Las Meninas (La Familia de Felipe IV)
Descripción de la Escena
En la obra aparecen la infanta Margarita, sus meninas María Agustina Sarmiento e Isabel de Velasco, la bufona Maribárbola y el enano Nicolasito Pertusato. Detrás, Marcela de Ulloa conversa con Diego Ruiz de Azcona, mientras en el fondo el mayordomo José Nieto observa toda la escena. La composición de esta obra es enormemente compleja, que además sirve de disculpa al pintor para realizar un autorretrato.
Composición y Técnica
Utiliza Velázquez una serie de recursos para conseguir la perspectiva y profundidad de esta escena. Así, las figuras se suceden en tres planos distintos. Ilumina a través de una ventana el primer plano para ir progresivamente acentuando la penumbra a medida que se aleja hacia el fondo. De repente, esta penumbra se rompe bruscamente por un nuevo foco de luz que, penetrando a través de la puerta, amplía enormemente el espacio y aclara el fondo.
También es la pincelada la que se va haciendo cada vez más difusa y menos compacta a medida que se aleja del ojo del espectador. La definición de los personajes del primer plano también contrasta con el tratamiento puramente esbozado de los elementos que decoran el recinto.
La Perspectiva Aérea
Como se ha dicho repetidamente, Velázquez ha sabido pintar la atmósfera, el aire, la luz que circula por el interior. En este cuadro podemos apreciar cómo ha evolucionado la técnica de Velázquez a lo largo de su carrera artística, cómo ha conseguido una iluminación enormemente natural, un aire casi respirable y una perspectiva increíble. Esa circulación atmosférica es lo que ha venido en llamarse perspectiva aérea, en la que Velázquez es un maestro único.
Análisis de la Composición
La composición es genial; probablemente, la colocación de estos personajes es la composición más perfecta de la historia de la pintura. El juego de las verticales y horizontales aparece compensado por la doble curva que va del pintor a Maribárbola y de ella a Nicolasito, personajes agrupados de tres en tres. Estas dos masas del friso principal van disminuyendo a medida que nos alejamos hacia el fondo de la tela o hacia adelante.
Es una composición que se abre hacia nosotros, que nos quiere incluir en su maravilloso mundo de apariencia; que nos hace también sentirnos protagonistas del evento, es decir, una composición donde el exterior, el espacio que ocupa el espectador, es parte de la escena, creando una paradoja entre el espacio real y el espacio ficticio. De ahí esa emoción que experimentamos cuando nos ponemos delante de Las Meninas.
Y todo esto servido con una técnica escalofriante: manchas de color que la luz moldea; toques de luz y color con una fluidez y una seguridad que asombran. Su pincel toca la tela con aparente sencillez, como algo casual, ya que «el primor consiste en pocas pinceladas obrar mucho, no porque las pocas no cuesten, sino que se ejecutan con liberalidad, que el estudio parezca acaso y no afectación».
Las Hilanderas (La Fábula de Aracne)
Datos de la Obra
- Dimensiones Originales: 117 x 190 cm (ensanchado posteriormente).
- Dimensiones Actuales: 169 x 250 cm (con añadidos no velazqueños en los cuatro costados hacia 1664).
- Técnica: Óleo sobre lienzo.
Descripción General y Técnica
Esta obra es uno de los máximos exponentes de la pintura barroca española y considerada como el culmen en la técnica pictórica del autor. De composición típicamente barroca, teatral, Velázquez divide la obra en escenas sucesivas, a la manera de aquellos cuadros medievales cuyos grupos han de “leerse” en un orden determinado, como si fuesen páginas de un libro, colocando a los personajes en unos planos que, mediante un soberbio manejo del color y la luz, conducen las miradas a la parte central del lienzo.
Composición y Luz
Esta composición recuerda a otras obras del pintor: una ‘U’ de brazos abiertos en primer término, con un espacio central muy luminoso. La luz del primer plano es menos intensa que la del fondo, lo que, en opinión de Azcárate y Casado, confiere a las figuras un “vibrante sentido de realidad”. Sobre el fondo claro del escenario superior y la oscuridad de la pared, resalta la luz y color del tapiz, donde las formas se insinúan en puras pinceladas esquemáticas, de gran soltura y fluidez, propias de la última época de Velázquez.
Color y Pincelada
En cuanto a los colores, Velázquez usa aquí gamas reducidas, una paleta casi monocroma, en capas de pintura finas y diluidas. Podemos ver en estas características las preocupaciones del pintor y de sus compañeros sobre el hecho de reivindicar la pericia del pintor por encima del valor de los pigmentos. Así, Velázquez renuncia a los pigmentos caros y simplifica hasta límites increíbles el grosor de las capas de pintura. Sobre todo en éstas, sus últimas obras, utiliza una gran variedad de ocres, tierras, óxidos, aplicados también de una manera poco común a su época: muy diluidos y con pinceles de astas finas y largas.
Este “pintar con valentía” consiste en definir lo que se desea pintar con escasa materia y pocas pinceladas. De ahí el carácter abocetado que presentan las hilanderas, especialmente la que se encuentra en el centro del cuadro. Este método de borrones y manchas demuestra el dominio de Velázquez en el manejo de los pinceles, ya que es capaz de transformar una mancha en figura, según la distancia del espectador. También alla prima, de rápida y ligera pincelada, es la escena representada al fondo, en el espacio del tapiz, cuya falta de definición en los contornos ha dado lugar a polémicas sobre si las figuras que allí aparecen forman parte del tapiz.
Perspectiva Aérea y Movimiento
Uno de los puntos más destacables de la técnica de Velázquez es la perspectiva aérea: “Velázquez utiliza aquí al máximo una de las grandes posibilidades de la perspectiva aérea como era la de disolver las figuras en el color y la luz y consigue crear un espacio abstracto que las aísla y las aureola, que envuelve en el vacío y la soledad a las formas”. Estos fondos neutros son creados por la iluminación que ambienta los cuadros y que dota a sus formas de un cierto carácter escenográfico; “espacio, por otra parte, móvil, temblón, que se halla penetrado de un sustancial dinamismo, que se conjuga con el movimiento que recorre toda la superficie del cuadro”.
La destreza del arte de Velázquez culmina en el giro de la rueda de hilar, “en la que se representa, no ya el instrumento, sino el movimiento mismo”, argumento que será tomado por algunos para ver en Velázquez el antecedente del movimiento impresionista. Así pues, en la técnica de Velázquez juegan un papel importantísimo su aprendizaje en Italia, la herencia veneciana en cuanto al color y luz (sobre todo de Tiziano), en parte filtrados por la figura de Rubens, de quien aprendió ciertos procedimientos técnicos, como su evolución hacia las vaporosidades y la pincelada suave.
Interpretaciones
En el primer plano del cuadro aparecen unas hilanderas, ocupadas en la labor textil; a la derecha, una mujer ya anciana que hace girar la rueca conversa con otra en pie, mientras que a la izquierda, una joven devana, junto a una ayudante. En el plano del fondo, un tapiz es admirado por tres jóvenes que, según palabras de Camón Aznar: “Debido a la elegancia y distinción de estas damas elegantemente vestidas, y hasta una cierta semejanza con la infanta, nos hacen suponer que se trata de una visita de la infanta María Teresa y sus damas a la fábrica de tapices de Santa Isabel”.
Esta sería la primera interpretación, denominada Realista por Vosters, quien también propone la interpretación mitológica, siguiendo los hallazgos de Angulo y sus partidarios, que identifican esta escena con la representación de la fábula de Palas y Aracne, del libro VI de las Metamorfosis de Ovidio.
La escena del primer término, supuestamente para Angulo, retrata a la joven Lidia (Aracne, a la izquierda, de espaldas) “trabajando afanosamente en su taller con sus obreras preparando hilo que empleará para sus bellos tapices”. A su lado (a la derecha) se encuentra la diosa Palas Atenea, que en el texto de Ovidio “finge ser una anciana y añade falsas canas a sus sienes”, quien le aconseja que mida sus soberbias palabras de desafío ante los dioses y se contente con ser la mejor tejedora entre las mortales, ya que Aracne, momentos antes, arrastrada por la soberbia, aseguró ser superior a Atenea en este oficio. Sabemos que se trata de la diosa porque, a pesar de su aspecto envejecido, Velázquez le hace enseñar su pierna, de tersura adolescente.