Modelo industrializacion por sustitucion de importaciones en argentina


Hacia mediados del siglo XIX la economía
Argentina comenzó a experimentar un crecimiento rápido por la exportación de sus materias primas provenientes de la ganadería. Esto marcó el principio de un período significativo de expansión macroeconómica. Entre 1870 y 1914, la economía argentina sostuvo una tasa media de crecimiento superior al 5 % por año.[16] De hecho, hacia 1913, los ingresos per capita habían alcanzado aquellos niveles sostenidos por Francia y Alemania, muy superiores a países hoy más desarrollados que la Argentina, como Italia y España,[17] pero al mismo tiempo representaban poco menos de la mitad de los de Australia y Estados Unidos.[18]

La explotación de la tierra:
estancia vs. chacra [editar]

Desde su creación como Virreinato del Río de la Plata hasta la actualidad, Argentina, es uno de los países con mayor superficie apta para el desarrollo de la agricultura en el mundo, hecho que le ha dado ventajas comparativas en este factor de producción. En el siglo XIX la economía rural estuvo casi completamente dedicada a la ganadería y la agricultura. Sobre el curso de la historia cada uno de estos dos sectores experimentó los períodos de crecimiento y contracción en sus mercados.

La oferta agropecuaria, constituyó la base del desarrollo económico de la Argentina en el período 1880-1930. La producción de carne y cereales, para el mercado mundial fue modelo sobre el que se fueron forjando además otros factores, desde los transportes hasta la misma organización política de la Nación.

Desde 1890 hasta 1930, Conquista del Desierto mediante, la agricultura pampeana pasó de cultivar unos 2 millones de hectáreas a más de 25 millones, una evolución similar ocurrió con la producción de carne, favorecida por el surgimiento del frigorífico. Las exportaciones argentinas pasaron de 70 millones de pesos oro en el quinquenio 1880-84, a 380 millones en la década de 1910. Para la década de 1920, las mismas oscilaron en torno de los 800 a 1.000 millones de la misma moneda.[19]

Los sectores más lúcidos de aquel momento, como Sarmiento, Juan B. Justo o Juan Alsina, sostuvieron la necesidad de estructurar el nuevo sistema económico sobre la base de la «chacra» y no de la «estancia». La chacra se diferenciaba radicalmente de la estancia: era, en primer lugar una institución nueva, impulsada por un sector social nuevo, como lo eran los inmigrantes provenientes mayoritariamente de Europa, a través de las leyes de colonización. Por otra parte, la chacra era relativamente pequeña y su dueño vivía y trabajaba en el campo. El chacarero era así concebido como un trabajador autónomo rural propietario de sus tierras, con un gran parentesco al «farmer» norteamericano. Finalmente la chacra, al crear sólidas bases locales y una extendida clase media rural, abría inmediatamente paso al desarrollo de la agroindustria primero y de la industria metalúrgica después.

La estancia en cambio, se apoyaba en el latifundio y en ganancias mayormente rentísticas, su propietario vivía en las grandes ciudades y continuaba con las relaciones semi-serviles provenientes de la colonia, con los trabajadores de la tierra. Al concentrar la riqueza en pocas manos, dificultaba la creación de mercados internos, adoptando una posición abiertamente anti-industrial.

El modelo de desarrollo basado en la chacra tuvo cierta importancia, sobre todo en la provincia de Santa Fe, de la mano de Aarón Castellanos, pero para fines de siglo, las presiones políticas y económicas llevadas adelante por los estancieros y los ferrocarriles ingleses, impusieron el modelo de la estancia como dominante del sistema económico argentino, cerrando el acceso a la propiedad de la tierra a los inmigrantes, que entonces se volcaron hacia las ciudades.

El desarrollo del mercado de trabajo [editar]

La inmigración era proporcional al desarrollo de la Argentina. Antes de 1860, había relativamente poca migración en el país; la población en 1869 alcanzaba a poco más de 1,8 millones de personas[20] y, debido a la escasez de población, enormes extensiones de tierras permanecieron inutilizadas. Para el año 1930, la población llegaba a los 11 millones.[21]

La escasez de trabajo llegó a ser un punto crítico, pero estos resultados que comenzaba a experimentar el país permitió altos salarios y, por lo tanto, un abismo entre los índices de salario de la Argentina y de una Europa empobrecida, particularmente Italia y España. Esto facilitó la inmigración masiva que fue sostenida cada año hasta la Primera Guerra Mundial (excepto en 1890 donde hubo un retraimiento económico). Mientras que la mitad de los inmigrantes europeos eligió permanecer en la ciudad de Buenos Aires, su adición al mercado de trabajo que le ofrecía el país ayudó a aliviar la escasez de trabajo en el campo. Las migraciones subsecuentes de nativos y extranjeros ayudaron a asegurar un mercado de trabajo para la economía de la región litoral.

La solución a la falta de mano de obra facilitó el desarrollo económico. Mientras que los salarios pudieron haber caído por un período, los inmigrantes, como factor importante de la producción, ayudaron a diversificar los mercados comerciales de la Argentina. Anteriormente, el sector ganadero -costoso- había dominado la producción. Pero con la gran mano de obra disponible, el sector arable permitió el desarrollo. Por consiguiente, el comercio de la Argentina dejó de especializarse en cualquier producto. Esto ayudó a fortificar al país contra los vaivenes de la economía mundial (estabilidad social y política), contribuyendo al desarrollo argentino experimentado entre 1870 y 1920.

El desarrollo del mercado de capitales [editar]

Como la inmigración, la inversión extranjera jugó un papel central en el desarrollo económico de la Argentina. Antes de la Primera Guerra Mundial, se podría decir que la inversión de capital era la inversión de capital extranjero. En todas las consideraciones, Argentina era un caso atípico para la inversión extranjera, y de ahí que esto la diferenció del resto de los países latinoamericanos. Sin embargo, Argentina no tuvo un desarrollo al estilo de los países hoy considerados del primer mundo.

Con mucho, Gran Bretaña contribuyó con la mayor parte de fondos que cualquier otro estado extranjero, como lo hizo con muchos otros estados latinoamericanos. Las sociedades anónimas de responsabilidad limitada, recogieron la mayor parte de su capital por la inversión directa extranjera. La mayor parte de las inversiones de Gran Bretaña recayeron en los ferrocarriles y en las industrias que exportaban carne. Sin embargo el sector agrícola prácticamente no ha recibido ninguna inversión extranjera, y relativamente poco crédito doméstico también. Por eso mismo se dio la expansión agricola.

Final del crecimiento por exportaciones [editar]

Principalmente, el crecimiento económico argentino antes de 1914 fue alcanzado por las exportaciones a Europa. Primero la carne vacuna y luego los cereales fueron enviados a Europa, con una población en auge. El viejo continente se encontró cada vez más en la necesidad de importar productos alimenticios de Argentina. A cambio, Gran Bretaña, Francia y Alemania invirtieron dinero en el desarrollo de Argentina. Especialmente, fondos extranjeros fueron colocados en los sectores que fueron orientados hacia las exportaciones; los ferrocarriles en particular fueron construidos con el capital extranjero. Mientras muchos argentinos vieron al sector de exportación como central para el desarrollo de un mercado nacional, la economía permaneció profundamente dependiente del contexto internacional.

La inversión extranjera y el mercado comercial pueden ser sumamente volátiles. Como la economía de Argentina confió tan pesadamente en el crédito extranjero y en una demanda de sus productos agrícolas, los períodos de volatilidad, causaron repercusiones severas para el crecimiento económico del país.

La inversión extranjera, entonces, era una arma de doble filo. Mientras esto contribuyó al largo período de crecimiento entre finales del siglo XIX y principios del XX, la inversión extranjera mermó durante la Primera Guerra Mundial. Mercados como el argentino aún no habían madurado y la economía doméstica no estaba preparada aún para compensar las pérdidas incurridas por los shocks externos. La economía en total vio una caída en su funcionamiento.

La prosperidad de la post Primera Guerra Mundial [editar]

Una vez terminada la Primera Guerra Mundial, los capitales norteamericanos y Wall Street comenzaron a figurar preeminentemente sobre la esfera internacional y la Argentina gozó del más largo período de prosperidad y paz social hasta entonces.

Entre 1919 y 1929 el PBI de la Argentina creció al 3,61% anual, superando considerablemente a Canadá (2,65%), Estados Unidos (2,16%) y Australia (1,64%). También el aumento del PBI per cápita argentino fue el más alto de los cuatro países, promediando el 1,75% anual. Era la edad de oro de la economía argentina, alcanzando nada menos que el sexto puesto del PIB mundial en 1928.[22]

Sin embargo la crisis mundial que desencadenó el derrumbe de la bolsa en 1929 (el jueves negro) marcó el final del modelo argentino de crecimiento conducido por la exportación de los productos ganaderos y cerealeros de la región pampeana.

Modelo agroexportador superpuesto con modelo de sustitución de importaciones (1930-1975) [editar]

Después de la Crisis de 1929, un nuevo modelo de crecimiento económico comenzó a surgir lentamente, aunque de un modo considerablemente diferente al de otros países de la región.

Por un lado los sectores exportadores de productos ganaderos y cerealeros, principalmente los grandes latifundistas y las empresas frigoríficas y ferroviarias británicas, intentaron recrear el modelo exportador. El Pacto Roca-Runciman de 1933 entre Argentina y Gran Bretaña tenía ese objetivo.

Por otra parte, y en sentido paralelo, comenzó a desarrollarse durante el período 1930-1943 un proceso de industrialización por sustitución de importaciones, con eje en empresas estatales con fuerte influencia militar (YPF, Fabricaciones Militares, Altos Hornos Zapla), y algunas filiales de grandes empresas norteamericanas y sobre todo una gran cantidad de fábricas pequeñas y medianas de capital nacional, especialmente en el sector textil.

 
Exportaciones industriales como porcentaje del PBI 1939-1943.

El resultado fue que el sector agro-exportador permaneció sin realizar cambios de fondo (en particular en la Argentina no se realizó una reforma agraria orientada a crear una propiedad capitalista de la tierra) y se superpuso a un nuevo modelo de industrialización orientado al mercado doméstico. Ambos sectores se constituyeron de manera autónoma, sobre dinámicas, reglas y principios diferentes, y muchas veces en abierta colisión. El sector agroexportador se desarrollaba orientado al comercio internacional, sobre las pautas de la economía liberal clásica, con una presencia preponderante del latifundio y un muy bajo empleo de tecnología y mano de obra (menos del 10% del total nacional), que a su vez estaba sujeta a relaciones laborales paternalistas. El sector industrial comenzó a desarrollarse orientado al mercado interno, con una presencia preponderante del Estado, sobre las pautas de la nueva economía keynesiana que irrumpía en Estados Unidos con el New Deal, y una gran demanda de mano de obra asalariada sujeta a relaciones laborales colectivas entre el trabajo y el capital. Las grandes tensiones y conflictos que tenían que surgir inevitablemente de la convivencia de dos sistemas inconexos y hasta incompatibles, tendió a desarrollar un fuerte Estado interventor.[23]

Si bien el gobierno no tuvo intervención con la política de crecimiento conducido por la exportación, en esta forma nueva sí tuvo participación directa. En un esfuerzo por limitar la dependencia del país del mercado internacional, medidas inducidas por el gobierno como la nacionalización de la industria doméstica fue apuntada para alentar un desarrollo interno, autónomo.

Si bien es cierto que la Argentina fue capaz de crecer con este esquema de dos sectores económicos mal integrados, la dinámica del desarrollo económico no fue suficiente para que el país se convirtiera en una nación desarrollada, repitiendo de algún modo lo que había ocurrido con el modelo agro-exportador de fines del siglo XIX y principios del XX, con el que la Argentina experimentó algún tipo de industrialización pero no se transformó en un país «industrializado».

Las políticas económicas neoliberales adoptadas desde la década de 1970 por los gobiernos militares, y seguidas por los gobiernos civiles, determinaron una concentración progresiva de la riqueza e hicieron que la población perdiera el nivel de vida que había alcanzado a mediados del siglo XX con un aumento exponencial de la deuda externa nacional, que se elevó de 7.875 millones de dólares al finalizar 1975, a 45.087 millones de dólares en 1983.[24] La relación porcentaje de deuda externa sobre PBI, es una de las más elevadas de América Latina donde los países que la conforman cargan con grandes deudas externas. Esto significa un serio obstáculo para las políticas de desarrollo.

Durante la década de 1980, considerada como la década perdida para América Latina,[25] la Argentina creció a tasas magras[25] Sin embargo en 1983, el país seguía sosteniendo indicadores aceptables ya que la tasa de desempleo apenas rozaba el 4 por ciento de la población económicamente activa, menos del 10 por ciento de la sociedad estaba bajo la línea de la pobreza y no existían indigentes.[26][27]

Las altas tasas de inflación que caracterizaron a la economía argentina desde la Segunda Guerra Mundial hicieron eclosión con los procesos hiperinflacionarios de 1989 y 1990, durante los cuales la pobreza se elevó momentáneamente hasta un inédito nivel del 47,3% de la población del aglomerado Gran Buenos Aires.[28]

Los años 90: apertura económica [editar]

Las reformas económicas de esta década se han basado en la privatización de los servicios públicos y en la apertura de la economía. En 1991, el ministro de economía Domingo Cavallo recurrió a la paridad del peso argentino con el dólar estadounidense (Ley de Convertibilidad) debido en parte a la acuciante inflación que sufrió el país a fines de los 80´. Comenzaron a registrarse así altas tasas de crecimiento entre 19911994 y 19961998. En 1995 por el Efecto Tequila —que demostró cómo un hecho externo podía influir en el país producto de la globalización— provocó un crecimiento negativo del PBI. Éste llegó a alcanzar los 300.000 millones de dólares en 1998. El PBI per cápita nominal (el más alto durante la década del 90´ en América Latina)[29] llegó a los 8.300 dólares ese mismo año. Las exportaciones pasaron de 12.500 millones de dólares en 1990 a casi 27.000 millones de dólares en 2000 con un aumento del 110% en ese período.[30] Todas estas cifras fueron récord para el país. Sin embargo, este modelo produjo una concentración económica en los sectores financiero, de servicios y agroexportador, al mismo tiempo que una desocupación estructural cercana al 20% en sus peores momentos. Desde 1994 hasta el tercer trimestre de 2006 la desocupación a nivel nacional ha sido siempre de dos dígitos. La pobreza medida en el aglomerado Gran Buenos Aires osciló en ésta década entre el 33,7% en 1990, el 16,1% en 1994 y el 26,7% en 1999, siendo más baja de la registrada en la crisis hiperinflacionaria de fines de los 80′.[28]

En 1995, la economía local se vio afectada negativamente por el llamado Efecto Tequila,[31] que provocó un aumento inédito de la desocupación a nivel nacional hasta un 18,4%[26] . También se revirtió la tendencia descendente del índice de pobreza, que en el aglomerado del Gran Buenos Aires (el más importante del país), entre 1990 y 1994 había llegado a un mínimo del 16,1%[28] . A excepción de 1995, en la década del 90′ la economía creció fuertemente hasta mediados de 1998.

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