Poesía neosurrealista


Tema 7: La poesía española de 1939 hasta final del Siglo XX. Tendencias, autores y obras.Tras la Guerra comienza un costoso proceso de reconstrucción y recuperación. En el ámbito artístico se dificulta por la censura, que con la crítica y presión internacional va cediendo progresivamente. El paso a la Democracia supone la libertad de expresión, adopción de tendencias europeas y americanas, y la asimilación de los modelos sociales externos, caracterizados por el consumismo, la libertad moral y la atenuación de las ideologías, dando lugar a una diversidad de tendencias, autores y estilos/ Tras el conflicto, los autores de la Generación poética del 36 escriben poesía “arraigada”, dando una visión coherente y ordenada del mundo, tratando el amor, la patria, la naturaleza y la religión. Abandonan el drama de la Guerra y sus consecuencias. Recurren a la métrica clásica (soneto), la adjetivación cuidada y la metáfora. Destacan Leopoldo Panero, Luis Rosales, Dionisio Ridruejo y Luis Felipe Vivanco. En cambio, la poesía “desarraigada” arranca con dos obras, Hijos de la ira, de Dámaso Alonso y Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre, como protesta ante el caos y la angustia. Su estilo es sencillo y directo; con tono agrio, cargado de exclamaciones y al margen de la métrica tradicional. En los cincuenta aparece la poesía social y comprometida. Representada por Blas de Otero impone la lírica como un instrumento de denuncia y movilización. Con este objetivo, aborda temas de la situación del momento y preocupaciones constantes del hombre, como el amor y la muerte. En cuanto al estilo, utiliza el verso libre y fórmulas métricas establecidas, con un lenguaje sencillo, términos coloquiales y frases breves. Sobresalen Blas de Otero, Pido la paz y la palabra, Gabriel Celaya, Las cartas boca arriba y José Hierro, Libro de las alucinaciones/ En los sesenta la concepción poética evoluciona a la “poesía de la experiencia”, que no ve poesía como instrumento político, sino como una forma individual para conocerse a sí mismo y al mundo. Los autores tratan temas como sus recuerdos y vivencias (niñez, amistad, amor) informalmente, con ironía, humor y coloquialismos. Destacan Ángel González, Áspero mundo, Claudio Rodríguez, Alianza y condena, Jaime Gil de Biedma, Moralidades y Francisco Brines, El otoño de las rosas. En los setenta, el surgimiento de la estética “novísima” rompe y renueva la poesía de las tres décadas anteriores. Sus poetas se dieron a conocer colectivamente en la antología Nueve novísimos poetas españoles, en la que figuran Félix de Azúa, Pere Gimferrer, Guillermo Carnero, Antonio Martínez Sarrión, Vicente Molina Foix, Leopoldo María Panero, Manuel Vázquez Montalbán. Otros que no aparecen en ella, pero comparten sus gustos, son Antonio Colinas, Luis Alberto de Cuenca o Luis Antonio de Villena. Se centran en el lenguaje, la ambientación y en el efectismo, recuperando el exotismo y el lujo modernistas, y la poesía como juego, del 27. Además hacen referencia al consumismo, la música pop, los mitos modernos y a la cultura. Experimentan con el estilo: rompen el verso, recuperan el Surrealismo, suprimen los signos de puntuación, y usan el “collage” y la estética kitsch, incorporando frases publicitarias, letras de canciones, etc/ En los ochenta, llenos de vitalidad y polémica, se amplían las tendencias. Reconocemos la poesía neosurrealista que, iniciada por Blanca Andreu, sigue a los poetas del 27 (Aleixandre) y de los novísimos irracionales. También está la poesía minimalista, que ve al lenguaje poético incapaz de transmitir la vivencia poética, vista como una experiencia mística. Reivindica a las vanguardias, rompe en el discurso para que se perciba el silencio, y usa versos breves sin retórica, desnudos y alejados del lenguaje común por la presencia de símbolos. Sobresale Andrés Sánchez Robayna. A la vez nace la poesía esteticista, centrada en exaltar la sensualidad, el goce vital, la juventud, la belleza corporal, la noche como ámbito del placer y los grandes símbolos de la cultura mediterránea. Destacan Ana Rosetti y Luis Antonio de Villena. Además vuelve la poesía de la experiencia; recuperando la naturalidad estilística, la cercanía y la presencia de elementos autobiográficos. Su obra fue recogida en la antología-manifiesto La otra sentimentalidad. Por último está la nueva épica, que indaga en problemas generales de forma realista y crítica, o buscando los valores auténticos, como Julio Llamazares. Durante los noventa y hasta final de siglo, predominan dos tendencias contrarias: la poesía de la experiencia con Andrés Trapiello, Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes o Carlos Marzal; y la del silencio, con Olvido García Valdés o Ildefonso Rodríguez y el ya citado Andrés Sánchez Robayna.


Tema 9(La narrativa española de 1975 hasta final del Siglo XX)El año
1975 supone un hito en la historia de nuestro país: la muerte de Franco permite la llegada de la democracia. Se inicia así un proceso de modernización que paulatinamente llevará a España a ser un estado equiparable a los de su entorno, tanto en lo político, como en lo económico y social, es decir, asimilamos el modelo europeo en todos los órdenes: economía de consumo, libertad moral y atenuación de las ideologías/ En el terreno de la literatura se puede observar una tendencia generalizada a apartar la creación de los compromisos políticos y sociales. En el caso de la narrativa de estos años, la carácterística más destacable es la vuelta, a mediados de la década de los setenta, a la novela en su sentido más convencional, es decir, hacia relatos que atrapan al lector por su trama. La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza, publicada en 1975, marca este nuevo camino narrativo y da por agotado el experimentalismo narrativo propio de los años sesenta. Las novelas de los últimos veinticinco años del siglo, y de principios del Siglo XXI, ofrecen como principal atractivo la propia historia; se recuperan así el interés por la trama y la lectura como placer, a través de conocidos subgéneros como la novela histórica, de intriga o policíaca, intimista, testimonial. Prácticamente ningún subgénero narrativo ha estado ausente en el panorama de estos años. Esta variedad debe relacionarse con los nuevos hábitos de la sociedad de consumo, que demanda incesantemente nuevos títulos. Esta situación ha provocado un espectacular crecimiento del mercado editorial, dispuesto a atender la diversidad de gustos de los lectores, con la ayuda de un eficaz aparato publicitario. A este estímulo se suman la proliferación de premios, ferias y la nueva consideración del escritor como figura de prestigio y voz autorizada, gracias, en gran medida, a la vinculación de los autores con el periodismo. Como reflejo también de la nueva sociedad, crece el número de escritoras/Pese a que la estética dominante de este tipo de novelas sea la realista, no se vuelve al Realismo del XIX ni al Realismo social de los años cincuenta (la novela no es ya espejo de la realidad como tampoco el soporte de un compromiso político). Por el contrario, las novelas de las últimas décadas del XX no cuestionan la realidad ni la analizan críticamente; más bien, la ambientación realista tiene el objeto de servir de marco de las preocupaciones individuales de los personajes. Se puede hablar de este modo de novela posmoderna: los novelistas renuncian a analizar los problemas que van más allá del individuo. Así, el intimismo y cierto neoexistencialismo son notas comunes a muchos de estos relatos posmodernos. Ahora bien, aunque la novela posmoderna se desliga del experimentalismo narrativo precedente, es deudora de la diversidad de técnicas de toda la novelística precedente, incluida la experimental. Así, nos encontramos con novelas muy bien construidas donde la variedad de voces narrativas y el desorden temporal pueden servir para dosificar la intrica/La mejor forma de organizar la rica variedad de relatos y novelas de este periodo nos lleva a considerar las siguientes tendencias. En primer lugar, la novela histórica, en la que tramas más o menos realistas se ambientan en el pasado; a esta tendencia responden, por ejemplo, los relatos de Arturo Pérez Reverté, El capitán Alatriste.
En esta tendencia cabría incluir los relatos sobre la Guerra Civil o la posguerra, Soldados de Salamina de Javier Cercas. En segundo lugar, la novela testimonial que recoge los problemas de ciertos grupos sociales que se sienten desubicados, como las mujeres o una parte de la juventud, a esta última preocupación responde la novela Lo peor de todo de Ray Loriga. En tercer lugar, la novela intimista y autobiográfica, donde se afrontan los problemas íntimos y existenciales que aquejan a los individuos de nuestra sociedad, Mañana en la batalla piensa en mí de Javier Marías. En esta fórmula cabría incluir la llamada novela femenina de escritoras como Almudena Grandes, Malena es un nombre de tango. En cuarto lugar, la novela de intriga y policíaca, que supone la adaptación a la literatura española de un producto puramente americano; el precursor de este tipo de relatos fue Manuel Vázquez Montalbán con la serie del detective Carvalho; a partir de sus novelas no han dejado de publicarse este tipo de obras, como es el caso de Plenilunio de Antonio Muñoz Molina. Finalmente, la metanovela que reconocemos en relatos que fabulan sobre el propio proceso de creación y que juegan con los límites entre la realidad y la ficción, por ejemplo, Juegos de la edad tardía de Luis Landero.

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