Carlos I de España y V de Alemania (1500-1556)
Nacido en 1500 en Gante (Bélgica), Carlos I ya había alcanzado la mayoría de edad cuando llegó a hacerse cargo de su herencia materna (la de Isabel, que comprendía el Reino de Castilla y Navarra, Melilla, Orán, Argel, Bugía y las tierras americanas; y la de Fernando, que la formaban la Corona de Aragón, el Reino de Mallorca, Cerdeña, el Reino de Sicilia y el Reino de Nápoles). A su patrimonio unió los territorios de su familia paterna (Países Bajos, Luxemburgo, Franco Condado y Austria). Además, en 1519, a la muerte de su abuelo Maximiliano I, fue elegido y coronado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico con el nombre de Carlos V. Carlos fue un soberano cosmopolita debido a su formación y al hecho de no disponer de una capital del Imperio ni una residencia permanente; gobernaba sobre un conjunto de estados heterogéneos que tenían lenguas, culturas e instituciones diferentes.
Problemas Internos
Carlos I, a su llegada a la Península Ibérica, encontró una gran oposición por ser extranjero y, cuando tuvo que ausentarse del reino en 1520, esta oposición se convirtió en rebelión. La revuelta de las Comunidades (1520-1522) estuvo protagonizada por varias ciudades del interior de Castilla: Toledo, Segovia, Salamanca, Cuenca, Madrid… que se autoproclamaron una comunidad, por lo que los partidarios de la revuelta recibieron el nombre de comuneros. La revuelta tuvo un carácter político, pues pretendía imponer condiciones al monarca: que prescindiera de los consejeros extranjeros en los consejos y que acatara la voluntad de los procuradores de las ciudades representadas en Cortes. Los comuneros pedían, además, la limitación del poder real, la reducción de impuestos, protección de la industria textil y reformas municipales a favor de los plebeyos y contra la nobleza. En la Batalla de Villalar (1521), los comuneros fueron derrotados y sus líderes, Bravo, Padilla y Maldonado, fueron ejecutados.
Problemas Externos
A pesar del ideal imperial transmitido por sus protagonistas, la política exterior de Carlos I no tenía otro objetivo que la defensa de su herencia dinástica. Para ello, tuvo que recurrir casi constantemente a la guerra contra tres enemigos principales:
- Luchas con el rey de Francia por la hegemonía en Italia. Se produjeron cuatro guerras, de las cuales los hechos más significativos son dos: Francia fue vencida en la Batalla de Pavía (1525) y su rey hecho prisionero; y en 1527 se produjo el Saco de Roma.
- El sultán del Imperio Otomano por el control del Mediterráneo. Estas luchas tuvieron desigual fortuna, pues mientras se venció en Túnez (1535), se fracasó en Argel (1541).
- Los príncipes alemanes protestantes por la salvaguarda de la fe católica en Alemania y Europa. También tuvo desigual fortuna en ella; aunque venció a los príncipes protestantes en la Batalla de Mühlberg (1547), no consiguió unificar política y socialmente el luteranismo con el catolicismo, por lo que tuvo que firmar la Paz de Augsburgo (1555) reconociendo el derecho de los alemanes de adherirse a la fe católica o la luterana.
Felipe II (1556-1598)
Felipe II (1556-1598), a diferencia de su padre, no se ausentó de la Península a partir de 1559. Había heredado de su padre dos objetivos: la lucha por la hegemonía en Europa y la defensa de los territorios que formaban su patrimonio. Su reinado se caracterizó por la exploración global y la expansión territorial a través de los océanos Atlántico y Pacífico, llevando a la Monarquía Hispánica a ser la primera potencia de Europa y al Imperio Español a alcanzar su apogeo, convirtiéndolo en el primer imperio mundial, ya que, por primera vez en la historia, un imperio integraba territorios de todos los continentes habitados del planeta Tierra. Así se incorporaron al Imperio Español el ducado de Milán, el Reino de Inglaterra e Irlanda (mientras Felipe estuvo casado con María I Tudor, aunque los reinos se mantuvieron independientes), el Reino de Portugal y sus colonias. Los otros territorios que conforman este imperio se explican en el apartado Exploración y colonización de América y el Pacífico.
Problemas Internos
Felipe II aumentó su autoritarismo político y religioso, por lo que tuvo que hacer frente a la revuelta de los moriscos de Granada (Guerra de las Alpujarras, 1568-1570), provocada por la prohibición de prácticas de origen musulmán. Los moriscos fueron deportados y repartidos por Castilla (unos 80.000). Otro conflicto fue la rebelión de Aragón (1590-1592), motivada por un enfrentamiento entre el rey y el Justicia Mayor de Aragón, quien amparó al secretario del rey, Antonio Pérez (aragonés), perseguido por la justicia real y por la Inquisición, acusado de haber orquestado el asesinato de Juan Escobedo, secretario de Don Juan de Austria. Los intentos de arrestarle provocaron un motín en Zaragoza; el rey aplastó la rebelión y ejecutó al Justicia Mayor, Juan de Lanuza, aunque Pérez escapó. Pese a todo, Felipe II no abolió el cargo de Justicia ni los fueros aragoneses, pues fue respetuoso con las instituciones de sus reinos.
Problemas Externos
La política exterior de Felipe II siguió en parte los objetivos trazados por su padre, aunque se introdujeron nuevos escenarios: