La novela en el primer tercio del siglo xx


TEMA 5.- LA NOVELA ESPAÑOLA DE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX. PÍO BAROJA Y UNAMUNO. LA NOVELA ANTERIOR A 1939


 

Pervivencia del realismo y del naturalismo.-

Todavía durante los primeros años del siglo XX el gusto por la novela realista se prolonga. Autores como Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) escriben según el gusto naturalista (ambientes sórdidos, personajes psicológicamente degenerados por taras hereditarias, etc.). Su estilo narrativo conserva el gusto por las descripciones, el afán de verosimilitud, el deseo de ser espejo del mundo. Sus novelas más célebres tratan de temas rurales valencianos: “Cañas y barro”, “La barraca”, etc. 

Renovación modernista.-

El afán de renovación estética del Modernismo alcanza también a la novela, y lo hace en diferentes direcciones. Por un lado, las Sonatas de Valle-Inclán, que siguen el modelo de loa cuentos de Rubén Darío y del italiano D’Annunzio, reflejan el gusto modernista por los temas galantes y eróticos, narrados con una prosa exquisita y musical, llena de sensaciones. Por su parte, los autores de la Generación del 98 transformaron el concepto de novela, siguiendo las direcciones que se detallarán más adelante, pero que se pueden sintetizar sobre todo en el subjetivismo en la representación de la realidad, que queda fuertemente teñida por la visión personal del mundo, y en la innovación en las técnicas y el estilo de la novela. 

El novecentismo

A partir de 1915 la novela conocerá nuevas transformaciones de la mano de Ramón Pérez de Ayala (1881-1962), que creará una novela de corte simbolista con fuertes preocupaciones existenciales donde el tema se desarrolla mediante un alto grado de elaboración intelectual (Tigre Juan, 1926).  Wenceslao Fernández Flórez ( 1884-1964) destacará en la novela humorística, llena de ironía y de situaciones extravagantes y anómalas, donde tratará de reflejar su escepticismo respecto de la realidad. Su novela más conocida es Volvoreta.  Y sobre todo, Gabriel Miró (1879-1930) convertirá la novela en una secuencia de sensaciones líricas nacidas de la experiencia del paisaje; abundan los elementos descriptivos muy líricos y repletos de imágenes de gran plasticidad. Son novelas sin acción ni peripecia: los personajes, muy estilizados, no aportan aventura alguna, sino solo su propia estampa para ser contemplada. Obras: Nuestro padre San Daniel (1921) y El obispo leproso.  Por último, hay que mencionar a Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), cuyas novelas destacan por su alta elaboración estilística y su afán de ser una crítica corrosiva de un mundo superficial y vacuo, aunque sacrifica los elementos propiamente narrativos. Obras: El caballero del hongo gris (1928) y La mujer de ámbar (1927), esta última de contenido erótico. 1)
 

Novela de vanguardia.-


Coincidiendo con la profunda renovación poética del Grupo de 27, la novela trata asimismo de plasmar la estética de la vanguardia mediante los conceptos de deshumanización (ausencia de lo anecdótico y sentimental) y de experimentación (se juega con el espacio, el tiempo, la causalidad, etc., tratando de eliminar lo verosímil). Las primeras novelas de Max Aub, Rosa Chacel y Francisco Ayala se ajustan a este modelo. 

Realismo social.-

A medida que se agudiza la conciencia de los conflictos sociales y políticos que dejan sin resolver la dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República, la novela se hace cargo de la representación de estos conflictos y adopta una posición militante a favor de la izquierda. La técnica de estas novelas es una combinación de vanguardismo y realismo, con preferencia por éste último. Los autores más representativos son J. Arderíus y C.M. Arconada. 

PÍO BAROJA Y MIGUEL DE UNAMUNO. Pío Baroja.-

Escritor de talante amargo, pesimista, individualista, tímido, independiente, sensible y, a la vez, tierno y compasivo con los marginados y desvalidos. Su obra está presidida por el afán de sinceridad, a la que sacrifica todo: de ahí su fama (inmerecida) de hombre hosco y de trato difícil.  La concepción de la vida que lleva a sus novelas, y que constituye su tema principal, está presidida por la idea de la ausencia de sentido, por el absurdo, por la desconfianza en el ser humano, al que considera (en los términos de la vida social y política) estúpidamente cruel. Asimismo, Baroja es un hombre profundamente escéptico: las bases de nuestro conocimiento del mundo (incluido el mundo interno del hombre) son muy frágiles. El ser humano es un ser impotente y débil que manifiesta su carencia de valor mediante la crueldad. Sus personajes encarnan esta visión del mundo: los hay abúlicos, con miedo a la vida, incapaces de involucrarse en ella; los hay activos, los hombres (o mujeres) de acción, que participan en la vida como en una guerra de todos contra todos donde lo importante es triunfar sin plantearse para qué; los hay profundamente trágicos, como aquellos que se inspiran en su propia biografía (autobiográficos) y que expresan su incertidumbre, su dolor y su desconsuelo sin sentimentalismo alguno; los hay que pasean su derrota por la vida aun antes de haberse lanzado a la pelea, etc. El argumento de sus novelas suele ser errático y poco elaborado. Importa la acción, pero a menudo carece de plan. Este se basa en el ir y venir, casi siempre sin rumbo, del protagonista. Los personajes secundarios adquieren mucho peso, ya que a menudo completan, mediante los diálogos, la atmósfera moral e intelectual del relato.
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