Belleza, Sublime y Siniestro: Exploración Filosófica de la Estética


El Giro Subjetivista en la Estética Empirista

Antes de abordar otras cuestiones, aclararemos que el Empirismo es una corriente filosófica que defiende que el conocimiento y la verdad proceden fundamentalmente de la experiencia sensible, no únicamente de la razón. Dentro de los empiristas, podemos destacar las ideas sobre la belleza de David Hume y Adam Smith.

David Hume completa el giro subjetivista que se había iniciado en el Barroco; él defiende que la belleza no es una cualidad intrínseca del objeto, sino que reside únicamente en la mente de quien lo contempla. Para Hume, es bello aquello que nos produce placer y, en este sentido, lo bello puede ser considerado útil.

Por su parte, Adam Smith explica que es la costumbre, la norma social, la que aprueba y otorga categoría a lo bello. Lo bello será aquello que comúnmente sea aceptado como placentero, útil y conveniente. La belleza se entiende así como un concepto social, propio de cada comunidad, que depende de las modas y puede cambiar con el tiempo. Finalmente, Smith añade que solo algunos individuos excepcionales (los «hombres de gusto») pueden influir y cambiar los gustos artísticos y estéticos predominantes. Pese a todo ello, Smith no es un relativista radical, ya que afirma que existe una cierta disposición natural hacia la belleza en todo ser humano.

El Concepto de lo Sublime

Lo Sublime según Longino

Longino fue uno de los primeros autores en analizar en profundidad el concepto de lo sublime. Para él, lo sublime será, por lo general, todo aquello que alcanza la perfección y excelencia en cualquier género; lo elevado. Afirma que lo sublime es «el eco de un alma grande», refiriéndose a que el ser humano, con su pensamiento, es capaz de sobrepasar los límites del universo. Nuestra alma está preparada para eso, para amar lo divino, lo que es más grande que nosotros mismos. La imaginación sobrepasa las delimitaciones espacio-temporales porque el mundo sensible a veces resulta demasiado pequeño para el espíritu humano. Longino distingue lo bello de lo sublime: la belleza se relaciona con la armonía y la proporción, mientras que lo sublime satisface la sed de infinitud del alma.

Lo Sublime Bíblico

El concepto de lo sublime bíblico está relacionado con la teología cristiana. Se refiere a una deidad que causa un sentimiento complejo, compuesto por una mezcla de amor y reverencia hacia lo sagrado, pero que, a la vez, infunde temor y sobrecogimiento. Por lo tanto, la estética asociada a esta concepción de la divinidad es sublime: una forma de grandeza acompañada de un terrible temor provocado por una divinidad poderosa, oscura y profunda.

Lo Sublime Matemático (Kant)

Según Immanuel Kant, lo sublime matemático se refiere a aquello que es absolutamente grande, en comparación con lo cual todo lo demás parece pequeño. Su mera concepción en nuestra mente atestigua la presencia de una facultad del ánimo (la Razón) que excede toda medida de los sentidos. Se trata de una magnitud tal que es imposible encontrar un ejemplo adecuado en la naturaleza, aunque sí podemos concebirla en el mundo de las ideas. Kant subraya que no debe llamarse sublime al objeto en sí, sino a la disposición del espíritu (*Gemüt*) que dicho objeto provoca en nosotros al intentar abarcarlo con la imaginación, experimentando el fracaso de esta y el despertar de la Razón.

Lo Sublime Dinámico (Kant)

Lo sublime dinámico, también según Kant, se relaciona con la naturaleza percibida como una potencia que, aunque temible, no tiene dominio sobre nosotros como seres morales y racionales. Es el sentimiento cautivador que experimentamos al observar las fuerzas portentosas y terribles de la naturaleza (como un huracán, un volcán en erupción, una tormenta en el mar), siempre y cuando nos encontremos en un lugar seguro. Cuanto más temible sea su apariencia desde nuestra posición de seguridad, más atractiva y sublime resulta la contemplación, pues revela nuestra superioridad moral sobre la mera fuerza física de la naturaleza.

Lo Siniestro (Unheimlich) según Freud

Sigmund Freud analiza el concepto de lo siniestro a partir del término alemán unheimlich, que se opone a heimlich. El término heimlich tiene una doble acepción: por un lado, significa lo familiar, lo íntimo, lo perteneciente al hogar, lo conocido y confortable; por otro lado, también puede significar lo oculto, lo secreto, lo escondido a miradas extrañas.

En contraposición, unheimlich (lo siniestro) es precisamente aquello que, debiendo permanecer oculto, secreto y familiar, se ha manifestado o ha devenido extraño y espantoso. Lo siniestro surge cuando algo familiar y conocido desde hace tiempo (heimlich en su primer sentido) adquiere un carácter oculto, misterioso y perturbador, produciendo angustia y desasosiego. Es el retorno de lo reprimido bajo una forma irreconocible y amenazante.

Freud menciona el trabajo previo de Jentsch, quien relacionaba lo siniestro principalmente con la incertidumbre intelectual ante lo insólito o desacostumbrado (por ejemplo, dudar si algo está vivo o es un autómata). Freud busca ir más allá, explicando cómo y bajo qué condiciones psicológicas lo familiar (heimlich) puede tornarse siniestro (unheimlich).

Motivos de lo Siniestro

Freud aporta varios ejemplos y motivos recurrentes de lo siniestro:

  • La incertidumbre intelectual: La duda sobre si un ser aparentemente animado está realmente vivo o si un objeto inanimado posee algún tipo de animación (ejemplos: figuras de cera, muñecas muy realistas, autómatas).
  • Complejos infantiles reprimidos: La reactivación de angustias infantiles superadas, como el complejo de castración. Freud analiza extensamente el cuento «El hombre de la arena» de E.T.A. Hoffmann, donde el miedo a perder los ojos se vincula a la angustia de castración.
  • El doble (Doppelgänger): La aparición de un doble o la sensación de una división del yo.
  • La repetición involuntaria: La recurrencia no deseada de lo mismo (números, situaciones, nombres, eventos) que puede evocar una sensación de fatalidad, desamparo o de estar atrapado en un ciclo ominoso.
  • La omnipotencia de los pensamientos: La sensación de que los deseos, miedos o pensamientos secretos tienen el poder de materializarse en la realidad (ej. el ‘mal de ojo’, supersticiones, maldiciones que parecen cumplirse), lo cual remite a fases primitivas del desarrollo psíquico o a concepciones animistas del universo.
  • El retorno de los muertos: Apariciones, fantasmas, espíritus.

El Doble (Doppelgänger)

El doble (Doppelgänger) es una fuente particularmente intensa de lo siniestro, representando una división, alteración o proyección del yo. Freud, citando estudios de Otto Rank, señala que la figura del doble fue originalmente una «aseguración contra el aniquilamiento del yo», una forma de negar el poder de la muerte (como la idea del alma inmortal o las prácticas de momificación). Sin embargo, una vez superada esta etapa narcisista primitiva, el doble cambia de signo y se convierte en un «espantoso mensajero de la muerte» o un augurio de desgracia.

El doble también se relaciona con la instancia psíquica de la autocrítica y la conciencia moral (el superyó), que puede ‘observar’ y juzgar al yo desde fuera. Finalmente, el doble puede encarnar impulsos reprimidos, deseos censurados y todas las posibilidades vitales no realizadas que la fantasía se niega a abandonar, pero cuya aparición en la realidad resulta perturbadora y amenazante para la integridad del yo.

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