Introducción a los Presocráticos: Los Orígenes del Pensamiento Occidental
La filosofía occidental tiene sus raíces en un grupo de pensadores que, antes de Sócrates, se atrevieron a cuestionar el mundo que les rodeaba, buscando explicaciones racionales y naturales para los fenómenos. Estos filósofos, conocidos como Presocráticos, marcaron un punto de inflexión al pasar del mito al logos, sentando las bases de la metafísica, la cosmología y la ontología.
Los Pioneros del Pensamiento Occidental: Filósofos y sus Aportaciones
Tales de Mileto: El Agua como Principio Universal
Tales de Mileto, considerado el primer filósofo de la historia, fue el pionero en preguntarse de qué estaba hecha la materia y de dónde procedían las cosas. Fue también el primer filósofo de la naturaleza.
Para Tales de Mileto, el agua es el principio fundamental del que surge la vida. Por ello, podemos afirmar que para Tales, el arjé es el agua, de la que emana toda forma de vida y todo lo que constituye el universo.
Por otro lado, fue el primero en elevar lo sensitivo o sensorial a lo conceptual, postulando el hilozoísmo: no había seres inertes y seres vivos, sino que toda la materia estaba animada, viva, poseía alma.
Anaximandro: El Ápeiron y la Abstracción
Anaximandro defendió la idea de que el arjé, el origen y principio del universo, es el ápeiron, lo indefinido e ilimitado, que carece de forma o características propias, de modo que puede adoptar cualquier forma. Fue el primer filósofo en aportar una explicación que intentaba ser científica y una abstracción conceptual clara. Además, fue precursor de ideas evolutivas, anticipando ciertos aspectos de la teoría de Darwin.
Anaxímenes: El Aire como Aliento Cósmico
Anaxímenes, discípulo de Anaximandro, defendió la idea de que el arjé era el aire. Argumentaba que, así como para los humanos el aliento y la respiración son la fuente de vida, para el universo y los seres vivos en general, el aire (ánima) sería el principio del que surge la vida.
Anaxímenes se plantea la unidad del arjé e introduce los términos de condensación y rarefacción para explicar el origen de los individuos, así como el cambio. Sitúa el origen de la vida en el mar.
Empédocles: La Pluralidad de Elementos y las Fuerzas Cósmicas
Empédocles fue el primero en dar una explicación pluralista. Elige un arjé múltiple, que permite explicar la diversidad y su origen mediante las diferentes combinaciones de estos elementos. Empédocles postula cuatro elementos o ‘raíces’: agua, tierra, aire y fuego.
Además, se cuestiona la existencia del vacío y la lógica subyacente al hecho de que una cosa dejara de ser lo que era para convertirse en otra. Otra gran aportación de este filósofo es la adición de fuerzas no estrictamente materiales, causas eficientes: el Amor y el Odio, que permiten explicar la combinación y separación de los elementos. Con ello, intenta compatibilizar la hipótesis de Parménides —de que del no-ser no puede surgir el ser y viceversa— con la veracidad de lo que nos muestran nuestros sentidos.
Fue precursor de la selección natural, según su hipótesis: en el origen, el universo sería un conjunto de miembros sin organización ni unión, de modo que, gracias a la intervención de las fuerzas del Amor y del Odio, estos miembros se agruparon creando diferentes asociaciones, unas viables y otras no viables, de modo que, con el paso del tiempo, solo sobrevivirían las combinaciones viables.
Anaxágoras: Homeomerías y el Nous
Anaxágoras comparte la idea de los elementos con Empédocles, pero con una concepción diferente. Para Anaxágoras, los seres vivos están formados por una composición determinada de homeomerías, de modo que existen tantas homeomerías como seres diferentes. Así, todos los individuos estaríamos formados por muchas homeomerías, y aquellas que se encuentren en mayor proporción se manifiestan, determinando el tipo de ser vivo que somos.
Propone la existencia de una fuerza, mente o Nous que pone en movimiento la materia. Esta explicación lo convierte en un precursor de las explicaciones teleológicas y de la distinción entre mente y materia.
Anaxágoras defiende la idea de que el conocimiento sensible es limitado, porque solo somos conocedores de aquellas [homeomerías] que se encuentran en mayor proporción y, por tanto, se manifiestan. Por lo que, para Anaxágoras, los sentidos no pueden proporcionar un conocimiento completo de la realidad; solo nos permiten acceder a una porción del todo.
Los Atomistas: La Realidad Invisible y el Conocimiento
Tras las aportaciones de Anaxágoras, destacan los Atomistas (Leucipo y Demócrito), quienes sostienen la imposibilidad de acceder al conocimiento pleno de la realidad, introduciendo así el relativismo gnoseológico. Para ellos, es imposible aspirar a un conocimiento absoluto de la realidad.
Los atomistas diferencian entre dos formas de conocimiento: genuina y oscura. La genuina es la intelectual, la que nos permite reflexionar sobre la naturaleza de los átomos; la oscura se centra en la percepción de las cualidades de las cosas y es de carácter convencional. Los atomistas son considerados los últimos filósofos de la naturaleza en esta tradición presocrática.
Pitágoras: Números, Cosmos y Filosofía
Pitágoras fue el primero en usar el término filosofía y en referirse al universo como cosmos. Por primera vez, se explica el origen y la naturaleza del universo a través de la acción de principios diversos y contrarios (como lo limitado y lo ilimitado, lo par y lo impar).
Para este pensador, los números no son meros símbolos, sino la esencia misma de la realidad, el arjé de la materia y del cosmos. Pitágoras emplea una base tanto material como espiritual para explicar el origen del universo, integrando la armonía matemática con la purificación del alma.
Conclusión: El Legado Imperecedero de los Presocráticos
Los filósofos presocráticos, con su audacia intelectual, sentaron las bases para el desarrollo posterior de la filosofía, la ciencia y el pensamiento occidental. Su incansable búsqueda del arjé, la explicación de la naturaleza y la reflexión sobre el conocimiento, nos legaron un marco conceptual que sigue resonando en las discusiones filosóficas contemporáneas. Su legado es un testimonio de la capacidad humana para la indagación racional y la admiración ante el misterio del universo.