Primera gran depresion del capitalismo: 1873-1896


FINISECULAR.A partir de los años ochenta mientras la industria

mantiene su ritmo ascendente de progreso, la agricultura, con

un crecimiento más pausado, se va distanciando. No es el

consumo lo que ha descendido sino la rentabilidad del sector

que se traduce en el descenso de las rentas agrícolas y en el

del valor del suelo. La verdadera causa de la depresión es la

incapacidad de la agricultura para adaptarse a las nuevas

condiciones creadas por la economía urbana y por el desarrollo

industrial.

La realidad es que debido a la baja rentabilidad y la

creciente competencia, introducida por el desarrollo de países

extraeuropeos, los capitalistas rehúyen invertir en la tierra,

por lo que la agricultura se retrasa considerablemente con

respecto a otros sectores económicos. Gran parte de la

economía agrícola permanece al margen de la racionalización y

no participa de las ventajas de una economía de mercado, el

autoconsumo constituye una proporción elevada y, aun en

algunas explotaciones relativamente grandes no es menor al 40

por 100.

La depresión agrícola en Europa, de 1871, se vincula a la

llegada a Europa de trigo barato procedente de las granjas

mecanizadas del Canadá, Australia y Argentina (la

modernización del transporte marítimo había dado lugar a una

bajada importante de los fletes). El aumento considerable de

la producción de cereales fuera de Europa y la bajada de los

fletes marítimos fueron dos hechos paralelos, que

repercutieron en la misma dirección. Los grandes mercados

mundiales de cereales: Winnipegg, Chicago, Buenos Aires,

Melbourne, Odesa ofrecen sus productos a precios

considerablemente más reducidos que los europeos.

Los efectos de la competencia se acusaron inmediatamente

en los mercados de Europa. De 1878 a 1885 los precios de los

cereales acusaron un rápido descenso, después ascendieron

hasta casi volver al nivel primitivo en 1891, pero para bajar

profundamente en 1894-1895. A partir de esa fecha inician un

nuevo ascenso hasta 1913, pero no alcanzarían el nivel de

1878

Así, los agricultores europeos tuvieron que enfrentarse a

una reducción de sus ingresos y de sus beneficios, y a un

irremediable descenso de la renta de la tierra y de la demanda

de trabajo (y por tanto de los salarios). Aumentó el

endeudamiento de los pequeños campesinos y el desempleo en las

zonas agrícolas. Muchos pequeños campesinos se arruinaron y

numerosos jornaleros se encontraron sin empleo. En

consecuencia, los movimientos migratorios hacia las ciudades o

hacia los países de nueva colonización redoblaron su

intensidad.

Esta brusca caída de los precios provocó diferentes

respuestas en las agriculturas europeas. Una primera reacción

inmediata fue la protección arancelaria, en países como

Francia y Alemania. En aquellos países, como Inglaterra, en

los que el capitalismo industrial era suficientemente fuerte

como para impedir la vuelta al proteccionismo, la agricultura

fue herida de muerte y quedó prácticamente abandonada. Muchas

tierras abandonadas se transforman en terrenos de pastos o en

cotos de caza.

Otra respuesta fue el cambio de la estructura productiva

como ocurrió en Holanda, país que se convertirá en productor

de leche.

Un aspecto interesante de la evolución agraria europea fue

la transformación de los cultivos, que afecta, sobre todo, a

aquellos productos susceptibles de industrialización, como la

remolacha, los textiles y el lúpulo, que ganan tierras antes

dedicadas al cereal.

A pesar del enorme impacto de la invasión de cereales, el

crecimiento de la producción agraria fue positivo en todos los

países, salvo en Gran Bretaña. Fue un crecimiento inferior al

del PIB, e inferior al de Estados Unidos (2,4%), pero se

registró un sensible crecimiento de la productividad gracias a

la introducción de los elementos fundamentales del cambio

técnico (maquinaria y abonos químicos).

La concentración empresarial

Desde el último tercio del siglo XIX la empresa

capitalista se orienta hacia una concentración progresiva.

La concentración adoptó dos formas esenciales: la vertical

y la horizontal, aunque frecuentemente se dio la combinación

de ambas.

La concentración vertical consiste en integrar en una

misma empresa todas las etapas o fases de la producción, desde

la obtención de la materia prima a la venta del producto. Con

ello, al no necesitar los servicios de otras empresas, podían

lograrse márgenes de beneficio superiores, y, con la

racionalización y coordinación, evitar el desperdicio de

esfuerzos. Esta integración vertical podía tener lugar hacia

atrás, adquiriendo el control de la maquinaria, los

componentes o las materias primas; y hacia delante,

controlando las actividades desarrolladas en las fases de

producción sucesivas, o la distribución del producto. Estas

formas de integración vertical, aunque no presentan

propiamente el carácter de monopolio, tendieron a evolucionar

en este sentido. La concentración vertical triunfó sobre todo

en la metalurgia, que exigía el control de los dos elementos

básicos, el carbón y el mineral de hierro, su transporte y su

elaboración posterior, e incluso las manufacturas mecánicas.

Los grandes siderúrgicos (Krupp, Schneider, Skoda, Carnegie,

etc.) poseían minas, altos hornos, vagones, flotas de

transporte, fábricas de construcción metálica y de maquinaria,

etc.

La concentración horizontal, que tenía antecedentes en

otras épocas, consiste en el mantenimiento de un control de la

fase final de la producción e incluso de algún proceso

intermedio básico, mediante una asociación de productores, al

objeto de evitar una competencia dañosa para los intereses

individuales y al mismo tiempo presionar sobre el mercado para

obtener mayores beneficios. En principio también la

concentración horizontal pretendía racionalizar la producción

y evitar pérdidas por las fluctuaciones del mercado o

concurrencias dañosas; pero en la mayor parte de los casos

rebasaron esta función social y se convirtieron en

instrumentos poderosos de dominio del mercado, al que trataron

de dirigir en su propio beneficio. En la práctica es

incuestionable que las concentraciones horizontales adoptaron

formas de monopolio.

Podríamos clasificar las concentraciones horizontales en

los siguientes apartados:

 Concentración horizontal a corto plazo (un año): las

empresas siguen con su autonomía técnica e independencia

financiera; por lo que apenas afectan al régimen interno

de las empresas. Su finalidad es la eliminación de la

competencia por el reparto de sectores de fabricación,

participación de licencias o de técnicas.

 Concentración horizontal a medio plazo: se asemejan a las

anteriores, en cuanto mantienen la autonomía técnica y

jurídica de todos los asociados, pero se diferencian en

que sobre ellas se superpone una administración o

gerencia común con vistas a los fines propuestos. En este

caso existe una empresa superior que controla al resto de

empresas en cuanto a sus acuerdos. La forma más

generalizada fueron los cárteles de precios, de reparto

de producción o de mercado. En Francia se denominaron

comptoir; en Gran Bretaña, pool; y en Alemania, kartell

(estas empresas fueron muy características en Alemania

durante la Segunda Revolución Industrial, generalizando

su nombre al resto de la concentración al ser tan

importante). Cuando esta forma de concentración

pretendía, además, asegurar un reparto de beneficio entre

los asociados, se denominaban comunidades de intereses.

 Concentración horizontal a largo plazo o permanentes, que

son características del capitalismo americano: trusts,

holdings companies y combine o fusión. En Europa se

llamaron konzern o consorcios.

El trust representa una forma de concentración más

intensa que el cártel. Las empresas agrupadas, si bien

guardaban, aparentemente, su personalidad jurídica,Tema 3. La economía internacional entre 1870 y 1914

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perdían su independencia económica al confiar a un

organismo en fideicomiso la gestión de sus intereses.

El holding company o compañía de cartera nació como

resultado de la legislación americana contra los trusts y

vino a ser como una acomodación a las posibilidades que

ofrecía la ley. Es una forma de organización en la que una

sociedad financiera controla a otras empresas mediante la

adquisición de la mayoría de las acciones. Se ejerce así

un control financiero de las compañías dependientes,

mediante la posesión de carteras mayoritarias de los

valores de aquellas empresas. A cambio recibían acciones

de la compañía “holding”. También se conoce como grupos

financieros.

La fusión se produce cuando dos o más empresas se

unen en una sola. Hay dos formas fundamentales de que se

produzca una fusión:

-La primera tiene lugar cuando desaparecen dos

entidades y surge una nueva, desapareciendo las

personalidades jurídicas de a y b, y apareciendo así una

nueva personalidad jurídica c.

-Una empresa absorbe a otra (la empresa más fuerte

absorbe a las otras empresas). La primera mantiene su

personalidad jurídica y la segunda desaparece. Es la

denominada absorción empresarial.

Por otra parte, es destacable también la utilización cada

vez mayor de la diversificación como estrategia de crecimiento

de las grandes empresas. Esta estrategia dio lugar a una

profunda reestructuración administrativa de las empresas, cuyo

resultado último fue la creación de una estructura

multidivisional. Dicha diversificación podía realizarse de dos

formas: dirigiéndose a nuevos mercados, o mediante la

comercialización de nuevos productos o servicios.

La expansión hacia nuevos mercados fue una estrategia

desarrollada por empresas que tenían ventajas competitivas

derivadas de la explotación de economías de escala, del

liderazgo tecnológico y de la integración de la producción y

distribución en sus respectivos sectores. A medida que el

volumen de la demanda sobrepasaba la capacidad de producción

de la planta originaria, las empresas tendieron a crear nuevas

plantas, primero en su propio país, después, si la demanda era

suficientemente importante, en el extranjero. El

establecimiento de filiales en otros países fue un medio de

sortear unas barreras arancelarias muy elevadas, permitió

obtener fuentes de aprovisionamiento de materias primas o

agrícolas y, sobre todo, trató de aumentar la cuota de mercado

y disminuir los costes de producción y distribución en esos

países. El surgimiento de estas empresas multinacionales fue

importante en sectores como los envasados de marca, maquinaria

ligera, automóviles, material y maquinaria eléctrica, química

y productos farmacéuticos.

La estrategia de diversificación de productos y

actividades permitía un uso más pleno de los recursos y

capacidades y, por tanto, una reducción de costes unitarios.

En algunos casos surgió debido a la aparición de subproductos

(derivados petroquímicos en el refino de petróleo,

fertilizantes agrícolas en la siderurgia, por ejemplo). Esta

estrategia se llevó a cabo antes, y se mantuvo durante más

tiempo como dominante, en sectores basados en el conocimiento

científico, donde las oportunidades para explotar economías de

gama en la producción y la investigación y desarrollo fueron

mayores. Éste fue el caso de las industrias química y de

fabricación de maquinaria eléctrica en Estados Unidos y

Alemania.

Los cambios experimentados en la venta al por menor

(aparición de grandes almacenes, cadenas de tiendas, venta por

correo, etc.), la integración de la producción y la

distribución en muchas industrias, y de manera más general, la

intensificación de la competencia entre las empresas,

contribuyeron a modificar las relaciones entre productores y

consumidores. El industrial no se limitó a producir, sino que

diferenció sus productos con marcas que anunciaba en medios de

comunicación con el apoyo de campañas publicitarias con el

objetivo de conquistar el favor de los consumidores. Durante

este período las marcas comenzaron a generalizarse, primero en

los bienes de consumo semiduraderos (cereales para el

desayuno, chocolates y dulces, bebidas, detergentes,

cigarrillos, etc.) y luego en los duraderos (maquinaria de

oficina, de coser, automóviles).

La era del librecambio

El siguiente avance fundamental en el movimiento del

librecambio fue un importante tratado comercial, el tratado

Cobden-Chevalier o tratado anglofrancés, de 1860. Francia

había seguido tradicionalmente una política de protección, y

eso fue especialmente cierto en la primera mitad del siglo

XIX, cuando el gobierno francés, a instancias de los

propietarios de fábricas, luchó por proteger la industria

textil del algodón de la competencia británica. Parte de la

política proteccionista francesa consistía en la prohibición

terminante de importar cualquier tejido de algodón o lana, y

altísimos aranceles sobre otras mercancías, que comprendían

incluso las materias primas y bienes intermedios. Economistas

como Frederic Bastiat subrayaron lo absurdo de tal política,

pero los poderosos intereses creados en el cuerpo legislativo

francés eran inmunes a todo argumento racional.

El gobierno de Napoleón III, que subió al poder con un

golpe de Estado en 1851, quiso seguir una política de amistad

con Gran Bretaña, en parte para conseguir aceptación política

y respeto diplomático. Aunque el golpe de Estado había sido

ratificado por un referéndum, aún se cuestionaba la

legitimidad del gobierno. Tras la guerra de Crimea, en la que Tema 3. La economía internacional entre 1870 y 1914

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Gran Bretaña y Francia habían sido aliados, Napoleón III

deseaba reforzar esos nuevos lazos de amistad. Además, aunque

Francia había seguido tradicionalmente una política de

proteccionismo, una fuerte corriente de pensamiento favorecía

el liberalismo económico. Uno de los líderes de esta escuela

fue el economista Michel Chevalier, que había viajado mucho

tanto por Gran Bretaña como por los Estados Unidos y tenía una

perspectiva cosmopolita. Como profesor de economía política en

el Collège de Francia desde 1840, había enseñado los

principios del liberalismo económico y librecambio. Designado

por Napoleón para el Senado francés, convenció al emperador de

que sería deseable un tratado comercial con Gran Bretaña.

Otra circunstancia política de Francia hizo el camino del

tratado más atractivo. Según la constitución francesa de 1851,

que el mismo Napoleón había instituido, las dos cámaras del

parlamento tenían que aprobar cualquier ley interna, pero el

derecho exclusivo de negociar tratados con las potencias

extranjeras, cuyas disposiciones tenían fuerza de ley en

Francia, se reservaba al soberano, al emperador. Napoleón

intentó en la década de 1850 reducir la fuerte postura

proteccionista de la política francesa, pero a causa de la

oposición del legislativo fue incapaz de llevar a cabo una

reforma exhaustiva de la política arancelaria. Chevalier era

amigo de Richard Cobden, conocido por su oposición a la Ley

del Grano, y por mediación suya persuadió a Gladstone, el

ministro de Hacienda británico, de la conveniencia de un

tratado. La idea dominante en Gran Bretaña en esta época,

después de su movimiento hacia el librecambio, era que las

ventajas de esta política eran tan obvias que los demás países

la adoptarían de forma espontánea. Sin embargo, debido a la

fuerza de los intereses proteccionistas, no fue éste el caso.

Por consiguiente, el tratado negociado por Cobden y Chevalier

a finales de 1859, se firmó en enero de 1860.

El tratado disponía que Gran Bretaña eliminaría todos los

aranceles contra las importaciones de bienes franceses, a

excepción de los del vino y el brandy. Estos eran considerados

productos de lujo por los consumidores ingleses, por lo que

Gran Bretaña solamente retuvo un pequeño arancel para obtener

algún ingreso fiscal. Además, debido a los lazos económicos,

ya tradicionales, de Gran Bretaña con Portugal, que también

producía vino, Gran Bretaña cuidó de proteger la preferencia

portuguesa en el mercado británico. Francia, por su parte,

eliminó su prohibición de importar productos textiles

británicos y redujo los aranceles sobre una amplia gama de

productos británicos a un máximo del 30%; de hecho, el arancel

medio era de aproximadamente un 15% ad valorem. Los franceses

renunciaron así al proteccionismo extremo a favor de un

proteccionismo moderado. Tema 3. La economía internacional entre 1870 y 1914

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Una característica importante del tratado era la inclusión

de una cláusula de “nación más favorecida”. Esto significaba

que si una de las partes negociaba un tratado con un tercer

país, la otra parte del tratado se beneficiaría

automáticamente de cualquier arancel más bajo concedido al

tercer país. En otras palabras, ambas partes del tratado

anglofrancés se beneficiarían del tratamiento concedido a la

“nación más favorecida”. Gran Bretaña, en esta época

prácticamente con total libre cambio, no tenía poder de

negociación con el que comprometerse en tratados con otros

países, pero los franceses aún tenían altos aranceles contra

las importaciones de bienes de otros países. A principios de

la década de 1860 Francia negoció tratados con Bélgica, el

Zollverein, Italia, Suiza, los países europeos excepto Rusia.

El resultado de estos nuevos tratados fue que cuando Francia

instituyó una tasa de aduana más baja, digamos, para las

importaciones de hierro del Zollverein, los productores de

hierro británicos se beneficiaron automáticamente de estas

tarifas más bajas.

Por otra parte, además de esta red de tratados que Francia

negoció por toda Europa, los otros países europeos también

negociaron tratados unos con otros, conteniendo todos la

cláusula de nación más favorecida. Como resultado, siempre que

entraba en vigor un nuevo tratado tenía lugar una reducción de

aranceles. Durante una década más o menos, entre las de 1860 y

1870, Europa estuvo más cerca del librecambio completo de lo

que nunca lo estaría hasta después de la Segunda Guerra

Mundial.

Las consecuencias de esta red de tratados comerciales

fueron espectaculares. El comercio internacional, que ya se

había acelerado de algún modo con las reformas británicas de

los años 1840, aumentó aproximadamente un 10% anual durante

varios años. La mayor parte de este aumento tuvo lugar en el

comercio intraeuropeo, pero las naciones de ultramar también

participaron. (La guerra de Secesión americana, que estalló el

mismo año que se firmó el tratado de Cobden–Chevalier, tuvo un

efecto contrario. El bloqueo del sur por parte de los

nordistas imposibilitó las exportaciones sudistas, desatando

una hambruna del algodón en Europa que perjudicó notablemente

a Lancashire y que también restringió las exportaciones

europeas de bienes de consumo y de capital al Sur.) Otra

consecuencia de los tratados, sobre todo en Francia pero

también en otros países, fue la reorganización de la industria

a que obligó la mayor competencia; las empresas ineficaces que

habían gozado de la protección proporcionada por aranceles y

prohibiciones tuvieron que modernizarse y mejorar su

tecnología o dejar el negocio. Los tratados promovieron de

esta forma la eficacia técnica y aumentaron la productividad.

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