Los reinos cristianos merindedes


De la sociedad medieval, la interculturalidad y la menta- lidad teocéntrica. A continuación nos detendremos en cada uno de ellos.  1.1. La sociedad en la Edad Media 

La sociedad medieval estaba organizada en tres estamentos, con los que es posible vincular las distintas manifestaciones de la literatura de la época:  La plebe o estado llano. Sus miembros, dedicados mayoritariamente a la agricul- tura y ganadería, cantaban y bailaban las composiciones de la lírica tradicional, y escuchaban, declamados por los juglares, los poemas épicos y los romances. Con el tiempo, el auge de la vida urbana favorecíó el surgimiento de un nuevo grupo dentro del estado llano: la burguésía. Formado por artesanos y merca- deres, este grupo social provocó la lenta transformación del sistema estamentall, basado en las relaciones de vasallaje (el campesino recibía del noble protección a cambio de obediencia, servicios o tributos), y preparó el cambio de mentalidad que dio lugar al Renacimiento. 

El clero. Durante gran parte de la Edad Media, la Iglesia fue la depositaria única de la cultura.
Las órdenes monásticas (Cluni o el Císter) copiaban y guardaban los manuscritos en los monasterios, donde surgirá el mester de clerecía.  A partir del siglo XIII aparecieron las primeras universidades españolas, vincula- das inicialmente al clero: la de Palencia, entre 1204 y 1208; la de Salamanca, en 1218; y la Complutense, en Alcalá de Henares, en 1293.  La nobleza. Desde finales del Siglo XIII, las cortes reales o nobiliarias se convir- tieron también en centros de cultura. Obras literarias como El conde Lucanor de don Juan Manuel, perseguirán como objetivo la educación de los nobles; y la poesía cancioneril, los libros de caballerías o la novela sentimental reflejarán la ideología y los gustos de la nobleza cortesana del Siglo XV..  1.2. La interculturalidad  Los primeros siglos de la Edad Media europea están marcados por dos amplios movimientos migratorios:  A partir del siglo III, los pueblos germánicos, procedentes de la Europa central y septentrional, se desplazaron hacia el oeste y hacia sur del continente. Durante los siglos v y vi fundaron en estos territorios reinos que constituyen la semilla de los modernos Estados europeos: los francos se establecen en la actual Francia; los hérulos y los ostrogodos, en la península itálica; los visigodos, en la península ibérica; y los anglos y los sajones, en Gran Bretaña. Casi todos abrazan como religión el cristianismo, y los francos, los ostrogodos y los visigodos adop- tan como lengua el latín.  Tras la muerte del profeta Mahoma (632), el islam inicia su expansión por Persia y por el norte de África. En el año 711, se produce la invasión de la península por los árabes y los bereberes, que llegan hasta los Pirineos, don- de son detenidos por Carlos Martel, abuelo del rey Franco Carlomagno (742-814).  Tras la ocupación árabe, en la franja cantábri- ca y pirenaica se configuran pequeños reinos y condados cristianos que, a la vez que afian- zan una personalidad propia, comienzan una lenta expansión hacia el sur la Reconquis- ta- que culminará con la toma de Granada por los Reyes Católicos en 1492.  La Edad Media peninsular Debido a los factores interculturales, la Edad Media peninsular presenta carácterísticas específicas que se pueden concretar en dos puntos.


Pluralidad lingüística. Alrededor del Siglo X, en los reinos cristianos del norte quedan cons- tituidos los primitivos romances península- res: el gallego-portugués, el asturleonés, el castellano, el navarroaragonés y el catalán. A estas manifestaciones habría que añadir el mozárabe, que era hablado por los cristianos de Al-Ándalus, y las lenguas no ROMánicas de la península, como el vasco y el árabe.  Coexistencia de las culturas cristiana, judía y musulmana. Las relaciones entre ellas fueron a menudo conflictivas, como demuestran las luchas fronte- rizas entre cristianos y musulmanes, o los frecuentes pogromos -episodios de violencia contra las juderías-, que desembocaron en el establecimiento de la Inquisición en 1478 y la expulsión de la población hispanojudía en 1492. Sin embargo, se produjo también un fecundo intercambio cultural entre estas tres culturas que favorecíó el desarrollo de las matemáticas, las ciencias naturales, la técnica, la literatura o el pensamiento filosófico.  La confluencia de estas carácterísticas explica, por ejemplo, las distintas manifes- taciones de la lírica peninsular, tanto popular como culta; el asunto de nume- mosos romances -en particular, de los llamados romances noticieros o fronte- rizos, que narran los acontecimientos ocurridos en el frente o frontera durante la Reconquista-; o el surgimiento de la prosa castellana, impulsada por la labor de la Escuela de Traductores de Toledo y por las traducciones vertidas desde el árabe de colecciones de cuentos de origen oriental.   1.3. La mentalidad medieval  La cosmovisión medieval está marcada por el teocentrismo:  a importancia de la religión como eje que vertebra la vida social y que da sentido a las existencias indi- viduales, cuyo fin último es la salvación del alma.  Así, buena parte del arte y de la cultura de la época (el arte ROMánico y el arte gótico; el canto gregoriano; las Cantigas de Santa María, compuestas o compi- ladas por Alfonso X el Sabio; las distintas manifestaciones de la polifonía religiosa medieval; el mester de clerecía…) llevarán la impronta del cristianismo.  La religiosidad es, además, uno de los rasgos carácterísticos de los personajes que, desde la literatura, se proponen como modelos para la comunidad: es el caso del Cid o del caballero Zifar, que estudiaremos en las próximas unidades.  1.4. Rasgos generales de la literatura medieval. Las peculiaridades del mundo medieval determinan una serie de rasgos compartí- dos que se aprecian en buena parte de la literatura de este periodo:  Oralidad. Algunas de las manifestaciones literarias más significativas de la Edad Media fueron concebidas para ser difundidas oralmente. Es el caso de la lírica popular, la lírica culta, la poesía épica, los romances e, incluso, algunas obras del mester de clerecía, que se leían, tal vez, en los monasterios ante un auditorio de peregrinos.  Anonimia. La oralidad va asociada, a menudo, con la anonimia. En los inicios de la literatura, el concepto de autoría carece de importancia. Anónimas serán, por lo tanto, algunas de las obras fundamentales de la literatura medieval española, como el Poema de mio Cid.  Didactismo. Hasta el Siglo XV, la mayor parte de la literatura medieval pretende transmitir valores o conocimientos al receptor. Esta intención didáctica se aprecia en el mester de clerecía o en los repertorios de cuentos vinculados a la predica- ción o a la educación de nobles y príncipes.  Predominio del verso. Como hemos visto, las obras literarias medievales no se destinan habitualmente a la lectura individual, sino al canto o a la recitación. Como consecuencia de ello, se preferirá, en general, el verso a la prosa.

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