España: Franquismo, Transición Democrática y Crisis de 1898


La Dictadura Franquista (1939-1975)

Desde 1939 a 1975, España vivió políticamente en el franquismo, es decir, bajo la dictadura del general Francisco Franco, quien ejerció un poder casi absoluto al concentrar el poder legislativo, ejecutivo, el mando supremo del ejército y el del partido único. Franco ejerció su poder de manera directa y personal.

Los Gobiernos Autárquicos

Entre 1939 y 1943, gobiernos dominados por el Ejército y la Falange gobernaron con mano dura, sofocando la oposición política. Sin embargo, la resistencia armada persistió en las montañas aisladas, conocida como maquis. Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Franco simpatizaba con las potencias del Eje, aplaudiendo la invasión alemana a la URSS en 1941 y enviando voluntarios españoles para apoyarla con la División Azul.

Tras la devastación de la Guerra Civil (1939), España se enfrentó a una grave escasez de alimentos y pobreza. En respuesta, el régimen franquista adoptó la autarquía, un modelo económico inspirado en el fascismo italiano y alemán, basado en la autosuficiencia y la intervención estatal. El Estado fijó los precios agrícolas, obligó a los campesinos a entregar los excedentes de sus cosechas y controló estrictamente la industria y el comercio exterior. Esta política fracasó, provocando la caída de la producción, la escasez de productos, el racionamiento y la aparición del mercado negro.

A partir de 1943, ante la previsible derrota de Alemania e Italia en la Segunda Guerra Mundial, Franco se distanció del fascismo, eliminando la simbología fascista y reduciendo el protagonismo de Falange. Buscaba la aceptación en el nuevo orden internacional y otorgó más importancia a los ministros católicos, que podían ser mejor vistos por las democracias occidentales. El falangismo fue sustituido por el nacional-catolicismo. Sin embargo, España enfrentó un aislamiento debido a la condena internacional al régimen franquista como aliado del Eje: España no fue admitida en la ONU y los embajadores fueron retirados.

Los años 50: el fin de la autarquía

Tras el fracaso de la autarquía, la política económica de los años cincuenta incluyó la liberalización parcial de precios y del comercio, así como el fin del racionamiento de alimentos. El régimen salió del aislamiento gracias a su anticomunismo, firmando acuerdos con EE. UU. para recibir ayuda económica a cambio de instalar bases militares y un Concordato con la Santa Sede. España ingresó en la ONU en 1955. El incipiente desarrollo trajo una fuerte inflación y malestar social. En 1957, Franco permitió en el gobierno a tecnócratas del Opus Dei, quienes diseñaron el Plan de Estabilización de 1959. Este plan liberalizó la economía, acabando con el periodo autárquico e intervencionista. Se recortó el gasto público, disminuyó el intervencionismo del Estado y se abrió la economía al exterior.

La Transición Democrática (1975-1982)

Coronado rey el 22 de noviembre de 1975, su discurso reveló sus intenciones: con la muerte de Franco, la Transición a la Democracia comenzó. Este proceso, conocido por su bajo nivel de violencia, se convirtió en un modelo para muchos países. Juan Carlos I abogó por el reformismo y la concordia. El gobierno de Arias Navarro (noviembre de 1975 – julio de 1976) vio tanto continuismo como reformismo. La congelación salarial de Arias Navarro provocó conflictos laborales y una reacción autoritaria, lo que llevó a la necesidad de desmantelar el franquismo. En 1976, la oposición se fusionó en la Coordinadora Democrática y el rey destituyó a Arias Navarro.

El gobierno de Adolfo Suárez y la Ley de Reforma Política

En 1976, el nombramiento de Adolfo Suárez, un joven político, como presidente del Gobierno, decepcionó a muchos, quienes dudaban de su capacidad para liderar la transición a la democracia. Sin embargo, Suárez comenzó el desmantelamiento del franquismo:

  • Amnistía general. La medida tuvo el apoyo de la mayoría de las fuerzas políticas y de la prensa.
  • Contacta con la oposición. Suárez se reunió con los dirigentes de los partidos de la oposición, que aún no estaban legalizados, como el PSP y el PSOE. Además, promovió un acercamiento con los representantes de algunos sindicatos, como la UGT y la USO.
  • La Ley para la Reforma Política, aprobada para sustituir la dictadura por la democracia, tenía tres partes:
    • Fundamentos políticos: establecía la democracia, el voto universal, directo y secreto, y la protección de los derechos humanos.
    • Fundamentos institucionales: definía el papel del Rey, el Gobierno y las Cortes (bicamerales y electivas).
    • Elaboración de una constitución: el Gobierno y las Cortes debían crear un texto constitucional, que sería debatido, aprobado y sometido a referéndum.
  • Se legalizaron los partidos políticos y los sindicatos. La legalización del Partido Comunista (PCE) causó tensión, ya que algunos altos cargos militares dimitieron. Sin embargo, el PCE aceptó la bandera y la monarquía, tranquilizando al Gobierno y a la mayoría de los militares. A pesar de los asesinatos de Atocha, donde la extrema derecha mató a abogados comunistas, el PCE aceptó estas condiciones.
  • El Tribunal de Orden Público y el Movimiento Nacional fueron disueltos.

En junio de 1977, la Unión de Centro Democrático (UCD) de Suárez ganó las primeras elecciones democráticas desde la II República. El PSOE de Felipe González quedó en segundo lugar, sorprendiendo a muchos al convertirse en el partido dominante de la izquierda. El Partido Comunista de España (PCE) y la Alianza Popular (AP) de Manuel Fraga quedaron por detrás. El nuevo gobierno de Suárez se enfrentó a importantes desafíos:

  • Superar la grave crisis económica mediante los Pactos de la Moncloa, que abordaban la devaluación de la peseta, el control del gasto público, la racionalización del gasto energético y la moderación salarial.
  • Elaborar la Constitución de 1978.
  • Atender a las exigencias autonómicas, lo que llevó a un nuevo modelo territorial del Estado.

La Crisis de 1898: El Desastre Colonial y sus Consecuencias

En política exterior, los gobiernos de la Restauración pretendían mantenerse al margen de las grandes alianzas internacionales, centrándose en los asuntos internos, la soberanía española sobre los territorios de ultramar y la intervención en el Norte de África cuando fuera necesario. A finales del siglo XIX, España se enfrentó a una crisis debido a las guerras de independencia colonial en Cuba (1895-1898) y Filipinas (1896-1898), provocadas por la nefasta política de los partidos dinásticos y los intereses expansionistas de Estados Unidos.

Cuba, principal exportadora mundial de azúcar, café y tabaco, era explotada por España, que monopolizaba el mercado, lo que fomentó el sentimiento independentista entre los hacendados cubanos que buscaban la independencia económica.

Estados Unidos, que había invertido en la modernización de la industria azucarera, apoyó a los independentistas por intereses económicos. Las rebeliones de finales de los años setenta terminaron con la Paz de Zanjón, que puso fin a diez años de guerra en Cuba (1868-1878). Sin embargo, las promesas de autonomía y amnistía no se cumplieron, y la abolición de la esclavitud se retrasó hasta 1886. En 1895, José Martí inició la guerra de independencia, organizando guerrillas que dañaron al ejército español. Contó con el apoyo de criollos, campesinos negros y mulatos, especialmente en el este de la isla. España envió importantes contingentes militares, dirigidos por Weyler y Martínez Campos. Las levas de soldados para Cuba afectaron a las clases más humildes, que no podían pagar para evitar el reclutamiento. En 1897, tras la muerte de Cánovas, Sagasta decretó la autonomía y una amnistía política, pero era demasiado tarde, ya que EE. UU. había decidido intervenir.

En Filipinas, archipiélago olvidado por el gobierno español y con sus recursos mal aprovechados, estalló una sublevación casi al mismo tiempo. El levantamiento, liderado por José Rizal, fue duramente reprimido y se fusiló a su líder. Pero EE. UU. intervino.

La intervención estadounidense, impulsada por el expansionismo y los intereses económicos, fue apoyada por el presidente McKinley y la opinión pública norteamericana, influida por la prensa. La voladura del crucero estadounidense Maine, atribuida a los españoles, sirvió como pretexto para declarar la guerra a España.

España, mal preparada, sufrió derrotas navales en Cavite y Santiago de Cuba, lo que culminó en el desembarco americano en Puerto Rico. El Tratado de París de diciembre de 1898 puso fin al conflicto, cediendo Puerto Rico, Filipinas y Guam a Estados Unidos, mientras que Cuba, aunque independiente, quedó bajo control estadounidense.

Las consecuencias del desastre incluyeron la reducción de España a un país pequeño e irrelevante internacionalmente, con más de 100.000 muertes, principalmente por enfermedades tropicales. Las familias protestaron por la pérdida de sus hijos debido a la falta de fondos para evitar el servicio militar. La economía española se vio afectada por la pérdida del mercado colonial. La derrota dañó la reputación del ejército. El sistema de la Restauración se vio expuesto, lo que llevó al Regeneracionismo, un movimiento político que influyó en la política pero que finalmente fracasó. La Generación del 98 surgió dentro de este movimiento.

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *