Lacan y Descartes


La filosofía de Descartes se encuadra dentro del Siglo XVII en la etapa Renacentista,  caracterizada principalmente por la vuelta a las culturas clásicas, pero esta vez con un giro antropocentrista que pone al hombre como centro del universo. Una corriente fundamental (de la que Descartes forma parte) es el Racionalismo, que busca respuesta a todas las cuestiones en la razón humana. Esta curiosidad por el hombre junto con el pensamiento es la que lo lleva a plantearse qué es aquello de lo que estamos compuestos.

Aunque Descartes concibe un dualismo antropológico formado por el cuerpo y el alma, afirma que ambos trabajan estrechamente unidos y que el punto de enlace entre ellos es la glándula pineal; aunque a día de hoy se sabe que su función es realmente la distinción entre la vigilia y el sueño.


El cuerpo tiene el mismo funcionamiento que una máquina y está también formado por piezas (visión mecanicista del mundo) de tal forma que el motor, que es el corazón, es el encargado de hacer que todo lo demás trabaje, algo así como una “fuerza activa”. Lo llama res extensa porque es una sustancia corpórea cuyo atributo es la extensión (longitud, anchura, profundidad) y cuyos modos son los distintos tamaños y formas. Su función es principalmente fisiológica puesto que lleva a cabo acciones como comer, beber, andar, etc. 


El alma, sin embargo, se trata de una sustancia espiritual (Res cogitans) cuyo atributo es el pensamiento y que por tanto es la que da lugar a las ideas, nos permite conocer la verdad y nos guía por el camino correcto. Una vez el cuerpo se corrompe y el alma lo abandona, el individuo muere, puesto que esta es el origen y condición indispensable para la vida. Ademá es exclusiva en el ser humano ya que según asegura Descartes, los animales no tienen alma, sino que se mueven por estímulos (al igual que los autómatas) o por instintos pero nunca son capaces de pensar o sentir. 

Como ya hemos dicho, una de las funciones del alma es guiar al hombre hacia la verdad según la teoría de la reminiscencia, en que el alma va recordando a través de la luz natural las ideas que ya posee en sí porque Dios le ha dotado de ellas. Este proceso no es fácil, y es por ello que Descartes enfoca toda su filosofía en torno a esa búsqueda de la verdad. Las encargadas de potenciar esta misión son las pasiones, excitaciones del alma que llegan al cerebro y dan lugar a una acción consecuente que puede ser tanto positiva como negativa.

Según cuenta en su Tratado de las pasiones de 1649, hay algunas como la alegría, el amor o la admiración que despiertan buenos sentimientos y nos hacen sentir mejor: Por otro lado, están las que nos llevan a cometer actos deshonestos como la ira, el odio, la envidia, etc. El alma se encargará de seleccionar qué pasiones son buenas y cuales, como estas últimas, son malas y por lo tanto son las que tenemos que aprender a controlar y evitar, ya que nos pueden hacer actuar precipitadamente o confundirnos, dando lugar al error del que hemos de huir

Otra de las cualidades del alma es la libertad, que nos permite ejercer nuestra voluntad para actuar de una manera u otra, si no fuera por ella no podríamos elegir ni tomar decisiones porque estaríamos supeditados a nuestros instintos. Sin embargo, el libre albedrío no da solo pie a hacer el bien, sino que crea la posibilidad de que erremos, por eso, Descartes crea un sistema moral que nos sugiere emplear para saber siempre qué camino es el correcto que nos llevará hacia la verdad absoluta y la perfección. Consta de 3 reglas fundamentales:

  1. Hacer todo lo posible por conocer lo que es justo y oportuno.

Está claro que para saber qué opción representa más verdad y bien hemos de estudiarlas a fondo porque puede darse la situación de que dos de ellas parezcan iguales a simple vista, pero solo si no tenemos el suficiente conocimiento acerca de lo que cada una de ellas implica. En caso de que a pesar de haber profundizado no sepamos cuál escoger, debemos dejar que la idea que Dios ponga en nuestra mente como una especie de revelación nos guíe.

2.     Regirse por una resolución firme y constante sin dejarse llevar por las pasiones

Una vez conocemos el camino a seguir no podemos permitir que las pasiones negativas como la pereza o el miedo nos hagan dudar o nos alejen de él. Está siempre en nuestra mano el tomar la decisión correcta si hacemos buen uso de nuestra libertad.

3.     No desear aquellas cosas que uno no puede tener y conformarse con lo que se tiene

De este modo, la codicia queda sustituida por la ambición y el esfuerzo que pongamos para conseguir aquello (realista) que nos proponemos.

Teniendo todo esto en cuenta, conociendo las funciones de cada parte del hombre y siguiendo los pasos marcados, Descartes nos asegura que estamos preparados para emprender una nueva tarea en busca de respuestas a otras cuestiones y de otras verdades absolutas, más allá del pienso, luego existo.

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