El Siglo de Oro: Cénit Cultural de España
La cultura española alcanzó la cima de su esplendor en el Siglo de Oro, un periodo que vio nacer a artistas, pensadores, literatos y ensayistas de proyección universal. Este periodo estuvo estrechamente ligado a la defensa del catolicismo frente a los protestantes, lo que explica su profundo contenido religioso y teológico.
En literatura, el castellano se elevó a la categoría de lengua universal. Destacaron géneros y autores como:
- Poesía: Francisco de Quevedo, Luis de Góngora y Argote, Garcilaso de la Vega.
- Teatro: Lope de Vega, Pedro Calderón de la Barca.
- Novela: La picaresca (El Lazarillo de Tormes).
Miguel de Cervantes Saavedra sobresalió con su obra cumbre, Don Quijote de la Mancha. Los teólogos fueron figuras clave del pensamiento contrarreformista. También surgieron pensadores políticos, ensayistas sociales y los arbitristas, quienes proponían soluciones a los problemas del país. Algunos historiadores sugieren que el atraso posterior se debió, en parte, a la censura católica y al aislamiento exterior.
El Barroco, como expresión artística predominante, fue un arte profundamente religioso, al servicio del catolicismo, y obedecía a las exigencias de sus principales mecenas: la Iglesia, la Monarquía y la nobleza.
- En arquitectura, proliferaron tanto los edificios religiosos como los civiles (palacios).
- La escultura se caracterizó por el dramatismo y el realismo de sus figuras, con maestros como Gregorio Fernández y Juan Martínez Montañés, precursores de la escultura religiosa policromada.
- En pintura, sobresalieron Bartolomé Esteban Murillo, Francisco de Zurbarán y, especialmente, Diego Velázquez, autor de obras maestras como Las Meninas.
La Guerra de Sucesión Española y el Tratado de Utrecht
En 1700, Carlos II, el último monarca de la Casa de Austria en España, murió sin descendencia. Los principales candidatos al trono eran Felipe de Anjou (nieto de Luis XIV de Francia) y el archiduque Carlos de Habsburgo (hijo del emperador Leopoldo I).
El testamento designó al candidato Borbón, quien fue proclamado rey como Felipe V. Esta decisión rompió el equilibrio de poder en Europa, ya que Gran Bretaña, Holanda y Austria apoyaron al candidato austriaco, lo que desencadenó un conflicto internacional contra Francia y España.
Internamente, la Península Ibérica también se dividió. Castilla apoyó mayoritariamente a Felipe V, a excepción de parte de la alta nobleza, temerosa de perder sus privilegios. En la Corona de Aragón, el temor a perder sus fueros y autonomía ante las tendencias centralizadoras y uniformadoras borbónicas derivó en una Guerra Civil.
Un acontecimiento clave alteró el curso de la guerra: la muerte del emperador austriaco, lo que llevó al archiduque Carlos a ocupar el trono imperial. La posibilidad de que un Habsburgo uniera las coronas de Austria y España amenazaba el equilibrio de poder europeo. Ante esta nueva situación, Gran Bretaña y Holanda manifestaron su interés en finalizar la guerra y reconocer a Felipe V como monarca español.
La paz se selló con los Tratados de Utrecht y Rastadt (1713-1714). A cambio del reconocimiento de Felipe V como rey de España, se realizaron importantes concesiones territoriales: Austria recibió los Países Bajos españoles, Milán, Nápoles y Cerdeña; Gran Bretaña obtuvo Gibraltar, Menorca y privilegios comerciales (el Asiento de Negros y el Navío de Permiso) con la América española. Además, las monarquías española y francesa renunciaron a la unión de ambas coronas.
Los Primeros Borbones en España: Felipe V y Fernando VI
Felipe V (1700-1746), nieto de Luis XIV, ascendió al trono español con 17 años, inaugurando la dinastía borbónica. En 1724, abdicó en favor de su hijo, Luis I. Algunos historiadores sugieren que Felipe V deseaba acceder al trono de Francia ante la previsible muerte de Luis XIV, lo que le permitiría convertirse en rey de Francia siempre que no ocupara el trono español. Otros, sin embargo, afirman que era consciente de no estar en condiciones de gobernar debido a su enfermedad mental.
Sin embargo, Felipe V y su segunda esposa, Isabel de Farnesio, continuaron dominando la política española desde su retiro en La Granja de San Ildefonso, mientras que Luis I se convirtió en un títere de sus padres. En 1724, Luis I falleció prematuramente, y Felipe V volvió a ocupar el trono hasta su muerte en 1746, cuando le sucedió su hijo, Fernando VI.
Durante su reinado, Felipe V empleó inicialmente validos extranjeros como Giulio Alberoni. Tras los fracasos en política exterior, los sustituyó por una burocracia absolutista y reformista española, donde destacó la figura de José Patiño. Inició importantes reformas como los Decretos de Nueva Planta y la política exterior de los tres Pactos de Familia.
Su sucesor, Fernando VI (1746-1759), se enfrentó a las constantes injerencias de su madrastra, Isabel de Farnesio, en la política monárquica. Fernando VI sufría problemas mentales que se agravaron tras la muerte de su esposa, Bárbara de Braganza. Durante su reinado, apenas intervino en el gobierno, dejando la gestión en manos de eficientes burócratas como José de Carvajal y Lancaster y el Marqués de la Ensenada (Zenón de Somodevilla y Bengoechea), ambos procedentes de la baja nobleza.
Reformas Borbónicas: Hacia una Monarquía Centralista en España
La monarquía autoritaria de los Austrias ya había iniciado en el siglo XVI un proceso de concentración de poder en Castilla. Con la llegada de los Borbones, se impuso el modelo de absolutismo centralista francés.
Felipe V y Fernando VI asumieron la tarea de unificar y reorganizar los reinos peninsulares. Esto se materializó a través de los Decretos de Nueva Planta, que impusieron la organización político-administrativa de Castilla a los territorios de la Corona de Aragón (Valencia, Aragón, Cataluña y Mallorca), a excepción de Navarra y el País Vasco, que mantuvieron sus fueros por su apoyo a Felipe V. Estos decretos abolieron las Cortes de los diferentes reinos, integrándolas en las Cortes de España, y suprimieron el Consejo de Aragón y el de Castilla.
La función del monarca era auxiliada por las Secretarías de Estado y del Despacho, precursoras de los actuales ministerios. Se eliminaron los virreinatos, sustituyéndolos por Capitanías Generales, presididas por Capitanes Generales con funciones militares y administrativas. Se mantuvieron las Audiencias para la administración de justicia y los corregidores a nivel local.
La aportación más relevante fue la creación del cargo de intendente, funcionarios dependientes directamente del rey con amplios poderes económicos, administrativos y militares en sus respectivas provincias.
Otra novedad fundamental fue la reorganización de la Hacienda Real con el objetivo de sanear la economía. Se buscó que todos los habitantes pagaran impuestos en función de su riqueza, incluyendo a los estamentos privilegiados. Aprovechando el derecho de conquista, esta reforma fiscal se aplicó con éxito en la Corona de Aragón (por ejemplo, el Catastro en Cataluña). El intento de extender este sistema a toda España, a través del Catastro de Ensenada (impulsado por el Marqués de la Ensenada durante el reinado de Fernando VI), fue frustrado por la fuerte oposición de los estamentos privilegiados.