El Reinado de Carlos IV y la Revolución Francesa
Impacto de la Revolución Francesa en España
El reinado de Carlos IV (1788-1808) estuvo profundamente marcado por la repercusión internacional de la Revolución Francesa. El 14 de julio de 1789, la toma de la Bastilla en París desencadenó una serie de conflictos ideológicos y políticos, tanto internos como externos, que afectaron gravemente a la monarquía hispánica.
La Figura de Carlos IV y la Influencia de Godoy
Aunque Carlos IV no era incapaz, carecía de las notables capacidades de su padre, Carlos III. Su reinado se caracterizó por su dejadez y aversión al trabajo, delegando la mayoría de los asuntos de Estado en sus ministros. Influenciado por su esposa, María Luisa de Parma, y posteriormente por Manuel Godoy, el monarca adoptó medidas drásticas para contener el ‘contagio ideológico’ de la Revolución.
Se cerraron las fronteras con Francia y se utilizó al ejército y a la Inquisición para perseguir a los ilustrados españoles sospechosos de simpatizar con las ideas francesas. Entre los detenidos destacaron figuras como Cabarrús, el ministro Jovellanos y Campomanes, quienes defendían el fin de la sociedad estamental. Paralelamente, se prohibió la entrada de libros franceses, considerados anticristianos, aunque muchos lograron filtrarse, especialmente por Cádiz.
La Guerra de la Convención y la Paz de Basilea
Ruptura con Francia y la Guerra de los Pirineos
Manuel Godoy fue nombrado Secretario de Estado, aunque su gestión inicial no logró evitar el escalamiento del conflicto. La ejecución de Luis XVI y María Antonieta en Francia provocó una profunda desconfianza y fue el detonante para que España rompiera relaciones con la República Francesa y le declarara la guerra, conocida como la Guerra de la Convención (1793-1795) o Guerra de los Pirineos.
En este conflicto, la Iglesia jugó un papel crucial, presentándose la contienda como una lucha en defensa de la fe. Fray Diego de Cádiz, por ejemplo, proclamó un manual ideológico para movilizar a la población contra los ‘enemigos’. La Inquisición también fue utilizada para perseguir a los franceses, y se expulsó a aquellos que no jurasen fidelidad a Carlos IV.
La guerra se desarrolló principalmente en territorio francés, concretamente en el Rosellón. En 1794, el ejército español, bajo el mando de Godoy, fue derrotado, y las tropas republicanas francesas lograron penetrar en la península.
La Paz de Basilea y el Inicio de una Nueva Alianza
Ante esta situación, Godoy negoció la Paz de Basilea en 1795, que restableció las relaciones con Francia. Este acuerdo marcó el inicio de un periodo de amistad y alianza de trece años entre ambos países.
Alianzas y Conflictos: De San Ildefonso a Trafalgar
Los Tratados de San Ildefonso y la Guerra contra Inglaterra
El primero de los tratados que sellaron esta nueva relación fue el Primer Tratado de San Ildefonso en 1796, cuyo objetivo principal era defender los intereses coloniales españoles. Sin embargo, este tratado arrastró a España a una guerra contra Inglaterra y Portugal, que se inició en 1797. El combate naval más importante fue el de Cabo San Vicente, donde la flota española sufrió una contundente derrota. A nivel militar, España logró la toma de Menorca.
El país se encontraba en una situación cada vez más precaria, sumido en una grave crisis económica provocada por las constantes guerras. En 1800, España sufrió una epidemia de fiebre amarilla, especialmente virulenta en Andalucía.
La Guerra de las Naranjas (1801)
En este contexto, Manuel Godoy regresó a su cargo y firmó el Segundo Tratado de San Ildefonso el 1 de octubre de 1800, esta vez a petición de una Francia ya bajo el control de Napoleón Bonaparte. Este pacto hispano-francés se ratificó un año más tarde en el acuerdo de Aranjuez, que supuso el inicio de la Guerra de las Naranjas contra Portugal.
Godoy fue nombrado Generalísimo del Ejército. Aunque Napoleón aportó solo 15.000 hombres, la invasión fue mayoritariamente española. Ante la superioridad de las fuerzas invasoras, Portugal se rindió rápidamente. La paz se firmó en Badajoz el 6 de junio de 1801 mediante el Tratado de Badajoz, que devolvía a Portugal todas las conquistas españolas. La guerra recibió el peculiar nombre de ‘Guerra de las Naranjas’ porque Godoy envió un ramo de naranjas a la reina María Luisa. El Tratado de Badajoz comprometía a Portugal a cerrar sus puertos y comercio con Inglaterra. Sin embargo, tras la Batalla de Trafalgar en 1805, Portugal volvió a establecer relaciones con Inglaterra, lo que provocó que Francia rompiera el Tratado de Badajoz.
La Paz de Amiens y la Batalla de Trafalgar
La Paz de Amiens, firmada el 25 de marzo de 1802, detuvo temporalmente el conflicto entre Inglaterra y Francia. Para España, este acuerdo significó estar en el bando de los vencedores, recuperando la isla de Menorca a cambio de la cesión de Trinidad.
En 1803, Napoleón se proclamó Emperador, y el 18 de mayo de 1804, su ambición por el dominio marítimo se hizo evidente. Deseaba la flota española, pero esta era débil y anticuada, sin haber sido modernizada desde la Paz de Utrecht. El 21 de octubre de 1805, la Batalla de Trafalgar enfrentó a las flotas británica, francesa e hispánica. Bajo el mando del almirante Horatio Nelson, las fuerzas inglesas infligieron una devastadora derrota a la coalición franco-española, aniquilando gran parte de la armada española.
El Ocaso del Reinado: Fontainebleau y las Abdicaciones de Bayona
El Tratado de Fontainebleau y las Intenciones de Napoleón
La derrota de Trafalgar supuso un serio descalabro para la flota española. En 1807, se firmó un nuevo acuerdo entre España y Francia: el Tratado de Fontainebleau, suscrito por Godoy y Napoleón. Su objetivo declarado era la invasión de Portugal, y para ello, Napoleón necesitaba introducir tropas francesas en España. Sin embargo, la verdadera intención de Napoleón no era solo invadir Portugal, sino toda la Península Ibérica.
El Motín de Aranjuez y la Caída de Godoy
Godoy comenzó a sospechar de las intenciones francesas y, en un intento desesperado, intentó trasladar a la Familia Real de Madrid a Extremadura. Esta maniobra, junto con el descontento popular acumulado, provocó una gran agitación. El Motín de Aranjuez, en marzo de 1808, fue el culmen de esta crisis: el palacete de Godoy fue asaltado, y la presión popular forzó la caída del valido y la abdicación de Carlos IV en favor de su hijo, Fernando VII.
Las Abdicaciones de Bayona y el Fin de un Reinado
Napoleón, consciente de la inestabilidad española, intervino. Convocó a Carlos IV y Fernando VII a Bayona, donde convenció a Fernando VII para que devolviera la corona a su padre, argumentando que la había obtenido por la fuerza. Posteriormente, Carlos IV, bajo presión, cedió la corona a Napoleón, quien a su vez la entregó a su hermano, José I Bonaparte. Este evento, conocido como las Abdicaciones de Bayona, marcó el fin del reinado de Carlos IV y el inicio de la Guerra de Independencia Española.