Poesía de Posguerra: De la Década de los 40 a los 50
La poesía desarraigada de la década de los 40 derivará progresivamente en la llamada poesía social. Esta evolución se produce por el desplazamiento del enfoque individual al colectivo en cuanto a los interrogantes sobre el sentido de la existencia humana, así como por la incorporación a la obra de arte de la denuncia de la injusticia reinante en el país.
La Década de 1950: El Auge de la Poesía Social
Se desarrolla la poesía social o poesía comprometida (corriente poética dominante) entre 1950 y los primeros años de la década de los 60. Se trata de una literatura de realismo testimonial que continúa la línea rehumanizadora iniciada antes de la Guerra Civil. Influencias de Antonio Machado, Neruda, César Vallejo o Miguel Hernández. Suele considerarse la antología consultada de la poesía social publicada en 1952. Los poetas que aparecen en la antología sostienen concepciones poéticas similares. La poesía es una vía de comunicación que busca dirigirse a la masa y ser, al mismo tiempo, una herramienta de transformación social. Esta poesía trata de dar testimonio de los problemas de España y de contribuir a su solución, adoptando actitudes solidarias y de compromiso con los oprimidos y silenciados. Los poetas eligen temas como la situación de España, la injusticia social y el anhelo de libertad. Es frecuente hallar en ellos la esperanza abierta hacia un futuro mejor.
Poesía de la Década de los 60: Hacia un Compromiso Ético
El agotamiento de las fórmulas de la poesía social, su fracaso como medio de transformación y el anhelo de nuevas formas literariamente más ricas y cuidadas conducen a la aparición, en los años 60, de una línea poética en la que no desaparecen la solidaridad ni el compromiso social, pero se transforman en un compromiso ético con el ser humano. Se abordan temas que tienen que ver con todo lo que hace profundamente humano al hombre, como el paso del tiempo, la infancia, la amistad… lo que más tarde dará lugar a la poesía de la experiencia. En cuanto al estilo, se aprecia una mayor variedad que en la década anterior y un mayor rigor; una exploración en la que el poeta busca un lenguaje personal, si bien se vislumbra en todos ellos un tono cálido y cordial.
Dentro de la Generación del 50 se incluyen poetas como:
- Claudio Rodríguez
- Ángel González
- José Ángel Valente
- Jaime Gil de Biedma
- Goytisolo
- Carlos Barral
- José Manuel del Caballero
José Hierro
Nació y murió en Madrid (1922-2002). Fue autor reconocido por la crítica con premios como el Nacional de Literatura y de las Letras, el Premio Príncipe de Asturias o el Cervantes. No es fácilmente clasificable. Sus primeras obras son: Tierra sin nosotros y Alegría; en ellas aparecen la desolación y la búsqueda frustrada de la felicidad. Quinta del 42 y Cuánto sé de mí se acercan más a la poesía social, al abordar el sufrimiento colectivo y el existencialismo. Otras obras destacadas son: Libro de las alucinaciones, Agenda o Cuaderno de Nueva York.
Claudio Rodríguez
Nació en Zamora y murió en Madrid. Recibió el Premio Nacional de Poesía y el Príncipe de Asturias. Su precoz poética se inicia con Don de la ebriedad, libro integrado por un único poema dividido en partes y compuesto en íntima comunión con la naturaleza; aparece la poesía como don y como estado de fervor o éxtasis. Sus libros posteriores son: Conjuros, Alianza y condena y El vuelo de la celebración. Su último título fue Casi una leyenda.
Ángel González
Nació en Oviedo en 1925 y murió en Madrid en 2008. Recibió el Premio Príncipe de Asturias y el Premio Reina Sofía. Está considerado como el más social de los poetas del llamado Grupo Poético de los 50. El tiempo y las consecuencias de su paso son el hilo conductor de casi todos sus versos. Obras destacadas: Áspero mundo, Tratado de urbanismo, Sin esperanza y Deixis en fantasma.
Jaime Gil de Biedma
Nació y murió en Barcelona y es autor de una obra muy breve, reunida bajo el título Las personas del verbo. Los temas íntimos serán los dominantes en su obra posterior (el erotismo, el amor, la amistad, la infancia o el paso del tiempo), a veces enfocados con irónico y amargo distanciamiento.
José Ángel Valente
Nació en Ourense y murió en Ginebra. Recibió el Premio Príncipe de Asturias y el Premio Reina Sofía. Los tonos existenciales y sociales de sus primeros poemarios (A modo de esperanza, Poemas a Lázaro) se van tornando más densos y complejos en La memoria y los signos y El inocente, libros en los que la poesía se convierte en un modo de conocimiento y crítica. El hermetismo se hace aún mayor en obras como Mandarla o No amanece el cantor, en las que el lenguaje se convierte en experiencia de lo inefable.