La Búsqueda de la Identidad: Más Allá de lo Físico
Parece ser una pregunta sencilla que requiere de una fácil respuesta. Por ejemplo, si alguien me preguntara: «¿Quién eres?»
También podría decir que mido 5 pies y 9 pulgadas y que, actualmente, peso 150 libras (honestamente, un poquito más de 150). De todas maneras, mis medidas y mi apariencia física tampoco me definen. Si amputaran mis brazos y mis piernas, o si transplantaran mi corazón, riñones o hígado, ¿seguiría siendo yo? Incluso si siguen funcionando…
El apóstol Pablo dijo: «De manera que nosotros de aquí en adelante…»
Puede ser que la Iglesia Primitiva no hiciera esto, pero nosotros, por lo general, sí lo hacemos. Esto sucede porque tendemos a identificarnos a nosotros mismos y a los demás por lo que somos físicamente (alto, bajo, robusto, esbelto) o también por lo que hacemos (plomero, abogado, maestro).
Incluso, cuando como cristianos nos piden nuestra identificación con relación a nuestra fe, casi siempre respondemos cuál es nuestra posición doctrinal (protestante, evangélico, calvinista, carismático), o respondemos cuál es nuestra denominación (bautista, presbiteriano, metodista, independiente) o nuestro trabajo en la iglesia (profesor de la escuela dominical, miembro del coro, diácono). Pero, ¿quiénes somos realmente?
Esta pregunta es muy importante. Creo que la esperanza de crecer, siendo y cumpliendo los requisitos de un cristiano, se basa en entender quiénes realmente somos, específicamente, nuestro ser en Cristo. La comprensión de quién es Dios y quién eres tú en relación a Él es el fundamento más importante para tu estructura.
La Crisis de la Identidad: El Engaño de la Apariencia
El Fundamento de la Identidad
Hace algunos años, una joven de 17 años vino desde muy lejos. Nunca he conocido a una muchacha tan impecablemente vestida. Había terminado 12 años de estudios en tan solo 11 y fue una de las mejores graduadas de su clase; tenía un talento único para la música y manejaba un auto deportivo nuevo. Al verla, me impresionaba pensar que una sola persona pudiera lograr tanto.
Conversamos alrededor de una hora y media y, durante ese lapso de tiempo, comencé a darme cuenta de que lo que veía en su exterior no era la realidad.
—María —le dije finalmente—, ¿alguna vez has llorado mientras estás sola o antes de quedarte dormida, debido a que te sientes vacía?
María comenzó a llorar y me preguntó que cómo sabía lo que sentía.
—Para ser sincero —le dije—, he aprendido que la gente que parece tenerlo todo exteriormente, en realidad se encuentra en una profunda soledad. Podría hacerle la misma pregunta a cualquier persona en algún momento de su vida y sé que voy a obtener la misma respuesta.
Muchas veces, los seres humanos mostramos una máscara, la que nos sirve para ocultar los verdaderos sentimientos sobre nosotros mismos. El mundo solo nos toma en cuenta si somos personas atractivas, si nos va bien en lo que hacemos o si gozamos de un nivel social elevado. De esta forma, en nuestro exterior, tendríamos todo lo que deseáramos, pero lamentablemente, esto no refleja siempre la realidad, ya que la apariencia exterior no refleja, ni produce, la verdadera felicidad.
La Falsa Creencia de la Felicidad
En su libro La sensación de ser alguien, Maurice Wagner, escribe sobre esta falsa creencia, utilizando una forma muy simple. Nos dice que las personas creemos que:
- Una buena apariencia + la admiración de los demás = una persona feliz.
- Un buen rendimiento + el cumplimiento de nuestras tareas = una persona feliz.
- Un nivel social elevado + el reconocimiento de otros = el mismo resultado.
Pero, lamentablemente, esto no es más real que decir que 2 + 2 son 6.
Wagner escribe:
Si tratamos de encontrar, por nuestros propios medios, la sensación de ser alguien, por nuestra apariencia física, nuestro actuar, o nivel social, siempre nos sentiríamos frustrados. Cualquiera que sea la cumbre de nuestra propia identidad, conseguiremos derrumbarla rápidamente, dado que somos presionados por la hostilidad, el rechazo o la crítica, por ser examinados o por la culpabilidad, los celos o la envidia. No podemos hacer absolutamente nada para ser amados y aceptados en forma inmediata e incondicional.
El Ejemplo de Salomón
Si esto sirviera para alguien, podría haber servido para el rey Salomón. Si una vida significativa es el resultado de una buena apariencia, la admiración, el talento, el nivel social y el reconocimiento, Salomón debería haber sido el hombre más feliz. Este rey no solo poseía todo lo que una humanidad perdida podría esperar, también Dios le concedió más sabiduría que a cualquier otro. Después de buscar el propósito y el significado de una vida sin Dios, entonces escribió: «Vanidad de vanidades».
El libro de Eclesiastés nos describe lo inútil del ser humano cuando desea encontrar una vida significativa en un mundo caído. Millones de personas escalan los peldaños del «éxito» y, cuando llegan a la cima, descubren que los peldaños no llevan a ninguna parte.
También tendemos a aceptar el lado negativo de la ecuación, que el éxito es igual a la satisfacción, y pensamos que si alguien no tiene éxito, no puede ser feliz.
Aprovecho para dar un ejemplo que utilicé hace años con un estudiante:
«Imagina que a tu universidad asiste una joven con cuerpo de papa, pelo hebroso, tropieza cuando camina y tartamudea cuando habla. Tiene una fea apariencia y se esfuerza mucho en estudiar. ¿Tendría ella alguna esperanza de alcanzar la felicidad?»
Pensó durante un momento y me respondió que lo más probable es que no.
Es posible que su respuesta sea correcta para el reino en la tierra, donde la gente vive solo pensando en el plano exterior y la felicidad solo se relaciona con una linda apariencia, relacionarse con gente importante, tener un buen trabajo y una cuenta abundante. La vida carente de estos «beneficios», frecuentemente, es vista como un fracaso. Las ecuaciones que dicen que el éxito es igual a la felicidad y que el fracaso es igual a la infelicidad son falsas.
En el Reino de Dios todos tenemos exactamente las mismas oportunidades de tener una vida feliz, debido a que una vida significativa no es el producto de lo que tenemos o hacemos. Tú ya eres toda una persona que tiene una vida de inmenso significado y propósito. Lo único que existe y funciona en el Reino de Dios eres tú más Cristo, que nos da la aceptación y el significado.
La Lucha del Creyente y la Falta de Conocimiento
Si nuestra relación con Dios es la llave para la propia aceptación, ¿por qué tantos creyentes luchan contra su propia identidad, seguridad, significado, sentido de lo que vale la pena y madurez?
El profeta Oseas dice: «Mi pueblo fue destruido porque le faltó conocimiento» (Oseas 4:6). Pero para otras personas la razón se atribuye a la carne, la falta de arrepentimiento y fe en Dios, y para otros es el engaño.
Este engaño llegó a mí hace algunos años, cuando orientaba a una joven cristiana que estaba siendo víctima de una opresión satánica:
—No eres mala, ¿cómo podría una hija de Dios ser malvada?
Posiblemente, había hecho cosas malas, pero en el fondo de su ser, no era una persona malvada y esto lo comprobé por el profundo arrepentimiento que sentía. En vez de ver la verdad, estaba dejando que las acusaciones de Satanás la definieran.
Lamentablemente, muchos cristianos se ven envueltos en el mismo engaño. Nosotros, como seres humanos, fallamos y, por lo tanto, nos vemos a nosotros mismos como personas fracasadas. También pecamos, y nos vemos como pecadores que fallamos. Hemos sido inducidos a creer que lo que hacemos nos define. Este pensamiento erróneo nos lleva a sentirnos rodeados por desesperanza.
EN EL REINO DE DIOS ERES TÚ MÁS CRISTO, QUE NOS DA COMO RESULTADO LA ACEPTACIÓN Y EL SIGNIFICADO.
Pero, por otro lado, «El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios» (Romanos 8:16). Dios quiere que sepamos quiénes somos.
Ser un hijo de Dios, o sea, estar vivo y libre en Cristo, debería ser nuestra realidad. Estamos ocupados en nuestra salvación.
La Composición del Ser Humano
Para comprender el Evangelio y quiénes somos en Cristo, necesitamos tomar en cuenta la importancia de la Creación y la Caída.
Génesis 2:7 dice: «Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente».
Esta combinación de polvo de tierra y aliento de vida es lo que nos constituye.
Modelos Teológicos de la Composición Humana
Muchos teólogos han discutido acerca de los miembros de la composición humana. Algunos sostienen que esta raza está constituida de tres partes (tricotomía):
- Cuerpo
- Alma (que incluye la mente, las emociones y la voluntad)
- Espíritu
Por otro lado, hay otros que creen en la dicotomía del ser humano, y esta estaría constituida por una parte material y una parte no material, o sea, una identidad dual. Dicen que el alma y el espíritu son la misma cosa.
Para terminar con el problema, describiremos quiénes somos de forma simple. Basta con decir que contamos con una parte externa, es decir, con un cuerpo, el que se relaciona con el mundo a través de sus cinco sentidos, y por último, contamos con una parte interna, la que se relaciona con Dios y está compuesta por el alma y el espíritu. Ser creados conforme a la imagen de Dios nos da la capacidad de elegir, de pensar y de sentir.
La Vida Física (*Bios*)
Una vez que Dios sopló en su nariz aliento de vida, Adán comenzó a vivir. La vida física que hemos heredado de Adán la podemos encontrar descrita en el Nuevo Testamento por el vocablo griego bios. Bios describe la unión de tu cuerpo físico con tu parte no material. Estar vivos físicamente significa que el cuerpo está unido al alma y al espíritu.
En la Biblia, morir significa «ser separado de» y vivir, «estar en unión con». Estar en el cuerpo es estar presente en la tierra.
Obviamente, lo que somos abarca mucho más que nuestro cuerpo material, ya que este es dejado atrás cuando morimos físicamente, pero de todas maneras es importante.
FIGURA 1-A: Vida física (*bios*)
El cuerpo en unión con el alma y el espíritu.
Protección y seguridad – Todas las necesidades del hombre fueron satisfechas.
A pesar de que nuestra identidad va más allá de lo físico, no podemos ignorar la relación entre nuestro cuerpo y nuestra parte no material.
Podríamos decir, como ejemplo, que nuestro cerebro es como el hardware de una computadora y nuestra mente, no material, es el software. Un computador necesita el software para funcionar. Necesitamos de nuestro cerebro físico para controlar movimientos y reacciones, pero también necesitamos de nuestra mente no material para pensar y sentir. Nuestro cerebro no piensa por sí mismo.
El más fino cerebro humano no puede lograr nada dentro de sí mismo. Nuestra mente puede estar perfectamente programada, pero si nuestro cerebro sufre alguna enfermedad como la de Alzheimer, no podríamos funcionar correctamente.
Durante el tiempo que vivamos en el mundo, tendremos que usar nuestro cuerpo. Por tanto, cuidaremos de nuestros cuerpos lo mejor que podamos, ejercitándonos, comiendo correctamente, etc. Pero la verdad es que nuestro físico, a medida que el tiempo pasa, se va desgastando. No luzco igual a como lucía 20 años atrás.
La Biblia nos dice que el cuerpo de un creyente es un tabernáculo. Usando esta ilustración, tengo que confesar que ¡los soportes de mi tabernáculo están crujiendo! A mi edad, estoy contento de saber que soy más que este simple traje de carne.
La Vida Espiritual (*Zoe*)
También hemos heredado de Adán la capacidad de una vida espiritual. Pablo escribe: «Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día» (2 Corintios 4:16).
Aquí, él se refiere a la vida espiritual del creyente, la que no envejece ni se desgasta. Estar espiritualmente vivo —definido en el Nuevo Testamento por el vocablo zoe— significa estar en unión con Dios.
Esa es la condición en que fue creado Adán: física y espiritualmente vivo, en unión con Dios. Para los cristianos, estar espiritualmente vivos es estar en Cristo, como lo describe el Nuevo Testamento.
Como Adán, fuimos creados para tener una relación con Dios. Como veremos en los próximos capítulos, el pecado rompió esa relación. Por esto, el plan eterno de Dios fue tener a la humanidad consigo nuevamente. Esta restauración de la unión con Dios, la encontramos «en Cristo» y esto es lo que nos define como hijos de Dios.
El Propósito Original y la Tragedia de la Caída
Durante la creación original, la humanidad tenía un propósito y un significado. El hombre tenía dominio sobre todas las criaturas:
«Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Génesis 1:26-27).
Adán no tenía que buscar un significado, todo eso era resultado de su posición. Satanás debió arrastrarse sobre su vientre como una serpiente ante la presencia de Dios. Entonces, después que Adán pecó y perdió la relación que sostenía con Dios, Satanás usurpó su dominio.
Adán no solo tenía sentido de significado, también disfrutaba de provisión:
«Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer» (Génesis 1:29-30).
Todo lo que Adán necesitaba se encontraba en el Jardín del Edén. Él podría comer de cualquier árbol, excepto uno. Se encontraba protegido y provisto.
Adán aparentemente disfrutaba de una comunión íntima, uno a uno, con Dios. Además, Dios proveyó para su necesidad de pertenencia:
«Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él» (Génesis 2:18).
Adán y Eva, no solamente pertenecían a Dios, sino también el uno al otro. Cuando Dios crea a Eva se consolida una relación humana de gran significado entre ella y Adán. Ambos se encontraban desnudos y no sentían vergüenza, ya que Dios creó al hombre y a la mujer y les dijo que fructificaran y se multiplicaran. Ellos podrían, abiertamente, haber tenido una relación sexual en el Jardín del Edén.
Los Efectos Dramáticos de la Caída
Génesis 3 nos lleva a la triste historia que Adán y Eva tuvieron que vivir al perder su relación con Dios. Los efectos de su caída fueron dramáticos. Dios les había advertido: «…el día que de él comieres, ciertamente morirás» (Génesis 2:17).
Así, en cuanto comieron, murieron. No de forma inmediata físicamente, a pesar de que sus cuerpos comenzaron a deteriorarse. Adán y Eva murieron espiritualmente, fueron separados de la vida de Dios.
Físicamente, fueron echados del Jardín del Edén:
«Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida» (Génesis 3:24).
Algunos creen que este acto conserva un camino de regreso a Dios.
FIGURA 1-B: Consecuencias de la Caída
- Muerte espiritual
- Conocimiento perdido de Dios
- Emociones negativas dominantes
- Demasiadas decisiones
Todo comportamiento pecaminoso es un intento equivocado de cumplir las necesidades legítimas del hombre. La esencia del pecado es el hombre viviendo independiente de Dios, quien ha dicho que suplirá todas nuestras necesidades cuando vivamos en Él.
1. Muerte Espiritual Heredada
Así como nosotros heredamos la vida física de nuestros primeros padres, también heredamos su muerte espiritual (Romanos 5:12). Por lo tanto, todo ser humano venido a este mundo, nace físicamente vivo, pero espiritualmente muerto y separado de Dios.
2. Pérdida del Conocimiento de Dios
Adán y Eva perdieron la verdadera percepción de lo real y perdieron también el conocimiento de Dios. Esto nos revela que ya no sabían quién era Dios, porque ¿cómo podemos escondernos de su presencia? Pablo nos describe el pensamiento errado de quienes no le conocen:
«…teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón» (Efesios 4:18).
En esencia, cuando Adán y Eva pecaron perdieron el verdadero conocimiento de Dios. En el designio original de Dios, el conocimiento era relacional. Para los hebreos, el conocimiento de Dios era una experiencia íntima. Por ejemplo, la Biblia dice que Adán «conoció» a Eva, refiriéndose a la relación sexual. Sin embargo, nosotros, por lo general, no comparamos un conocimiento intelectual con una relación íntima.
Cuando ellos pecaron y fueron desterrados del Jardín, Adán y Eva perdieron su relación con Dios y el conocimiento de Él, lo que había sido intrínseco a su ser.
En nuestro estado no regenerado, quizá sabemos algo acerca de Dios, pero en realidad no le conocemos, ya que no tenemos ninguna relación con Él. La Biblia lo confirma:
«Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente» (1 Corintios 2:14).
La necesidad de tener una relación con Dios para poder conocerlo, está claramente expuesto en el anuncio de Juan: «Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros…» (Juan 1:14).
El Significado de la Palabra (*Logos* y *Dabar*)
Este anuncio tiene un gran significado en un mundo profundamente influenciado por la filosofía griega. Para los filósofos griegos, logos representa la forma más alta de conocimiento filosófico. Al decir que el Verbo fue hecho carne significa que logos es encarnado, es decir, Jesús es la verdad. No podemos conocer a Dios sin Él.
En hebreo dabar, significa «palabra», que, también, expresa la indiscutible sabiduría de Dios. En el Evangelio de Juan, podemos encontrar estas dos culturas y estos dos conceptos juntos en Cristo.
LA VERDAD (CRISTO Y SU PALABRA) DEBERÍA HACERNOS LIBRES Y PERMITIRNOS CONOCER A DIOS.
Dios nos dice, por medio de Juan, que el verdadero conocimiento de Dios, el conocimiento que solo se descubre a través de una relación personal con Él, lo podemos alcanzar, ahora, en la tierra, ya que Cristo es la verdad. Con Cristo, podemos conocer a Dios en forma personal, porque hemos recibido «La mente de Cristo» en nuestro ser interior para salvación (1 Corintios 2:16).
Esta verdad tiene una profunda importancia en la educación cristiana. Por ejemplo, el conocimiento del mundo occidental no es suficiente. Esta clase de conocimiento no produce amor. Pablo dice:
«Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida» (1 Timoteo 1:5).
La verdad (Cristo y su Palabra) debería hacernos libres y permitirnos amar. Jesús dijo: «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros» (Juan 13:35).
3. Emociones Negativas Dominantes
Adán y Eva, aparte de estar enceguecidos con relación a su entendimiento, también llegaron a ser personas temerosas y avergonzadas. Miedo, es el primer sentimiento que aparece luego de la desobediencia. El temor a Dios es el primer paso para alcanzar sabiduría.
Mientras escribía el libro Libre del miedo, con mi colega, notamos que en el mundo, la gente se encuentra paralizada por el miedo a todo y a todos. Chuck Colson dijo: «Para que la iglesia de occidente viva, debe resolver sus crisis de identidad, quedarse en la verdad y, más que cualquier otra cosa, necesita recobrar el temor a Dios».
Otros sentimientos que provienen del pecado son la vergüenza y la culpabilidad. Antes que Adán y Eva desobedecieran a Dios, Él los había creado sin vergüenza. Sus órganos sexuales y su actividad eran naturales. Pero, cuando pecaron sintieron vergüenza y se cubrieron.
La mayoría de las personas usan máscaras para ocultar lo que en realidad hay en su interior y viven con el miedo de que alguien los descubra. Cuando a una persona la dominan la culpabilidad y la vergüenza, se siente sin valor. Asimismo, la depresión y la ira en el ser humano son resultados del pecado.
Cuando Caín presenta su ofrenda, por alguna razón Dios no la acepta:
«Pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él» (Génesis 4:5-7).
Caín se enojó porque no había hecho lo correcto. En otras palabras Dios dice: «Si sientes que no vas por un buen camino, conduce tu camino a los buenos sentimientos», y no al revés. Jesús dijo: «Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis» (Juan 13:17).
Mientras investigaba y escribía el libro Reencuentro con la esperanza, noté que la gente sufre una «epidemia de melancolía». La depresión es un mal tan común que, en el ambiente médico, le llaman el «resfrío común» de las enfermedades mentales. Incluso, en Estados Unidos el número de visitas a doctores, con un diagnóstico que resulta ser depresión, llegó a aumentar al doble entre 1985 y 1995, y adquiere un incremento aún mayor en el siglo XXI.
4. Demasiadas Decisiones
Ambos tenían solo una posibilidad de hacer una mala elección en el Jardín. Todo lo que hicieran estaba correcto, excepto comer del árbol prohibido. Ellos tenían la posibilidad de tomar una miríada de buenas elecciones y, solo una de tomar una mala. ¡Tan solo una mala elección!
Debido a esa mala elección, todos estamos enfrentados, día a día, a miles de decisiones. Aparte del poder del Espíritu Santo en nuestras vidas, el poder más grande que poseemos es el de la elección. Podemos elegir orar o no orar, leer nuestra Biblia o no leerla, asistir a la iglesia o no asistir, es decir, podemos elegir obedecer o desobedecer a Dios.
Las Tres Necesidades Humanas Fundamentales
Otra gran consecuencia del pecado es que los atributos de la humanidad, antes de la Caída, llegan a ser grandes necesidades después de ella. Esto, específicamente, ocurre en 3 áreas, que hasta hoy nos afectan:
La Aceptación fue reemplazada por el rechazo; por eso, tenemos la necesidad de pertenencia.
Incluso, antes de la Caída, Adán tenía la necesidad de pertenecer a alguien. Su necesidad de pertenecer a Dios fue satisfecha en la creación. Pero de todas las cosas que eran buenas en ese Jardín, la única «no buena» era que el hombre estuviera solo. Así es como Dios crea a Eva.
Aunque el pecado de Adán y Eva los alejó de Dios y, también, trajo conflictos dentro de las relaciones humanas, aún experimentamos la necesidad de pertenencia. Aunque la gente tenga un encuentro verdadero con Cristo y satisfaga su necesidad de pertenecer a Él, necesitan sentirse aceptadas en el círculo social del cuerpo de Cristo.
Si la iglesia no da la oportunidad de fortalecer la amistad entre sus miembros, la gente se irá. Quienes han estudiado las tendencias de crecimiento de la iglesia, aseguran que pueden hacer que la gente encuentre a Cristo, pero si no logran que nazca una amistad entre sus miembros, lamentablemente, la gente se va. La unión espiritual en Cristo —llamada koinonia en el Nuevo Testamento— no es solo algo bonito que la iglesia debe proveer; sino que es una necesidad fundamental. Nadie entenderá el poder de las presiones sociales en nuestra cultura, hasta que comprenda la necesidad legítima de pertenencia.
La Inocencia fue reemplazada por la culpabilidad y la vergüenza, de ahí nace la necesidad de reconstruir el sentimiento de valor personal.
Los expertos que trabajan ayudando a otras personas a resolver sus problemas, concuerdan que la humanidad sufre y lucha con la culpabilidad y la vergüenza. La crisis de identidad y la imagen negativa de sí mismo ha sido el drama de la humanidad desde la Caída. El consejo del mundo secular de elevarnos mutuamente el ego y de levantarnos a nosotros mismos por nuestros propios medios es inútil.
Nuestro sentido del valor no es algo relacionado con dotación, talentos, apariencia o nivel social. El sentido del valor personal proviene de nuestra posición en Cristo. Hablaremos sobre la dimensión de nuestra identidad en Cristo y cómo esto ayuda a nuestro sentido del valor personal en el próximo capítulo.
El Dominio fue reemplazado por la debilidad y la falta de control, de ahí nace la necesidad de seguridad.
La gente tiende a controlar estas necesidades disciplinándose a sí mismas, o bien, controlando a otros. Pero nadie está más inseguro y enfermo que los mismos controladores, ya que, erróneamente creen que pueden controlar y manipular situaciones e incluso a otras personas. El dominio propio (Gálatas 5:23) es un fruto del Espíritu. El dominio propio sin la gracia de Dios, siempre, termina en intentos de perfección y legalismo.
El mundo nos hace pensar que «somos amos de nuestro destino y capitanes de nuestra alma». El alma humana no puede ser su propio capitán. No podemos servir a Dios y a las riquezas a la vez, si lo hacemos nos engañamos y nos frustramos.
La Satisfacción de las Necesidades en Cristo
Toda tentación es un intento de Satanás para hacer que vivamos separados de Dios. Nos tienta como lo hizo con Jesús y lo hace con nosotros. La pregunta es: ¿Serán estas necesidades satisfechas por el mundo, la carne y el diablo; o serán satisfechas por Dios, quien prometió suplirlas todas «conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús?» (Filipenses 4:19).
Nuestra necesidad más importante es la de sentirnos necesarios y esta necesidad es la más maravillosamente satisfecha cuando vivimos en Cristo.
Afirmaciones de la Identidad en Cristo
- Soy aceptado: Soy hijo de Dios (Juan 1:12).
- Me siento seguro: Estoy unido al Señor y en espíritu soy uno con Él (1 Corintios 6:17).
- Tengo directo acceso a Dios por medio del Espíritu (Efesios 2:18).
- He sido redimido y perdonado de todos mis pecados (Colosenses 1:14).
- Soy libre de todo cargo condenatorio en mi contra (Romanos 8:1).
- Estoy persuadido que la buena obra que Dios comenzó en mí, la perfeccionará (Filipenses 1:6).
- No tengo un es…
