Juventud, Violencia y Desafío Social: Perspectivas Educativas y de Integración


Cuando hablamos de violencia, inmediatamente la identificamos con agresión, desorden y descontrol. Cuando asociamos simplificadamente a los jóvenes con la violencia, los vemos como futuros adultos delincuentes. Este ha sido el mayor triunfo de este modelo perverso: la fragmentación social y cultural que nos impide ver la totalidad en la particularidad. Debemos hacer un esfuerzo para superar lo aparente y realizar un examen que vaya un poco más allá de lo que vemos, darnos cuenta de que la violencia es social, que esta encierra mucho más que la sumatoria de todos los hechos violentos y, por ende, contiene causas estructurales mucho más profundas.

La criminalidad adolescente, los chicos de la calle y la violencia escolar, tan difundidos por los medios de comunicación, no son un índice de violencia social, sino un síntoma del agotamiento de las instituciones que apoyaban y creaban la adolescencia (familia, escuela, sociedad, Estado, trabajo). Existe un desacople entre los discursos sobre lo que un joven debe ser (se idolatra la juventud como el mejor momento, de plenitud, el cuerpo joven, etc.) y la realidad, que no coincide con estos, o simplemente no les da la posibilidad de efectivizarlo.

Jóvenes y Escuela

«La escuela sigue siendo la institución que legitima la inserción social, pero en muchos casos deja de cumplir esa función, se «retira» y en su lugar queda un vacío. Aun incluidos en ella, los jóvenes, al vivenciar una desarticulación tan marcada entre el discurso y el sistema escolar y su propia experiencia cotidiana, dejan de percibirla como un factor fundamental para su desarrollo

Cobra mayor importancia la educación informal, la que surge cotidianamente en las situaciones vivenciales, por medio de mensajes de la familia, amigos, la barra de la esquina, los compañeros de trabajo, la calle y el barrio.

El tránsito por la escuela primaria (EGB actualmente) se expresa en una formación de base precaria que generalmente ha dificultado el ingreso en la educación media (3er ciclo de EGB y Polimodal en la actualidad). De la experiencia de dicho tránsito y haciendo una lectura crítica, consideramos que se instala al joven de sectores populares muchas veces en una vivencia de autodevaluación. Esto se produce a partir de la transmisión de conocimientos desde la ideología escolar. Esta transmisión de conocimientos se implementa en dispositivos de enseñanza y aprendizaje que desconocen la experiencia particular y el saber previo del alumno: no hay un sujeto realmente activo en su proceso educativo. En el caso de los alumnos provenientes de los sectores populares, la pedagogía homogeneizadora de la escuela no respeta las diferencias culturales, reforzando su marginación progresiva.

Este entorno que lo rodea no contribuye, entonces, a esclarecer los problemas que lo afectan desde el punto de vista familiar y social, sino que lo repudia, discrimina, dejándolo sin salida laboral. Les muestra que el Estado no existe y que nadie los protegerá. En la sociedad actual se produce un quiebre de los sistemas de ideales.

Ante esta realidad que le muestra el mundo adulto, el adolescente elige el modelo del «canchero«, el «transgresor«, antes que el joven «decente» y «eficiente«. Con este primer modelo, creen «zafar» de las instituciones que reproducen el discurso adulto, entre ellas la escuela.

El adolescente está en medio de esa complicada situación, en la que el entorno social se hace «cómplice» de este desorden estructural y lo legitima. Entonces, el joven debe luchar contra esa crisis y contra el caos social que le impide desarrollarse libremente. Ser diferente es complejo, es perturbador, porque los hace sentir aislados y fuera de contexto.

Sin embargo, la crisis de la escuela no debe ser pensada de forma aislada, sino atendiendo a que en el contexto actual son cada vez mayores las exigencias que se le plantean a esta institución.

La escuela constituye uno de los medios, junto con el trabajo, que el sistema social tiene para socializar, para endoculturar y para integrar al segmento adolescente reconocidamente.

El trabajo y el estudio son las dos maneras esenciales para que en la etapa de la adolescencia se produzca un perfeccionamiento y un énfasis en la socialización de este adolescente que terminará siendo considerado un adulto.

Leer más: http://www.monografias.com/trabajos10/jovviol/jovviol.shtml#ixzz3pjKprz4j

Reflexiones Finales

Finalizando, podríamos considerar que el deterioro de las instituciones formales que permitían la integración de los jóvenes de los sectores populares en la estructura social (como la escuela, el trabajo), mecanismos que posibilitaban la movilidad social de los distintos sectores sociales, no tienen la misma eficacia que antes. Paradójicamente, se reducen los espacios donde estos jóvenes puedan desarrollarse como tales y crear un proyecto de vida frente a una sociedad que plantea cada vez mayores exigencias como condición para estar incluidos en las estructuras. Si bien los autores definen que las estrategias de supervivencia sirven para completar el salario, en la mayoría de los casos dichas estrategias se constituyen como el único medio para reproducir y sobrevivir en condiciones mínimas. Deben pensarse alternativas de intervención en función de atender a las necesidades de estos grupos (teniendo en cuenta el proceso sociohistórico), buscando desnaturalizar los prejuicios y la asociación simplista que se hace entre los jóvenes pobres y la violencia y la delincuencia (presente en el imaginario social). Concluimos en que, si bien ingresar en el mundo adulto implica fortalecer la autonomía de un proyecto de vida, dicha autonomía solo puede ser realizada cuando la sociedad ofrece alternativas entre las que puedan optarse.

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