La Biblia: Su Inspiración, Norma de Fe y Verdad Salvífica en el Contexto Histórico de Israel


Características Fundamentales de la Biblia

Inspirada

La Biblia se considera inspirada porque, aunque fue escrita por autores humanos, estos actuaron bajo la guía del Espíritu Santo. Esto significa que Dios es el autor último de las Escrituras, pero respetando las capacidades y el contexto cultural de los escritores. Según el Concilio Vaticano II (Dei Verbum), todo lo que está en la Biblia fue escrito para enseñar la verdad necesaria para nuestra salvación. La inspiración asegura que el mensaje de la Escritura cumple con el propósito divino sin errores respecto a la fe y la salvación.

Normativa

La Biblia es normativa porque establece las reglas de fe y vida cristiana. El término «normativa» indica que la Escritura sirve como una guía definitiva para conocer a Dios y vivir según su voluntad. La Iglesia no inventó esta autoridad, sino que reconoció que ciertos libros eran inspirados por Dios y esenciales para enseñar la fe. Por eso, los textos de la Biblia forman el canon, es decir, la medida o estándar que regula la fe y la práctica cristiana.

Verdadera

La verdad de la Biblia no se refiere a datos históricos o científicos, sino a la enseñanza de la verdad que Dios quiso comunicar para nuestra salvación. Según Dei Verbum, la Escritura «enseña firmemente, fielmente y sin error» aquello que es necesario para unirnos a Dios. Esta verdad debe interpretarse teniendo en cuenta el contexto cultural, los géneros literarios y la intención de los autores sagrados, siempre centrados en el plan de salvación.

Etapas Históricas Clave del Pueblo de Israel y Palestina

Primera Etapa: Contexto y Prehistoria de Israel (3000 a.C. – 1250 a.C.)

Las tribus nómadas que dieron origen al pueblo de Dios entraron en Canaán no antes del 1600-1500 a.C. Sobre la historia anterior no hay información en la Biblia (los once primeros capítulos del Génesis, evidentemente, no tienen valor histórico), y por eso hemos de recurrir a fuentes extrabíblicas para conocer esa etapa. Por otra parte, en los relatos de los patriarcas contenidos en el Génesis, hay diversos elementos, como las repeticiones de episodios o la desproporción cronológica, que nos hacen ver que estos documentos no son históricos, sino que fueron escritos con otra finalidad.

Segunda Etapa: Asentamiento en Canaán (1250 a.C. – 933 a.C.)

La Biblia nos cuenta que Dios llama a Abrán para salir de su tierra, Mesopotamia, con la promesa de recibir una tierra nueva y una descendencia. Abrán obedece y recibe la tierra de Canaán y un hijo, Isaac. De él nacerá Jacob, que tendrá 12 hijos. La historia del pueblo de Israel, a partir de la bajada de Jacob y sus hijos a Egipto, es narrada por la Biblia de una manera bastante lineal y coherente: el pueblo de los israelitas aumenta su número en Egipto, viven en esclavitud, Dios suscita un liberador, Moisés, que los hace salir por el desierto en una larga marcha. Conducidos por Josué, el pueblo conquista la tierra que Dios anteriormente había dado a sus antepasados (Canaán), y se establecen durante dos siglos agrupados en tribus bajo la autoridad de los jueces. Unos clanes que habían vivido como nómadas en el desierto o como esclavos en Egipto deben ahora organizar su vida sedentaria frente a las influencias de la población cananea (a la que no lograron expulsar del todo) y a las amenazas filisteas.

Tercera Etapa: Los Reinos Divididos (933 – 587 a.C.)

En este tercer período de la historia del pueblo judío, asistimos al desarrollo paralelo y desigual de los dos reinos, separados en el 933 a.C. En el Reino del Sur (Judá), más desértico y estéril, se mantiene la dinastía davídica, mientras que en el del Norte (Israel) hay constantes cambios dinásticos. La suerte de ambos reinos corre paralela en la historia. Es una época turbulenta y fecunda en acontecimientos; son también los tiempos de los grandes profetas. Políticamente, tanto los reyes de Israel como los de Judá se verán tentados a firmar alianzas en favor o en contra de Egipto, de Asiria y de Babilonia. El sincretismo religioso, las injusticias sociales y las desacertadas alianzas políticas irán empujando a ambos reinos al desastre. El Reino del Norte, con capital en Samaría, sufrirá una gran inestabilidad interna: a lo largo de sus doscientos años reinarán nueve dinastías distintas; será conquistado y absorbido por los asirios en el año 721 a.C. El Reino del Sur gozará de una mayor estabilidad: solo una dinastía, los descendientes de David, reinará en el trono de Jerusalén; este reino se mantendrá hasta su conquista por los babilonios en el año 587 a.C. El Templo es incendiado, la ciudad destruida, y un grupo numeroso de los habitantes que quedaban en Jerusalén (muchos habían huido) es deportado, con el rey Sedecías, junto a los canales de Babilonia.

Cuarta Etapa: Palestina Sometida a los Imperios (587 – 63 a.C.)

Este cuarto gran período de la historia del pueblo judío, que va desde la caída de Jerusalén hasta la conquista romana, se caracteriza por la sumisión de Palestina a diversos imperios y se puede dividir en tres fases principales:

  • 587 – 538 a.C.: Tiempo de la cautividad en Babilonia.
  • 538 – 333 a.C.: Dominio persa, retorno de los deportados (aunque muchos se quedan en la diáspora) y reconstrucción del Templo.
  • 333 – 63 a.C.: Helenismo, aumento de la diáspora hacia Alejandría y Antioquía.

Es común a toda esta etapa la dependencia con respecto a potencias extranjeras (Babilonia, Persia, Grecia, Egipto, Antioquía…), así como el liderazgo ejercido por los sumos sacerdotes (hierocracia).

Quinta Etapa: La Palestina Romana (63 a.C. – 135 d.C.)

Como ya recordamos, en el año 63 a.C. Pompeyo había tomado Jerusalén, haciendo de Palestina una provincia romana; destronó a Aristóbulo y nombró gobernador a Antípatro y sumo sacerdote a Hircano II. Pero en el 40 a.C. Antígono, hijo del depuesto Aristóbulo, conquistó Jerusalén con la ayuda de los partos, cortó las orejas a Hircano y consiguió reinar durante tres años, derrotando a los hijos de Antípatro, Herodes y Fasael. Fasael se suicidó en prisión y su hermano Herodes huyó a Roma para pedir ayuda al César. Con el apoyo de los romanos, Herodes se impuso en Jerusalén, donde gobernó como tetrarca desde el año 36 a.C. Es importante, pues, para entender el Nuevo Testamento, hacerse cargo de la situación que atravesaba el pueblo judío en la época en que vino al mundo Jesús: un pueblo dividido, agotado por los enfrentamientos internos y humillado por las ocupaciones externas, y, para colmo, bajo el dominio de Herodes, un advenedizo idumeo impuesto por Roma.

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