Opresión y Emancipación: Marx, Beauvoir, Nietzsche y Ortega


**Karl Marx** y **Simone de Beauvoir** reflexionan profundamente sobre la **opresión** del ser humano y las posibilidades de alcanzar la **libertad**. Aunque abordan realidades diferentes —la clase social y el género—, ambos coinciden en que la opresión no es algo natural, sino el resultado de construcciones históricas que pueden ser transformadas. En este texto, se analizará cómo entienden la opresión estos dos pensadores y qué propuestas ofrecen para superarla. Marx, influenciado por su contexto histórico del siglo XIX, enfrenta los efectos del capitalismo industrial, un sistema que, a su juicio, explota a los trabajadores y les arrebata el control sobre sus vidas. Su análisis parte del **materialismo histórico**, que considera que la estructura económica de una sociedad determina su superestructura política y cultural. En este sentido, Marx propone que la opresión de los trabajadores no es un accidente, sino una consecuencia necesaria del modo de producción capitalista. En su obra, la **alienación** se refiere a cómo los individuos pierden su esencia humana al ser reducidos a meras piezas en una máquina productiva, despojados de cualquier control sobre el proceso de trabajo y sobre sus propias vidas. Para Marx, solo a través de una revolución social liderada por el proletariado se podrá cambiar este sistema y construir una sociedad sin clases, más justa e igualitaria. Por su parte, Simone de Beauvoir, filósofa del siglo XX y una de las máximas exponentes del existencialismo francés, centra su reflexión en la opresión de las mujeres. Influenciada por los movimientos feministas de su época, en su obra más influyente, *El segundo sexo*, de Beauvoir describe cómo las mujeres han sido históricamente consideradas “el otro” del hombre. Según ella, la cultura patriarcal ha moldeado una identidad femenina que se construye en función de la masculinidad, relegando a las mujeres a roles pasivos y subordinados. Este proceso, similar al concepto de alienación marxista, transforma a las mujeres en seres dependientes, sin autonomía ni libertad.


Para Marx, la **ideología dominante** juega un papel crucial en este proceso, pues justifica la opresión y disfraza la realidad de explotación. De forma similar, para Beauvoir, la educación y las normas sociales perpetúan la idea de que la mujer debe ser subordinada al hombre. La libertad, en ambos casos, solo es alcanzable si se produce una transformación profunda en la conciencia colectiva y en las estructuras sociales: en el caso de Marx, de las estructuras económicas que perpetúan la desigualdad de clase; en el caso de Beauvoir, de las normas de género que refuerzan la opresión femenina. La **emancipación**, según Marx y Beauvoir, no es un proceso individual, sino colectivo. Para Marx, el proletariado debe organizarse en un movimiento revolucionario que confronte al capitalismo. En la visión de de Beauvoir, la mujer debe unirse con otras mujeres en un esfuerzo colectivo para romper con toda opresión desde la interdependencia. Ambos filósofos creen que la verdadera libertad no se limita a un cambio superficial o a un acto individual, sino que debe ser una transformación radical que cuestione las estructuras de poder existentes. A pesar de tratar cuestiones diferentes, Marx y de Beauvoir comparten una crítica común a las estructuras de poder que perpetúan la opresión y una firme creencia en la posibilidad de cambio. Ambos consideran que la transformación es posible a través de la acción colectiva, que puede llevar a una sociedad más libre y justa. Las ideas de Marx y de Beauvoir siguen siendo relevantes hoy en día para reflexionar sobre las diversas formas de desigualdad que persisten e inspiración para quienes luchan por un mundo mejor que el que tenemos. La mujer, por tanto, está alienada respecto a su propia identidad y libertad. Para de Beauvoir, la liberación de las mujeres pasa por la toma de conciencia de esta opresión y por la acción colectiva que permita cuestionar y derribar las estructuras sociales que la perpetúan. Ambos autores coinciden en que la opresión se mantiene porque las personas oprimidas no siempre son conscientes de su situación.


Tanto **Nietzsche** como **Ortega y Gasset** reflexionan sobre la crisis de la sociedad moderna, aunque desde perspectivas distintas. Los dos ven que el ser humano moderno ha perdido orientación y vive de forma superficial, pero proponen caminos diferentes para superar esta situación. Nietzsche parte de la idea de que “**Dios ha muerto**”, lo que significa que los valores tradicionales (como los religiosos) ya no sirven para dar sentido a la vida. Según él, esto provoca un vacío, al que llama **nihilismo**. El hombre moderno vive sin rumbo, solo busca la comodidad, evitando el sufrimiento. A esta figura la llama “el último hombre”. Ortega también detecta una crisis cultural, que expresa con la idea del **individuo masa**. Es la actitud de quien no se exige nada, vive sin esfuerzo personal y se conforma con lo que ya está hecho. Es un ser pasivo, que se deja llevar por la mayoría sin tener un proyecto propio. Ambos coinciden en que el individuo debe reaccionar. Nietzsche propone la figura del **superhombre**: alguien que, al ver que no hay sentido objetivo en la vida, no se hunde en el nihilismo, sino que crea sus propios valores y afirma la vida con valentía. Es una figura libre, fuerte y con fuerza creadora. Ortega, por su parte, dice que cada persona debe construir su propio proyecto vital. Su famosa frase “yo soy yo y mi circunstancia” quiere decir que no estamos solos, sino que vivimos en un entorno, y que debemos tomar decisiones y hacernos responsables de nuestra vida. Frente al individuo masa, Ortega defiende un ser auténtico y consciente de su tarea personal. Aun así, hay diferencias entre ambos filósofos. Nietzsche es más radical: rechaza la razón tradicional y se guía por la **voluntad de poder**, una fuerza interior que impulsa a vivir intensamente. Ortega, en cambio, intenta unir razón y vida: su filosofía es el **raciovitalismo**, una forma de pensar que parte de la experiencia concreta de cada persona.


Él no rechaza la razón, sino que la adapta a la vida real. En conclusión, ambos pensadores buscan despertar al individuo. Denuncian una sociedad que nos hace vivir de forma pasiva y proponen que cada uno se convierta en el protagonista de su existencia. Hoy en día, en una sociedad marcada por el conformismo, la sobreinformación y la pérdida de sentido, sus ideas siguen siendo actuales. Mientras que Nietzsche nos desafía a crear sentido desde cero, Ortega nos anima a tomarnos la vida como una tarea personal. Aunque sus caminos son distintos, los dos insisten en que no debemos vivir por inercia, sino de forma consciente y auténtica.

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