dualismo ontologico


Uno de los puntos esenciales en la filosofía de platón es la visión dualista del ser humano.
Para él, el hombre está dividido en cuerpo y alma, y esta consideración puede tomarse, desde cierta óptica como un saber del alma: en el Timeo llegar a afirmar que lo único que posee inteligencia propiamente dicha; además y dado que es el «recipiente» del intelecto, sin alma, no existe la capacidad de conocimiento y, por tanto, el mundo no resultaría comprensible.


En la Grecia clásica había ya toda una tradición popular que sosténía la existencia del alma y que se limitaba casi por completo a los ritos mistéricos , vinculados en muchas ocasiones al culto de Apolo o de Baco, Dios del vino. En estos ritos, los iniciados, solían tomar una droga llamada » Kikeón», muy conocido entre ellos, y que hacía que sus almas entrasen en contacto directo con el Dios; hecho que propiciaba una serie de visiones que quedaban asociadas al conocimiento y a la inteligencia propiamente dichas. Asimismo, en Tracia, existía una antigua escuela adivinatoria que creía en un ente inmortal capaz de recordar vidas pasadas.


El alma juega un papel muy relevante como principio motor de los cuerpos y por tanto de la relaciones humanas. Para platón, el alma está siempre en continuo movimiento por lo que no puede morir, es inmortal, mientras que el cuerpo es un «envase » de la misma, finito y corruptible. El alma es lo más valioso que posee el hombre puesto que comprende equilibrio y orden, mientras que el cuerpo se mueve por instintos y apetitos difíciles de complacer. En diferentes diálogos se citan las formas de interacción del alma respecto al cuerpo. En el Timeo, se afirma que los hábitos viciosos pueden llevar al alma a un estado de esclavitud y en Las leyes se cita la idea del factor hereditario. 


Para Platón, la defensa de la existencia del alma es la mejor solución a la falta de sentido del mundo material,lleno de contradicciones en sí mismo. El alma servirá de vínculo de conexión entre el mundo sensible y el inteligible ya que preexiste al cuerpo, es decir, el alma antes de encarnarse en un cuerpo, ha permanecido al menos durante un tiempo en el mundo de las IDEAS. Por esta razón ha conocido la verdadera esencia de las cosas y existe en ella una huella, un recuerdo borroso de las IDEAS propiamente dichas. Esta es la teoría de la reminiscencia, tomada de su maestro Sócrates. De este modo, es evidente que Platón centrará su estudio en el alma, en tanto que es más importante que el cuerpo.


Para explicar la relación entre alma y conocimiento, Platón utiliza el mito del carro alado que aparece en el Fedro. Según esta alegoría las almas marchan en el mimado de las IDEAS en la procesión de los dioses, cada una encima de un carro alado conducido por un auriga que guía a dos caballos, uno blanco bueno y uno negro malo. Cuando ese carro pierde las alas, el alma marcha a la deriva hasta que se agarra a algo sólido, es decir, el cuerpo, pasando a ser un mortal. El drama humano reside en el hecho de que el caballo negro nos arrastre siempre hacia los apetitos desenfrenados y en blanco tienda a dirigirse hacia las buenas acciones. Según Platón el supremo deber humano consiste en no dejarse arrastrar por las opiniones mudables y purificar el alma alcanzando la verdad. La anamnesis será, pues, una carácterística propia del hombre en cuanto que posee el alma y que ha de prevalecer en la mente del filósofo rey. Solamente escuchando un alma racional será posible alcanzar el mundo de las ideas.


El hecho de que el alma sea capaz de alcanzar el mundo inteligible deberá pasar indefectiblemente, según platón, por un trabajo exhaustivo que doma del cuerpo. Es decir, para alcanzar la inmortalidad y no perderse en un continuo devenir del cuerpo en cuerpo, habrá tenido que conducirle hacia la verdad, el bien y la virtud.
El alma no negará nunca las pasiones, ni los reprimirá, simplemente les dará forma y estructura para que se dirijan hacia las ideas. Este es, pues el destino de toda alma.


En el ámbito del lenguaje, el concepto alma, escondía a su vez otros dos conceptos complementarios de los que los pitagórico ya nos habían hablado anteriormente. Se trata de la psique y el thymos. El primero es únicamente un aliento vital, es aquello que tan solo sirve para dar vida al cuerpo. El segundo, es el carácter propio de cada individuo.


Una de sus tesis principales tiene mucho que ver con su visión política; ya que para él, el alma virtuosa ser el principio y el modelo a partir del cual se organice la ciudad justa. Así pues, para platón, el alma consta de tres partes y no solamente dos como hemos visto hasta hace un momento. Existe una parte racional otra irascible y una última apetitivo, que se corresponden con las virtudes de la sabiduría, la valentía y la moderación respectivamente. Esta división sirve para explicar los conflictos internos y las tendencias opuestas entre las que se debate continuamente el alma. El predominio de cada una de ellas que termina tres tipos de personalidades que determinan las tres clases en las que debería dividirse el estado ideal. Por un lado tendríamos a los filósofos gobernantes en los que predomina la parte racional, y cuya virtud será la sabiduría; los guardianes, en los que predomina la parte irascible y cuya virtud debe ser obligatoriamente la valentía; y, por último, los productores, en los que predomina la parte apetitivo, y cuya virtud debe ser la moderación de los deseos y apetitos que dominan al cuerpo.


La política platónica está diseñada desde las ideas y desde el alma. El opinaba que si cada individuo tomaba conciencia de su alma eterna y de su tiempo concreto, la ciudad justa debería reflejar justamente las almas de los ciudadanos que la forma, establecíéndose las tres categorías de habitantes de la misma y de las que ya hemos hablado en el párrafo anterior. En consecuencia, esta ciudad ideal conjugaría las almas tacionales de los filósofos, expertos en el conocimiento de las ideas con las almas pasionales de los gobernantes y las sensuales de los obreros, artesanos y productores. Éste sería sin duda el gobierno ideal que acabaría con los problemas de la democracia griega que platón siempre había denunciado.

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