El Colapso Colonial de 1898: Causas, Desarrollo y el Impacto del Desastre en la España Finisecular


El Colapso Colonial de 1898: De la Paz de Zanjón a la Derrota Militar

El problema colonial no quedó bien resuelto con la Paz de Zanjón en 1878; por el contrario, los gobiernos de Madrid, ya liberales, no supieron canalizar las demandas de las colonias dentro de los márgenes del sistema. Ni la política de asimilación, que pretendía tratar a las colonias como si fuesen territorio metropolitano, ni la abolición de la esclavitud en 1886 fueron causas suficientes, porque la demanda de autonomía, desoída por la Metrópoli, resultó inviable en la década siguiente, como se demostró en 1897, dos años después de la sublevación nacionalista cubana.

La Guerra de Cuba y el Declive de la Posición Española

La guerra de Cuba, primero con los nacionalistas cubanos y, más tarde, con los EE. UU., abrió un foso considerable en la posición interior y exterior española que habría de solucionarse con una derrota militar y la pérdida de las colonias en el Pacífico y las Antillas, como verificó el Tratado de París de diciembre de 1898. «Todo se ha perdido, menos la Monarquía», dijo Montero Ríos —uno de los representantes españoles en el Tratado de París— a la vuelta de las negociaciones internacionales que verificaron la definitiva quiebra de los restos coloniales.

La consecuencia inmediata fue el relevo del partido en el poder, de tal modo que Sagasta fue sustituido por Cánovas en lo que resultaría el último periodo de gobierno del dirigente conservador. Cánovas envió a la isla al general Martínez Campos, esperando que pudiera repetir la pacificación de los años setenta, pero descubrió que no era posible. Martínez Campos llegó a recomendar el paso hacia una política de mayor dureza que él no se sentía capaz de llevar a cabo. Ya en el año 1896 fue sustituido por Weyler, mientras que el volumen de las tropas españolas superaba los 200.000 soldados.

La Estrategia de Aniquilación de Weyler

El propósito del general Weyler en territorio cubano fue desarrollar una guerra total, de aniquilación sin contemplaciones del adversario. Para cortar el apoyo rural a la guerrilla independentista, decretó la «reconcentración» de la población campesina en aldeas y ciudades vigiladas por guarniciones colonialistas, con el consiguiente abandono de los cultivos. Sin víveres ni medicinas, millares de ancianos, mujeres y niños fueron víctimas del hambre y la propagación de enfermedades.

La idea de Cánovas era, una vez conseguidos los primeros éxitos, tratar de introducir reformas autonómicas que permitieran estabilizar la situación política. Sin embargo, estas no satisfacían a los sectores asimilistas, representados en el seno del propio partido conservador por Romero Robledo, ni tampoco a los estadounidenses. Por ello, Estados Unidos reconoció la beligerancia cubana en mayo de 1897, de tal modo que, a partir de entonces, era lícito ayudar a los insurgentes.

Reformas Tardías y la Intervención de EE. UU.

Más tarde, los liberales decidieron cambiar el rumbo: Weyler fue sustituido por el general Blanco, quien recibió instrucciones de limitarse a combatir aquellas partidas que surgieran en las zonas controladas por el ejército español. El autor del proyecto fue Segismundo, quien estableció una absoluta igualdad entre los habitantes de la Península y los antillanos, instaurando el sufragio universal y redactando una especie de Constitución paralela para la isla en la que el gobernador general desempeñaría un papel semejante al del rey. Pero las reformas llegaron demasiado tarde y no hicieron otra cosa que incrementar la fuerza de los independentistas y las exigencias de los estadounidenses.

La voladura del barco estadounidense Maine aceleró el camino hacia la guerra de forma inevitable. La guerra comenzó a tener su desenlace no en Cuba, sino en Filipinas, donde la situación parecía resuelta a favor de los españoles. La intervención directa de la flota estadounidense tuvo como consecuencia el envío de una flota a las islas. En la batalla de Cavite, la flota española fue aplastada por la norteamericana. En cuanto a Cuba, las autoridades españolas decidieron enviar la flota del almirante Cervera.

El Desenlace Final y el Tratado de París (1898)

En efecto, la flota llegó a Cuba en el mes de mayo y muy pronto se vio bloqueada en la ciudad de Santiago. Poco después se produjo la rendición de Santiago y se firmó el protocolo de Washington, equivalente a un armisticio, hasta la llegada de un acuerdo definitivo.

Por el Tratado de París, firmado en diciembre de 1898, España cedió Filipinas, Puerto Rico y Guam a Estados Unidos y concedió la independencia a Cuba. Lo que le sucedió a España era que, a estas alturas, carecía de capacidad para ejercer como potencia imperial y, en consecuencia, debió someterse a las más fuertes que practicaron una especie de redistribución colonial. España, por tanto, quedó reducida a la condición de pequeña potencia europea cuyas posibilidades colonizadoras se limitaban a África.

Consecuencias del Desastre del 98: Crisis Moral y Regeneracionismo

Además de la pérdida de los últimos restos del imperio colonial, el llamado Desastre del 98 provocó una profunda crisis moral en la sociedad española. El patrioterismo que se había impulsado desde los gobiernos y medios de prensa dejó paso, tras la derrota, a la amarga constatación de que la guerra que habían mantenido los gobernantes era injusta, pues el sistema de redención de quintas permitía a quien abonase una cantidad de dinero —en torno a las dos mil pesetas, inalcanzable para la mayoría de la población— librarse de la guerra.

La crisis de conciencia colectiva subsiguiente, la emergencia del regeneracionismo y la aparición de nuevos protagonistas sociales habría de ser una de las consecuencias inmediatas de la España finisecular. El problema de España fue planteado como un problema de falta de cultura y de mejora de las condiciones de vida del campesinado.

El Impacto Político y el Auge del Regionalismo

El fin del imperio colonial lleva a muchos intelectuales a preguntarse por la esencia misma de la existencia de España, y lleva a que en las comunidades con una fuerte personalidad histórica y cultural sean cada vez más fuertes las voces que, ante la incapacidad de los políticos españoles para atender las demandas autonomistas cubanas a tiempo, duden de que la propia existencia de España tenga sentido.

Tendría incluso consecuencias inmediatas sobre la propia política del turnismo, ya que la burguesía catalana alentó de un modo definitivo su separación de la política de turnos, impulsando la formación de la Lliga Regionalista en 1901.

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