La autocracia zarista


5 La caída del imperio zarista en Rusia

5.1. El imperio de los zares

A comienzos del siglo XX, el Imperio ruso se hallaba regido por un zar investido de un poder absoluto: gobernaba por decreto, no estaba sujeto a ninguna constitución ni tenía que responder ante un parlamento. Este régimen autocrático se sostenía sobre una fiel burocracia, un poderoso ejército y la Iglesia ortodoxa, que tenía un gran influjo sobre la sociedad tradicional rusa.

Una economía atrasada

La economía del Imperio se hallaba entre las más atrasadas del continente europeo. La agricultura era la principal actividad y la tierra estaba en manos de unos pocos terratenientes, que pertenecían a una aristocracia privilegiada. La mayoría de la población eran campesinos sometidos a un régimen casi feudal, que los condenaba a unas condiciones de vida miserables.

A finales del siglo XIX, en algunas zonas del Imperio (Moscú, San Petersburgo, Urales…) se inició un tímido proceso de industrialización basado en la construcción del ferrocarril y caracterizado por el predominio de la industria pesada y la concentración en grandes empresas. El desarrollo industrial propició, por un lado, el surgimiento de un cuantioso proletariado, que trabajaba en grandes fábricas por un salario miserable. Por otro lado, el crecimiento de la burguesía fue numéricamente escaso debido a la elevada presencia de capital extranjero, sobre todo francés, en las inversiones industriales.

Las fuerzas políticas

Rusia contaba con diferentes fuerzas políticas: el Partido Constitucional Demócrata, o kadet, de carácter liberal burgués; el Partido Socialrevolucionario, conocido como eserita, que defendía una revolución campesina, y el Partido Socialdemócrata Ruso, de orientación marxista y militancia obrera.

Este último partido se escindió, en 1912, entre mencheviques y bolcheviques.
Los primeros, de carácter más moderado, defendían la conveniencia de establecer alianzas con los partidos burgueses para acabar con el zarismo; los segundos, más radicales y liderados por Lenin, sostenían la necesidad de una revolución obrera.

5.2. La revolución de 1905

En 1905, la derrota rusa en una guerra con Japón hizo estallar el descontento de la población y provocó una revuelta que exigía el fin de la autocracia. Ante una manifestación pacífica, el zar respondió con una contundente represión (Domingo Sangriento)
.

Para dar mayor eficacia al movimiento de protesta, los trabajadores crearon unos consejos de obreros, campesinos y soldados, denominados soviets, que desempeñarían un papel decisivo en los acontecimientos futuros. Tras varios meses de huelgas y manifestaciones, el zar se comprometió a convocar elecciones por sufragio universal al parlamento (Duma) y a propiciar una reforma agraria.
Sin embargo, las promesas no se cumplieron y en pocos años el zar clausuró la Duma y gobernó de nuevo autocráticamente.

5.3. La Revolución burguesa de Febrero de 1917

La participación de Rusia en la Gran Guerra hizo aumentar el malestar de la población y creó las condiciones para un estallido revolucionario. Por un lado, los desastres militares en el frente se sucedieron y el número de bajas entre los soldados rusos fue muy elevado. Por otro lado, el habituallamiento del ejército dejó a las ciudades desabastecidas y el hambre se extendió entre la población.

Por todo el Imperio se sucedieron protestas que exigían la reti­rada de la guerra, la provisión de alimentos y el fin del zarismo.
El 23 de febrero de 1917 se produjo una gran manifestación en Petrogrado (nombre eslavo que había adoptado San Petersburgo en 1914), seguida de una huelga general y de amotinamientos en los cuarteles. El zar abdicó y se proclamó una república dirigida por un gobierno provisional, que se comprometió a convocar elecciones constituyentes para convertir Rusia en una democracia parlamentaria.

5.4. El gobierno provisional

El nuevo gobierno inició, además, una serie de reformas políticas y sociales. Pero al mismo tiempo decidió mantener los compromisos con sus aliados en la guerra.

La continuidad en el conflicto dificultó la mejora de las condiciones de vida de la población, mientras la esperada reforma agraria avanzaba muy lentamente. El descontento popular aumentó, y los soviets, que demandaban la retirada de la guerra, empezaron a exigir la destitución del gobierno. La unidad de fuerzas que había derrocado al zar empezó a romperse, y se generó una dualidad de poderes que enfrentaba el gobierno provisional y los soviets.

Esta situación hizo crecer la influencia de los bolcheviques, que fueron ganándose el apoyo de la mayoría de los soviets. Su líder, Lenin, que se hallaba en el exilio, regresó a Rusia y propugnó las denominadas Tesis de Abril, donde marcaba la ruta a seguir: derrocar al gobierno provisional e instaurar un gobierno de soviets obreros y campesinos, firmar la paz con Alemania, repartir las tierras entre los campesinos, ceder la dirección de las fábricas a los obreros, nacionalizar la banca y reconocer las nacionalidades del Imperio.

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