Los Santos Inocentes: Crónica de la España Rural y la Lucha por la Dignidad


Los Santos Inocentes: Un Vistazo a la España Rural de los Años 60

Los Santos Inocentes es una obra literaria que captura la esencia cruda y desgarradora de la sociedad española rural durante la década de 1960. Escrita por Miguel Delibes y publicada en 1981, esta novela ha sido considerada una de las obras maestras de la literatura española contemporánea. En un contexto histórico y social marcado por la transición española hacia la democracia, la novela arroja luz sobre las profundas desigualdades sociales y la injusticia de la vida en el campo en esa época.

La trama gira en torno a la familia de Paco el Bajo, un jornalero que trabaja para una familia de señores, propietarios de una finca. A través de los ojos de los personajes, especialmente de los de Paco el Bajo, Azarías y Nieves, la obra muestra la brutalidad y la opresión que sufren los trabajadores rurales a manos de los terratenientes. La narrativa está marcada por un tono realista y directo, que refleja fielmente la crudeza de la vida en el campo y las relaciones de poder desiguales que la dominan.

La estructura externa de la obra cuenta con seis unidades con cierta independencia entre ellas y a los que Delibes denomina “libros”, y a cada uno de los cuales le da como título de un personaje o acontecimiento que sucede. La trama se desarrolla en un ritmo pausado, revelando gradualmente las tensiones y conflictos que subyacen en la vida cotidiana de los personajes, hasta llegar a un desenlace trágico que cuestiona las injusticias sociales y la crueldad humana. Desde el punto de vista argumental, Los santos inocentes es una novela tradicional que responde al esquema tradicional de planteamiento, nudo y desenlace.

Personalmente, me ha impactado la forma en que Delibes utiliza el lenguaje para sumergir al lector en la atmósfera opresiva y desoladora del mundo rural. Su estilo poético y evocador permite que el lector experimente de manera vívida las emociones y los dilemas morales de los personajes.

En resumen, Los santos inocentes es una obra literaria que no solo ofrece una mirada penetrante a la realidad social de la España rural de la época, sino que también trasciende las fronteras geográficas y temporales para explorar temas universales de injusticia, sufrimiento y resistencia humana.


Contexto Histórico y Literario

El Sexenio Revolucionario (1868-1874)

5.3 El Sexenio comienza con la Revolución “Gloriosa” de 1868, que se inició con el pronunciamiento de Topete, apoyado por los generales Prim y Serrano, en la que los demócratas tuvieron gran importancia. Cae Isabel II.

Se creó un Gobierno Provisional presidido por Serrano que aprobó algunas de las propuestas de la Juntas Revolucionarias como la implantación del sufragio universal masculino, libertad de prensa, enseñanza, culto, librecambismo. Tras unas elecciones democráticas y libres ganaron los monárquicos progresistas y los demócratas. Se aprobó la Constitución de 1869: Soberanía nacional, en cuanto a que establece sufragio universal en varones mayores de 25 años. Cortes bicamerales electas. Amplia declaración de derechos. Monarquía constitucional como forma de Estado. Tiene limitadas sus competencias. División de poderes: el ejecutivo corresponde a los ministros y al rey. El legislativo, a las Cortes bicamerales y el judicial a los jueces. Religión: se concede la libertad de cultos. El Estado está obligado a mantener el culto y los ministros de la religión católica.

Tras la aprobación de la Constitución de 1869, la regencia la asume el general Serrano y como jefe de gobierno Prim. Pero el nuevo gobierno tiene que enfrentarse a problemas: insurrecciones republicanas y carlistas, la guerra de independencia en Cuba y la fuerte conflictividad social. Ante esta situación destaca la necesidad de buscar un nuevo rey. Las Cortes eligieron al príncipe italiano Amadeo de Saboya (1871-73), quien no fue admitido por la mayoría de la sociedad española: republicanos, carlistas y alfonsinos. A estas se les sumó la oposición de la nobleza, la Iglesia y la burguesía financiera colonial. Los terratenientes temían que se cuestionara el derecho a la propiedad privada, y la jerarquía eclesiástica no aceptaba la libertad religiosa. Ante el avance del proyecto de la abolición de la esclavitud, la burguesía con intereses coloniales, se vinculan al partido Alfonsino. Dos grupos políticos le dieron su apoyo: el constitucional, liderado por Sagasta, que constituía la derecha del régimen; y el radical, dirigido por Zorrilla, en el que se encuadran progresistas y demócratas, partidarios de reformas audaces. Ante esta situación, en 1873, Amadeo de Saboya presentó en acta la abdicación de la Corona. Ese mismo día, Congreso y Senado reunidos conjuntamente proclaman La Primera República (1873-1874). Fueron momentos de gran inestabilidad ya que en 11 meses hubo 4 presidentes de República con diferentes tendencias: unionistas y federalistas. Eran personas de gran talla intelectual y moral, pero sin la fuerza política para dominar el caos político ocasionado por:

  • La oposición política entre los partidos que habían favorecido la República: radicales (mayoría) y republicanos.
  • La presión del partido alfonsino, encabezado por Cánovas del Castillo que querían una restauración borbónica en la figura de Alfonso XII.
  • La intensificación de la guerra carlista.
  • La guerra de Cuba.
  • La protesta social.

La Asamblea, que había proclamado la I República, designó a Estanislao Figueras, presidente de una República unitaria, e inmediatamente chocó con los republicanos federales. Su principal cometido era convocar Cortes Constituyentes que promulgase una nueva Constitución. Se enfrentó con graves problemas: crisis de Hacienda, cuestión de Cuba y la Tercera Guerra Carlista. En su breve gobierno promulgó una amplia amnistía, abolió́ la esclavitud en Puerto Rico y suprimió́ las quintas. En las primeras elecciones triunfaron los republicanos federales, proclamándose la República Democrática Federal, siendo Pi i Margall presidente. En los republicanos federales surgieron dos tendencias: transigentes querían conseguir el orden social y después construir la República Federal desde arriba; y los intransigentes, defendían la construcción desde abajo, y así vendría la paz social. Al tiempo estalló una revolución cantonal, protagonizada por la clase media y trabajadores urbanos, comenzó en Cartagena extendiéndose al Sur y Levante. Al no poder aprobar la Constitución Pi i Margall dimitió, le sucedió Salmerón. Se limitó a restablecer el orden y reprimir los movimientos obreros. Dimitió al no querer firmar penas de muerte contra revolucionarios. Emilio Castelar le sucedió, intentó restablecer el orden. Su giro a la derecha le enfrentó a los intransigentes. El golpe de Estado del general Pavía, enero 1874, disolvió las Cortes republicanas. El año 1874 fue de transición entre la I República y la Restauración borbónica, el poder pasó a Serrano (República autoritaria o dictadura del general Serrano), apoyado por liberales, como Topete y Sagasta, mientras que Cánovas intentaba el regreso de los Borbones. El pronunciamiento en Sagunto del general Martínez Campos, acabó con el Sexenio revolucionario, iniciando la Restauración.


Desamortizaciones y la España Rural del Siglo XIX

7.2.Desamortizaciones. La España rural del siglo XIX.

El siglo XIX supuso la implantación del sistema capitalista de la propiedad en todos los sectores de la economía, gracias a la llegada del liberalismo en España. En la agricultura su principal manifestación fue a través de las desamortizaciones, esto es, la incautación por parte del Estado de tierras no intercambiables, pertenecientes a nobles y clérigos, para su posterior venta y privatización.

Las desamortizaciones se llevaron a cabo durante los gobiernos progresistas y tuvieron como objetivos financiar las guerras y la deuda pública y redistribuir la propiedad de la tierra de nobles a campesinos, de forma que se incrementase la productividad. El primero en recurrir a ellas fue Carlos IV en pos de financiar las guerras revolucionarias francesas (1 ⁄ 6 de los bienes eclesiásticos castellanos fueron desamortizados). Posteriormente, Fernando VII durante el Trienio Liberal recuperó la reforma y la aplicó para el clero regular, introduciendo a su vez los vales reales como método de pago. Durante la primera guerra Carlista, Mendizabal retomó el proyecto desamortizador (tierras del clero regular con el Decreto 19 Febrero 1836 y tierras del clero secular con la Ley Julio 1837) con el fin de costear la guerra y ganar adeptos a Isabel II (se recaudaron alrededor de 4500 millones de reales gracias al pago en vales reales con valor nominal y a las subastas). Por último, el liberal Madoz insertó la reforma años después pero enfocada a los municipios (desamortización de propios y comunales).

Al finalizar el proceso de desamortizaciones los resultados no fueron los esperados: la deuda aumentó en ⅓ parte, se acentuó el latifundismo y no se logró redistribuir la tierra (sociedad polarizada; nobles y burgueses acapararon las propiedades), lo que llevó a un movimiento antiliberal por parte del campesinado; la iglesia perdió propiedades, aunque se compensó con la potestad de enseñar; se retrasó la industrialización y se fracasó en la modernización agrícola.

Industrialización, Comercio y Comunicaciones

7.2.Industrialización, comercio y comunicaciones.

La España del siglo XIX también estuvo marcada por la Revolución Industrial europea, corriente que no logró establecerse al completo en el país como consecuencia de la Guerra de Independencia y la pérdida de las colonias americanas (falta de dinero y materias primas, malas comunicaciones, inestabilidad política, retraso agrícola). No obstante, destacaron núcleos industriales en País Vasco y Cataluña de industria siderúrgica e industria textil, respectivamente. En el ámbito de la minería, se impuso la Ley de Minas (1868) que permitió la extracción y aprovechamiento de minerales (plomo, cobre, mercurio) a compañías extranjeras y cuyo resultado fue el agotamiento de los recursos.

Para mejorar las comunicaciones se llevó a cabo la construcción del ferrocarril (Ley General de Ferrocarriles 1855) mediante concesiones a empresas privadas (NORTE, MZA) y la facilitación de obtención de los materiales necesarios (supresión de aranceles, entrega de subvenciones). Se trató de una red radial con centro en Madrid y un ancho de vía diferente al de Europa (España 1,7; Europa 1,4) que dio inicio al Mercado Nacional y promovió la urbanización. El proceso de construcción se dividió en varias partes: un inicio lento, debido a los impedimentos del relieve, que destacó por la construcción de ramales (Barcelona-Mataró, Madrid-Aranjuez); una etapa de máximo auge (4250 km de vías construidas en 8 años); la interrupción del proyecto durante diez años (Crisis de 1866); y con la llegada de Alfonso XII, su finalización temporal (13000 km de vías).

Por último, se desarrollaron las primeras Sociedades de Crédito (Bancos) de origen extranjero, y el Banco de España (Ley de Bancos y Sociedades de Crédito) que, sin embargo, se vieron afectadas por la Crisis de 1866 (la quiebra del ferrocarril fuerza la quiebra de las entidades bancarias; se crea la peseta). No sería hasta la Restauración que el sistema financiero saldría a flote con la creación de bancas comerciales y de negocios por parte de los capitales Antillanos y Filipenses.


Literatura Hispanoamericana del Siglo XX

9 La literatura hispanoamericana del siglo XX ha sido una explosión internacional tanto en poesía como en narrativa, con una lista extensa de autores relevantes a nivel mundial. Aunque abarcar la diversidad de autores y movimientos de 17 países es difícil, en la poesía se pueden identificar algunas tendencias comunes: evolución desde las vanguardias de los años 30 hasta el compromiso social de los 50 y la renovación de los 60 y 70, presencia de indigenismo y afirmación de lo americano, y una marcada reflexión sobre temas políticos que reflejan la realidad convulsa de la región.

La poesía del siglo XX presenció la aparición de destacados poetas universales después de los periodos de esplendor del Modernismo y las Vanguardias. Hay que empezar por el argentino Jorge Luis Borges, desde Argentina, inicialmente influido por el ultraísmo, luego desarrolló una poesía nostálgica y libre sobre Buenos Aires, de verso libre, impresionista y nostálgico (Cuaderno San Martín). Abandonó la poesía en los años 40 en favor de la narrativa, pero más adelante volvió a ella de una manera muy distinta; métrica tradicional, rima consonante para tratar temas que le obsesionaban como la trama del universo o el acceso al conocimiento. De larguísima trayectoria e influencia es el torrencial chileno Pablo Neruda, premio Nobel en 1971. Transitó desde el neorromanticismo con Veinte poemas de amor y una canción desesperada, para pasar al surrealismo de Residencia en la tierra, la poesía comprometida de Canto general o la poesía de la intimidad de Odas elementales. César Vallejo, peruano, El peruano César Vallejo, comenzó con una poesía vanguardista en Trilce y se orientó hacia temas políticos tras la guerra civil española como en España, aparte de mí ese cáliz. Por último, hay que mencionar al mexicano Octavio Paz, Octavio Paz, mexicano, quien empleó el surrealismo y el simbolismo para expresar lo autóctono americano en Libertad bajo palabra.

Paralelamente surgen otros poetas importantes como Nicolás Guillén, representante del negrismo, poesía reivindicativa del mestizaje y de la sonoridad afroamericana, en poemas como Songoro cosongo. Muy alejado de él está el también cubano José Lezama Lima, representante de la poesía pura, que une la dificultad del surrealismo con la erudición barroca, como en Fragmentos a su imán. Hay que mencionar la poesía de denuncia, en general contra las diversas dictaduras que asolaron América Latina este siglo. Una buena muestra de ella es la del uruguayo Mario Benedetti en obras como Letras de emergencia. Por último, no podemos olvidar al chileno Nicanor Parra, cuyo estilo cáustico, irónico, con cierto humor y gusto por las contradicciones se reunió bajo el rótulo de Antipoesía. Supuso toda una revuelta frente a la poesía metafísica, cósmica, solemne de Neruda o Paz.

En los años 30, en su intento de emanciparse de la influencia europea y de afirmar la esencia americana, va a surgir la novela regionalista, con diversas variantes. Por un lado está la novela de la tierra, donde la colosal naturaleza americana va a ser protagonista, en general destruyendo a los protagonistas. El mejor ejemplo es La Vorágine, del colombiano José Eustaquio Rivera. Por otro, la “novela indigenista”, que quiere reivindicar la figura de los indios americanos y por simpatía también de los negros esclavizados. Un buen ejemplo es Raza de bronce, del boliviano Alcides Arguedas. Por último, se podría mencionar dentro de esta corriente la novela histórica o “de revolución”, que busca retratar los diferentes conflictos políticos y revolucionarios que vivieron distintas regiones. La mejor es Los de abajo, del mejicano Mariano Azuela.


El Boom Latinoamericano y sus Consecuencias

TEMA 9: (2)

No obstante, A partir de los años 40, surge una generación de autores importantes que allanan el camino hacia el boom literario de los años 60.Este periodo marca la irrupción del movimiento conocido como «realismo mágico», donde se busca encontrar la especificidad latinoamericana en la fusión de culturas europea, indígena y africana, dando lugar a una narrativa donde lo sobrenatural se entrelaza con la realidad cotidiana. Alejo Carpentier, con El reino de este mundo, y Miguel Ángel Asturias, con El señor Presidente, son pioneros en este estilo, destacando la influencia de la cultura prehispánica y el sincretismo religioso en sus obras. Juan Rulfo, con su única novela Pedro Páramo, también destaca por su enfoque mágico e irreal, forjando un universo narrativo único. Aunque alejado del realismo mágico, Jorge Luis Borges, a partir de los años 50, cultiva con éxito el género fantástico a través de colecciones de cuentos como El Aleph, contribuyendo a la riqueza y diversidad de la literatura hispanoamericana.

El “boom” de los años 60, un fenómeno más editorial que literario, llevó la literatura hispanoamericana a la atención mundial. El colombiano Gabriel García Márquez, galardonado con el Premio Nobel en 1982, destaca como uno de los autores más reconocidos a nivel internacional. Su excepcional habilidad narrativa y prodigiosa imaginación han dado vida a una serie de obras magníficas. Desde La hojarasca (1955), hasta su obra definitiva Cien años de soledad (1967).

De muchísimo éxito es también el peruano Mario Vargas Llosa, premio Nobel en 2010, ha destacado en la literatura con obras que van desde el realismo mágico hasta la narrativa neovanguardista y el humor, con obras como La guerra del fin del mundo o Conversación en la catedral. Por último, hay que mencionar al argentino Julio Cortázar, conocido por desafiar los límites entre realidad y ficción, presenta en Rayuela la búsqueda de pertenencia de un emigrante en París y Buenos Aires. Otros autores como Carlos Fuentes, Augusto Roa Bastos y Reinaldo Arenas también han dejado su huella en la literatura latinoamericana con obras como La muerte de Artemio Cruz, Yo, el Supremo y El mundo alucinante, respectivamente.

Tras el «boom», la literatura hispanoamericana continuó diversificándose con autores como la chilena Isabel Allende quien sigue vinculada al realismo mágico (La casa de los espíritus). Por otro lado, Ernesto Sábato, de Argentina, explora lo metafísico y lo existencial en Sobre héroes y tumbas, retratando la soledad esencial del protagonista. Importante también es el cubano Gabriel Cabrera Infante, con su obra Tres tristes tigres. Además, surge la «novela de testimonio», donde se busca presentar la realidad sudamericana sin la influencia directa del autor, mostrando los hechos desnudos y crudos.

En definitiva, el siglo XX es un momento impresionante para la literatura hispanoamericana. Por número de autores y calidad de las obras lo ha colocado en el centro de la creatividad mundial.


La Literatura Española Después de 1975

TEMA 8:

En 1975, la muerte de Franco acabó con el régimen dictatorial en España y permitió una pacífica transición hacia la democracia. Con la censura eliminada, la literatura entró en la posmodernidad, un periodo de diversificación que permitió la afloración de nuevos temas y técnicas. A la comercialización literaria se le unieron los primeros premios nacionales generosamente dotados como el Cervantes o el Nacional de Letras.

En España ya había grandes autores que continuaron su trayectoria literaria hasta después de 1975. Camilo José Cela con Mazurca para 2 muertos, Miguel Delibes con su clásico Los santos inocentes, y Gonzalo Torrente Ballester con Filomeno a mi pesar continuaron la brillante carrera que habían iniciado en los años 40. También hubo autores del medio siglo que posteriormente se decantaron por la experimentación como Juan Goytisolo (Paisaje después de la batalla) o Jesús Fernández Santos (Extramuros). En 1868 surgió una generación con autores como Manuel Vázquez Montalbán (Galíndez), que escribieron novelas de carácter tradicional en un contexto en el que primaba la experimentación.

Tras un periodo de experimentación radical, el género narrativo recuperó sus características propias (los personajes, la trama, el espacio, el tiempo) y se volvió a coger el gusto por los subgéneros como la novela rosa, la novela negra o la novela histórica, aunque se siguió incluyendo rasgos innovadores como el flujo de conciencia o el fragmentarismo. Eduardo Mendoza publicó en 1975 una novela histórica y policiaca de carácter tradicional pero con rasgos innovadores llamada La Verdad sobre el caso Savolta, a la que siguieron otras como su parodia humorística de la novela policíaca, El misterio de la cripta embrujada. Javier Marias, sin embargo, escribió novelas de narrativa densa con lenguaje preciso como Mañana en la batalla piensa en mí. Antonio Muñoz Molina optó por novelas introspectivas de género policíaco como “Plenilunio”, mientras que Manuel Rivas en “El lápiz del carpintero” añadió una perspectiva original a obras tradicionales basadas en la Guerra Civil. Este periodo estuvo también marcado por las aportaciones literarias de autores como Juan José Millás o Almudena Grandes.

En los años 90 surgió la generación X, un grupo de autores que buscaron comercializar la literatura recurriendo a temas actuales como el sexo, las drogas o el rock en forma de novelas cortas, sencillas y de ambientación urbana. Una de las obras más destacadas de este periodo fue “Historias del Kronen” de José Ángel Mañas, aunque también fueron importantes otras como “Héroes” de Ray Loriga o “Beatriz y los cuerpos celestes” de Lucía Echevarría.

En el siglo XXI, la literatura española continuó diversificándose, surgiendo autoras como Marta Sanz (“Pequeñas mujeres rojas”), Sara Mesa (“Un amor”) o Cristina Morales (“Lectura fácil”) que formaban parte del colectivo feminista que utilizaba la novela como forma de expresión promovedora de la igualdad. También surgieron obras de carácter poético como “Ordesa” de Manuel Vilas, que roza el carácter autobiográfico, o “Intemperie” de José Carrasco, que armoniza el ultra realismo con la fantasía.

En definitiva, la llamada era posmoderna ha mostrado que dentro de la novela todo vale, y que el único requisito es que el autor se sienta libre.


La Guerra Civil Española y sus Consecuencias

TEMA 7:

La Guerra Civil supuso una ruptura brutal en la vida cultural española. El aislamiento de España, el exilio de buenos novelistas (Ramón J. Sender, Rosa Chacel, Max Aub y Francisco Ayala, por ejemplo), y la fuerte censura hicieron que la ruptura con la narrativa anterior a la guerra fuera total.

Durante los años cuarenta surgen diferentes tendencias. Los escritores franquistas escriben novelas de propaganda, en las que se cuenta la Guerra Civil desde su punto de vista y se alaba el nuevo régimen político. También aparece una corriente novelística realista y de corte existencialista. Suelen contar las experiencias de un protagonista que sufre en la sociedad gris, cerrada y pobre de la posguerra y no encuentra sentido a la vida.

Camilo José Cela publica con gran éxito su primera novela, La familia de Pascual Duarte. En ella se nos cuentan la terrible historia plagada de crímenes de su protagonista, un hombre a punto de ser ejecutado por homicida. Inaugura con ella el movimiento literario del tremendismo, que se centra en los aspectos más desagradables y tremendos de la realidad. Carmen Laforet escribe Nada, la historia de una universitaria que vive en un ambiente asfixiante en la Barcelona de posguerra. Miguel Delibes muestra en sus novelas una gran sensibilidad por los más débiles, y denuncia los abusos de los poderosos y la hipocresía de la sociedad conservadora. Su visión de la vida es desesperanzada en ocasiones y su prosa sencilla y elegante. Algunas de sus novelas más importantes son Las ratas o El camino.

En los años cincuenta se produce un relativo relajamiento de la represión y la censura, lo que permite a los novelistas hacer una literatura más comprometida socialmente, de crítica moderada. En ella, suele reflejarse la vida cotidiana de los protagonistas de manera realista. Esta puede ser clasificada en dos ramas. La primera es la del objetivismo (también neorrealismo) cuyo mejor exponente es El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio. Esta obra es una recreación de una merienda en el río de un grupo de jóvenes. Sus conversaciones sirven como crítica de la adormecida sociedad española que 20 años antes había luchado ferozmente en esas mismas orillas. Otros títulos importantes son “Tormenta de verano”, de Juan García Hortelano.

La segunda es la del realismo social y crítico que ofrece una expresión más cruda de la realidad. Los protagonistas son campesinos (“Dos días de septiembre”, de José Manuel Caballero Bonald), u obreros. A esta rama pertenece La colmena de Camilo José Cela, obra en la que retrata el Madrid amedrentado y corrupto de posguerra.

El final del realismo social se produjo en los años sesenta, en los que se incorporan técnicas narrativas novedosas, como: el narrador en segunda persona, el flujo de conciencia, el fragmentarismo (prosa muy fragmentada) y el leit motiv. La obra más conocida de esta corriente es Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, pero también destaca Volverás a Región, de Juan Benet. El experimentalismo llevó a extremos como Oficio de tinieblas, 5, de Camilo José Cela, tan compleja que es dificilísima de leer. Poco a poco se vuelve a una novela más tradicional, como La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza, ya en los años setenta.


El Franquismo: Política Exterior y Etapas

11.2 Tras la guerra civil se inició en España una dictadura militar en la que el general Franco reunía todo el poder (Jefe de estado, de Gobierno, del ejército y del partido único, desde 1943). Esta dictadura se institucionalizó mediante las Leyes Fundamentales.

La política exterior bajo el régimen franquista experimentó cambios significativos para adaptarse a las dinámicas internacionales en tres períodos distintos.

Inicialmente, durante el período de la Segunda Guerra Mundial (1939-1943), España se mantuvo oficialmente neutral. Sin embargo, los éxitos de Hitler llevaron a Franco a alinearse con el Eje, declarándose no beligerante en 1940. Durante este tiempo, España proporcionó recursos estratégicos a Alemania, como voluntarios contra la URSS, (División azul). En octubre de 1940, Franco se reunió en Hendaya con Hitler y en 1941 con Mussolini en Bordighera y el mariscal Petain. En 1943 Franco recuperó la neutralidad ante las derrotas del Eje.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial (1945-1950) España fue sometida a un duro aislamiento ya que se buscaba que Franco abandonara el poder. La ONU rechazó el ingreso de España, calificó al régimen como fascista y promovió la retirada de embajadores. Además, Estados Unidos excluyó a España del Plan Marshall.

Estados Unidos pasó a considerar a Franco un aliado contra el comunismo durante la Guerra Fría firmándose en 1953 el Pacto Militar Bilateral y el Concordato con el Vaticano. La firma del acuerdo con los Estados Unidos permitió la instalación de bases americanas en España (Torrejón, Rota, Morón y Zaragoza) a cambio de una ayuda económica de 1.180 millones de dólares. El ingreso en la ONU en 1955 y la visita del presidente Eisenhower en 1959 confirmaron el fin del aislamiento. Los éxitos se vieron empañados por la pérdida de las últimas colonias: Marruecos en 1956 y Guinea en 1968, el rechazo al ingreso en la CEE y la crisis diplomática con Reino Unido por Gibraltar. En los años 70 España estaba tan debilitada internacionalmente que no pudo evitar la invasión marroquí del Sáhara con la Marcha Verde.

El franquismo atravesó tres etapas caracterizadas por el predominio en el gobierno de unas familias sobre otras.

En su primera etapa de 1939 a 1959, el nuevo régimen, autodenominado nacional sindicalista, comenzó como una dictadura totalitaria dominada por militares y falangistas como Serrano Suñer. Las derrotas alemanas en la Segunda Guerra Mundial llevaron en 1943 a reemplazar a los germanófilos por católicos como Martín Artajo y a reducir la simbología fascista. No obstante, Franco no pudo evitar el aislamiento internacional que dificultó aún más la recuperación económica y situó a la dictadura al borde del colapso.

La segunda etapa coincide con la consolidación y el desarrollismo de 1959 a 1973: el régimen se consolidó gracias al reconocimiento internacional y el crecimiento económico de los 60. Franco dio protagonismo a ministros tecnócratas del Opus Dei, y completó la institucionalización del régimen con la Ley de Principios del Movimiento Nacional de 1958, que recogía los valores básicos del franquismo, y la Ley Orgánica del Estado de 1967, que separaba la Jefatura de Estado y de Gobierno, aunque Franco ostentó ambas hasta 1973. Se aprobaron dos leyes de aparente carácter aperturista: La Ley de prensa e imprenta (1966), que suprimía la censura previa, y la Ley de Libertad Religiosa (1967), que reconocía la libertad de cultos. Franco nombró al príncipe Juan Carlos como sucesor en 1969.

Finalmente la tercera etapa, la crisis del Franquismo (1973-1975). El envejecimiento llevó a Franco a designar jefe de Gobierno a Carrero Blanco sustituido tras su asesinato por ETA por Arias Navarro. Este inició una tímida reforma política con la Ley de Asociaciones Políticas que no contento ni aperturistas ni a integristas. Además, la crisis económica aumentó la conflictividad social, mientras la política represiva alimentaba la presión internacional sobre el régimen.


La Guerra Civil Española: Historiografía, Desarrollo y Consecuencias

10.1.La Guerra Civil: aproximación a la historiografía sobre el conflicto. Desarrollo de la Guerra y consecuencias.

La Guerra Civil española ha sido un tema de intenso escrutinio y análisis en la historiografía tanto nacional como internacional. Desde una perspectiva nacional, las etapas posteriores a la guerra estuvieron marcadas por una narrativa sesgada a favor de los vencedores, glorificando la sublevación de 1936 como una «cruzada de liberación nacional». Autores como Joaquín Arrarás mitificaron figuras como Franco, mientras que los autores republicanos en el exilio contribuyeron con obras que reflejaban su visión y autojustificación frente a la derrota.

En la primavera de 1936, las tensiones sociales y políticas en la República española se intensificaron, lo que llevó a los militares opuestos al gobierno a planear un golpe de Estado. El líder estratégico de este golpe fue Mola, con la intención de establecer un gobierno similar al de la dictadura de Primo de Rivera, y Sanjurjo estaba destinado a liderar el Directorio Militar que se formaría después del golpe. Franco se unió al plan en el último momento. Los sublevados esperaban una acción rápida, mientras que el Gobierno sobreestimaba sus propias capacidades.

La sublevación comenzó el 17 de julio de 1936 en Melilla bajo el mando de Yagüe, y Franco se unió desde Marruecos. Entre el 18 y 19 de julio, Sevilla y Cádiz se sumaron a la rebelión. Las áreas sublevadas incluían las costas frente al estrecho y regiones como Galicia, Castilla-León, Navarra y las tres capitales de Aragón. La zona republicana se dividió en la cornisa cantábrica y el País Vasco (excepto Álava), así como Madrid, Cataluña, Valencia, Castilla-La Mancha y Murcia.

Tras el golpe, España quedó dividida en dos facciones: los sublevados, autodenominados «nacionales», que buscaban restaurar el orden y eliminar a los enemigos de la patria, denominados «rojos», y los republicanos, que defendían la República democrática y luchaban contra el fascismo.

La guerra civil, que tuvo lugar de 1936 a 1939, se desarrolló en cuatro etapas. La primera incluyó la lucha por Madrid, donde las fuerzas sublevadas no lograron avances significativos. La segunda fase vio una campaña en el norte, con los sublevados tomando regiones clave como Vizcaya y Bilbao. La tercera fase abarcó desde la ofensiva de Teruel hasta la Batalla del Ebro, donde las fuerzas sublevadas lograron importantes avances. La cuarta y última etapa culminó con la toma de Cataluña y el fin de la guerra, con la entrada de las tropas nacionales en Madrid y la conquista de las últimas posiciones republicanas en abril de 1939.

Las consecuencias de la guerra fueron devastadoras en todos los aspectos. Económicamente, hubo una gran destrucción de infraestructuras y recursos, sumiendo al país en una profunda recesión. Socialmente, la violencia y la represión agravó la división social y prolongó el enfrentamiento entre vencedores y ganadores. Demográficamente, se registró una importante pérdida de población y un cambio en la estructura urbana. Cultural y políticamente, la guerra y su resultado dejaron una profunda huella en la historia de España, marcando el inicio de una larga etapa de dictadura y aislamiento internacional.


En la evolución política y social la sublevación generó en ambos bandos la ausencia inicial de un poder civil organizado. El bando republicano se vio inmerso en una compleja dinámica política y económica. Desde el inicio del conflicto, se desencadenó una revolución social en la zona republicana, donde los comités de partidos y sindicatos obreros tomaron el control de la economía, gestionando transportes, suministros militares y centros de producción. Mientras tanto, el gobierno republicano ratificaba estas acciones legalmente. En el ámbito rural, se llevaron a cabo ocupaciones de fincas y procesos de socialización y colectivización de la tierra en áreas socialistas y anarquistas respectivamente.

Políticamente, el bando republicano experimentó cambios significativos. Tras la dimisión del gobierno de Casares Quiroga, se sucedieron gobiernos fallidos de Diego Martínez Barrio y José Giral. En septiembre de 1936, se formó un gobierno de unidad presidido por el socialista Largo Caballero, con representación de varios partidos y corrientes políticas, incluyendo anarquistas como Federica Montseny, la primera mujer ministra en España. Sin embargo, las tensiones internas entre distintos grupos políticos, como la CNT, el POUM y las autoridades republicanas, provocaron la caída del gobierno de

Largo Caballero y la ascensión de Juan Negrín como presidente.

La ayuda militar y económica de la Unión Soviética fortaleció la influencia comunista en el bando republicano, permitiendo una mayor centralización en la dirección de la economía y la consolidación del Ejército Popular. A pesar de las derrotas y tensiones internas, Negrín abogó por resistir a ultranza, mientras que otros líderes republicanos, incluidos anarquistas y socialistas, comenzaron a considerar la necesidad de negociar ante la inminente derrota. En marzo de 1939, el golpe liderado por el coronel Casado desplazó del poder a Negrín, marcando un punto crítico que condujo al hundimiento definitivo del bando republicano con las caídas de Barcelona y Madrid.

Por otro lado, en el bando sublevado liderado por Franco, tras la muerte de Sanjurjo, se estableció la Junta de Defensa Nacional en Burgos, la cual adoptó medidas drásticas como la supresión de las libertades y la disolución de los partidos políticos, excepto la Falange y los carlistas. La propaganda nacional justificó el golpe militar como un alzamiento nacional contra una República «marxista» y «anti española», mientras que Franco consolidaba su poder al frente del Ejército de África y recibía apoyo de Alemania.

Franco fue designado Jefe del Gobierno del Estado español en octubre de 1936, estableciendo una dictadura personal basada en un régimen militar. La unión de falangistas y carlistas en FET de las JONS, la concentración de poderes en la figura de Franco, y la legislación represiva como la Ley de Responsabilidades Políticas, marcaron la evolución política en el bando franquista.

Económicamente, el gobierno franquista controló la mayoría de las tierras de cultivo y la producción, con la colaboración de los propietarios agrarios e industriales, la banca y grandes financieros. Recibió ayuda financiera de regímenes fascistas como Alemania e Italia. La dimensión internacional del conflicto se hizo evidente con el respaldo de estos regímenes a Franco.

A nivel internacional, la Guerra Civil Española estalló en un momento tenso, dividiendo a las democracias europeas de los regímenes totalitarios fascistas y nazis. La Sociedad de Naciones estableció un Acuerdo de No Intervención, que decretó la neutralidad y prohibió el suministro de armas a los contendientes, firmado por varias naciones, aunque resultó ineficaz pues ambos bandos recibieron ayuda extranjera. El ejército franquista recibió apoyo de Alemania, Italia, Portugal e Irlanda, así como el reconocimiento del Estado Vaticano. Mientras tanto, el gobierno republicano contó con las Brigadas Internacionales y el respaldo de la URSS y México, financiado con oro entregado por España. Las potencias conservadoras como Gran Bretaña y Estados Unidos adoptaron una postura de neutralidad, aunque algunas empresas estadounidenses como la petrolera Texaco, General Motors o Ford suministraron armas al bando franquista. Además, intelectuales y artistas de renombre se involucraron en el conflicto, cubriendo informativamente la guerra y tomando partido por uno u otro bando.

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