La España Liberal de Isabel II: Conflictos, Regencias y Construcción del Estado (1833-1868)


Las Guerras Carlistas: Conflicto y Legado en la España del Siglo XIX

El carlismo, como opción dinástica, apoyó las pretensiones al trono del hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro de Borbón, y de sus descendientes, en contra de la línea sucesoria femenina de Isabel II. En realidad, el problema sucesorio no fue más que un pretexto que encubrió la verdadera naturaleza del carlismo: la defensa a ultranza de los valores propios del Antiguo Régimen frente a los cambios que conllevaba la revolución liberal. Las aspiraciones de estos grupos absolutistas desembocaron en tres conflictos armados, conocidos históricamente como guerras carlistas, que representaron un grave problema para la estabilidad política de España durante gran parte del siglo XIX.

La Primera Guerra Carlista (1833-1840)

Los primeros levantamientos en apoyo de Carlos María Isidro, proclamado rey por sus seguidores con el nombre de Carlos V, ocurrieron a los pocos días de morir Fernando VII, pero fueron sofocados en todas partes con facilidad, salvo en el medio rural de las Vascongadas, Navarra, Aragón, Cataluña y Valencia. Destacaron generales de gran talla como Zumalacárregui y Cabrera por parte de los carlistas, y Espartero por la parte isabelina.

Fases de la Primera Guerra Carlista:

  • Primera fase: Dominada por Zumalacárregui, quien al frente de los ejércitos carlistas, estabilizó la guerra en el norte. Esta fase se caracterizó por los grandes triunfos de la insurrección, con la conquista de Tolosa, Vergara, Durango y Éibar. La muerte de Zumalacárregui durante el sitio de Bilbao marcó un punto de inflexión en la guerra.
  • En Cataluña, la actividad se limitó a partidas aisladas que operaban sin conexión entre sí, centradas en las zonas montañosas del norte. Similar situación se dio en el Maestrazgo y el Bajo Aragón con Cabrera.
  • Segunda fase: El pretendiente al trono organizó una expedición (la Expedición Real) que llegó hasta las puertas de Madrid. Esta operación buscaba aprovechar la situación creada en la capital tras la sublevación de La Granja. Sin embargo, la operación carlista fue un fracaso. Tuvo, no obstante, importancia la guerra en el Maestrazgo con Cabrera.

A partir del otoño de 1837, la suerte de la guerra estaba decidida. El agotamiento carlista provocó la división interna del movimiento entre los intransigentes, partidarios de seguir la guerra, y los moderados, encabezados por el general Maroto, partidarios de llegar a un acuerdo honroso con el enemigo. Las negociaciones entre Maroto y Espartero culminaron en el Convenio de Vergara (1839) y marcaron el fin de la guerra en el norte; no obstante, Cabrera resistió en Levante casi un año más. El Convenio establecía el mantenimiento de los fueros y la incorporación de los carlistas al ejército isabelino.

La Segunda Guerra Carlista (1846-1849)

Tuvo lugar durante el reinado de Isabel II, durante el gobierno de los moderados, con Narváez como presidente del gobierno. Se originó al no celebrarse la boda entre Isabel II y el pretendiente carlista, el conde de Montemolín (Carlos VI), y tuvo su principal escenario en el campo catalán.

La Tercera Guerra Carlista (1872-1876)

Tuvo lugar durante el Sexenio Revolucionario. Tuvo como pretexto la elección de Amadeo I de Saboya como rey de España (1871) y el fracaso del carlismo en las elecciones de 1872. Se desarrolló bajo la dirección de Carlos VII y su hermano Alfonso Carlos, en Cataluña, Valencia y Aragón; terminó con los fracasos carlistas de Montejurra y Estella (1876).

La Construcción del Estado Liberal en España (1833-1836)

La implantación del liberalismo en España durante el reinado de Isabel II dio lugar a la creación de diferentes tendencias políticas. La división de los liberales en moderados y progresistas prácticamente ocupó casi todo el periodo de la reina.

El Partido Moderado

Por un lado, el Partido Moderado representaba los intereses de la nobleza, el clero y la alta burguesía. Sus principios incluían:

  • Defensa de los poderes del rey.
  • Centralismo político.
  • Sistema de sufragio censitario muy restringido.
  • Cortes bicamerales, con la creación de una cámara alta (Senado) en la que los antiguos estamentos privilegiados tenían el control.
  • Obsesión por la seguridad y el mantenimiento del orden.
  • Defensa del clero y de la Iglesia Católica.
  • Restricción de los derechos ciudadanos, particularmente el de prensa.
  • Proteccionismo económico.

La Constitución de 1845 es el documento que mejor refleja esta ideología. Sus líderes fueron Martínez de la Rosa, Bravo Murillo y, sobre todo, el general Narváez. Se puede concluir que el moderantismo es el resultado de una especie de pacto entre los grandes empresarios, los nuevos terratenientes, algunos altos mandos del ejército y los antiguos estamentos privilegiados. Este heterogéneo grupo social es el que ostentaría el poder político y económico durante gran parte del siglo XIX y primeras décadas del XX, formando una auténtica oligarquía.

El Partido Progresista

Por el contrario, los progresistas procedían de las clases medias urbanas e intelectuales. Sus principios eran:

  • Defensa de la soberanía nacional, representada exclusivamente por las Cortes.
  • Unicameralismo, para eliminar la influencia de la nobleza y el clero en la vida política.
  • Ampliación de los derechos de los ciudadanos, incluida la extensión del sufragio.
  • Libertad de prensa.
  • Recorte del poder del monarca.
  • Transferencia de poder a los ayuntamientos (deseo de descentralización del Estado).
  • Libertad de cultos y anticlericalismo (total separación de la Iglesia y el Estado).
  • Librecambismo en el terreno económico.

La Constitución non nata de 1856 es el texto progresista por excelencia, dado que la de 1837, superficialmente considerada progresista, tiene sin embargo algunos elementos claramente moderados. Destacados progresistas fueron Mendizábal, Calatrava, Madoz y el general Espartero. En conclusión, el progresismo español fue durante la primera mitad del siglo XIX el verdadero portavoz de las ideas del liberalismo político.

Otros Grupos Políticos

Además de estos dos partidos, hubo durante el reinado de Isabel II otros grupos políticos:

  • Unión Liberal: De tendencia de centro-derecha, tuvo un gran protagonismo en los gobiernos de la etapa final de Isabel II. Su líder fue el general O’Donnell.
  • Partido Demócrata: Procede del progresismo y es partidario del sufragio universal. De su seno nacerían los grupos republicanos.
  • Carlistas: Deseaban la vuelta al Antiguo Régimen, oponiéndose al sistema liberal por la vía armada. Defendían el foralismo y los derechos tradicionales de la Iglesia y el clero.

La Regencia de María Cristina: Del Estatuto Real a la Constitución de 1837

María Cristina no era en absoluto liberal, ni tampoco sus colaboradores, pero tuvo que aceptar el liberalismo. Nombró jefe de gobierno a Francisco Cea Bermúdez, quien gobernó dos años, entre 1832 y 1834. En su mandato se acometieron reformas muy importantes, como la creación del Ministerio de Fomento y la nueva división provincial (Javier de Burgos).

Las presiones de las instituciones, los militares y los liberales llevaron a la regente a nombrar a Martínez de la Rosa, liberal moderado, con el encargo de elaborar un régimen constitucional que se concretó en el Estatuto Real de 1834. Se trata de una carta otorgada, una concesión de la Corona que no hace mención de la soberanía nacional. Esta situación no satisfizo a nadie y se produjeron revueltas populares que llevaron a la quema de conventos. Se constituyeron Juntas revolucionarias que exigían la reunión de las Cortes, la reforma de la ley electoral y la libertad de imprenta.

La reina entregó el poder a Mendizábal (1835), liberal radical, quien emprendió reformas fundamentales. Su objetivo era desmantelar las instituciones del Antiguo Régimen e implantar el régimen liberal constitucional con una monarquía parlamentaria. La principal medida fue la Ley de Desamortización civil y eclesiástica (1836). Se suprimieron los conventos de menos de 12 religiosos, afectando a todas las órdenes religiosas, excepto las dedicadas a la enseñanza y asistencia hospitalaria.

Sin embargo, la reforma de la Ley Electoral no fue aceptada y dimitió. La situación se agravó y en 1836 tuvo lugar la rebelión de los sargentos de La Granja (agosto de 1836), lo que llevó a la reina a llamar de nuevo a los progresistas con José María Calatrava como presidente del gobierno y Mendizábal como ministro de Hacienda. Este nuevo gobierno restableció la Constitución de Cádiz y convocó elecciones para unas nuevas Cortes que se encargarían de elaborar una nueva Constitución (1837), al mismo tiempo que se tomaron medidas para implantar el liberalismo económico.

La Reforma Agraria Liberal (1837)

La Reforma Agraria Liberal (1837) planteó la disolución del régimen señorial, la desvinculación de los mayorazgos, la abolición de los privilegios de la Mesta y la libertad de arrendamientos. Estas medidas, junto con la desamortización, tenían el objetivo de conseguir la propiedad privada y la libre disponibilidad de las tierras. Junto a la liberalización de la tierra, también se avanzó en la del comercio y la industria a través de sucesivas leyes, como la libertad de precios y de comercio interior con la eliminación de aduanas interiores, y la abolición de los gremios con la consiguiente libertad de industria.

La Constitución de 1837

Pese a su tendencia progresista, tenía importantes concesiones a los moderados. Sus características principales fueron:

  • Mantenía el principio de la soberanía nacional.
  • Amplia declaración de derechos de los ciudadanos: libertad de prensa, de opinión, asociación, etc.
  • División de poderes.
  • El poder legislativo recaía en las Cortes junto con el rey. Se establecían dos Cámaras: la de los Diputados, elegidos por sufragio censitario y directo, y la del Senado, cuyos miembros eran nombrados por el rey.
  • El poder ejecutivo recaía en el rey, quien veía reforzados sus poderes y elegía a sus ministros, los cuales serían responsables ante las Cámaras.
  • En cuanto a la religión, el Estado se comprometía a mantener económicamente al clero católico, pero no se prohibían otras religiones.

En 1837, los moderados ganaron las elecciones e intentaron desvirtuar los avances progresistas. Redactaron una ley electoral más restrictiva, una ley de imprenta más limitada, reimplantaron el diezmo y propusieron una ley para devolver los bienes expropiados al clero. La reina regente se enfrentó a los progresistas a causa de la nueva Ley de Ayuntamientos, que confería a la Corona el poder de nombramiento de los alcaldes. Se inició en diversas partes del país un movimiento insurreccional que acabaría con la renuncia de la regente y el nombramiento de Espartero, general victorioso del carlismo, como nuevo regente.

La Regencia de Espartero (1840-1843): Consolidación Liberal y Desafíos

Prosiguió la tarea de consolidación del régimen liberal con el desarrollo de la Constitución y de la Ley de Desamortización. En su contra jugaron la oposición de los moderados (pronunciamientos), la división del progresismo y su talante autoritario. Su política económica también le fue adversa: amplió la desamortización en beneficio de los propietarios y el establecimiento de un arancel librecambista, que abría el mercado español a los tejidos de algodón ingleses, le enfrentó a los empresarios catalanes y a los trabajadores, quienes iniciaron un movimiento revolucionario en Cataluña, contestado duramente por Espartero con el bombardeo de la ciudad. Esto fue aprovechado por los moderados, que protagonizaron una serie de conspiraciones encabezadas por Narváez y O’Donnell, las cuales acabarían con la dimisión de Espartero en agosto de 1843 y el adelantamiento de la mayoría de edad de Isabel II por las Cortes, siendo proclamada Reina con trece años en noviembre de ese mismo año.

La Constitución de 1845: Pilar del Moderantismo Español

La Ley más importante del periodo fue la Constitución de 1845. Sus principales características fueron:

  • Soberanía compartida: el poder legislativo residía en las Cortes junto con el Rey.
  • No había separación de poderes estricta.
  • Cortes bicamerales: un Congreso elegido por sufragio censitario muy restringido y un Senado de miembros vitalicios nombrados por la Corona entre las altas jerarquías de la nobleza, la Iglesia, el ejército, la Administración y poseedores de grandes fortunas.
  • Declaración de derechos muy restringida, cuyas limitaciones se remitían a leyes posteriores.
  • La religión católica sería la única, con el compromiso del Estado de mantener el culto y el clero.
  • Ayuntamientos y Diputaciones sometidos a la Administración central, con alcaldes y presidentes elegidos por el Rey.

La Modernización de la Nación y los Símbolos Nacionales

Los veinticinco años de su reinado estuvieron marcados por las agitaciones sociales, los escándalos en la corte y la inestabilidad de los más de 50 gobiernos que se sucedieron. Con el gobierno del general Narváez (1844-1854) se inició la Década Moderada. Fue en parte el artífice de la Constitución de 1845 y de algunas de las principales reformas legales del período. Supo además controlar el ejército y mantenerlo alejado de la vida política, salvo al final de la década. Reprimió con extrema dureza los movimientos de protesta populares, lo que le granjeó el apoyo de la Corona y de los terratenientes.

Reformas y Medidas Clave:

  • La Ley de Imprenta restringió la libertad de publicación y estableció la censura.
  • Fundación de la Guardia Civil (1844), una policía rural para la defensa de la ley y el orden, lo que llevó a suprimir la Milicia Nacional.
  • Nuevo sistema educativo con la Ley Moyano, que estableció el principio de la secularización y el control y monopolio de la enseñanza por el Estado.
  • Concordato de 1851, firmado por Bravo Murillo, que significó la normalización de las relaciones con la Iglesia.
  • El matrimonio de Isabel II llevó a la Segunda Guerra Carlista.

Existió una oleada de levantamientos, manifestaciones y protestas revolucionarias debidas a la crisis económica (1848), que fueron duramente reprimidas por Narváez. La oposición de los progresistas y su radicalización darían lugar a la creación del Partido Demócrata. Surgieron divergencias entre los moderados, con la escisión del grupo más radical que formaría el partido de la Unión Liberal junto con los progresistas más moderados.

La Vicalvarada y el Bienio Progresista (1854-1856)

Comenzó con la Revolución de 1854. Fue un golpe de Estado que triunfó por el apoyo popular. El pronunciamiento de O’Donnell fracasó inicialmente en Vicálvaro, pero los rebeldes se reagruparon y publicaron una proclama: el «Manifiesto de Manzanares», redactado por Cánovas del Castillo, que prometía:

  • Cumplimiento estricto de la Constitución.
  • Reforma de la ley electoral y de la ley de Imprenta.
  • Reducción de los impuestos.
  • Restauración de la Milicia Nacional.
  • Convocatoria de unas nuevas Cortes Constituyentes.

La reina entregó el poder a los progresistas, con Espartero como jefe de gobierno y O’Donnell como ministro de Guerra. Esta coalición progresista-moderada llevó a cabo un amplio programa de reformas y una importante labor legislativa, encaminada a sentar las bases de la modernización económica del país.

Logros y Medidas del Bienio Progresista:

  • La Constitución de 1856 (conocida como non nata, al no ser promulgada).
  • La Ley de Desamortización General (Desamortización de Madoz, 1855), que afectó a las propiedades rústicas y urbanas pertenecientes al Estado, la Iglesia, y los propios y baldíos de los Ayuntamientos.
  • La Ley General de Ferrocarriles (1855), cuyo objetivo era impulsar la construcción del ferrocarril.
  • La Ley de Sociedades Bancarias y Crediticias (1856).

La inestabilidad social, ocasionada por la epidemia de cólera en 1854, la subida de los precios del trigo, las malas cosechas y las protestas obreras, fue duramente reprimida. La reina finalmente admitió la dimisión de Espartero y entregó el gobierno a O’Donnell.

Política Exterior de los Gobiernos de Isabel II: Intervencionismo y Expansión

Hasta 1863, hubo una etapa de estabilidad política, con el retorno al régimen moderado de la Constitución de 1845. Los principales hitos fueron la estabilidad política y el impulso al desarrollo económico (incremento de la red ferroviaria, Canal de Isabel II).

En política exterior, se produjo un intervencionismo, cuyos objetivos eran desviar la atención de los problemas políticos internos y exaltar la conciencia patriótica, en plena efervescencia nacionalista en Europa. Destacan las intervenciones en:

  • Indochina (1857-1863): Intervención de la mano de Francia.
  • Costas de Chile y Perú: Donde tuvo lugar la Guerra del Pacífico cuando el gobierno consideró que se atentaba contra los intereses españoles en la zona.
  • Marruecos (1859-1860): Para defender las plazas del Norte de África. El general Juan Prim se convirtió en el héroe de la batalla de Castillejos, la toma de Tetuán y la victoria de Wad Ras. El sultán de Marruecos pidió la paz en 1860, firmándose el Tratado de Tetuán, por el que se ampliaron las plazas de Ceuta y Melilla, y se obtuvo la plaza de Sidi-Ifni. Marruecos se comprometió a pagar una indemnización.
  • México (1861): Expedición al mando del general Juan Prim en apoyo de Napoleón III para instaurar un imperio presidido por Maximiliano de Habsburgo, con el fin de limitar el creciente poder de los Estados Unidos. Debido al escaso apoyo tras su llegada a Veracruz, Prim se retiró al poco tiempo.

Los levantamientos campesinos, los problemas internos del partido y el fracaso del programa conciliador provocaron la caída de O’Donnell.

Hacia la Descomposición Política del Reinado de Isabel II: El Pacto de Ostende

Entre 1863 y 1868 se sucedieron varios gobiernos, de tendencia cada vez más conservadora y autoritaria (con la vuelta de Narváez). La oposición al régimen se acentuó. Cabe destacar la crisis económica, el aumento de la corrupción y el progresivo desprestigio de la reina, sobre todo por su conducta privada y su continua injerencia en los asuntos de gobierno. Finalmente, la firma del Pacto de Ostende (agosto de 1866) reunió a progresistas, demócratas y republicanos y, tras la muerte de O’Donnell, también a los unionistas. Su objetivo era destronar a Isabel II y convocar unas Cortes Constituyentes.

Conclusión: La Consolidación Irreversible del Liberalismo en España

En el período que transcurrió entre 1833 y 1868 se produjo la implantación del liberalismo en España de forma irreversible. Al igual que en gran parte de Europa occidental, en las primeras décadas del siglo XIX se destruyeron definitivamente las formas económicas, las estructuras sociales y la monarquía absoluta que habían caracterizado al Antiguo Régimen. Este proceso fue en España largo y complejo. Se inició con una dilatada guerra entre carlistas y liberales; continuó con los enfrentamientos entre las diferentes fuerzas políticas presentes en la sociedad española, en los que la Corona intervino de forma partidista, optando mayoritariamente por los moderados. La intervención del Ejército en la política favoreció la aparición de graves tensiones sociales. En definitiva, es uno de los periodos más inestables de la historia de España, que culminó con una revolución que expulsó del trono a quien había sido su ocupante, Isabel II.

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