La coherencia entre los principios del conocimiento, los instrumentos del conocimiento y el resultado de conocimiento del proceso de conocimiento


La invención y la ficción son las poderosas armas del intelecto para crear un mundo apto para la vida fatigada. La principal herramienta – el lenguaje. Nietzsche desarrolla su opinión sobre el lenguaje en afor 5 y 6 que componen “La “razón” en la filosofía» La fe en la gramática permite creer en el “mundo verdadero”. El lenguaje llena la realidad de sustancias sujetos, causas-efectos, identidades… que en ningún caso experimentamos. Permite una metafísica popular acaba elaborando los mundos metafísicos:  Desarrollemos este apartado a partir de dos ejemplos: digo en noche de tormenta: “ el relámpago brilla”. Suena como algo obvio y que se corresponde sin duda con lo experimentado. Pero si analizamos, veremos que no se corresponde con lo experimentado, sino con un mundo metafísico. El resultado es que he convertido un acontecer que me han ofrecido los sentidos en un mundo con sustancias (cosas ) y con causas y efectos.

La metafísica del pueblo, la gramática, nos hace creer que toda acción tiene detrás un sujeto, un agente, cuando lo único que existe es la acción, el devenir, así pues, Descartes intuye que se piensa y su intelecto consigue así  una primera certeza metafísica. Apoyándose en el lenguaje, afirma: yo pienso, luego existo. Si Descartes no hubiera tenido miedo al devenir, nunca hubiera realizado tal descubrimiento.

Nietzsche pretende dar a su filosofía un “giro lingüístico”, según el cual se le daría importancia al lenguaje a la hora de cambiar el mundo. De este modo, entre los elementos lingüísticos que permiten construir mundos artificiales, podemos señalar: el término “yo”, pues su uso me convence de que existe un sujeto; la gramática del verbo ser, dada la importancia de las frases  con el verbo ser, que parecen hablar de la esencia de las cosas; y, por último, la polisemia y sinonimia, con la cual alimentamos las semejanzas e identidades entre las palabras, simplificándose nuestra vida. En definitiva, una filosofía que intente hablar del devenir, tendrá que violentar la metafísica popular con un nuevo estilo, un nuevo lenguaje.

Asimismo, las ilusiones metafísicas nos ayudan a adaptarnos al conocim del mundo y nos consuelan en nuestros fracasos de adaptación. Es decir, tienen valor adaptativo. Luego, para Nietzsche, Platón es un farsante, pues no hay hechos, sólo interpretaciones. Al contrario de lo que Platón afirma, no es posible el alcance del conocimiento ya que no tenemos medida de percepción correcta.


En esta línea, una interpretación cuenta con al menos tres influencias subjetivas: la percepción sensorial, las vivencias, es decir, todo lo vivido que condiciona la percepción. Y los impulsos, que son las pulsiones, afectos e instintos. Por tanto, es este carácter interpretativo de lo experimentado, lo que aleja a Nietzsche del Empirismo.

La verdad es sólo la fe o la necesidad de creer en algo permanente y eterno. El ser humano no busca por naturaleza el saber, huye del peligro del devenir.La única verdad que puede alcanzar el ser humano sin mentirse a sí mismo es la verdad de estar condenado eternamente a la no-verdad.

No hay hechos, sólo interpretaciones. No hay conocimiento objetivo ni verdad, sólo apreciaciones que dependen de tres influencias subjetivas: el aparato sensorial, las vivencias y los impulsos, es este carácter interpretativo de lo experimentado lo que aleja a Nietzsche del Empirismo y del positivismo. Para estas corrientes es posible la observación neutral y objetiva.

Conocer, es una valoración hecha desde una determinada perspectiva que indica lo que es útil o perjudicial para ese centro de fuerza vital que es cada individuo. Son nuestras necesidades las que interpretan el mundo. Lo importante es aprender a moverse desde un criterio absoluto de verdad.

No hay una única y verdadera perspectiva global, el todo es la totalidad de las perspectivas. El mundo posee innumerables sentidos, uno por cada perspectiva que interpreta. La perspectiva permite pregonar de nuevo las diferentes experiencias vitales que todo concepto de verdad tiene como función recubrir.

Considerando todo lo anteriormente argumentado, conocer no es un acto en el que aparece la esencia de la cosa, su verdad, sino una valoración hecha desde una determinada perspectiva, pues son nuestras necesidades las que interpretan el mundo. En definitiva, la concepción del conocimiento de Nietzsche nos ha llevado a un perspectivismo de la verdad. No hay un mundo verdadero-metafísico, sino un pluriuniverso de interpretaciones, y todas válidas.


La realidad es un enigma indescifrable y cualquier intento de conocerla está destinado al fracaso. La realidad es inalcanzable al conocimiento humano, podemos experimentarla, pero no conocerla. En la realidad no hay cosas, hay sucesos que experimentamos.

El devenir es enigma y como todo enigma nos desconcierta, por esa razón podemos llegar a odiarlo. La cultura occidental, la filosofía, ofrece la solución: dado que esta realidad nos la muestran los sentidos digamos que los sentidos nos engañan y que nos conducen al error. La realidad que nos muestran, la del devenir es apariencia: tras ella se encuentra la verdadera realidad, la auténtica, aquella que alcanzamos gracias a la razón. Bien sea mediante la dialéctica ( Platón), la fe( cristianismo), el cogito( Descartes) etc la razón nos abre el mundo de “objetos” que permanecen sin variar y que permiten el conocimiento verdadero. Ese mundo de objetos es lo que llamamos metafísica, en cuya base está la creencia en una correspondencia a priori entre realidad y razón. Ese mundo creado por la metafísica es, para ella, real, incondicionada y estable, aunque no está al alcance de la percepción.

Hemos duplicado el mundo: el mundo del devenir, pura apariencia, y, el mundo del ser, el auténtico, el que realmente  vale la pena. El dualismo antológico de Platón se mantiene con diferentes matizaciones a lo largo de la historia de la filosofía, pero siempre asentado en dos principios:

Lo que permanece tiene un valor superior a lo que cambia.

La razón es el camino para descubrir y conocer el mundo verdadero

Los encargados de combatir la apariencia y el cambio son los filósofo-momia, confían en los conceptos abstractos tanto como desconfían de los sentidos.

Ante la insistencia de los filósofos por defender el par asimétrico de realidades y la prioridad del mundo verdadero frente al aparente, responderá Nietzsche: sólo hay devenir. Lo aparente lo puedo experimentar, pero lo “verdadero” no es más que una construcción de la razón, y la razón no es más que una forma grosera y simplificada de lo inconsciente, un elemento secundario que de ningún modo puede establecerse como el valor supremo de la existencia.


Si todo es devenir, entonces sustituiremos los dos principios anteriores por estos dos:

No hay ningún sentido escondido por debajo o por encima del devenir

No hay sentido alguno porque el devenir no da sentido

El mundo aparente sólo tiene sentido en relación con el verdadero. Si éste desaparece, no podemos llamar al otro aparente, pues no es apariencia de nada. Por lo tanto, desmascarado el “mundo verdadero”, reconvirtiendo en creación fantasmal humana, la única realidad que nos queda es llamada “mundo aparente”, es decir, el del devenir. Un devenir sin intención final, sin meta, privado de sentido.

De acuerdo con las convicciones nietzscheanas sobre la voluntad de poder y la vida la construcción del “mundo verdadero” es síntoma de una vida descendente de un hombre débil que necesita crear ese mundo, que todos crean en él y que desprecien el otro, para sobrevivir.

El ser humano ha inventado el “mundo verdadero” a su imagen y necesidad, para mantenerse en la vida, es antropomórfico y, como tal propio del mito. Incapaz de afrontar el caos del devenir tal cual, en su cambio y multiplicidad radicales, no ha dudado en falsear un mundo absurdo, inhumano, amoral y caótico. Ha negado o encubierto todo lo que le inquieta y lo ha reducido a unos pocos elementos. Ha convertido lo mutable en algo, cuando en realidad no hay “algo” sino multitud de “algos” que cambian incesantemente. No hay una cosa en sí misma, el concepto de cosa es un falseamiento, una manera de arreglar, esquematizar la experiencia para que resulte dominable. 

En suma, los filósofos-momia son imputados por falsificaciones, pues simplifican la realidad, reducen el devenir, lo solidifican. “Conocimiento y devenir se excluyen”

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