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Hume lleva a la práctica los principios de la Ilustración. Es un siglo de recuperación económica y de explosión demográfica y una época de grandes transformaciones. Adam Smith elabora sus tesis liberales y se inicia la revolución industrial con la invención de la máquina de vapor. Se agudiza la crítica a la sociedad estamental, que acabará provocando la Revolución Francesa. Newton dará el impulso definitivo al desarrollo de la ciencia moderna. Hume compartía con John Locke el rechazo del dogmatismo de quienes se empeñan en hacer un uso inapropiado de la razón para mostrar una seguridad absoluta en el conocimiento, sin tener en cuenta cómo piensan y actúan los seres humanos. Desde ahí, adoptará una actitud epistemológica que le llevará a una crítica radical de la metafísica y moral tradicional y una defensa de la tolerancia fundamentada en la creencia y la probabilidad frente al dogmatismo. La finalidad de Hume coincide con los ideales de la Ilustración, la cual proclama la libertad, la tolerancia y la supresión de la superstición. La vida de Hume, pues, se desarrolla en pleno s. XVIII, el llamado Siglo de las luces o de la Ilustración. Inglaterra en esta época vive una situación sociopolítica peculiar. Unas décadas antes, había tenido lugar la revolución burguesa, cuyo objetivo era obtener derechos individuales, intervención del pueblo en la legislación, etc. En adelante la monarquía será parlamentaria y constitucional. La clase más beneficiada fue la burguésía, a la que pertenecía Hume.  En 1734 se retira a Francia, donde escribe su primera obra. Tres años más tarde vuelve a Londres a publicarla, pero el fracaso fue total. En 1752 publica sus Discursos Políticos y crece su fama. Se le pide a la Iglesia que lo excomulgue por sus escritos. La Iglesia católica le incluye en el índice de los libros prohibidos. Intenta repetidas veces hacerse con las cátedras de Ética y Lógica en la Universidad, pero es rechazado. Suele caracterizarse al Empirismo inglés contraponiéndolo al Racionalismo continental. Ambos coinciden en que el objeto del conocimiento son las ideas; pero, mientras los racionalistas creen que son innatas, los empiristas consideran que provienen de la experiencia (fuente, criterio de validez y límite mismo del conocimiento). El Empirismo inglés desarrolla una fuerte polémica contra aspectos centrales del Racionalismo y una crítica de la metafísica. Sin embargo, sería equivocado contraponer Empirismo a Racionalismo. El Empirismo no niega la razón, sino que considera que su aplicación se reduce a plantearse la verdad o falsedad de los juicios, los cuales han de referirse a la experiencia. Además muestra interés por problemas del mundo humano, que intenta clarificar mediante el análisis crítico. Pretende con ello sustituir el apriorismo racionalista y las actitudes fanáticas y entusiastas por un tratamiento empírico-histórico


 de los problemas. Por otro lado, si los racionalistas consideran la matemática como modelo de saber y adoptan el método deductivo; los empiristas se orientan en el sentido de la ciencia física y adoptan el método inductivo. Hume influyó en Kant, al que despertó de su “sueño dogmático”. De hecho el Idealismo trascendental kantiano se fundamenta en el principio de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia.  Sus ideas se han prolongado en otros filósofos, y la crítica al razonamiento inductivo ha jugado un importante papel en la filosofía de la ciencia. El cuestionamiento del razonamiento causal y la crítica a ideas como la de sustancia o yo, han sido debatidas a lo largo de la historia de la filosofía. En  la ética su propuesta es conocida como emotivismo moral. Su filosofía no ha sido tan importante como debería, pues fue eclipsado por el Empirismo.

1. Impresiones e ideas

A diferencia del Racionalismo, que afirmaba que la razón era la fuente del conocimiento, el Empirismo tomará la experiencia como la fuente y el límite de nuestros conocimientos. Ello supondrá la crítica del innatismo(que existan «ideas» o contenidos mentales que no procedan de la experiencia). Cuando nacemos la mente es una «tabula rasa» en la que no hay nada impreso. En el caso de Hume, la experiencia está constituida por un conjunto de impresiones y no debe identificarse con «el mundo».

Elementos del conocimiento

Hume distingue dos tipos de percepciones: las impresiones o conocimiento (presente) y las ideas o huellas (pasado). El criterio para diferenciar impresiones e ideas es la vivacidad. Las impresiones son más vivas, las ideas son más débiles. Las ideas son asociadas unas a otras.
Tipos de conocimiento a) Relaciones de ideas: es el conocimiento de la relación existente entre ideas. Aunque estas ideas procedan de la experiencia, la relación existente entre las mismas es independiente de los hechos. A este tipo de conocimiento pertenecen la lógica y las matemáticas. Sus afirmaciones son ciertas de modo demostrativo, sin necesidad de referirse a hechos. Los juicios de las matemáticas son analíticos. B) Conocimiento de hechos: es el conocimiento referido a impresiones. Comprobamos su verdad recurriendo a la experiencia. Nuestros conocimientos están, pues, limitados por las impresiones. El conocimiento de hechos se expresa en juicios sintéticos. Según Hume, a imaginación se encarga de enlazar unas ideas con otras, estableciendo diferentes conexiones.  Pero además, las ideas ejercen entre ellas una cierta fuerza de atracción que introduce un cierto orden en nuestro pensamiento. La naturaleza de las ideas es la que provoca que éstas se relacionen de un modo determinado y ordenado.  Hume habla de tres leyes distintas: 


1. Semejanza: tendemos a asociar aquellas ideas que guardan una cierta semejanza entre sí. 2. Contigüidad: tendemos a agrupar aquellas ideas cuyas impresiones ocurrieron cercanas en el espacio y en el tiempo. 3. Causa-efecto: nos es inevitable pensar de un modo conjunto aquellas ideas entre las que establecemos nexos causales.

2.2. Límites del pensamiento y principio de copia

El principio de copia es el criterio empirista de conocimiento: es legítima sólo aquella idea que tenga a su base una impresión. Hume utiliza este criterio para examinar las nociones tradicionales de la metafísica (teniendo en cuenta que una idea es legítima en el caso de que podamos tener una sensación del objeto al que se refiere). Utilizando el criterio empirista del conocimiento, Hume criticará gran parte de los conceptos tradicionales de la filosofía: idea de Dios, del alma, del yo como substancia,… La experiencia es, pues, el límite del conocimiento. Y Dios, el yo y el mundo, se encuentran más allá de ella. Juicios tales como “Dios existe”, no son verdaderos ni falsos. Simplemente, para el Empirismo, no tienen sentido. Y un juicio para ser verdadero o falso, antes ha de tener sentido. El Empirismo no es, pues, sólo una actitud respecto al origen del conocimiento; es también una toma de posición frente a los límites de éste. En efecto, para el Empirismo el conocimiento humano, que empieza por la experiencia, no debe nunca rebasar los límites de ésta, pues sólo en ella se encuentra el fundamento de su validez. Para el Empirismo, la experiencia es sinónimo de percepción, tanto de la percepción externa como de la percepción interna. La percepción externa nos permite el conocimiento del mundo exterior y la percepción interna el conocimiento de nuestra propia vida psíquica. Así pues, las dos tesis carácterísticas del Empirismo son:· la experiencia es el origen de nuestro conocimiento; · la experiencia es también su límite. Los temas que trata la metafísica se refieren a “algo” que más allá de la experiencia, no se relacionan con ninguna impresión. Por tanto, la metafísica no es conocimiento, sus juicios carecen de sentido. TEMA La metafísica suele dividirse en tres ramas: teología o estudio de Dios, Antropología o estudio del yo y la ontología o estudio del mundo. Hume, apoyándose en el principio de copia, realizará una crítica de los temas tradicionales de la metafísica. a. La idea de “causa”. Aplicando el criterio epistemológico establecido por Hume, el conocimiento de hechos queda limitado a las impresiones actuales y a los recuerdos actuales de impresiones pasadas, pero no puede haber conocimiento de hechos futuros, ya que no poseemos impresión alguna de lo que sucederá en el porvenir.  Ahora bien, aunque del futuro no tenemos experiencia, en nuestra vida contamos constantemente con que en el futuro se producirán ciertos hechos (se basan en la


 relación causa-efecto). Cuando afirmamos que A es la causa de B, es porque pensamos que siempre será y ha sido así. Por tanto, creemos saber cómo serán los acontecimientos futuros porque entre causa y efecto existe una conexión necesaria, es decir, dada la causa inevitablemente se producirá el efecto. Sin embargo, si aplicamos el criterio de verdad de Hume, observamos que no hay ninguna impresión de esta idea de conexión necesaria. De los fenómenos sucesivos, uno de los cuales es causa del otro, sólo percibimos la sucesión de ambos, pero no percibimos la conexión necesaria. La idea de conexión necesaria al no provenir de una impresión, no es una idea verdadera. Esto significa que nunca vamos a saber lo que va a ocurrir en el futuro. Del futuro no podemos tener certeza, sino solo creencia y suposición. B. La idea de sustancia: yo, Dios y mundo.  La sustancia es un concepto fundamental para la filosofía tradicional desde Aristóteles. Sin embargo, a dicho concepto no le corresponde ninguna impresión. La palabra «sustancia» sólo designa un conjunto de percepciones particulares unidas por la imaginación; por tanto, el concepto clave de la metafísica carece de valor. Ningún argumento filosófico puede demostrar su existencia. En la práctica, piensa H., esto no es realmente grave pues para vivir bastará con creer en su existencia. El mundo. Locke justificaba la existencia del mundo distinta de la mente diciendo que la realidad extramental es la causa de nuestras impresiones.  H. No puede aceptar esta afirmación, porque la realidad no es una impresión más, sino que está más allá de las impresiones. Lo único que podemos afirmar con rotundidad es que tenemos impresiones, pero no podemos conocer más allá de éstas. Sobre la existencia de los cuerpos en el mundo exterior, por tanto, lo más adecuado será suponer su existencia. Para saber si las impresiones que tengo referidas al mundo exterior se parecen a los objetos externos deberían presentarnos al mismo tiempo los originales (mundo exterior) y las copias (impresiones que tengo del mundo exterior), lo cual es inconcebible. La imposibilidad para conocer la existencia del mundo exterior no conlleva su negación, sino la creencia en éste auspiciada por la constancia y coherencia de las impresiones que tengo de éste. Dios. H. No niega la existencia de Dios, pero sí la posibilidad de demostración de su existencia. Las razones para oponerse a dicha posibilidad son dos: 1) La idea que tenemos de Dios es la de una sustancia infinita con todas las perfecciones. Ahora bien, si aplicamos el criterio de validez de Hume, nos tenemos que preguntar de qué impresión puede derivar esta idea de perfección infinita. Según H. Es evidente que, siendo nuestras impresiones puntuales y concretas, resulta difícil que podamos tener una impresión


 de infinito, ya que ella misma habría de ser asimismo infinita. Por lo tanto, la idea de sustancia infinitamente perfecta se queda sin impresión que la legitime, y hay que concluir que no existe ningún tipo de conocimiento de Dios. 2) Tradicionalmente se ha intentado demostrar la existencia de Dios fundamentándose en el principio de causalidad. Pero en dicho argumento descubre H. Dos puntos falaces: primero, ninguna percepción tenemos de la naturaleza y mucho menos de su orden de funcionamiento; y segundo, carece de valor aplicar el principio de causalidad más allá de nuestras impresiones y como Dios no es objeto de impresión alguna, es imposible demostrar su existencia. El yo. Tanto Descartes como Locke habían afirmado la realidad del «yo» como sustancia. Ahora bien, esto no es así para H. ¿tenemos alguna impresión de nuestro yo? No. Luego el yo resulta imposible de conocer. El yo no es ninguna impresión sino aquello que se supone como sujeto desde el que tienen lugar nuestras impresiones. Nuestras impresiones son variables, sin embargo, tendemos a pensar que el yo, la identidad personal es algo constante. Pero, sin embargo, una impresión sucede a otra: siento dolor, después siento tristeza, después alegría,…Nunca existen todas al mismo tiempo, sino que se suceden. Por tanto, no hay una impresión constante y permanente. Sin embargo, nuestra identidad personal debería ser permanente. En consecuencia, no existe el yo como sustancia distinta de las impresiones. El yo viene a ser como un conjunto de impresiones e ideas en perpetuo flujo y movimiento que imaginamos unidas entre sí.  La cuestión, entonces es: ¿Cómo podemos explicar la conciencia que tenemos todos de nuestra propia identidad?H. Lo explica con la memoria: gracias a ella conocemos la conexión existente entre las diferentes impresiones que se suceden; el error consiste en que confundimos sucesión con identidad.

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