Fenómeno
Término filosófico que designa lo que se manifiesta en la experiencia perceptiva. Etimológicamente proviene del griego y originalmente abarcaba tanto lo que aparece ante los sentidos como las meras apariencias. A partir del siglo XVIII, gracias principalmente a Kant, adquirió un significado técnico para distinguir el objeto tal como lo conocemos (fenómeno) de la cosa en sí misma (noúmeno). A diferencia de lo que proponían algunos filósofos anteriores que lo vinculaban a ilusiones sensoriales, para Kant el fenómeno representa todo lo cognoscible, estructurado por las formas a priori de la sensibilidad (espacio y tiempo) y los conceptos puros del entendimiento (como causalidad). Mientras que Hegel (idealismo absoluto) superó la distinción kantiana al entender la realidad como un proceso dialéctico donde fenómeno y esencia se reconcilian.
Noúmeno
Término clave en la filosofía kantiana que designa la cosa en sí misma, es decir, la realidad tal como existe independientemente de nuestra percepción y conocimiento. Mientras que los fenómenos son los objetos tal como los captamos a través de nuestras facultades cognitivas (sensibilidad y entendimiento), el noúmeno representa lo que trasciende toda experiencia posible y, por tanto, no puede ser conocido, sino solo pensado como un límite conceptual. Kant argumenta que su existencia se infiere necesariamente, pues debe haber algo que se manifieste como fenómeno, aunque su naturaleza íntima permanezca inaccesible. Guarda cierta analogía con el Mundo de las Ideas platónico (la realidad verdadera e incognoscible por los sentidos), pero Kant niega que podamos acceder a él incluso intelectualmente. Se opone radicalmente al realismo aristotélico donde las esencias de las cosas son cognoscibles mediante la abstracción de la experiencia sensible.
A posteriori
Se refiere a enunciados cuya verdad se conoce a través de la experiencia, es decir, mediante la observación, la evidencia empírica o los datos sensibles. Estos enunciados son contingentemente verdaderos, pues podrían ser falsos en otras circunstancias sin que ello genere una contradicción lógica. Su validez depende de la correspondencia con los hechos del mundo. Este tipo de conocimiento está sujeto a revisión según nuevos datos o contextos. Aristóteles (realismo) ya distinguía entre esencias necesarias y accidentes empíricos, pero Kant radicalizó esta distinción al hacer de lo a posteriori un producto de la síntesis entre percepción y categorías. Siendo esta síntesis de los juicios a posteriori juicios contingentes y aportan conocimiento nuevo.
A priori
Se refiere a enunciados cuya verdad se conoce independientemente de la experiencia, es decir, a través de la razón, la lógica o el mero análisis conceptual. Estos enunciados son necesariamente verdaderos, ya que su negación implica una contradicción lógica. Su validez no depende de la observación empírica, sino de la coherencia interna de los términos que los componen. Desde la filosofía moderna, se asocian con el conocimiento universal y no contingente. Esta noción provocó la crítica de Hume, quien redujo todo conocimiento a impresiones sensibles, y de Leibniz, que defendió versiones innatistas del racionalismo.
Categorías
Conceptos puros del entendimiento que estructuran a priori la experiencia sensible, aplicándose solo al ámbito fenoménico (como sustancia y causalidad). A diferencia de Aristóteles (para quien las categorías describían propiedades objetivas), Kant invierte esta relación: son las categorías las que determinan la experiencia, no al revés. Esto constituye su «revolución copernicana«: el conocimiento no refleja pasivamente la realidad, sino que la construye activamente mediante estas condiciones trascendentales. Así, las categorías kantianas desplazan el enfoque de la metafísica tradicional hacia el análisis de las estructuras subjetivas que hacen posible el conocimiento objetivo. Las 10 categorías aristotélicas (sustancia, cantidad, cualidad, etc.) describen modos del ser, mientras las kantianas son modos del conocer. Las categorías kantianas no son Ideas trascendentes sino funciones inmanentes del entendimiento.
Juicio
Acto mental mediante el cual el entendimiento afirma o niega la relación entre un sujeto y un predicado en un enunciado con valor de verdad (verdadero o falso). Kant transformó radicalmente este concepto al entender el juicio como la síntesis activa que realiza el entendimiento entre las intuiciones sensibles y las categorías puras (como causalidad o sustancia), convirtiéndolo en la condición de posibilidad del conocimiento objetivo. Mientras que la lógica clásica lo consideraba una mera atribución de predicados, Kant lo elevó a función trascendental que estructura toda experiencia posible, distinguiendo entre: Juicios analíticos (siendo juicios universales y necesarios que explican el contenido conceptual sin ampliar conocimiento a priori) y juicios sintéticos (amplían el conocimiento, especialmente los sintéticos a priori, base de la ciencia). Aristóteles lo redujo a la relación sujeto-predicado y Hegel lo transformó en autodespliegue del Concepto demostrando cómo la lógica trascendental kantiana fue reinterpretada en claves metafísicas.
Areté
Es la excelencia o perfección de una persona o cosa en el cumplimiento de su función. Inicialmente, en la época de Homero, se vinculaba al valor en el combate y la gloria militar, pero con el tiempo adquirió un significado más amplio. Los sofistas consideraban que la areté era fundamental para la vida política y afirmaban que podía enseñarse. Sócrates y Platón la relacionaban con el conocimiento y la virtud moral. Platón, en La República, vinculaba las virtudes con las partes del alma y defendía que la justicia surgía de su armonía. Aristóteles veía la virtud como un hábito que se desarrollaba con la práctica y defendía la teoría del justo medio, mientras que los estoicos la asociaban con la apatía y la autarquía, considerándola el único bien real. Así, la evolución del concepto muestra un paso de la fuerza física a la excelencia ética e intelectual.
Virtud
Es la disposición habitual a obrar bien, adquirida mediante la práctica y el aprendizaje. Para los griegos significaba el dominio de la razón sobre las pasiones. Platón la entendía como el equilibrio entre las partes del alma, mientras que Aristóteles, en la Ética a Nicómaco, la definía como un hábito que permite alcanzar la felicidad mediante el justo medio entre dos extremos. El cristianismo adoptó esta idea y añadió a las virtudes cardinales de Platón (prudencia, fortaleza, templanza y justicia) las teologales (fe, esperanza y caridad), dándole un sentido trascendental.
Estado de Naturaleza
Es el estado hipotético en el que la humanidad existía antes de cualquier forma de gobierno o sociedad civil. Este concepto fue utilizado por los filósofos del contrato social para definir las características naturales del ser humano y justificar la organización política. Hobbes lo describió como un estado de guerra permanente donde el egoísmo y la ausencia de leyes llevaban al conflicto; solo un monarca absoluto podía garantizar la paz. Locke, en cambio, lo veía como un estado de libertad e igualdad regido por la ley natural; la propiedad privada generó la necesidad de un gobierno que protegiera los bienes, pero debía estar limitado por la separación de poderes y el derecho a la rebelión. Rousseau defendía que en el estado de naturaleza los hombres eran libres e iguales, pero la sociedad generaba desigualdad y opresión; aunque no abogaba por regresar a este estado, proponía una organización social basada en igualdad y libertad.
El Alma
Es el principio vital e inmaterial que origina la vida, el pensamiento y la sensibilidad humana, entendida como el motor de la existencia biológica o como el centro de la racionalidad y la conciencia. Para Platón, el alma es inmortal, preexiste al cuerpo y pertenece al mundo de las Ideas, estando dividida en tres partes: racional, irascible y concupiscible, lo que fundamenta su teoría ética y política, pues la armonía del alma refleja la justicia en la polis. Aristóteles, en cambio, rechaza este dualismo y la concibe desde su teoría hilemórfica como la forma del cuerpo, aquello que lo actualiza y le permite vivir, sentir y pensar, por lo que no puede existir sin él, aunque distingue un entendimiento agente que podría ser inmortal. Mientras Platón enfatiza la trascendencia del alma, Aristóteles la vincula inseparablemente a la vida corporal.