil veces, esto es el eterno retorno: la afirmación ad aeternum de la propia vida.
La conclusión de Nietzsche tras su demoledora crítica a la metafísica y la moral occidental deja entrever tras de sí a un personaje
inadaptado a la sociedad de su época pero visionario de otra por venir, agarrado a la idea de la superación del hombre hacia el superhombre que afirma
cada instante de su vida eternamente, un adversario de lo estático y subyugado pero permite distinguir a su vez al filósofo que quiso aplicar una
aproximación aforística al estudio de la vida, haciendo de su figura, la más importante en la corriente filosófica de finales del siglo XIX , del vitalismo
e irracionalismo pero que aun hoy en día sigue siendo una figura difícil de catalogar.

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