Valores, Comportamiento y la Esencia de la Libertad Ética


¿Qué se Entiende por Valor?

Aun cuando el tema de los valores es considerado relativamente reciente en filosofía, los valores están presentes desde los inicios de la humanidad.

Para el ser humano siempre han existido cosas valiosas: el bien, la verdad, la belleza, la felicidad, la virtud. Sin embargo, el criterio para darles valor ha variado a través de los tiempos.

Se puede valorar de acuerdo con criterios estéticos, esquemas sociales, costumbres, principios éticos o, en otros términos, por el costo, la utilidad, el bienestar, el placer, el prestigio. El valor se refiere a una excelencia o a una perfección. Por ejemplo, se considera un valor decir la verdad y ser honesto; ser sincero en vez de ser falso; es más valioso trabajar que robar.

  • La práctica del valor desarrolla la humanidad de la persona, mientras que el contravalor lo despoja de esa cualidad (Vásquez, 1999, p. 3).
  • Desde un punto de vista socio-educativo, los valores son considerados referentes, pautas o abstracciones que orientan el comportamiento humano hacia la transformación social y la realización de la persona.
  • Son guías que dan determinada orientación a la conducta y a la vida de cada individuo y de cada grupo social.

¿Cómo Valora el Ser Humano?

El proceso de valoración del ser humano incluye una compleja serie de condiciones intelectuales y afectivas que suponen: la toma de decisiones, la estimación y la actuación.

  • Las personas valoran al preferir, al estimar, al elegir unas cosas en lugar de otras, al formular metas y propósitos personales.
  • Las valoraciones se expresan mediante creencias, intereses, sentimientos, convicciones, actitudes, juicios de valor y acciones.

Clasificación de los Valores: Tipos y Jerarquías

No existe una ordenación deseable o clasificación única de los valores; las jerarquías valorativas son cambiantes, fluctúan de acuerdo a las variaciones del contexto.

  • Múltiples han sido las tablas de valores propuestas. Lo importante a resaltar es que la mayoría de las clasificaciones propuestas incluye la categoría de valores éticos y valores morales.
  • La jerarquía de valores según Scheler (1941) incluye:
    • valores de lo agradable y lo desagradable,
    • valores vitales,
    • valores espirituales: lo bello y lo feo, lo justo y lo injusto, valores del conocimiento puro de la verdad, y
    • valores religiosos: lo santo y lo profano.

Órdenes, Costumbres y Caprichos: Las Motivaciones del Comportamiento

Queda claro que hay cosas que nos convienen para vivir y otras no, pero no siempre está claro qué cosas son las que nos convienen. Aunque no podamos elegir lo que nos pasa, podemos en cambio elegir lo que hacer frente a lo que nos pasa.

  • Cuando vamos a hacer algo, lo hacemos porque preferimos hacer eso a hacer otra cosa, o porque preferimos hacerlo a no hacerlo.
  • A veces las circunstancias nos imponen elegir entre dos opciones que no hemos elegido: hay ocasiones en que elegimos aunque preferiríamos no tener que elegir.

La Razón Detrás de Nuestras Acciones

Vamos a detallar entonces la serie de diferentes motivos que tienes para tus comportamientos matutinos. Ya sabes lo que es un «motivo»: es la razón que tienes o al menos crees tener para hacer algo, la explicación más aceptable de tu conducta cuando reflexionas un poco sobre ella.

  • En una palabra: la mejor respuesta que se te ocurre a la pregunta «¿por qué hago eso?» es: lo hago porque me lo mandan, porque es costumbre hacerlo, porque me da la gana. A estos motivos les llamaremos órdenes.
  • En otras ocasiones el motivo es que sueles hacer siempre ese mismo gesto y ya lo repites casi sin pensar, o también el ver que a tu alrededor todo el mundo se comporta así habitualmente: llamaremos costumbres a este tipo de motivos.
  • En otros casos el motivo parece ser la ausencia de motivo, el que te apetece sin más, la pura gana. ¿Estás de acuerdo en que llamemos caprichos al porqué de estos comportamientos?

Cada uno de esos motivos inclina tu conducta en una dirección u otra, explica más o menos tu preferencia por hacer lo que haces frente a las otras muchas cosas que podrías hacer.

  • Levantarte para ir al trabajo es más obligatorio que lavarte los dientes o ducharte y creo que bastante más que dar patadas a la lata de Coca-Cola; en cambio, ponerte pantalones o al menos calzoncillos por mucho calor que haga es tan obligatorio como ir al trabajo.
  • Lo que quiero decirte es que cada tipo de motivos tiene su propio peso y te condiciona a su modo.

Las órdenes, por ejemplo, sacan su fuerza, en parte, del miedo que puedes tener a las terribles represalias que tomarán contra ti si no obedeces; pero también, supongo, al afecto y la confianza que tienes y que te lleva a pensar que lo que se te manda es para protegerte y mejorarte o, como suele decirse con expresión que te hace torcer el gesto, por tu bien.

Las órdenes y las costumbres tienen una cosa en común: parece que vienen de fuera, que se te imponen sin pedirte permiso.

  • En cambio, los caprichos te salen de dentro, brotan espontáneamente sin que nadie te los mande ni a nadie en principio creas imitarlos.

La Libertad de Elegir: «Haz lo que Quieras»

Decíamos antes que la mayoría de las cosas las hacemos porque nos las mandan, porque se acostumbra a hacerlas así, porque son un medio para conseguir lo que queremos o sencillamente porque nos da la ventolera o el capricho de hacerlas, así, sin más ni más.

  • Pero resulta que en ocasiones importantes o cuando nos tomamos lo que vamos a hacer verdaderamente en serio, todas estas motivaciones corrientes resultan insatisfactorias: vamos, que saben a poco, como suele decirse.

Esto tiene que ver con la cuestión de la libertad, que es el asunto del que se ocupa propiamente la ética. Libertad es poder decir «sí» o «no»; lo hago o no lo hago, digan lo que digan mis jefes o los demás; esto me conviene y lo quiero, aquello no me conviene y por tanto no lo quiero.

  • Libertad es decidir, pero también, no lo olvides, darte cuenta de que estás decidiendo. Lo más opuesto a dejarse llevar, como podrás comprender.

Y para no dejarte llevar no tienes más remedio que intentar pensar al menos dos veces lo que vas a hacer; sí, dos veces, lo siento, aunque te duela la cabeza…

  • La primera vez que piensas el motivo de tu acción la respuesta a la pregunta «¿por qué hago esto?» es: lo hago porque me lo mandan, porque es costumbre hacerlo, porque me da la gana.
  • Pero si lo piensas por segunda vez, la cosa ya varía. Esto lo hago porque me lo mandan, pero… ¿por qué obedezco lo que me mandan? ¿Por miedo al castigo?, ¿por esperanza de un premio?, ¿no estoy entonces como esclavizado por quien me manda? Si obedezco porque quien da las órdenes sabe más que yo, ¿no sería aconsejable que procurara informarme lo suficiente para decidir por mí mismo?
  • ¿Y si me mandan cosas que no me parecen convenientes, como cuando le ordenaron al comandante nazi eliminar a los judíos del campo de concentración?
  • ¿Acaso no puede ser algo «malo» —es decir, no conveniente para mí— por mucho que me lo manden, o «bueno» y conveniente aunque nadie me lo ordene?

Reflexionando sobre Órdenes, Costumbres y Caprichos

Lo mismo sucede respecto a las costumbres. Si no pienso lo que hago más que una vez, quizá me baste la respuesta de que actúo así «porque es costumbre».

  • Y cuando me interrogo por segunda vez sobre mis caprichos, el resultado es parecido.
  • Muchas veces tengo ganas de hacer cosas que en seguida se vuelven contra mí, de las que me arrepiento luego.

En asuntos sin importancia el capricho puede ser aceptable, pero cuando se trata de cosas más serias dejarme llevar por él, sin reflexionar si se trata de un capricho conveniente o inconveniente, puede resultar muy poco aconsejable, hasta peligroso: ¿el capricho de cruzar siempre los semáforos en rojo a lo mejor resulta una o dos veces divertido pero llegaré a viejo si me empeño en hacerlo día tras día?

En resumidas cuentas: puede haber órdenes, costumbres y caprichos que sean motivos adecuados para obrar, pero en otros casos no tiene por qué ser así.

  • Sería un poco idiota querer llevar la contraria a todas las órdenes y a todas las costumbres, como también a todos los caprichos porque a veces resultarán convenientes o agradables.
  • Pero nunca una acción es buena solo por ser una orden, una costumbre o un capricho.
  • Para saber si algo me resulta de veras conveniente o no tendré que examinar lo que hago más a fondo, razonando por mí mismo.
  • Nadie puede ser libre en mi lugar, es decir: nadie puede dispensarme de elegir y de buscar por mí mismo.

Para saber si algo me resulta de veras conveniente o no tendré que examinar lo que hago más a fondo, razonando por mí mismo.

  • Nadie puede ser libre en mi lugar, es decir: nadie puede dispensarme de elegir y de buscar por mí mismo.

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