La Literatura Española de Posguerra y Transición (1940-2000)
Nos encontramos ante un periodo marcado por los acontecimientos económicos, políticos y sociales derivados de la Guerra Civil Española, de la dictadura de Franco y del inicio del periodo democrático. Este contexto influyó profundamente en la producción literaria.
Poesía Española: Del «Año Cero» a la Diversificación (1940-2000)
En poesía, este periodo supone un «año cero» por la muerte, exilio y silencio de los poetas de la etapa anterior.
Década de los 40: Arraigo y Desarraigo
Se caracteriza principalmente por una negativa situación nacional de posguerra e internacional (II Guerra Mundial). En esta década de aislamiento exterior, se produce una división nacional que se traducirá a la cultura. Por un lado, tendremos la poesía arraigada de aquellos poetas afines al franquismo que evitan en sus poemas cualquier crítica (Leopoldo Panero y Luis Rosales). Por otro, una poesía desarraigada de aquellos que marcharon al exilio, claramente influida por el existencialismo filosófico, abogando por una poesía más directa, menos retórica y más comprometida con el ser humano.
Destacamos así a Miguel Hernández, con obras como El rayo que no cesa, Viento del pueblo (de estilo popular) y su libro póstumo Cancionero y romancero de ausencias (sobre la cárcel y la angustia por el destino de su familia). Otros autores de gran importancia que sobresalen por su ruptura temática y formal y una gran presencia del existencialismo son Vicente Aleixandre con Sombra del paraíso, en la que el autor manifiesta su dolor ante el alejamiento del humano de la naturaleza, y Dámaso Alonso con Hijos de la ira, donde el autor vuelca todo el dolor de aquella época.
Década de los 50: La Poesía Social
Con la apertura al exterior y el desarrollo económico, mejoraron las condiciones de vida, lo que se reflejó en la poesía social. Esta poesía pretenderá mostrar la verdadera realidad del ser humano y del país, denunciando las injusticias y usándola como un instrumento para transformar el mundo. Se pasa así del «yo» al «nosotros». Como tema principal destaca la preocupación por España y el recuerdo y la superación de la Guerra Civil, dirigiéndose así a la «inmensa mayoría» con un lenguaje directo y coloquial.
Destacamos a poetas como Blas de Otero, con Pido la paz y la palabra; José Hierro, que escribe Cuanto sé de mí; y Gabriel Celaya, con su obra Cantos íberos.
Década de los 60: Experiencia Personal y Renovación Estética
La más dura etapa de la posguerra consiguió trazar profundas amistades entre los considerados «los niños de la guerra», destacando entre ellos a Claudio Rodríguez, con Salmos al viento; Ángel González, con Poemas Póstumos; y Jaime Gil de Biedma, con Diecinueve figuras de mi historia civil. Los poetas sociales fueron una gran influencia para estos autores, y se comenzó a ver a Machado como un modelo político y estético.
Durante estos años, la poesía pretendió mostrar a la sociedad un punto de vista más personal para dar a conocer la realidad, inclinando los temas hacia la experiencia personal y los aspectos cotidianos del día a día. Al mismo tiempo, desaparece la exaltación del lenguaje, intentando sumir a los lectores en una versión de la poesía más íntima y acogedora. Vuelve a haber, sin embargo, una preocupación artística por el lenguaje poético.
Democracia (1970-2000): Los Novísimos y la Diversificación
Por último, la década de los 70 en España se vive desde la perspectiva del agotamiento de la dictadura y la preparación de la Transición (1975). El mayor aperturismo político y social permite una fuerte influencia de la literatura extranjera.
En el ámbito literario, destaca la generación de los Novísimos, cuyos poetas se conciben a sí mismos como aristócratas e intelectuales que se manifiestan por medio de la poesía, entendida como una exhibición cultural. Sus obras se recogen en antologías, influidas temáticamente por los medios de comunicación y la poesía extranjera, así como por los experimentos vanguardistas y por el Modernismo, en el que destaca el ritmo del lenguaje y el léxico culto. Sobresaldrían poetas como Pere Gimferrer, Leopoldo María Panero, Ana María Moix y José María Álvarez.
Se produce una gran diversificación de tendencias y corrientes:
- Culturista, con Antonio Colinas.
- Clasicista, destacando a Antonio Carvajal.
- Experimental, con Fernando Millán.
- Metapoética, con Guillermo Carnero.
- Intimista, con Álvaro Salvador.
- Épica, con Julio Llamazares.
La Novela Española: De la Posguerra a la Narratividad (1975-2000)
La muerte de Franco en 1975 es trascendental desde el punto de vista político, ya que supone el fin de la dictadura, el inicio de la Transición, el restablecimiento de las relaciones con nuestros vecinos de Europa y, en definitiva, la normalidad democrática. Sin embargo, desde el punto de vista de la narrativa, es más cuestionable que suponga un verdadero punto de inflexión. Desde luego, se escribe con más libertad, sin censura ni autocensura, pero las expectativas de una explosión de talento oculto tras la opresión franquista quedan frustradas. Un fenómeno importante son los innumerables premios literarios, que contribuyen a animar el panorama creativo.
Si se quieren buscar algunos rasgos comunes a la rica y heterogénea variedad de las novelas de esta época, hay que mencionar en primer lugar un progresivo abandono del furor experimental de los 70 y una recuperación de la narratividad, del gusto por los argumentos nítidos, los personajes coherentes, la anécdota y la obra bien construida. También se revaloriza la novela de género, con auténtico auge de la novela negra y la histórica. En todo caso, se mezclan con libertad todos los subgéneros: novela rosa, ciencia ficción, humor… sin perder de vista muchos de los hallazgos de la novela experimental anterior, con abundante uso de la introspección y el flujo de conciencia.
La Guerra Civil, la posguerra o el mundo rural siguen siendo temas frecuentados, pero la vida moderna, la ciudad o incluso la tecnología, la música rock o las drogas se incorporan con naturalidad a los argumentos.
Autores Consagrados y Nuevas Voces
Todavía en este periodo, la figura de los grandes novelistas surgidos en los años 40 sigue siendo hegemónica. Camilo José Cela escribe obras importantes como Mazurca para dos muertos. Gonzalo Torrente Ballester, autor prolífico y de éxito, con títulos como Filomeno, a mi pesar.
Por su lado, los autores de la generación del medio siglo (neorrealistas), que en los setenta siguieron la senda de la experimentación, siguen publicando con regularidad y, en algunos casos, novelas de altísima calidad. Así, por ejemplo, Jesús Fernández Santos (Extramuros), Juan Goytisolo (Paisaje después de la batalla) o Juan Marsé (El embrujo de Shanghái).
También los autores de la generación del 68, que nacieron en pleno auge experimental, van a decantarse por una narrativa más tradicional sin abandonar la autoexigencia, con novelas de mucha calidad. Es el caso de Manuel Vázquez Montalbán (Los mares del Sur).
Pero se puede hablar de un grupo nutrido de autores que empiezan a publicar sus primeros libros importantes tras la muerte del dictador y que están ahora en plena madurez literaria. Por importancia y por ser, según la crítica, responsable en cierta medida de esa vuelta a la narratividad, hay que citar en primer lugar a Eduardo Mendoza. En 1975 publica La verdad sobre el caso Savolta. Javier Marías adquirió un gran respeto para la crítica con obras como Mañana en la batalla piensa en mí, de prosa densa y parsimonia narrativa. También asiduo de la introspección y del monólogo interior, aunque con más tendencia a la intriga policiaca, es Antonio Muñoz Molina, autor de títulos como El invierno en Lisboa. Otro autor de prestigio por la originalidad de su mirada es Juan José Millás, con obras como La soledad era esto. Y son muchos los autores importantes que podemos mencionar, como Julio Llamazares, Rosa Regás, Luis Landero o Almudena Grandes, etc.
Para terminar, hay que hacer alusión a una generación de autores más jóvenes que cultivan en general una prosa ágil con mucho diálogo y un lenguaje desenfadado que pretende retratar a una generación para la que el rock, las drogas o el sexo están en el centro de sus preocupaciones. Hablamos de autores como José Ángel Mañas (Historias del Kronen) o Lucía Etxebarria (Beatriz y los cuerpos celestes).
El Teatro Español: De la Censura a la Renovación Escénica (1940-2000)
El impacto de la Guerra Civil sobre el teatro fue tremendo. Se produjo un aumento de las presiones comerciales y, sobre todo, ideológicas que explican la pobreza teatral desde finales de la guerra. En los años 50, se escribirá un teatro realista y comprometido, pero con mucha censura.
Teatro de los Años 40: Drama Burgués y Humor
El teatro de este periodo, formalmente anticuado, representa una realidad falsificada. Encontramos dos líneas de creación dramática:
- El drama burgués, continuación de la comedia benaventina, con Joaquín Calvo-Sotelo y Jacinto Benavente. Son obras de correcta construcción y elegantes diálogos.
- El teatro de humor: Enrique Jardiel Poncela con Eloísa está debajo de un almendro y Maribel y la extraña familia, trata de romper las formas tradicionales del humor; sin embargo, sus obras chocaron con una crítica y un público cerrados. Miguel Mihura con Tres sombreros de copa, se caracteriza por la utilización de un humor absurdo.
Teatro Realista de los Años 50: Existencialismo y Compromiso Social
Esta década comienza con dos importantes obras: Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo, y Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre. Este teatro existencialista acabará derivando en la preocupación social, tratando los problemas de los obreros y la gente humilde, mostrándonos pues las desigualdades sociales. Muchas obras no llegarán a los escenarios. Destacará el realismo, imitando en escena los espacios cotidianos con rasgos costumbristas.
Sobresale en este periodo Buero Vallejo, cuyas obras, ya sean de carácter existencial o realista, estarán marcadas por temas humanos, destacando El concierto de San Ovidio y Un soñador para un pueblo.
- Su género preferido será la tragedia, con la que pretenderá la catarsis del espectador, conmoviéndole y animándole a luchar por su destino.
- El diálogo se caracterizará por su densidad, hondura y precisión.
- El espacio será descrito con minuciosidad, pues los objetos, su disposición y el ambiente adquieren una significación concreta.
Teatro de los Años 60 hasta Fin de Siglo: Protesta, Denuncia y Vanguardia
En esta época, el teatro continuará con la línea de protesta y denuncia de la injusticia social, junto al descontento político de corte realista. José María Recuerda estrena Las salvajes en Puente San Gil, criticando el conservadurismo burgués de la época. Lauro Olmo obtendrá gran éxito con La Camisa, donde refleja los problemas de escasez vinculados al paro o la emigración. Francisco Nieva, con La carroza de plomo candente, se caracterizará por el empleo del simbolismo y los elementos oníricos. Fernando Arrabal, con El arquitecto y el emperador de Asiria, resultó creador del Teatro Pánico, recogiendo elementos del vanguardismo y del teatro absurdo.
Surgen los grupos de teatro independiente, cuya actividad se desarrolla al margen de los circuitos culturales establecidos, destacando: Els Joglars, Los Goliardos y Teatro Experimental Independiente. Entre las innovaciones escénicas destacarán:
- La aportación de ideas por parte de todo el grupo.
- El empleo de la improvisación, la expresión corporal, danza, música…
- El traslado del escenario al patio de butacas, buscando la participación del espectador.
Teatro desde 1975 hasta Fin de Siglo: Libertad y Desafíos del Público
Tras una etapa en la que, con la desaparición de la censura, se intenta llevar a escena todo aquello que había sido prohibido de décadas anteriores (Valle-Inclán, Lorca…), se asentará un teatro caracterizado principalmente por autores consagrados. Aun habiendo libertad, el público no asimilará los cambios, abandonando los teatros y rechazando los montajes vanguardistas.
Destacan autores como Antonio Gala, con Anillos para una dama. Sus protagonistas son mujeres y tratan temas como el amor, la soledad… José Luis Alonso de Santos, con La estanquera de Vallecas y Bajarse al moro, donde se aprecian aspectos de la sociedad actual. Fernando Fernán Gómez, con Las bicicletas son para el verano, también muy realista. Y José Luis Sanchis Sinisterra, con ¡Ay, Carmela!, en la que se reflexiona sobre aspectos del propio teatro.