El Trabajo Social: ¿Profesión feminizada o feminista?
Aunque el feminismo y el Trabajo Social comparten intereses y esta profesión ha sido mayoritariamente ejercida por mujeres, esto no la convierte automáticamente en una profesión feminista. Varias autoras señalan una «Ceguera de Género» histórica en el Trabajo Social, es decir, una falta de atención a las desigualdades entre hombres y mujeres. El hecho de que la mayoría de quienes lo ejercen sean mujeres no garantiza una perspectiva feminista, ya que esto puede homogeneizar sus experiencias e ignorar relaciones de poder entre ellas, incluso entre trabajadoras sociales y usuarias.
Como advierte Vicky White (2006), este enfoque puede generalizar la experiencia femenina y reducir el feminismo en el Trabajo Social al hecho de que sean mujeres trabajando con mujeres, sin cuestionar las estructuras de poder internas ni abordar críticamente las desigualdades entre mujeres. Para que el Trabajo Social sea verdaderamente feminista, se requiere un compromiso constante que integre teoría y práctica feminista en todos los niveles. Esto implica un cambio de perspectiva profundo.
La perspectiva de género en la práctica del Trabajo Social
Según la Guía profesional Trabajo Social desde una perspectiva de género, trabajar con enfoque de género implica, en primer lugar, reflexionar sobre nuestros prejuicios y los del entorno laboral. El diagnóstico inicial es clave para identificar y evaluar diferencias entre mujeres y hombres, evitando sesgos de género mediante datos multidimensionales, estadísticas e información desagregada por sexo.
Aplicar la perspectiva de género en el Trabajo Social requiere una mirada crítica y transformadora que visibilice las desigualdades entre mujeres y hombres y sus consecuencias, sin centrarse solo en la atención a mujeres, sino entendiendo cómo el género impacta a todas las personas. Esto implica cuestionar y desnaturalizar roles tradicionales desde una visión interseccional, reconociendo cómo se combinan con factores como la orientación sexual, el origen o la discapacidad para generar diversas formas de discriminación.
Modelo de Trabajo Social Feminista: Pasos clave para la intervención
Para llevar a cabo una intervención desde el modelo de Trabajo Social Feminista, debemos seguir los siguientes pasos:
1. Priorizar el lenguaje inclusivo y consciente
Poner en el centro la importancia del lenguaje y de los términos usados, rescatando la premisa feminista de «lo que no se nombra no existe». Esto se debe a que el lenguaje es dinámico, depende del contexto y refleja diferencias geográficas, socioculturales y políticas específicas. Además, los términos que utilizan las personas para describir sus identidades pueden evolucionar. La concepción de categorías como «mujer» puede variar significativamente en la particularidad de cada persona. Como profesionales del Trabajo Social, nuestras intervenciones deben apostar por deconstruir las heteronormatividades.
2. Analizar la realidad social desde un enfoque de género
En este sentido, es útil considerar diferentes dimensiones en el proceso de análisis (diagnóstico social), en concreto:
- La división sexual del trabajo y los diferentes roles de género.
- La participación de mujeres, hombres y personas no binarias en espacios públicos y privados.
- Contemplar la interseccionalidad, reconociendo cómo diversas categorías de identidad se cruzan para crear experiencias únicas de opresión y privilegio.
Además del análisis, la aplicación del modelo feminista implica:
- Diferenciar entre necesidades prácticas y estratégicas de género.
- Emplear recursos y fortalezas de los individuos a nivel personal, interpersonal y sociopolítico para satisfacer sus necesidades.
- Modificar las situaciones que provocan desigualdades de género.
- Abordar el «acceso» y «control» de los recursos por parte de todas las personas.
La ética del cuidado según Joan Tronto: Las 5 fases
El cuidado es una actividad humana fundamental que sostiene la vida. No es algo marginal ni exclusivo del ámbito privado o femenino, sino esencial para el bienestar de todas las personas y para el funcionamiento de cualquier sociedad. Tronto identifica 5 fases del cuidado, cada una con su virtud ética asociada:
- Cuidar por (Caring about): Reconocer que existe una necesidad de cuidado. Virtud ética: atención. Ejemplo: Ver que alguien está enfermo o necesita ayuda.
- Hacerse cargo de (Taking care of): Asumir la responsabilidad de atender esa necesidad. Virtud ética: responsabilidad. Ejemplo: Decidir ayudar o buscar a alguien que pueda hacerlo.
- Cuidado (Care-giving): Evaluar la acción concreta del cuidado. Virtud ética: capacidad. Ejemplo: Cocinar, curar, acompañar, limpiar, etc.
- Ser cuidado (Care-receiving): Evaluar si el cuidado fue adecuado desde la perspectiva de quien lo recibe. Virtud ética: sensibilidad y receptividad. Ejemplo: Escuchar si la persona se sintió bien cuidada o no.
- Cuidar con (Caring with): Incorporar el cuidado como principio organizador de la vida colectiva. Virtud ética: justicia y equidad. Ejemplo: Diseñar políticas públicas que garanticen el cuidado como un derecho.
La violencia institucional y sus dimensiones en el Trabajo Social
La violencia institucional se manifiesta a través de prácticas burocráticas excluyentes, negligencia en la atención, abuso de poder y omisión en la protección de las personas, grupos y comunidades más vulnerables.
Dimensiones de la violencia institucional:
- Burocracia excluyente: Procedimientos administrativos engorrosos que dificultan el acceso a derechos (salud, vivienda, educación).
- Negligencia estatal: Falta de respuesta efectiva ante situaciones de vulnerabilidad social.
- Criminalización de la pobreza: Tratamiento punitivo hacia las personas en situación de calle, migrantes o comunidades marginalizadas.
- Violencia simbólica: Descalificación y trato deshumanizante a beneficiarios de programas sociales.
- Sobreexigencia y precarización del Trabajo Social: Sobrecarga laboral, falta de recursos y desvalorización del rol del trabajador social.
Conceptos clave en el ámbito de los cuidados
Cuidados
Son aquellas actividades esenciales que sostienen la vida y el sistema social y económico, con gran impacto en el bienestar de las personas cuidadas y cuidadoras. Se vinculan a trabajos históricamente desigualmente repartidos, realizados de forma gratuita o mal pagada, y que han sostenido la vida en un sistema donde la reproducción de la vida no es responsabilidad colectiva.
Dimensiones de los cuidados
- Cuidados directos: Mantenimiento del cuerpo en sí mismo mediante la realización de las actividades básicas de la vida diaria (comer, vestirse, alimentarse, desplazarse…).
- Trabajo familiar doméstico: Actividades que ponen las precondiciones del cuidado directo (proveer de alimentos, cocinar, limpiar…).
- Gestión mental: Coordinación y planificación de todo lo anterior. Se traduce no solo (o no tanto) en tiempo de trabajo, sino también en intensidad y desgaste emocional.
Interdependencia
Implica romper con la tendencia a clasificar a la población entre quienes dan y quienes reciben cuidados. Esta mirada niega la autonomía de las personas calificadas como dependientes, oculta las necesidades de cuidado de quienes son vistas como cuidadoras, y deja al margen del debate a otro muy amplio grupo social que no juega un papel activo en la provisión de cuidados ni es visto como receptor (en gran medida, hombres que no solo no proveen cuidados, sino que reciben grandes cantidades de cuidado en forma de trabajo doméstico).
Corresponsabilidad
La corresponsabilidad se refiere a la distribución de la responsabilidad de algo entre diferentes personas o entidades. En el contexto de los cuidados, implica que la responsabilidad de sostener la vida y el bienestar no recae en un único actor, sino que es compartida. Construir los cuidados como una responsabilidad común es imprescindible para revertir la situación actual donde la falta de corresponsabilidad convierte los cuidados en una responsabilidad a resolver en los hogares de forma individual.
Crisis de cuidados
Se refiere a la imposibilidad de establecer arreglos de cuidado dignos en un sistema en el que el cuidado de la vida no es una responsabilidad social, al asentarse sobre el eje gravitatorio de los mercados. También se relaciona con la imposibilidad de responder a la demanda del mercado para que seamos personas totalmente disponibles y autosuficientes, lo cual se ha gestionado a través de desigualdades y la invisibilización de muchos trabajos de cuidado.
La corresponsabilidad en sentido fuerte
Entendemos la corresponsabilidad en sentido fuerte como:
- La gestión de la interdependencia de forma tal que los flujos de cuidado se produzcan en clave de simetría y reciprocidad, bajo una cultura del cuidado mutuo.
- La distribución de la responsabilidad del cuidado entre una multiplicidad de agentes en función de los niveles de intensidad y las especificidades de las necesidades de cuidado.
- El derecho a no cuidar, entendido como el derecho a no asumir responsabilidades que no sean propias y/o cuando cuidar implique la renuncia a otros derechos propios. En ningún caso puede entenderse como el ejercicio de un privilegio de no cuidar, transfiriendo esta responsabilidad a otros sujetos sobre la base de la desigualdad.
Agentes sociales involucrados en la provisión de cuidados
Los hogares
Compuestos por familias de elección, entendiendo por tales aquellas que se forman sobre una doble base de la libre vinculación y del compromiso en la gestión cotidiana del cuidado.
Factores clave en los hogares:
- Diversidad familiar: Atender legalmente a la diversidad actual de modelos de familia y promover la diversidad.
- Desafío a la naturalización del rol de cuidadoras: Evitar la naturalización del rol de las mujeres como únicas cuidadoras y cuestionar la suposición de que los cuidados son siempre satisfactorios para quienes los realizan y quienes los reciben.
La comunidad
Es clave para generar un tejido tupido entre los hogares y las instituciones públicas.
Lo público
Ha de asumir la responsabilidad primera y última de garantizar el derecho al cuidado en un doble sentido.