España y América en el Siglo XIX: Liberalismo, Independencia y Transformaciones Sociales


El Trienio Liberal (1820-1823)

El 1 de enero de 1820, el comandante Rafael del Riego se pronunciaba en la localidad sevillana de Cabezas de San Juan a favor de la Constitución de 1812. La sublevación se extendió y Fernando VII tuvo que jurar la Constitución, comenzando así el Trienio Liberal. La inestabilidad política fue la característica más acusada, debido a:

  • División de los Liberales

    Los liberales se dividieron en moderados (defendían la introducción de las reformas con prudencia y la soberanía compartida entre las Cortes y el Rey, por lo que el rey compartiría con las Cortes el poder legislativo) y exaltados (luego conocidos como progresistas, querían acelerar las reformas y eran partidarios de la soberanía nacional, representada únicamente por las Cortes que aprobaban las leyes).

  • Actitud Reaccionaria del Rey

    Fernando VII actuaba contra el nuevo régimen liberal. Así, nombraba ministros absolutistas y utilizaba el derecho de veto para paralizar las leyes liberales. El rey terminó por conspirar contra las Cortes, solicitando la ayuda de la Santa Alianza para restablecer el absolutismo.

Durante el Trienio Liberal se suprimieron los privilegios, los señoríos y la Inquisición, se crearon tributos universales, se redactó un Código Penal y se restableció la Milicia Nacional. Sin embargo, la situación económica seguía siendo muy mala. El malestar campesino fue aprovechado por los absolutistas para animar a la revuelta, y fueron apareciendo partidas de guerrilleros reaccionarios en distintas zonas de la Península. Pero fueron los Cien Mil Hijos de San Luis (fuerza militar) enviados por la Santa Alianza quienes en abril de 1823 acabarían con el Trienio Liberal, restableciendo de nuevo el absolutismo.

La Década Ominosa (1823-1833)

El rey declaró nula la legislación del Trienio y desencadenó la persecución y represión de los liberales. Sin embargo, la vuelta al absolutismo no fue idéntica a la de 1814. Obligaron a Fernando VII a iniciar tímidas reformas. Así, mantuvo la abolición de la Inquisición, nombró a algunos ministros reformistas e intentó modernizar la Hacienda. La reacción a estas reformas fue la aparición de absolutistas radicales que comenzaron a apoyar al infante Don Carlos, hermano del rey.

A finales de 1829, Fernando VII contraía su cuarto matrimonio con su sobrina María Cristina, que pronto quedaba embarazada. Ante la previsión de que su hijo no fuese varón, Fernando VII promulgaba en 1830 la Pragmática Sanción, que anulaba la Ley Sálica que hacía imposible la sucesión femenina. Su hermano, el infante Don Carlos, no aceptaba la Pragmática. En octubre de 1830, nacía la infanta Isabel, quien no fue reconocida como futura reina por Don Carlos y sus seguidores. En 1833 fallecía el rey, dejando como regente a su viuda María Cristina, pues Isabel tenía 3 años. Don Carlos se proclamaba rey por su cuenta, comenzando la Primera Guerra Carlista en la que se enfrentaron isabelinos (absolutistas moderados y liberales) contra los carlistas (ultra-absolutistas).

La Independencia de la América Española

El descontento de los criollos americanos contra los gobiernos de España se debía a varias causas:

  • Altos impuestos.
  • La obligación de comerciar con España y no poder establecer sus propias relaciones comerciales.
  • Los altos cargos en la administración colonial eran reservados a peninsulares.
  • La influencia de las ideas ilustradas.
  • El ejemplo de la independencia de los Estados Unidos, que hacía posible creer en la victoria sobre la metrópolis.

El proceso de independencia se desarrolló en dos fases:

  1. Primera Fase (1808-1814)

    A partir de 1808, aprovechando la ocupación francesa de España, los criollos formaron Juntas revolucionarias en las principales ciudades coloniales. Estas Juntas no aceptaron la monarquía de José I, pero tampoco se sometieron a la Junta Suprema Central y, a partir de 1810, se declararon independientes de España.

    La restauración de Fernando VII, en 1814, permitió el envío de un ejército de 10.000 soldados que liquidó la rebelión criolla, con las únicas excepciones de la ciudad de Buenos Aires y el territorio de Paraguay, que se mantuvieron independientes.

  2. Segunda Fase (1816-1825)

    A partir de 1816, se reavivó el independentismo americano, ahora dirigido por dos generales criollos de prestigio: el argentino José de San Martín y el venezolano Simón Bolívar «El Libertador». En 1816, San Martín proclamaba la independencia de Argentina y, tras cruzar los Andes, proclamaba la independencia de Chile en 1818.

    Mientras tanto, Bolívar proclamaba la independencia de Venezuela y Colombia en 1819 y de Ecuador en 1822. Estos países formaron la efímera República Federal de la Gran Colombia, cuyo primer presidente fue Simón Bolívar.

    Desde el norte y desde el sur, ambos generales convergieron con sus ejércitos en el Perú y declararon la independencia de Perú en 1821. En 1825, tras la última gran batalla contra las tropas coloniales españolas (Batalla de Ayacucho), se creaba el país de Bolivia.

    Finalmente, México también se independizó en 1821 con el Plan de Iguala del general Iturbide. España había perdido todo el continente americano con excepción de Cuba y Puerto Rico, que permanecían bajo la soberanía española.

La pérdida de las colonias supuso para España la pérdida de su mercado y de su prestigio internacional. Para América supuso el nacimiento de 15 Repúblicas independientes, con predominio de la minoría criolla, el caudillismo y la influencia económica de Inglaterra y Estados Unidos.

Las Desamortizaciones

La política liberal de Isabel II trajo consigo la aprobación de un conjunto de leyes que transformaron el campo español. La ley más importante fue la desamortización o expropiación por parte del Estado y venta de tierras vinculadas a la Iglesia y a los concejos o ayuntamientos. Estas últimas fueron llamadas «de propios» o «comunales».

Las desamortizaciones fueron realizadas por los gobiernos progresistas del reinado de Isabel II. Fue la enorme deuda acumulada por el Estado y el objetivo de reducirla, vendiendo las propiedades desamortizadas, lo que hizo imprescindible el proceso desamortizador. También influyeron otros factores como el deseo de aumentar el número de propietarios y el derecho a la propiedad libre y circulante.

A partir de 1833, el estallido de la Primera Guerra Carlista hizo aumentar los gastos de Estado y la deuda alcanzó un nivel altísimo. Pero hubo que esperar al gobierno progresista de Mendizábal, durante la regencia de María Cristina, para preparar el primer decreto de desamortización, que comenzó a aplicarse a partir de 1836. La desamortización eclesiástica de Mendizábal afectó a las propiedades del clero regular (Órdenes Religiosas de monjes y frailes), se cerraron los monasterios y conventos que no tenían un número mínimo de residentes y se nacionalizaron sus propiedades. Estas se dividieron en lotes y se vendieron en subastas públicas, aceptándose el pago en metálico o con títulos de deuda pública. Mendizábal no solo quería amortizar la deuda y aumentar el ejército isabelino en 100.000 soldados para ganar la Guerra Carlista, sino que también buscaba la creación de una nueva clase de propietarios. Sin embargo, la especulación, la corrupción en las subastas y el gran tamaño de los lotes subastados solo beneficiaron a las clases dirigentes (aristocracia terrateniente y alta burguesía). Además, solo se amortizó una parte de la deuda del Estado.

Durante la regencia del general Espartero, se desamortizaron en 1841 las tierras del clero secular, en manos de los obispos. El gobierno moderado de Narváez detendría las ventas de los bienes eclesiásticos en 1845.

En 1855, durante el Bienio Progresista, se aprobó una nueva ley llamada desamortización de Madoz, ministro de Hacienda del gobierno progresista, que ponía en venta las propiedades que aún quedaban en poder de la Iglesia y todos los bienes de propios y comunales de los Ayuntamientos. En esta ocasión se logró amortizar mucha más deuda, pero de nuevo los beneficiados fueron la oligarquía agraria de antiguos terratenientes e inversores burgueses.

Consecuencias de las Desamortizaciones

  • Se logró disminuir la deuda del Estado.
  • La mayoría de las tierras pasaron a manos de una clase dirigente de aristócratas y ricos burgueses, consolidando y extendiendo el latifundismo.
  • El campesinado resultó muy perjudicado; no pudieron adquirir propiedades, y la desaparición de las tierras comunales los empobreció.
  • Las desamortizaciones extendieron la propiedad privada y hubo un leve crecimiento de la producción agraria, pero la agricultura no se modernizó. Los propietarios prefirieron mantener el tradicional sistema de cultivos en vez de invertir en innovaciones técnicas, por lo que el rendimiento de la tierra siguió siendo bajo y la mano de obra campesina muy alta, en el límite de la subsistencia y del hambre.

De Sociedad Estamental a Sociedad de Clases

La Revolución Liberal supuso también el desarrollo de la sociedad de clases, que sustituyó a la sociedad estamental del Antiguo Régimen. Los fundamentos de esta nueva sociedad eran la libertad individual y la igualdad ante la ley, y los elementos diferenciadores, el poder adquisitivo personal y la posesión de propiedades.

Clase Alta

  • La nobleza terrateniente, beneficiada por las desamortizaciones.
  • La alta burguesía de los negocios (banqueros, empresarios, grandes comerciantes). Muchos de estos burgueses invirtieron en la compra de tierras desamortizadas y se convirtieron en rentistas, imitando la vida de los aristócratas.
  • Altos funcionarios, generales y jerarquía eclesiástica. Estos últimos sufrieron grandes pérdidas económicas tras las desamortizaciones, pero mantuvieron su influencia social.

Clase Media

  • Mayoritariamente urbana y reducida, estaba compuesta por pequeños comerciantes, funcionarios y profesiones liberales (médicos, abogados). Fueron ideológicamente muy conservadores y firmes defensores del orden público y de la propiedad. Solo una minoría se distinguió por su actitud crítica y reivindicativa.

Clases Populares

  1. Campesinos

    Eran el grupo más numeroso (80%). No se beneficiaron de las desamortizaciones. Muchos emigraron y otros se convirtieron en jornaleros de los grandes propietarios, sobre todo en el centro y sur peninsular. Sus condiciones de vida fueron muy precarias debido a los bajos salarios, la escasa alimentación y el paro estacional. Acabaron rechazando el liberalismo y se radicalizaron políticamente (anarquistas). En contraposición, el predominio de los pequeños propietarios en el norte peninsular favoreció el desarrollo de una mentalidad conservadora, influenciada e impregnada por la Iglesia.

  2. Artesanos

    Durante el reinado de Isabel II seguían siendo un grupo numeroso en las ciudades. La supresión de los gremios deterioró rápidamente su situación, y lentamente se produjo su trasvase hacia la industria (obreros de las fábricas).

  3. Trabajadores del Sector Servicios

    Empleados públicos en los servicios urbanos (limpieza, alumbrado, transportes), oficinistas (los llamados trabajadores «de cuello blanco») y servicio doméstico.

La Clase Obrera o Proletariado

Era escasa y se concentraba en las zonas industriales de Cataluña y el País Vasco, y en la cuenca minera de Asturias. Vivían en condiciones infrahumanas, en barrios de chabolas, degradados e insalubres, con largas jornadas laborales y salarios ínfimos. Las enfermedades infecciosas (cólera) y las llamadas enfermedades sociales (alcoholismo) eran frecuentes dadas sus pésimas condiciones de vida.

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