Platon la educación comienza desde la mas tierna infancia infancia deben descartarse todas aquellas fabulas que presenten a lo dioses y a los heroes


La educa plato


Para Platón, el hombre es su alma, y el alma es primordialmente razón. Junto a la razón se encuentran las dos
partes a-lógicas del alma: la irascible y la concupiscible. Estas dos fuerzas irracionales, que imprimen dinamismo a
la vida anímica, pueden conducirla por caminos equivocados, llevando al hombre a vivir una vida indigna,
irracional. La «alegoría de la caverna” presupone esta concepción de hombre. La alegoría de la caverna Platón inicia el libro VII de La República buscando clarificar qué es la educación por medio de la «alegoría de la caverna». Un grupo de hombres vive dentro de una caverna. Los separa del mundo exterior un camino escarpado. Ellos, que nunca lo han visto, toman a las sombras por realidad, viviendo así en el error y el engaño. Están tan
convencidos de ello que educarlos, es decir, ayudarlos a transitar el camino hacia el exterior, se hace muy difícil. Si
a un hombre que vive en la caverna de la ignorancia “se lo obliga a mirar la luz misma del fuego, ¿no herirá ésta
sus ojos?”. El aprendizaje es doloroso. Se necesita esfuerzo para superar las opiniones cotidianas y elevarse a lo que
verdaderamente es. Sin embargo, la recompensa vale el esfuerzo. El hombre que ha realizado el proceso, que se ha
educado, sufre y se confunde al enfrentarse con el mundo superficial y sensible; sus ojos quedan “como cegados
por las tinieblas al llegar bruscamente desde la luz del sol” . Pero, a pesar de ello, el filósofo debe volver a la
caverna para iluminar a quienes aun viven en la oscuridad. La educación es entonces el proceso que permite al
hombre tomar conciencia de la existencia de otra realidad, más plena, a la que está llamado, de la que procede y
hacia la que se dirige. El mito del carro alado En el Fedro, Platón compara al alma humana con un carro alado tirado por dos caballos y conducido por
un auriga. Los dos caballos son de razas distintas y es difícil conducirlos. El auriga representa a la razón, los dos
caballos a las partes concupiscible e irascible del alma. Se hace arduo el camino de este carro alado hacia la cumbre
del cielo, debido a que el caballo de la concupiscencia tira hacia abajo.. Desde este
nuevo mito se destaca la importancia de las pasiones que, de ser conducidas por la razón, pueden llevar al hombre a
vivir según su condición divina, y, de ser indisciplinadas, pueden impedir al hombre su realización.
Dimensión política del hecho educativo El estado, una persona moral similar a los individuos
Platón ve al Estado como una persona moral que sólo difiere de las personas humanas en sus proporciones. Al
igual que los individuos, el estado sólo alcanza su plenitud y perfección si se subordina a la razón y la moral.
El Estado posee, al igual que el alma individual, tres partes constitutivas:
• la concupiscible, integrada por los productores, los mercaderes y los comerciantes;
• la irascible, integrada por los hombres de armas; y
• la racional, compuesta por los filósofos.
Función política y social de la educación
Así como el individuo sólo llega mediante la educación a ser justo y a vivir una vida moralmente buena, a
gobernar las tendencias concupiscible e irascible con la razón, del mismo modo sólo mediante la educación puede
formarse una sociedad justa, moralmente buena. Rigiéndose según la justicia, según la idea de bien, la sociedad
alcanza su máxima posibilidad, tornándose perfecta y dichosa.
La función que cumple la educación en una sociedad justa es la de formar, en primer lugar, a los futuros
gobernantes, educándolos en el amor a la verdad y al bien y en el dominio de las pasiones. Como el alma individual
debe guiarse por la razón, el cuerpo social ha de dejarse guiar por aquellos en quienes prima la razón, los filósofos,
y éstos han de ser educados de modo tal que sepan armonizar las fuerzas que componen la sociedad de acuerdo con los preceptos de la justicia. Además, debe educarse a los guardianes o soldados, en quienes el alma irascible se
destaca, y que siendo necesarios para la subsistencia del Estado pueden poner a éste en peligro de no ser sumisos a
los dictados de los filósofos, hundiendo a la polis en una guerra intestina permanente. El Estado, por tanto,
encuentra en la educación el medio más idóneo para alcanzar su fin: la justicia. De ella depende que logre o no su
ideal.
Para la clase inferior no prescribe Platón ninguna educación especial. En cambio, se explaya con amplitud, tanto
en La república como en Las leyes, sobre la educación que deben recibir los guerreros y los filósofos. Todos ellos
deben quedar al margen de los oficios manuales y dedicarse en forma exclusiva a prepararse para la defensa y el
gobierno de la ciudad.
La educación en el Estado ideal según La república
La educación comienza desde la más tierna infancia.
Deben descartarse todas aquellas fábulas que presenten a los
dioses y a los héroes como seres gobernados por pasiones desenfrenadas. Los poetas han de sujetarse a las normas
que les dicta el Estado. Dirán en sus obras que Dios es esencialmente bueno, recto y veraz. Tanto la música como la
gimnasia tienen por fin educar el alma, y deben alcanzar no sólo al varón sino también a la mujer. La igualdad de
los sexos es resaltada con fuerza en La república.
Los futuros gobernantes han de ejercitarse en un gran número de ciencias desde su juventud, para ver si sus
espíritus son capaces de sostener los estudios más profundos. La primera de las ciencias que los ayudarán a pasar de
las tinieblas de lo mudable y sensible a la luz de lo inteligible, son la aritmética y la ciencia del cálculo. Estas
ciencias facilitan el paso de la contemplación de lo sensible a lo eterno, las Ideas. Junto con ellas debe cultivarse la
geometría. La tercera ciencia que han de estudiar los futuros filósofos y hombres de Estado es la astronomía. La
belleza del cielo debe verse como un reflejo de la belleza del cielo inteligible.
A los veinte años, una vez concluido el curso de ejercicios gimnásticos (tres años), se los iniciará en las ciencias,
otorgándoles ciertos honores como incentivo. Al llegar a los treinta años, se escogerá de entre ellos a los que hayan
mostrado mayor constancia y condiciones naturales para el estudio y la guerra y se les concederán nuevos honores,
iniciándolos en la dialéctica, mediante la cual el hombre se eleva de lo sensible a lo inteligible y de las ideas a la
idea suprema, la idea de Bien. Luego de dedicarse cinco años a ella, estos escogidos «descenderán de nuevo a la
caverna» para ganar experiencia. Allí se observará si se mantienen firmes o vacilan. Quince años transcurrirán de
este modo en la vida del futuro hombre de Estado. Aquellos que a los cincuenta años hayan salido puros de estas
pruebas cargarán, cuando toque el turno, con el peso de la autoridad y de la administración sin otro fin que el bien
público.
La educación en el Estado ideal según Las leyes
Sobre la educación en el Estado ideal vuelve a explayarse Platón en Las leyes, ya en su vejez. En este diálogo
modifica el comunismo radical de La república, fija el derecho de propiedad ciudadana y el de herencia, regula el
matrimonio (ya no hay comunidad de mujeres) y renuncia a la coeducación de los sexos, pero siempre en un ámbito
de enérgico estatismo, con estrechos límites a la libertad individual. La educación sigue jugando aquí un papel
central en la vida del Estado, ya que de ella depende la virtud de los ciudadanos y de ésta el orden y la justicia del
mismo.
Platón vuelva a resaltar la importancia de la educación del hombre en sus primeros años de vida. La gimnasia y
la música son ejercicios propios para la educación de los jóvenes. Los jóvenes aprenderán equitación, a tirar con el
arco y lanzar toda clase de dardos. Esta educación será obligatoria.
La enseñanza de las letras comenzará a los diez años y, con una duración de tres años, será obligatoria para todos,
gusten o no de ella. Las mujeres participarán de esta educación. También debe aprenderse aritmética, geometría y
astronomía. Pero un conocimiento exacto de estas ciencias no es necesario a todos. El ciudadano medio contará
con una educación mínima en ellas.
En el libro XII de Las leyes, Platón habla de un consejo que tendría a su cargo tareas moralizadoras y
pedagógicas, el llamado Consejo Nocturno.
En Las leyes Platón sigue convencido, como lo estaba en su juventud, de que la sociedad sólo alcanzará la justicia
a través de la educación. Pero en este diálogo no le concede tanta importancia al filósofo como gobernante cuanto
como legislador, ya que entiende que de la redacción de leyes sabias y de su cumplimiento dependerá la suerte de la
polis

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