Desfile de Enemigos
En EE.UU., aunque no es el único país que sufre problemas domésticos, económicos y sociales, estos están surgiendo de forma creciente y constituyen auténticas catástrofes en ciertos casos. Al poder parece importarle poco, puesto que no existen propuestas reales para solucionar los graves problemas de salud, educación, escasez de vivienda, parados, criminalidad, deterioro de seguridad ciudadana… Entre tales circunstancias, hay que distraer al aturdido rebaño más que nunca, entreteniéndoles con deporte o telenovelas. Habrá que avivar en ellos el miedo a los enemigos.
Se inventan algún monstruo enorme contra el que defendernos. Lo más normal es que se trate de uno que esté siempre disponible. Los rusos, por ejemplo, siempre hubo que defenderse de los rusos, pero han perdido atractivo como enemigo. Así surgieron los terroristas, narcotraficantes, los fanáticos, árabes y Saddam Hussein, el nuevo Hitler que pretendía conquistar el mundo. El Washington Post y el New York Times decían: describían a Castro como un gorila dictador. Sus atrocidades han quedado patentes en este libro de forma tan concluyente que solo los intelectuales occidentales más casquivanos e insensibles podrían salir en su defensa. Reagan lo distinguió por su valor al soportar los horrores y sadismo del sangriento tirano cubano. Luego fue nombrado representante de EE.UU. en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Percepción Selectiva
En lo que respecta al papel de los medios de comunicación, se caracteriza por la manipulación informativa. Las informaciones se seleccionan según lo que conviene que piense la población. Esto sí y esto no, dependiendo de quién; hay un doble rasero para medir. El objetivo de esta selección es que nadie reciba información suficiente. Se excluyen las voces disidentes, se escoge qué aparece como elemento de discusión y qué no.
Mayo de 1986 (prisión de La Esperanza): Las emisoras de TV se negaron a darlo a conocer. La cuestión fundamental no es solo la manipulación informativa, sino si queremos vivir en una sociedad libre o bajo una forma de totalitarismo autoimpuesto, donde el rebaño desconcertado se encuentra marginado, dirigido, atemorizado, sometido a la repetición inconsciente de eslóganes, con miedo hacia el líder que lo salva de la destrucción, mientras quienes han alcanzado un nivel cultural superior marchan repitiendo los mismos eslóganes. Parece que la única alternativa sea servir a un estado mercenario. La respuesta a estas cuestiones está en nuestras manos.
Cuando el gobierno del Líbano pidió a Israel que cumpliera la Resolución 425 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde se recomienda la retirada inmediata e incondicional de Israel del Líbano. Pero esto no se cumplió y si eso no pasó es porque EE.UU. respaldaba el mantenimiento de dicha ocupación. Mientras tanto, en el sur del Líbano reina el terror. Nadie vio nada en los medios de comunicación, ni se suscitó discusión alguna sobre si Israel y EE.UU. debían cumplir la resolución.
Guerra del Golfo
Existe una oposición iraquí que opera desde el exilio, puesto que en su país no puede operar. Y son banqueros, ingenieros, arquitectos y personas así que tienen voz y hablan.
Razones que se dieron para la guerra: los agresores no pueden ser recompensados y que la agresión debe rechazarse mediante el rápido recurso a la violencia. Un adolescente alfabetizado podría refutar esos argumentos en dos minutos. Sin embargo, nadie lo hizo nunca. En cuanto a los medios de comunicación, nadie testificó qué pasaría si EE.UU. saliera bien parado del cumplimiento de los principios acordados. Ni siquiera la muerte ni el hambre de miles de personas conmocionó nuestras sensibles almas. Continuamos con la ‘tranquila democracia’ que finalizó con una recompensa a los agresores. Nunca se dio razón de peso para ir a la guerra. He aquí el sello de una cultura totalitaria, puesto que nos pueden conducir a una guerra sin que ni siquiera nos dé una razón importante para ello, y eso debería aterrarnos.
Antes del bombardeo, el Washington Post reveló un hecho interesante. La pregunta formulada era: “Si Irak accediese a retirarse de Kuwait a cambio de que el Consejo de Seguridad tomase en consideración el problema del conflicto Árabe-Israelí, ¿estaría usted a favor?”. Dos tercios de la población se mostró a favor. También lo hizo el resto del mundo y la oposición iraquí. Pero claro, los medios de comunicación solo comunicaron que estaban a favor los dos tercios de EE.UU. y que se encontraban solos en el mundo. La gente creía estar sola. Y así fue posible llevar a cabo una política de guerra sin oposición.
Las sanciones que se impusieron contra los iraquíes sí surtieron efecto, sino ¿cómo se explica la retirada de estos de Kuwait? Por lo tanto, la pregunta real es: ¿habían funcionado ya las sanciones? Es fundamental para un buen sistema de propaganda que no se discutan estas cuestiones.
Cuando los miles de misiles Scud atacaron Israel, no hubo aplausos en la prensa. He aquí otro hecho interesante del buen funcionamiento del sistema de propaganda. Podríamos preguntar: ¿Por qué no? Puesto que Saddam Husein tenía buenos argumentos, al igual que Bush. No podía permitir que Israel anexionara territorios, haciendo caso omiso al Consejo de Seguridad. No admite la agresión ni la anexión. Las sanciones no funcionarán porque EE.UU. las veta. Las negociaciones tampoco, porque EE.UU. las bloquea. ¿Qué queda sino usar la fuerza? Pero ¿hubo alguien en la prensa que mencionara todo esto? No. Porque era una trivialidad.
Saddam Husein ha llegado a ser un monstruo, idea extendida en EE.UU. y bastante realista. Fue introducida en la cabeza de la gente una y otra vez: quiere apropiarse de todo. Tenemos que pararlo ahora. Pero ¿cómo ha llegado a ser tan poderoso? Si se trata tan solo de un país del Tercer Mundo. Y de repente se dispone a conquistar el mundo.
Otro monstruo a través de los ojos de la población fue Manuel Noriega. Sin embargo, se nos escapó de las manos. Iba a destruirnos, dirigiendo a los narcotraficantes. Observen, pues, que no hay tanta diferencia con lo que hizo la Comisión Creel en 1916-1917, cuando en seis meses transformó a una población pacífica en un grupo de fanáticos histéricos, con deseos de destruir todo lo que fuera alemán. Puede que las técnicas ahora sean más sofisticadas, por la televisión o con grandes cifras de dinero, pero su esencia es tradicional.