Sentido de la vida cristiana


¿CUÁL ES LA MISIÓN ESENCIAL DEL PROFESOR DE LA ERE COMO MIEMBRO DE LA IGLESIA?


La misión esencial del profesor de religión es atender a una visión integral de la persona y que sea un amigo educador que ve lo que le pase a un alumno y le ayuda es todo lo que él pueda. Es por ello que cualquier miembro de la Iglesia tiene el deber de ser santo, “sed santos como vuestro Padre celestial es santo” nos dice el Señor a cada uno en sentido imperativo, y hacer apostolado, acercar almas a Dios. Nadie está exento de estas dos cosas. Pienso que eso es en lo que se ha de centrar cualquier miembro de la Iglesia, y por tanto, un profesor también. En este caso tendrá que hacer bien su trabajo como docente, procurando transmitir con su ejemplo de vida y con sus conocimientos adquiridos el estilo de vida religioso que los alumnos verán reflejados en él. Tendrá que hacer antes que enseñar. Nadie da lo que no tiene. Ha de ser coherente con lo que transmite, por tanto, tendrá que vivir una serie de virtudes humanas y sobrenaturales como pueden ser la generosidad, la paciencia, la laboriosidad, la alegría, la humildad, la piedad, la caridad, la fe, etc. Al mismo tiempo, si el profesor hace bien estas cosas, los alumnos verán en él un ejemplo a seguir, verán el estilo de vida de amistad con Dios como algo atractivo, que ellos también pueden vivir, sin hacer cosas raras. El profesor de ERE ha de ser un apoyo de fe para los alumnos. Por eso vemos importante que quien se plantee dar clases de religión vea si tiene vocación para esto, no es algo simplemente profesional. Tiene que transmitir lo que él vive, más que unos conocimientos teóricos. Por eso la Iglesia cuida mucho que los profesores de ERE sean personas de criterio, practicantes, en definitiva, personas que amen a su madre la Iglesia.

PROCESO PARA ASUMIR E INTERIORIZAR UN VALOR

El proceso para asumir e interiorizar un valor es sensiblemente distinto  del que se sigue en otros aprendizajes. Es un proceso lento y complejo. Por eso es importante realizar esta tarea desde los primeros años gradualmente.

Los entendidos apuntan estos pasos en la asunción de un valor:

La recepción

Despertar la sensibilidad hacia el valor y ayudar para que se vaya despertando también el interés.// La respuesta«: Descubierto el valor como tal, se desea y se busca. // Valoración:
Reconocido el valor como importante, se decide incorporarlo a la propia vida.// Organización:
Teniendo presente la nueva incorporación, se reorganiza la propia vida.// Caracterización:
Se da cuando la persona acomoda sus actitudes y comportamientos a los principios del valor incorporado. Se define la persona y se caracteriza por una conducta.// La asunción de un valor es plena cuando se hace norma de actuación que se comprende y acepta razonablemente, cuando se convierte en conducta constante y mantenida que llega a caracterizar a la persona.

Evaluación


Es importante resaltar que le evaluación de la educación en valores ha de dar importancia a la autoevaluación y a la observación de los educadores para ver si van recorriendo los pasos progresivos en la adquisición de un valor y si los comportamientos que se van asumiendo reflejan la adquisición de los rasgos de los valores que se trabajan.

Un valor ha sido asumido cuando la conducta en que se manifiesta presenta estos rasgos: El comportamiento se ha elegido libremente. // La elección se ha hecho entre varias alternativas posibles.// La persona aprecia la elección y disfruta con la conducta según el  valor.// Manifiesta abiertamente su aprecio por el valor escogido y vive de acuerdo con él.// Actúa en coherencia y mantiene una conducta constante en la línea  del valor.//


HABLA DE LA CATEGORÍA “ENCUENTRO” COMO SUPERACIÓN DE LA VISIÓN CONCEPTUALISTA Y DOCTRINAL DE LA REVELACIÓN


El encuentro sólo es posible cuando se da una correspondencia entre la revelación personal de un sujeto y la aceptación confiada del otro, creándose un espacio donde el amor y la entrega mutua hacen crecer la libertad y el compromiso responsable.  La teología fundamental considera como una de sus tareas primordiales el análisis de la apertura y de la capacidad del ser humano para escuchar la palabra que Dios le dirige en la historia y al mismo tiempo, le ayuda a superar los límites y dificultades que le impiden el encuentro con el misterio trascendente, que se ha revelado definitivamente en Jesús de Nazaret, el Señor. Por eso la categoría encuentro es reconocida como decisiva para la teología, por ser una dimensión esencial de la revelación cristiana, presente en la entraña misma del pensamiento bíblico. La categoría encuentro estuvo ausente del horizonte teológico hasta que fue resucitada por las corrientes personalistas después de la Primera Guerra Mundial: el encuentro sólo es posible cuando se da una correspondencia entre la revelación personal de un sujeto y la aceptación confiada del otro, creándose un espacio donde el amor y la entrega mutua hacen crecer la libertad y el compromiso responsable. El Vaticano II supone una superación de la visión conceptualista y doctrinal de la Revelación. En el ámbito español hay que destacar a Olegario González de Cardenal que concibe la cristología desde la realidad del encuentro del hombre con Dios en Cristo. La revelación cristiana no consiste primariamente en la comunicación de un saber, sino en la autocomunicación de Dios mismo como misterio incondicionado. Es el amor lo que motiva la revelación de Dios y, al mismo tiempo, representa su contenido decisivo. Y es que Dios, en su absoluta libertad, acepta las condiciones en las que sólo resulta posible el encuentro con el hombre: en la historia y por la palabra. Su comunicación libre y amorosa y la entrega confiada del ser humano son los dos aspectos de una realidad, el encuentro, en el que la palabra, como elemento esencial del diálogo, posibilita la apertura, el reconocimiento, la comunión, desentrañando e interpretando el sentido profundo de los acontecimientos. Pero el encuentro personal con la revelación cristiana tiene lugar en una comunidad creyente, que mantiene la fidelidad a la Palabra de Dios, que resuena en su seno a través del tiempo. Esta comunidad eclesial, es la mediación histórica del encuentro con Dios y el ámbito humano donde se concreta la responsabilidad de la fe al servicio de todos los hombres.

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