Construcción y Fundamentación de la Práctica Docente: Planificación, Diagnóstico y Evaluación


Planificación Docente: Pensar la Enseñanza con Intención

Planificar es pensar con intención lo que quiero lograr con los niños y cómo voy a acompañarlos en ese proceso. Es una forma de organizar la enseñanza, anticipar lo que puede pasar y tomar decisiones pedagógicas que tengan sentido. La enseñanza no sucede de manera espontánea, es una actividad **intencional** que necesita ser pensada y explicitada. Para mí, la planificación revitaliza la tarea docente y enriquece a las instituciones porque nos ayuda a ordenar y dar coherencia a lo que hacemos.

Destinatarios y Naturaleza de la Planificación

La planificación tiene como primer destinatario al docente, porque permite organizar los contenidos, definir propósitos y anticipar intervenciones. Pero también se comparte con la institución, con los pares, con los supervisores y con el grupo de niños. No es una tarea individual, sino una construcción compartida. En este sentido, el saber que enseño es un saber seleccionado y organizado a partir del saber académico, adaptado al alumno y a los objetivos curriculares. Esa transposición didáctica muestra que enseñar siempre implica transformar el conocimiento para hacerlo accesible.

La planificación no es neutral, porque refleja elecciones pedagógicas. Tampoco es estática, ya que se modifica según el contexto. No es un producto terminado, sino un proceso en construcción. Tiene que ser flexible, real, contextualizada, precisa, integral, abierta, coherente, significativa y comunicable. Es una trama que teje recorridos de enseñanza, pensada para ser modificada y adecuada a los diferentes contextos sociales y educativos.

Componentes Esenciales de una Planificación

Una buena planificación incluye varios componentes que se conectan entre sí:

  • El diagnóstico inicial del grupo, que puede hacerse con herramientas como el FODA, permite conocer fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas.
  • Se definen competencias, que son saberes, habilidades, actitudes y valores, organizados en dominios como pensamiento, comunicación, relación y acción.
  • Se establecen metas de aprendizaje y resultados con criterios de logro claros.
  • Se seleccionan contenidos: conceptuales, procedimentales y actitudinales.
  • Se diseñan situaciones de aprendizaje ricas y complejas, que permitan a los niños apropiarse de lo que se enseña desde su propia experiencia.
  • La evaluación está presente como proceso constante de observación y ajuste, incluyendo la diagnóstica, la de procesos individuales y grupales, la de resultados y la autoevaluación docente.
  • Además, se consideran recursos, espacios, tiempo pedagógico, atención a la diversidad, proyección en el hogar, imprevistos y alternativas.

Tipos de Planificación y Trabajo Colaborativo

Existen distintos tipos de planificación: actividades sueltas, unidades didácticas, secuencias didácticas, proyectos de aula y tópicos. Cada forma responde a un recorte y a un enfoque diferente, pero todas buscan dar coherencia al proceso de enseñanza.

En la formación docente, la planificación se trabaja en equipo, compartiendo propuestas entre duplas o grupos. Se revisan las planificaciones realizadas, se hacen sugerencias de mejora y se selecciona la más completa para entregar. Este proceso permite reflexionar sobre lo planificado, ajustarlo según el nivel y enriquecerlo con aportes del colectivo. También se vincula con la carpeta docente, donde se registran reflexiones, devoluciones y observaciones de las visitas a centros educativos. Planificar no es solo escribir una propuesta, sino pensarla, compartirla, ajustarla y defenderla como parte de una práctica profesional consciente y comprometida.

La Unidad Didáctica: Recorte Significativo

Las unidades didácticas organizan la enseñanza en torno a un recorte significativo de la realidad. No se trata de elegir un tema porque “toca”, sino de pensar qué sentido tiene para el grupo, qué vínculos pueden hacer con su entorno y qué preguntas pueden surgir. Una unidad didáctica incluye justificación, fundamentación teórica y didáctica, espacios y unidades curriculares, competencias, resultados de aprendizaje y criterios de logro, red de contenidos, contenidos, situaciones de aprendizaje, salidas didácticas, duración estimada, recursos, evaluación y bibliografía. La red de contenidos es un diagrama visual que muestra cómo se relacionan los distintos aspectos del recorte elegido, como la función social, las personas, los objetos, los espacios, los cambios en el tiempo y las normas.

Fundamentos Teóricos y Modelos Didácticos

La planificación se sostiene en fundamentos teóricos y modelos didácticos. El modelo normativo se centra en la enseñanza y en el docente. El modelo apropiativo se centra en el aprendizaje, el contexto y la experiencia del alumno. Autores como Pitluk, Harf y Gimeno Sacristán ayudan a entender que planificar es hacer visible lo que pensamos como docentes.

Integración de Metodologías Activas

También puede incluir metodologías activas que hacen que el aprendizaje sea más significativo y participativo, como el aprendizaje basado en proyectos, el estudio de casos, la indagación guiada, la gamificación, el aula invertida y el diseño en reversa. En educación inicial, se suman propuestas como escenarios lúdicos, minimundos, instalaciones y piezas sueltas, que ponen al niño en el centro y al espacio como un tercer educador.

Fundamentación: El Porqué de Nuestras Decisiones Pedagógicas

Cuando planificamos, no alcanza con decir qué vamos a hacer. También tenemos que explicar por qué lo hacemos, desde qué ideas, teorías y decisiones pedagógicas. La fundamentación le da sentido a la propuesta, muestra que está pensada y permite que otros comprendan nuestras elecciones. Es una forma de sostener lo que hacemos con seguridad y profundidad.

Fundamentación Teórica

La fundamentación teórica es el espacio donde explicamos el contenido que vamos a trabajar. No se trata solo de definirlo, sino de mostrar por qué es relevante, qué autores lo desarrollan y desde qué enfoque lo abordamos. Es una manera de anclar lo que enseñamos en marcos conceptuales sólidos. Por ejemplo, si trabajo el juego simbólico, puedo explicar cómo favorece el desarrollo cognitivo, emocional y social, y qué teorías lo respaldan. Esta parte responde a preguntas como: ¿qué es el contenido?, ¿por qué es importante enseñarlo?, ¿qué autores lo explican? y ¿qué enfoque lo respalda?

Fundamentación Didáctica

La fundamentación didáctica, en cambio, tiene que ver con el cómo enseñamos. Justifica las estrategias, los recursos, los tiempos y los agrupamientos que elegimos, en función del grupo y del contexto. No es algo técnico, sino pedagógico: cada decisión tiene que tener sentido y estar pensada para ese grupo específico. Por ejemplo, si elijo una actividad de juego libre con materiales reciclados, puedo explicar cómo esa propuesta favorece la autonomía, la creatividad y la expresión, y por qué es adecuada para ese momento del grupo. Esta parte responde a preguntas como: ¿por qué elegí esta estrategia?, ¿por qué uso estos recursos?, ¿cómo lo adapto al grupo? y ¿qué sentido tiene esta propuesta en este contexto?

Coherencia entre Teoría y Práctica

Ambas fundamentaciones se complementan. La teórica da el marco conceptual y la didáctica muestra cómo lo llevamos a la práctica. Primero se explica el contenido y su sentido, y después se muestra cómo se enseña y por qué se hace de esa manera. Una planificación coherente incluye las dos partes: la teórica, que da solidez conceptual, y la didáctica, que justifica las decisiones tomadas en la práctica. Juntas permiten construir una propuesta profunda, situada y pensada.

Un ejemplo claro es cuando planifico una actividad sobre el juego simbólico. En la fundamentación teórica explico qué es, por qué es importante en la primera infancia y qué autores lo desarrollan. En la fundamentación didáctica justifico por qué elegí una propuesta de juego libre con materiales nobles, cómo esa estrategia favorece la autonomía y la expresión, y cómo se adapta al grupo que tengo. De esta manera, la propuesta queda completa y coherente, con sentido pedagógico y respaldo conceptual.

Rol Docente: Acompañar, Cuidar y Construir Vínculos

Ser docente no es solo enseñar. Es estar presente, acompañar, cuidar, observar y escuchar. Es crear un ambiente donde los niños puedan aprender, jugar, expresarse y sentirse seguros. En educación inicial, el rol docente tiene una carga afectiva muy fuerte. No se trata únicamente de dar contenidos, sino de generar experiencias que tengan sentido para cada niño. El rol se construye en la práctica, en el vínculo con los niños, con las familias y con el equipo. No se define por un título, sino por cómo actuamos cada día. La identidad del maestro se forma junto a los otros, especialmente junto a los niños.

Características del Buen Docente

Un buen docente:

  • Planifica, observa, evalúa y adapta.
  • Escucha con atención, se comunica con claridad y respeta las diferencias.
  • Trabaja en equipo, se compromete con el grupo, con la institución y con la comunidad.
  • Se pregunta, se revisa y busca mejorar.

No se trata de saber todo, sino de saber acompañar. El docente no es el saber en sí mismo, sino quien lo media y lo acompaña. El educador también aprende de los niños, y aunque puede provocar cambios, no puede controlar lo que cada uno aprende. Todo esto muestra que el rol docente es flexible, abierto y sensible.

Competencias y Ética Profesional

Las competencias docentes son habilidades que se van desarrollando con el tiempo. No se tienen todas desde el principio, sino que se aprenden en la formación, en la práctica y en el intercambio con otros. Algunas competencias importantes son saber planificar, evaluar, adaptarse, comunicarse, escuchar y trabajar con otros. También son necesarias la reflexión, la investigación, la participación en proyectos, el cuidado, el respeto y el acompañamiento. Estas competencias se organizan en áreas como lo pedagógico, lo comunicativo, lo ético, lo institucional y lo reflexivo. Todas son necesarias para ejercer el rol con responsabilidad.

Ser docente implica tener una ética profesional. No se trata solo de cumplir con lo que se pide, sino de comprometerse con el aprendizaje de cada niño. El docente tiene que hacerse responsable del aprendizaje de todos y también del propio. El respeto y la escucha son claves. Escuchar sin imponer, escuchar a los niños, a las familias y a los colegas. Escuchar lo que pasa en el aula, lo que no se dice y lo que se siente.

Los Cuatro Acuerdos en la Práctica Docente

Los Cuatro Acuerdos ayudan a pensar el rol docente desde lo humano:

  1. Ser impecable con las palabras: significa cuidar lo que decimos, porque las palabras pueden ayudar o dañar.
  2. No tomarse nada personal: implica entender que lo que el otro dice o hace no siempre tiene que ver con nosotros.
  3. No hacer suposiciones: invita a preguntar, aclarar y no dar por hecho.
  4. Hacer siempre lo mejor posible: significa dar lo mejor de una misma, sin exigirse de más, pero con compromiso.

Estos acuerdos se pueden aplicar en el vínculo con los niños, con las familias y con el equipo, y ayudan a construir una práctica más consciente, respetuosa y amorosa.

El rol docente está en el centro del sistema educativo. Las competencias muestran cómo actuamos frente a los desafíos. La formación docente tiene que responder a las necesidades reales del sistema, y mejorarla impacta directamente en el aprendizaje de los niños. El docente tiene que conocer el sistema educativo, entender el sentido cultural de su trabajo, manejar recursos, participar en decisiones, cuidar a los alumnos y respetar la diversidad. Todo esto forma parte del rol y define nuestra identidad profesional.

Unidad Didáctica: Estructura y Contextualización

La unidad didáctica es una forma de organizar la planificación que permite trabajar un recorte significativo de la realidad desde distintas dimensiones. No es simplemente un conjunto de actividades, sino una propuesta con sentido, pensada para que los niños puedan explorar, preguntar, vincularse y aprender desde lo que conocen y lo que les interesa. Se elige un eje integrador que atraviesa toda la propuesta y que permite incluir contenidos de diferentes áreas, siempre en función del contexto, los intereses del grupo y los objetivos curriculares. Lo que caracteriza a la unidad didáctica es que tiene una duración delimitada, responde a preguntas clave como qué enseñar, cómo enseñar y cómo evaluar, y permite contextualizar el currículo. Es un entramado dinámico en el que todos los elementos se articulan para generar experiencias de aprendizaje profundas y coherentes.

Origen y Componentes

Lo que da origen a la unidad puede surgir de la observación del grupo, de una propuesta institucional, de un acuerdo social o familiar, de los intereses de los niños o de los lineamientos curriculares. Lo importante es que sea significativo, contextualizado y que permita mirar la realidad desde distintos ángulos. No se trata de trabajar un tema aislado, sino de pensar un recorte que tenga sentido para el grupo y que se pueda explorar desde lo natural, lo social, lo cultural y lo emocional.

La unidad didáctica incluye varios componentes que se conectan entre sí y que no se pueden pensar por separado:

  1. Justificación, que explica por qué se eligió ese recorte y puede estar integrada con la fundamentación teórica y didáctica.
  2. Espacios y unidades curriculares a trabajar.
  3. Competencias generales y específicas, resultados de aprendizaje y criterios de logro.
  4. Selección de contenidos: conceptuales (lo que se sabe), procedimentales (lo que se hace) y actitudinales (lo que se siente o se valora).
  5. Situaciones de aprendizaje: las experiencias concretas propuestas.
  6. Red de contenidos: diagrama visual de la conexión de aspectos del recorte.
  7. Recursos, duración estimada, salidas didácticas, forma de evaluar y bibliografía.

La Red de Contenidos

La red de contenidos es una herramienta que permite visualizar cómo se conectan los distintos elementos del recorte. Incluye la función social del tema elegido, las personas concretas que lo habitan o lo atraviesan, los seres vivos si son relevantes, los objetos naturales y sociales, los espacios y sectores, los cambios a través del tiempo, las normas y los sistemas de comunicación. Esta red no se arma al final, sino que guía toda la planificación y permite integrar contenidos de distintas áreas.

Secuencias, Evaluación y Fundamentación en la UD

Dentro de la unidad didáctica se pueden organizar secuencias didácticas, que son conjuntos de actividades pensadas para favorecer determinados aprendizajes. Las secuencias permiten ir complejizando los contenidos, volver sobre las actividades, dar coherencia y continuidad a la propuesta. También permiten considerar los distintos estilos de aprendizaje, estimular las inteligencias múltiples y entender el aprendizaje como un proceso social en construcción. No son una lista de actividades sueltas, sino una progresión pensada, que puede incluir reiteraciones, ajustes y momentos de evaluación.

La evaluación en la unidad didáctica no se deja para el final. Está presente desde el inicio, porque permite observar, ajustar y acompañar los procesos de aprendizaje. Se definen criterios de logro claros, que pueden organizarse en rúbricas, y se observan tanto los resultados como los procesos. Se evalúa la enseñanza, las estrategias, los recursos, el tiempo y las decisiones pedagógicas. La evaluación es una herramienta para mejorar, no solo para medir.

La unidad didáctica debe incluir una fundamentación teórica y didáctica. La teórica explica el contenido desde marcos conceptuales y enfoques, y la didáctica justifica las estrategias, los recursos y las decisiones tomadas en función del grupo. Ambas se complementan y dialogan entre sí. La fundamentación también puede incluir observaciones del grupo, diagnósticos previos y referencias a documentos curriculares como el Marco Curricular Nacional, los Programas EBI o el Diseño Curricular Básico.

Adaptación y Marco Normativo

Una unidad didáctica no se copia ni se aplica igual en todos los grupos. Se adapta a las características, intereses y necesidades de los niños. Se tiene en cuenta el momento del año, el nivel de autonomía, la sensibilidad del grupo, sus formas de vincularse y de expresarse. Se pueden incluir propuestas de juego libre, actividades en mesa, experiencias sensoriales, expresión corporal, arte, música, literatura y todo lo que permita que los niños se apropien del contenido desde su experiencia. También se considera la diversidad, la inclusión, el ritmo de cada niño y se promueve la autonomía progresiva. Es importante que los niños se sientan seguros, que puedan pedir ayuda y que tengan confianza para expresarse.

La unidad didáctica se apoya en documentos oficiales que orientan la práctica, como el Marco Curricular Nacional, los Programas EBI, el Diseño Curricular Básico para 0 a 36 meses, el PEC, el PCC, el PA, los perfiles de egreso, el Proyecto Educativo de Centro, el Proyecto Curricular de Centro y las planificaciones áulicas. Estos documentos definen competencias, contenidos, resultados de aprendizaje y criterios de logro, y permiten que la propuesta esté alineada con el sistema educativo.

Diagnóstico: Punto de Partida Fundamentado

El diagnóstico es una herramienta fundamental para el trabajo docente. No es un trámite ni un documento aislado, sino el punto de partida que permite conocer al grupo, comprender su realidad y tomar decisiones pedagógicas fundamentadas. Es un proceso sistemático, temporal y contextualizado que se construye desde la observación, el análisis y la reflexión. No se trata solo de describir lo que hay, sino de pensar qué hacer con eso, cómo intervenir y cómo acompañar.

Propósitos del Diagnóstico

El diagnóstico permite:

  • Conocer cómo llegan los niños, qué saben, qué necesitan y qué los motiva.
  • Identificar fortalezas y debilidades del grupo, prever dificultades y anticipar decisiones.
  • Adecuar la planificación, elegir contenidos, estrategias y recursos.
  • Sistematizar información relevante para orientar el trabajo docente.
  • Conocer el contexto institucional, las familias y el entorno, para pensar propuestas que tengan sentido en esa realidad.

No se realiza una sola vez: el primero se hace al comienzo del año, pero se revisa y se actualiza según lo que va pasando. Es flexible, concreto, contextualizado y siempre al servicio de la práctica.

Dimensiones del Diagnóstico

El diagnóstico se organiza en tres grandes dimensiones:

  1. Dimensión pedagógica: contempla aprendizajes, intereses, estilos, saberes previos, vínculos entre pares, autonomía, expresión, juego y participación.
  2. Dimensión organizativo-administrativa: incluye horarios, recursos disponibles, estructura del centro, espacios, servicios y equipo docente.
  3. Dimensión socio-comunitaria: considera la realidad del barrio, la historia del centro, la situación de las familias y los vínculos con la comunidad.

Proceso y Herramientas

Para hacerlo, primero se revisa el proyecto institucional y los documentos del centro. Luego se eligen técnicas para recabar información, como observaciones, entrevistas, encuestas, actividades grupales e individuales, memoria didáctica y perfiles de egreso. Se aplica con apertura y objetividad, y después se analiza la información: se clasifica, se interpreta y se organiza. Finalmente se redacta un informe separado por dimensiones, que no solo describe, sino que propone estrategias de mejora y orienta la planificación. El diagnóstico no se archiva, se usa, se revisa y se transforma.

Entre sus características, debe partir de la realidad vivida el año anterior, ser cualitativo y cuantitativo, abarcar todas las áreas, estar secuenciado, ser similar al del resto del equipo para extraer generalidades y utilizarse durante todo el año. No debe ser impuesto ni sentido como una obligación, sino como una herramienta profesional, crítica y reflexiva.

Existen diferentes herramientas para realizarlo. Una de las más utilizadas es el análisis FODA, que permite identificar fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas del grupo, la institución y el contexto. A partir de ese análisis se elabora un plan de acción, seleccionando competencias a desarrollar, contenidos concretos y estrategias para los niños y las familias. También se pueden usar listas de cotejo, registros anecdóticos, matrices de observación, rúbricas y cualquier instrumento que permita mirar con profundidad y sensibilidad.

Vínculo con la Planificación y la Evaluación

El diagnóstico se vincula directamente con la planificación, porque es su base. No se puede planificar sin conocer al grupo. Cada decisión que tomamos como docentes —qué enseñar, cómo, con qué recursos y en qué momento— tiene que estar sostenida por lo que sabemos del grupo. El diagnóstico permite que la planificación sea real, situada, coherente y significativa. También se relaciona con la evaluación, porque ayuda a establecer criterios de logro, observar procesos, ajustar propuestas y acompañar trayectorias. Y se vincula con el rol docente, porque nos posiciona como profesionales que piensan, analizan y deciden con responsabilidad.

Metodologías Activas: El Niño Protagonista del Aprender Haciendo

Las metodologías activas son enfoques pedagógicos que ponen al niño en el centro del proceso de aprendizaje. No se trata de que el docente transmita contenidos y el niño los reciba, sino de que el niño aprenda haciendo, explorando, creando, resolviendo y preguntando. Estas metodologías reconocen que el aprendizaje es un proceso social, emocional, corporal y cognitivo, y que se construye desde la experiencia. En el marco competencial actual se prioriza el “aprender haciendo”, el trabajo práctico como principio organizador de la experiencia de aula. Esto implica que el niño no solo adquiere conocimientos, sino que desarrolla habilidades, actitudes y valores en contextos reales y significativos.

Formas de Aplicación

Existen diferentes formas de aplicar metodologías activas. Entre las más trabajadas se encuentran:

  • Aprendizaje basado en proyectos: donde el grupo investiga y resuelve en torno a una pregunta o desafío real.
  • Estudio de casos: analiza situaciones concretas para comprenderlas y tomar decisiones.
  • Indagación guiada: parte de preguntas y acompaña el proceso de búsqueda.
  • Gamificación: incorpora elementos del juego para motivar y estructurar el aprendizaje.
  • Aula invertida: el niño explora contenidos antes de la clase y en el aula se profundiza desde la práctica.

También se incluyen propuestas como escenarios lúdicos, minimundos, instalaciones, piezas sueltas y territorios de aprendizaje, que combinan juego, arte, exploración y autonomía. Todas estas metodologías comparten una misma lógica: el niño es protagonista, el docente acompaña, el espacio se transforma en un tercer educador y el contenido se vive desde la acción.

Transformación del Rol Docente

El rol del docente en estas metodologías cambia. Deja de ser el único portador del saber y se convierte en guía, mediador, observador y provocador de preguntas. Planifica con intención, prepara el ambiente, ofrece materiales, observa lo que sucede y lo retoma en la planificación. No impone, no dirige el juego, no corrige desde la norma, sino que acompaña desde la escucha y la sensibilidad. También tiene que conocer los intereses del grupo, saber qué juegos conocen, qué materiales los convocan y estar dispuesto a ajustar sus propuestas según lo que emerge. La flexibilidad es clave. El docente no solo enseña, sino que aprende del grupo, de lo que sucede y de lo que se transforma.

Espacio y Materiales

El espacio y los materiales tienen un papel central. El espacio se concibe como un tercer educador. No es solo un lugar físico, sino un ambiente que invita, provoca, contiene y comunica. Debe estar planificado, ordenado, estéticamente cuidado, con materiales accesibles y variados. La estética no es decorativa, es pedagógica: lo bello motiva, sostiene la atención e invita al juego. Los materiales pueden ser estructurados o desestructurados, naturales o reciclados, grandes o pequeños. Lo importante es que estén al alcance, que tengan sentido, que permitan múltiples combinaciones y que respeten la escala del cuerpo del niño. En propuestas como las piezas sueltas o los minimundos, los materiales no tienen un uso único, sino que se resignifican según la imaginación del niño.

Desarrollo de Competencias y Evaluación

Con estas metodologías se desarrollan competencias como el pensamiento creativo, el pensamiento crítico, la comunicación, la colaboración, la autonomía y la metacognición. También se potencia la motricidad fina, el sentido estético, la imaginación, la expresión emocional y el vínculo con el entorno y con los otros. El aprendizaje no se limita a contenidos académicos. Se aprende a convivir, a decidir, a equivocarse, a resolver, a crear y a compartir. Se aprende desde el cuerpo, desde la emoción y desde el vínculo. Eso es lo que hace que el aprendizaje sea profundo, duradero y significativo.

La evaluación en metodologías activas no se centra en el resultado, sino en el proceso. Se observa, se registra, se escucha y se conversa. Se puede usar registro escrito, fotográfico, devoluciones orales, autoevaluaciones y rúbricas. Lo importante es que la evaluación acompañe, no que castigue. Que permita comprender lo que pasó, lo que se aprendió y lo que se puede mejorar. También se puede usar el portfolio como herramienta de evaluación formativa, donde el niño y el docente recopilan evidencias, reflexionan sobre ellas y proyectan nuevas acciones.

Estas metodologías sostienen una concepción de infancia como etapa potente, creativa, capaz y sensible. El niño no es un receptor pasivo, sino un sujeto activo que construye saberes desde su experiencia. Se reconoce su derecho al juego, a la exploración, a la expresión y a la participación. Jugar no es un descanso del aprendizaje, sino un aprendizaje interminable, encantador, profundo, atractivo y práctico. Es la puerta al corazón del niño y resume el espíritu de las metodologías activas: aprender jugando, aprender sintiendo, aprender creando.

Portfolio Docente: Visibilizando el Recorrido Formativo

El portfolio digital docente es una herramienta que permite recopilar, organizar y reflexionar sobre el recorrido formativo. No es solo una carpeta con evidencias, sino una construcción personal que muestra cómo se desarrollan las competencias docentes a lo largo del tiempo. Es una forma de hacer visible el proceso de aprendizaje, de mostrar logros, habilidades y decisiones pedagógicas, y de sostenerlas con argumentos. Sirve para reestructurar conocimientos, evidenciar el nivel de profundidad alcanzado, realizar una evaluación formativa y facilitar el análisis conjunto. También permite reconstruir aprendizajes, reflexionar sobre la práctica y proyectar la identidad profesional. En ese sentido, el portfolio no es solo un producto final, sino un proceso que acompaña la formación.

Dimensiones y Estética Profesional

A diferencia de una planificación o de una evaluación puntual, el portfolio integra múltiples dimensiones: lo que se hace, lo que se piensa, lo que se siente y lo que se proyecta. Incluye evidencias concretas como fotos, textos, planificaciones y actividades, pero también reflexiones, autoevaluaciones y decisiones. Es una herramienta narrativa, visual y argumentativa, que permite mostrar el recorrido desde una mirada personal y profesional. Además, tiene una dimensión estética y comunicacional. El diseño, los colores, la tipografía y la plataforma elegida comunican quién soy como futura docente. No se trata de usar una estética infantil por estar en educación inicial, sino de construir una imagen profesional coherente con mi estilo y mi propósito.

Etapas de Creación

El proceso de creación del portfolio tiene varias etapas:

  1. Definir el contexto: para quién está dirigido, qué función cumple y qué quiero mostrar.
  2. Recopilar materiales relevantes, seleccionar las evidencias más significativas y reflexionar sobre ellas. No se trata de mostrar todo lo que hice, sino de elegir lo que mejor representa mi proceso y explicarlo con claridad.
  3. Vincular las partes entre sí, proyectar la imagen digital y decidir cómo se va a publicar. Es importante cuidar la identidad de los niños, no exponer rostros ni datos personales.
  4. Incluir retroalimentación de compañeras, sugerencias recibidas y cambios realizados a partir de esas devoluciones.
Evidencias y Competencias

Las evidencias que se pueden incluir son variadas: planificaciones, actividades realizadas, fotos de materiales, fragmentos de observaciones, reflexiones escritas, devoluciones de docentes, citas que me inspiraron, recursos creados y productos customizados. Lo importante es que cada evidencia esté acompañada por una reflexión que explique por qué la elegí, qué representa, qué aprendí con ella y cómo se vincula con mi formación. También se pueden incluir momentos de autoevaluación, decisiones tomadas, ajustes realizados y proyecciones a futuro. El portfolio no es solo una mirada hacia atrás, sino también hacia adelante.

El portfolio permite evidenciar competencias cognitivas, metacognitivas, actitudinales y tecnológicas. Se vincula con la competencia en comunicación, pensamiento crítico, pensamiento creativo, metacognición, iniciativa y orientación a la acción. También se relaciona con la competencia intrapersonal, porque implica reconocer emociones, tomar decisiones, valorar el error como parte del aprendizaje y construir una identidad profesional. Además, se trabaja la competencia digital, porque se elige una plataforma, se diseña una estructura, se organiza la información y se comunica de forma clara y estética. Todo esto forma parte del perfil profesional que se está construyendo.

Conexión con la Práctica

El portfolio se vincula directamente con la evaluación y la planificación. Es una forma de evaluación formativa, porque permite observar el proceso y no solo el resultado. Se puede usar para autoevaluarse, recibir devoluciones, ajustar decisiones y mejorar la práctica. También se relaciona con la planificación, porque muchas de las evidencias que se incluyen son planificaciones realizadas, actividades pensadas, materiales diseñados y reflexiones sobre cómo se llevaron a cabo. En ese sentido, el portfolio es una herramienta integradora, que conecta teoría y práctica, pensamiento y acción, pasado y futuro. Es una forma de mostrar cómo se articula todo lo aprendido en la formación docente.

Al construir el portfolio se toman decisiones sobre qué mostrar, cómo mostrarlo, para quién, con qué estilo, en qué plataforma y con qué nivel de profundidad. Estas decisiones no son técnicas, son pedagógicas. Hablan de cómo entiendo mi rol docente, qué valores sostengo, qué estilo tengo y qué quiero comunicar. Por eso, el portfolio no es solo una herramienta, es una expresión de identidad.

Evaluación: Proceso Intencional y Formativo

Evaluar no es simplemente poner una nota. Es un proceso complejo que atraviesa toda la enseñanza y que muestra cómo entendemos el aprendizaje, el rol docente y la educación. La evaluación permite observar, interpretar y tomar decisiones sobre lo que sucede en el aula, y también sobre cómo enseñamos, qué priorizamos y qué valores sostenemos. No es neutra ni técnica: tiene sentido, intención y efectos concretos en las personas y en los vínculos.

Momentos de la Evaluación

La evaluación incluye tres momentos que se retroalimentan:

  1. Evaluación diagnóstica: se realiza al inicio para conocer el punto de partida del grupo.
  2. Evaluación procesual o formativa: acompaña el desarrollo, ajusta lo que hacemos y orienta decisiones.
  3. Evaluación de término o sumativa: valora los logros alcanzados al cierre.

Estos momentos no son lineales: se conectan y se revisan de forma dinámica, porque evaluar no es cerrar, es abrir posibilidades.

Alcance de la Evaluación

Evaluar no es mirar solo resultados ni solo al alumno. También implica atender procesos, estrategias, recursos, tiempos, contextos y efectos secundarios, incluso aquello que no se ve a simple vista. Importa saber si el niño aprendió, pero también cómo lo hizo, con qué medios, a qué ritmo, con qué emociones y qué sentido tuvo para él. Se evalúa la enseñanza, la planificación, el ambiente de aula y el propio rol docente.

La evaluación puede ser cuantitativa y cualitativa. La primera usa números y escalas, la segunda busca comprender e interpretar. El problema no es usar números, sino creer que alcanzan por sí solos. Instrumentos como rúbricas, observaciones, registros y devoluciones orales permiten mirar más allá de la nota. Es clave elegir herramientas adecuadas y respetuosas de la diversidad: no todos aprenden ni se expresan igual, y evaluar a todos con el mismo rasero es injusto.

Evaluar tiene sentido cuando está al servicio del aprendizaje, no del control. Evaluar es comprender, acompañar y abrir caminos. Cuando se reduce a una calificación, el valor de cambio reemplaza al valor de uso del conocimiento: los niños estudian para aprobar y no para aprender, y eso vacía de sentido la educación.

Evaluación Compartida y Contextualizada

No evalúa solo el docente. Se puede incluir la autoevaluación, la coevaluación entre pares y la evaluación institucional. Evaluar es una tarea compartida, reflexiva y situada. Además, no se puede evaluar sin contexto: hay que considerar medios, tiempos, condiciones, trayectorias y emociones. Evaluar sin contexto es medir sin comprender la realidad que se mide.

Reflexión sobre la Práctica

La manera en que evaluamos revela nuestras ideas sobre inteligencia, aprendizaje y enseñanza. Si creemos que la inteligencia es fija, tendemos a clasificar; si creemos que se construye, acompañamos procesos. Si pensamos la enseñanza como transmisión, miramos contenidos; si la pensamos como provocación, miramos procesos y sentidos. También revela nuestras actitudes: usar la evaluación como amenaza genera miedo; usarla como oportunidad genera confianza. Y expone nuestros principios éticos: evaluar para incluir exige sensibilidad; evaluar para seleccionar conduce a la rigidez.

Para mejorar la evaluación hay que revisarla de forma constante. No se trata de aplicar fórmulas, sino de preguntarnos qué hacemos, por qué, para quién y con qué efectos. La evaluación se investiga, se reflexiona y se transforma. Así se convierte en una herramienta viva que cuida el aprendizaje, dignifica la enseñanza y fortalece la práctica docente.

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