Historia del Pueblo de Israel: Etapas Clave y Pedagogía Divina


Israel

Pedagogía Divina Progresiva

La historia de Israel es la vida de un pueblo que vive desde la fe, pero comete muchas traiciones al pacto con Dios y se vuelve a los ídolos; es la historia de una continua renovación de la alianza (Ex 32, 1). A través de un largo recorrido que cuenta con grandes hitos, Dios enseña la verdad al pueblo dentro de un esquema de pedagogía divina progresiva. El pueblo de Israel conoce a Dios porque se deja conocer y se revela mediante manifestaciones o teofanías, o por medio de los profetas. De esta forma, el pueblo de Israel es único en llegar a la verdad de un solo Dios que percibe cercano y que se revela como Dios de la Alianza.

Cuestiones Preliminares: Fuentes, Localización, Nombre y Orígenes

Fuentes

El estudio de la Historia de Israel precisa necesariamente contar con tres elementos:

  • Las fuentes extrabíblicas de la época, o sea, documentos escritos (papiros, tablillas, inscripciones) que hablan de la historia de Israel, como la estela de Mesa o la del faraón Merneptah.
  • Los datos aportados por la arqueología que puede corroborar o desmentir relatos aportados por la Biblia, como el caso contradictorio de Jericó.
  • La interpretación de los textos bíblicos a partir de la relectura de los acontecimientos según el tiempo y con interés teológico.

Localización y Nombre

Israel está localizado dentro del Creciente Fértil, en una franja de tierras cultivables que limita al E con Mesopotamia, al N con Anatolia, al W con el mar Mediterráneo y al S con el desierto de Arabia.

Su nombre ha variado a lo largo de la historia; originariamente era la tierra de Canaán, en torno al III milenio a.C., luego se llamó Israel según la Biblia y ya en la etapa de Roma se llamó Palestina.

Orígenes

Uno de los problemas más estudiados y debatidos es el de los orígenes de Israel:

  • Los Patriarcas y la Promesa de una descendencia numerosa.
  • El Éxodo y la Alianza de Dios con Moisés.
  • La Conquista de Canaán con los Jueces y la vuelta a la tierra prometida.
  • La Monarquía de David y la configuración de un reino judío.
  • El Postexilio y la instauración del judaísmo bajo los pilares de la Torá, la circuncisión y el sábado.

Pedagogía Divina Progresiva: Etapas de la Historia de Israel

Los Patriarcas

A lo largo del siglo XVIII a.C., una serie de grupos seminómadas recorren Canaán. Aunque históricamente es difícil concretar su procedencia, localización exacta y datación precisa, sí sabemos que ya adoran a un Dios personal, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, el Dios de los Padres. Los relatos bíblicos encontrados en el Génesis con la historia patriarcal que cuenta las generaciones de un clan familiar: el de Abraham-Isaac, Jacob-Esaú y José, son una relectura o reinterpretación de tradición yahvista (monarquía davídica) y sacerdotal (exílica). (Así, según la tradición yahvista, las promesas hechas a Abraham son realidad en la monarquía de David y según la tradición sacerdotal el itinerario nómada de Abraham anuncia ya el recorrido de los exiliados en Babilonia de vuelta a la Tierra Prometida).

Israel en Egipto y el Éxodo

En tiempos de Ramsés II, faraón de Egipto, siglo XIII a.C., los israelitas, que vivían sometidos, consiguieron salir de Egipto y marchar en busca de una nueva tierra. Los relatos que recogen el paso por el Mar Rojo, las plagas contra el faraón de Egipto y la teofanía del Sinaí son muestra de la cercanía de la acción de Dios en el proceso de liberación del pueblo de Israel. A través de los libros del Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio son releídos estos acontecimientos clave para la historia de Israel. El libro del Éxodo relata la Pascua como fiesta de libertad y el Decálogo como respuesta del hombre al don de Dios. Dios se muestra como Padre y Juez a los ojos del pueblo de Israel.

La Conquista de Canaán y los Jueces

La ocupación de la tierra prometida, el país de Canaán, no fue un proceso rápido, sino un asentamiento lento y progresivo, a lo largo de los siglos XII y XI a. C. El relato bíblico del libro de Josué muestra una guerra relámpago contra Jericó que se desploma por voluntad divina, aunque históricamente fue una ocupación mucho más lenta. La guerra santa y la victoria son una forma de expresar la presencia de Dios en la historia y se inscriben en la historiografía popular de carácter retribucionista de la tradición deuteronomista que vemos en los libros de Jueces y Reyes.

En este periodo encontramos los Jueces, personajes animados por el Espíritu de Dios, auténticos gobernadores que combaten a los enemigos de Israel así como a la idolatría y pueden aglutinar a las diversas tribus en que se ha repartido la zona. Entre otros Jueces destacan Sansón, Gedeón y Débora.

La Monarquía

Ante la presión militar de los filisteos (captura del arca de la alianza, …) nace la monarquía israelita, pero siempre existirá una tendencia antimonárquica en los que ven al mismo Yahvéh como único rey.

Saúl, primer rey de Israel, fue ungido por Samuel, y aparece en la Escritura en función de David.

David, sucesor de Saúl, unifica las tribus y conquista Jerusalén convirtiéndola en capital, siendo recordado como el gran rey de Israel y como emblema mesiánico y cristológico, pues en su descendencia se cumplirán las promesas de Yahvéh a su pueblo escogido.

Salomón, hijo de David y de la mujer de Urías, representa el apogeo cultural y político del pueblo de Israel, siendo recordado como el mayor de los sabios del pueblo judío y el artífice de la construcción del Templo de Jerusalén.

La historiografía deuteronomista de los libros I y II de Samuel y I de Reyes relata el advenimiento de la monarquía a partir de una interpretación retribucionista.

La Asamblea de Siquén (931 a. C.) supone la división del reino en dos partes: Israel o reino del norte, territorio fértil y rico, bien comunicado, que provoca desigualdades sociales criticadas por el profetismo de Elías y Eliseo; y el de Judá o meridional, más pobre pero más fiel a Yahvéh.

La caída de Samaría (722 a.C.) ante Sargón II de Asiria supone el fin del reino del norte, la caída de Israel, anunciada en cierta manera por Amós y Oseas, primeros profetas escritores.

Mientras el reino del sur no ofrece interés real a las potencias de Asiria y Babilonia, pero finalmente esta última toma Jerusalén y deporta a una minoría en 588 a.C. Esta situación había sido anunciada por Jeremías, profeta del sufrimiento, denunciando el culto exterior poco consecuente.

El Exilio Babilónico

Entre los deportados en primer lugar se encuentra Ezequiel, que tras avisar de la caída de Jerusalén, pasa luego a anunciar las bases de la Nueva Jerusalén y hace de sus profecías un canto a la esperanza. Asimismo, el segundo y tercer Isaías tratan del próximo regreso de Israel de la deportación babilónica para avivar la fe del pueblo exiliado.

La obra de los desterrados se condensa en la primera redacción sacerdotal del Pentateuco en la que el pasado se convierte en modelo de cara a la esperanza del futuro, consolidándose el monoteísmo.

Superada la concepción de un rey mesiánico, surge la figura del siervo paciente que será encumbrado por Dios, como vemos en los Cantos del Siervo de Yahvé del Tercer Isaías.

Época Persa, Helenística y Romana

Con la victoria de Ciro de Persia sobre los babilonios se abre un nuevo periodo histórico caracterizado por la tolerancia religiosa y cultural que implica la vuelta del destierro y el regreso a Israel.

Con la vuelta del exilio babilónico (siglo VI a.C.) se configura el judaísmo primitivo a partir de las bases de la Torá, la circuncisión y el sábado. Los judíos que regresan, celosos de su identidad, dictan leyes de pureza como vemos en los libros bíblicos de Esdras y Nehemías. Con Esdras nace una comunidad separada del resto de los pueblos, no tanto como nación sino como pueblo agrupado en torno a la fe.

No todo el pueblo hebreo vuelve y muchos permanecen alejados de su patria formando núcleos de judíos influyentes en una dispersión llamada diáspora.

Los libros de Rut y de Tobías son dos relatos ejemplares que reflejan los rasgos universalistas del judaísmo y se desmarcan de las tesis segregacionistas del nacionalismo de Esdras y Nehemías.

La helenización que llegó a Asia de la mano de Alejandro Magno supuso la confrontación con una nueva forma de entender la realidad que empeoró notablemente bajo los seléucidas de Antíoco IV Epífanes (siglo II a.C.).

Ante la persecución religiosa y apoyado por amplias capas sociales, Judas Macabeo encabezó una rebelión armada contra los reyes seléucidas, uniendo el poder civil y el religioso. La epopeya de los Macabeos es una aventura radical por la libertad que se recoge mediante unos libros de corte épico-teológico. En un ambiente de persecución nace la apocalíptica con obras como la del libro de Daniel.

La Biblia de los LXX y los libros de la Sabiduría y Eclesiástico son muestra de las influencias mutuas entre Israel y el helenismo.

Finalmente, Pompeyo convierte a Israel en una provincia más del Imperio Romano, entrando el año 63 a.C. en Jerusalén. Roma no termina de entender la mentalidad judía, fuertemente condicionada por la religiosidad. Fruto de esto es el rechazo progresivo que la dominación romana va teniendo en Judea.

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