Crisis de la Restauración en España: Nacionalismos, Movimiento Obrero y el Desastre del 98


El Contexto Político y el Surgimiento de los Nacionalismos

El sistema político liberal había nacido en una coyuntura de ruptura nacional, que se había saldado con la victoria de unos sectores sociales y políticos sobre otros. En el Estado burgués no había una burguesía nacional, sino burguesías regionales distintas y separadas entre sí, sentando así las bases de los nacionalismos periféricos. Sin embargo, es preciso puntualizar de qué burguesía se trataba.

La gran burguesía industrial y financiera en la vida política de la Restauración estuvo plenamente vinculada a los intereses de la política oficial y colaboró con su poder económico en hacer o deshacer gobiernos.

El Nacionalismo Catalán

El federalismo primó sobre el republicanismo, y los fueros históricos sobre la cuestión dinástica carlista, de modo que ambas corrientes confluyeron en el catalanismo político. Valentí Almirall abanderó la línea del catalanismo moderno, centrando la cuestión en el federalismo como fórmula idónea para superar y unificar las distintas posiciones antagónicas de la burguesía. Su planteamiento era regenerador autonomista y no independentista, de modo que la unidad de los pueblos dentro del Estado no habría de ser impuesta desde el centro, sino que debía ser consecuencia del desarrollo industrial y comercial.

La propuesta, más idealista que real, era una Cataluña capitalista y europea, dirigida por una burguesía urbana e industrial, y que transformara el Estado español a su modo y semejanza. Almirall fundó, en 1882, el Centre Català, partido político que sirviera de nexo entre la burguesía federal y la conservadora, pero se encontró con la resistencia de esta última, que procedió a formar su propia asociación. En 1887, los conservadores fundaron la Lliga de Catalunya y, con motivo de los Juegos Florales celebrados por la Exposición Universal de Barcelona, presentaron un programa regionalista que mantenía, al mismo tiempo, la fidelidad a la monarquía y la búsqueda de una amplia autonomía. En su primera asamblea, celebrada en Manresa en 1892, se suscribieron las Bases para una Constitución Regional Catalana, una síntesis de la concepción federal de integración del Estado catalán en el Estado español y de las ideas del catalanismo conservador.

El Nacionalismo Vasco

La clase obrera se distanció del nacionalismo, al que vincularon con los sectores reaccionarios y tradicionalistas. El propulsor del nacionalismo vasco, Sabino Arana, desde una perspectiva fuerista tradicional, se limitó a recoger y dar coherencia a estas ideas y las depuró. En 1895 se fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV) con una solemne declaración antiespañola y con el objetivo de restaurar el orden jurídico tradicional. Mientras el partido se mantuvo bajo la órbita de los primeros seguidores de Arana, no fue capaz de conseguir nada, por lo que se vio obligado a ampliar sus bases hacia una burguesía más moderna e industrial.

Surgen las disidencias en el seno del partido entre los defensores de la independencia y los que buscaban como objetivo más viable y práctico la autonomía dentro del Estado español. No pretendían alcanzar un Estado independiente, ni siquiera un federalismo, sino un modelo jurídico-político de descentralización designado con el término de autonomía.

El Movimiento Obrero frente al Sistema de la Restauración

Mientras que el republicanismo ejerció una oposición exclusivamente política al régimen de la Restauración, el movimiento obrero se opuso frontalmente a todo el sistema. El primer congreso de la Federación Regional Española de la AIT se celebró en Barcelona en 1870. El triunfo fue para las tesis anarquistas, estableciéndose en Barcelona, Andalucía y Zaragoza los núcleos fundamentales del anarquismo. El internacionalismo tuvo su momento álgido durante la Primera República; su declive definitivo tuvo lugar a partir de 1874, cuando el nuevo régimen de la Restauración lo declaró ilegal, siendo obligado a organizarse en la clandestinidad.

Anarquismo y Socialismo: Vías de Oposición

El movimiento obrero español recibió un nuevo impulso con el clima de tolerancia y legalidad que instituyó el Gobierno de Sagasta. En el congreso de las organizaciones afiliadas a la Internacional celebrado en Zaragoza en 1872, la mayor parte optó por el anarquismo, lo que significaba la separación del mundo obrero de la política oficial. Su área geográfica coincidía con la del movimiento cantonal, siendo los principales centros del anarquismo Andalucía y Barcelona. A los pocos días del golpe del General Pavía, un decreto disolvía las asociaciones dependientes de la Asociación Internacional de Trabajadores y las obligaba a entrar en la clandestinidad.

En 1881, Sagasta hizo que el anarquismo retornara a la legalidad, y el resultado fue la Federación de Trabajadores de la Región Española. Durante la etapa de la Restauración, se centró en la captación de seguidores y la acción terrorista, por lo que sus miembros fueron clandestinos y perseguidos.

Respecto a su ámbito geográfico, el socialismo tuvo mayor implantación en Extremadura y Castilla la Nueva, especialmente en Madrid. Otro aspecto a destacar fue la salida a la calle en 1886 de El Socialista, periódico oficial del partido. Este tuvo una relevancia especial porque durante muchos años sería el único instrumento de interrelación de los diversos grupos socialistas del país. A partir de 1891, el PSOE concentró sus esfuerzos en la política electoral y no admitió ninguna alianza con los partidos burgueses. Por último, en 1888 se fundó en Barcelona la Unión General de Trabajadores (UGT). El sindicato socialista pronto trasladó sus oficinas a Madrid; las áreas geográficas donde arraigó con más fuerza fueron Vizcaya, la cuenca minera asturiana y Madrid.

La Crisis de Ultramar y el Desastre del 98

Solo Cuba y Puerto Rico, en América, y las islas Filipinas, en el Pacífico, se mantuvieron bajo soberanía española. Cuba era una fuente de recursos vital para España: era uno de los principales productores de azúcar y tabaco del mundo, un magnífico mercado para los productos textiles catalanes y una salida natural para la emigración española. Aportaba a la economía española un flujo continuo de beneficios, gracias a las duras leyes arancelarias que Madrid imponía a las colonias. En cuanto a la política ejercida desde España, se intentaron realizar reformas como la descentralización, la cual fue rechazada por las Cortes.

La Guerra de Cuba y la Intervención Estadounidense

Tampoco se cumplieron las promesas de reformas administrativas y políticas establecidas en la Paz de Zanjón, por las que Cuba tendría representantes en las Cortes Españolas. La propuesta de una nueva ley de autonomía para Cuba, de 1895, llegó tarde y, a partir de ese año, la guerra se recrudeció con el levantamiento conocido como Grito de Baire. En 1895 se produjo la insurrección nacionalista que dio lugar a la última guerra de Cuba; primero enfrentó al ejército español con los independentistas nativos y, más tarde, se produjo la intervención directa de Estados Unidos.

Martínez Campos intentó establecer un “cordón sanitario” en el centro de la isla para impedir los abastecimientos enviados desde EE. UU. Este país tenía grandes intereses económicos y estratégicos en la zona y una tradicional aspiración de ocupación de la isla caribeña. Intervino en el conflicto desde 1897 e incluso intentó varias veces comprar la isla de Cuba a España. EE. UU. presentó un plan de compra de la isla en marzo de 1898, que España rechazó. Aunque conscientes de la inferioridad militar, la flota española se enfrentó a la poderosa armada de Estados Unidos, cuyo resultado fue la derrota de la flota española en la Batalla de Santiago de Cuba. Esto provocó las capitulaciones de España, y el 17 de julio de 1898 se rindió Santiago.

Con la firma del Tratado de París, España reconocía la independencia de Cuba y cedía a EE. UU. Puerto Rico y Filipinas. EE. UU. apareció como una gran potencia militar; además, se reservaba la posibilidad de intervenir en Cuba mediante la introducción de la enmienda Platt en la constitución cubana y se instaló la base naval de Guantánamo.

Consecuencias del Desastre: Hacia el Regeneracionismo

La pérdida del imperio de ultramar fue considerada un desastre tanto militar como diplomático, sobre todo porque desde la prensa y los púlpitos se había propagado desmedidamente la creencia en la superioridad militar española. El desastre del 98 se convirtió en símbolo de la primera gran crisis del sistema político de la Restauración. A pesar de la envergadura de la crisis y de su significado simbólico, sus repercusiones inmediatas fueron menores de lo esperado, siendo más visibles a medio plazo. El sistema de la Restauración sobrevivió, aunque entró en crisis.

Reformas Políticas y Repercusiones Militares

Los nuevos gobernantes intentaron aplicar a la política las ideas del Regeneracionismo, es decir, optaron por políticas reformistas. Se produjo un reforzamiento de los nacionalismos en Cataluña y el País Vasco, el avance de los partidos republicanos, el desprestigio del ejército y la pérdida de credibilidad de los dirigentes políticos. Pero es evidente que España pasa de ser una potencia mundial con territorios en los cinco continentes a una pequeña potencia regional. En 1899, la presión política hizo que Sagasta dejase el poder.

Francisco Silvela, nuevo líder conservador, formó un gobierno que presentó un programa regeneracionista, con el propósito de regenerar la vida política y emprender un ambicioso plan de reformas económicas y de inversiones. Pero el gobierno entró pronto en crisis debido a discrepancias internas. En 1903 se creaba el Instituto de Reforma Social, que respondía al nuevo liberalismo del siglo XX.

Repercusiones militares

Se generó un sentimiento de rechazo y desconfianza hacia políticos y militares, así como el aumento del antimilitarismo entre las clases populares y el desprestigio del ejército, favorecido por el rechazo generalizado al injusto sistema de reclutamiento. El movimiento obrero hizo campaña contra ese reclutamiento injusto, lo que provocó, a su vez, la animadversión de los militares hacia el pueblo y las organizaciones obreras. La independencia de las últimas colonias hacía presagiar un desastre económico, pero sus efectos fueron mucho menores de lo esperado, a pesar de la pérdida de los mercados coloniales, de los ingresos procedentes de las colonias y de la deuda causada por la guerra.

Regeneracionismo, Crisis Moral e Ideológica

La crisis del 98 fue prácticamente una crisis moral e ideológica, que causó un importante impacto psicológico entre la población. Denunciaba la «degeneración» de lo español, la corrupción del sistema político y el atraso económico y social que España presentaba respecto a los países europeos más avanzados. Defendía una reorganización política, la limpieza del sistema electoral, la dignificación de la vida parlamentaria, la reforma educativa, la acción orientada hacia la ayuda social, las obras públicas y, en definitiva, una actuación encaminada al bien común y no en beneficio de las clases poderosas.

En el marco de la crisis y del surgimiento del Regeneracionismo, un grupo de literatos y pensadores, conocidos como la Generación del 98, intentaron analizar el «problema de España» en un sentido muy crítico y en tono pesimista. Pensaban que, tras la pérdida de los últimos restos del Imperio español, había llegado el momento de una regeneración moral, social y cultural del país.

En este contexto de crítica y cuestionamiento del orden político y social, a finales del siglo XIX surgió una corriente filosófica e intelectual llamada Krausismo, muy crítica con la España de la época y partidaria de una sociedad más moderna, laica y abierta, rechazando el caciquismo y defendiendo una verdadera democracia.

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