Teatro de evasión de la posguerra


El teatro de este grupo continúa la línea de teatro innovador, inaugurada por Valle-Inclán en el 98, continuada por Gómez de la Serna en los años 20 y retornada en los años 30 por los principales autores del 27. Tres son los rasgos que debemos citar de toda esta generación: un afán por depurar el llamado teatro poético, la incorporación de formas vanguardistas y el intento de aproximar el teatro al pueblo. Destacan los nombres de Alberti o Salinas, así como los de Max Aub, Alejandro Casona o el teatro cómico y surrealista de Enrique Jardiel Poncela, si bien el principal autor del periodo es Lorca.Lorca creó el verdadero teatro poético, en el que además de la palabra cobra importancia la música, la danza, la escenografía, configurando así un espectáculo total. La temática de las obras de Lorca asombra por su unidad y aborda temas como la frustración vital, el destino trágico, la soledad, la muerte o la esterilidad. Dividiremos la evolución del teatro lorquiano en tres momentos; las experiencias de los años 20, la experiencia vanguardista de principios de los años 30 y la etapa de plenitud de sus últimos años. El maleficio de la mariposa fue un fracaso, en su siguiente obra, Mariana Pineda se dan ya algunas de las carácterísticas del teatro de Lorca.


Las siguientes obras de Lorca fueron cuatro farsas, de las que destaca La zapatería prodigiosa, que trata el tema de la diferencia de edad en el matrimonio. Más adelante, influenciado por las vanguardias, escribe Así que pasen cinco años y El público, a estas obras se las ha denominado “teatro imposible” por su extrema dificultad representativa. Destaca especialmente por sus tragedias de los años 30, Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba. Las tragedias lorquianas se desarrollan en un ambiente rural en el que las fuerzas naturales imponen un destino trágico. Son tragedias de tema femenino y fuerte carga simbólica y poética, en las que trata temas centrales como el choque entre realidad y deseo, libertad y autoridad. Lorca junto a Valle, puede ser considerado uno de los principales renovadores del teatro anterior a la Guerra Civil, y su influencia se halla presente en los dramaturgos de posguerra, desde Buero a Antonio Gala.


Buero devolvíó al teatro de la posguerra la función testimonial, social y moral, y así mismo, actualizó el género trágico. Su concepción humanista del hombre y compromiso político-social determina su obra. Las obras de Buero giran en torno a aquellos que buscan realizarse como personas y escapar de ese mundo lleno de limitaciones. Esta temática ha sido enfocada en un doble plano: en un plano existencial de meditación sobre el sentido de la vida; y en un plano social y político. Con ambos planteamientos se entreteje un enfoque ético, de búsqueda de la verdad y de amor a la justicia. Buero Vallejo es, ante todo, un trágico. Su función es doble: inquietar, planteando problemas pero sin imponer soluciones; y curar, ya que señala la necesidad de una superación personal y colectiva. En cuanto a la técnica dramática, en Un soñador para un pueblo se observa la superación de una escenificación realista. Las principales novedades son la sustitución del espacio escénico realista por un escenario múltiple, rupturas en el tiempo y el efecto de inmersión. Buero presenta la realidad al espectador tal como la vive el personaje, para que pueda identificarse con él. Buero no ha escrito nunca un teatro simbolista, sino simbólico.


El símbolo no sustituye a la realidad, sino que la traspasa. Los espacios escénicos en Buero adquieren fuertemente el carácter de símbolos. En un número importante de sus obras descubrimos una galería de personajes que padecen o sufren una determinada tara o defecto físico o psíquico que el autor trasciende dotándolos de un significado alegórico. Otra de las constantes de su teatro es la lucha que mantienen dos de los personajes de sus obras. Esta persistente dualidad protagonista-antagonista ha llevado a ir a personajes activos y contemplativos. Se pueden distinguir tres etapas: Desde 1949 (Historia de una escalera, En la ardiente oscuridad) hasta 1957 (Las cartas boca abajo). Su producción se distingue por el pensamiento existencial y el interés centrado en los problemas individuales y familiares sin menosprecio de los sociales. De 1958 a 1967 (El tragaluz) la responsabilidad social y política del individuo se incrementa. Hay una tendencia a denunciar las lacras del franquismo, lo cual lleva a Buero a cultivar la tragedia histórica escapando así de la censura. Técnicamente, el escenario se hace múltiple, la acción se fragmenta y se incrementa la participación del público en el punto de vista íntimo de los protagonistas. A partir de 1967 el teatro de Buero continuó por la línea de la experimentación y desarrollo de técnicas innovadoras. En el sueño de la razón o La Fundación el espectador participa de la subjetividad del protagonista. Su última obra Misión al pueblo desierto es una meditación sobre la Guerra Civil española.


Consideraremos periodo de posguerra el que va desde la finalización de la misma, 1939, hasta los años 60. El teatro de posguerra fue un teatro nacional al servicio de la dictadura que tenía como rasgo común la evasión de la realidad de la época, el objetivo de entretener al público y de transmitir una ideología. Dentro del país, se desarrollaron dos líneas; la comedia burguesa, que tenía como finalidad entretener al público y educarlo y realzaban valores como la familia. Los autores más destacados fueron Jacinto Benavente y José Mª Pemán. El teatro de humor buscaba un alejamiento de la realidad inmediata. Los autores más destacados fueron Jardiel Poncela y Miguel Mihura, que distorsionaba la realidad. Mihura empleó recursos como la asociación inverisímil de los elementos, las exageraciones y las distorsiones para crear un humor particular, sus obras más destacadas, Tres sombreros de copa y Maribel y su extraña familia. Paralelamente, los autores españoles que vivían en el exilio continuaron con su producción, se cuidó la tarea escénica y el interés artístico, que llevó a la inclusión de novedades vanguardistas. Sobresalen Rafael Alberti, Max Aub y Alejandro Casona.


El teatro que realmente destacó fue el teatro de testimonio social, que muestra la realidad de la posguerra. Con el estreno en 1949 de Historia de una escalera, de Buero Vallejo, se produjo un cambio radical en la orientación de los autores, que entremezclan el Realismo y el simbolismo, aparecen referencias hacia la difícil situación social del momento; así como elementos muy innovadores. Por su parte, Alfonso Sastre es el máximo representante del teatro social y formó el teatro de Agitación Social. En sus obras son frecuentes las distorsiones espacio-temporales y predominan el tema de la opresión y el aspecto social sobre el individual, entre ellas destaca Escuadra hacia la muerte; también escribíó una serie de “tragedias complejas”, en las que se incorpora un humor de situación, negro y profundo donde destacan La taberna fantástica y La sangre y la ceniza. Tras Buero y Sastre, y dentro del teatro realista de protesta y denuncia, aparecerán autores como José Mª Rodríguez Méndez, Carlos Muñiz, Lauro Olmo y José Martín. Como contraste, podemos hablar de un teatro que triunfó y cuyo ejemplo fueron las obras de Alfonso Paso.


El desarrollo del teatro español durante las primeras décadas de siglo ofrece una clara división. Por un lado, un teatro que triunfa, y por otro, un teatro renovador que apenas se representará. Solo Unamuno, Valle Inclán y Lorca consiguen crear unas formas dramáticas que sirven de adecuado vehículo a la problemática contemporánea, pero es la figura de Valle la que va a revolucionar el teatro contemporáneo. Según Ruiz Ramón su obra se caracteriza por su constante voluntad de renovación formal y temática. Su teatro evoluciónó hacia su creación máxima, el esperpento, cuyos elementos se observan de forma incipiente en su obra anterior. Su obra se agrupa en ciclos que van desarrollándose de forma concéntrica y paralela: El ciclo modernista, en el que destaca El marqués de Bradomín. En este periodo predomina un esteticismo decadente que Valle abandona por dos caminos diferentes: el mito y la farsa. El ciclo mítico, en el que agrupa las Comedias bárbaras, El embrujado y Divinas palabras bajo la denominación de ciclo mítico. En ellas se representa una sociedad gallega y arcaica en la que dominan las fuerzas más primarias.


Destaca Divinas palabras, drama en el que confluyen el mundo distorsionado del esperpento y la estilización decadentista. El ciclo de la farsa, en el que busca la ruptura del efecto de realidad escénica. Destaca Farsa y Licencia de la Reina Castiza, que constituye una sátira demoledora del reinado de Isabel II y, junto con Divinas palabras prepara el camino del esperpento. El ciclo esperpéntico, que es la culminación del desarrollo de un estilo que puede verse en otras obras de Valle, y que él mismo define en Luces de Bohemia y La hija del capitán, obra que junto con Las galas del difunto y Los cuernos de don Friolera, forma la trilogía teatral Martes de carnaval. El esperpento más que un género es un nuevo criterio estético que consiste en la deformación sistemática de la realidad para mostrar sus aspectos más groseros. Luces de Bohemia es la primera obra a la que Valle da el nombre de esperpento y que contiene en la famosa escena XII una teoría sobre el mismo.

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