Introducción
A finales del siglo XVIII, el pensamiento racionalista de la Ilustración aportó nuevas ideas como la separación de poderes y la voluntad general, defendidas por Montesquieu y Rousseau. Su influencia determinó el resquebrajamiento del Antiguo Régimen y permitió cambios que propiciaron el liberalismo político. La Revolución Americana (1776) y la Revolución Francesa (1789) defendieron los principios de propiedad, igualdad y libertad, ideales de las revoluciones burguesas del siglo XIX que condujeron al establecimiento de los valores democráticos.
Antecedentes de la Crisis de 1808 en España
En España, la crisis del Antiguo Régimen se inició con el reinado de Carlos IV de Borbón (1788-1808) y el estallido de la Revolución Francesa. Representó una fase de transición en la que los intentos de hacer triunfar una revolución liberal chocaron con la resistencia de la monarquía absoluta. La Guerra de la Independencia y la labor legisladora de las Cortes de Cádiz pudieron favorecer la revolución liberal burguesa, pero esta fue frustrada cuando retornó Fernando VII y se restableció el absolutismo.
Los antecedentes de la crisis de 1808 se explican en el reinado de Carlos IV y su primer ministro Godoy, así como en la compleja política exterior que se llevó a cabo. El estallido de la revolución en Francia en 1789 determinó el cambio de relaciones establecidas a lo largo del siglo XVIII en base a los Pactos de Familia. Tras un primer momento de neutralidad y temor al contagio revolucionario, se emprendió una guerra contra la Francia revolucionaria a raíz de la ejecución de Luis XVI (1793), para luego establecer una nueva alianza entre 1796 y 1808.
Rasgos del Reinado de Carlos IV
Los rasgos del reinado de Carlos IV fueron:
- El mantenimiento del conde de Floridablanca y del conde de Aranda, quienes resultaron incapaces de dar solución a las crisis del país. Esto determinó la opción por la figura de Manuel Godoy, quien representaba la alternativa política. Godoy desarrolló unas relaciones internacionales dictaminadas por ambiciones y vanidades personales, y con él se inició la catástrofe.
- Desde 1796, España confirmó su alianza con Francia por el Tratado de San Ildefonso, y su rivalidad con Inglaterra condujo al desastre de Trafalgar (1805). Godoy apoyaba a Napoleón, quien a su vez le respaldaba en el poder. En un momento clave, alrededor del heredero, el príncipe Fernando, se constató la formación de un grupo anglófilo, el partido fernandino, contrario a Godoy y a Carlos IV.
- En un clima de intrigas diversas, se firmó el Tratado de Fontainebleau (octubre de 1807), en el que se estableció la división de Portugal en tres partes, otorgando la del sur a Godoy. En virtud de este acuerdo, se permitió la entrada de soldados franceses que se dirigirían a Lisboa, seguidos de tropas españolas. Portugal fue ocupado, pero los franceses, además, tomaron buena parte de las ciudades españolas.
- En estas circunstancias, el príncipe de Asturias conspiró aspirando al trono, constituyendo su conducta una traición de Estado que el propio Napoleón condenó. La conjura —el Proceso de El Escorial— fue descubierta y Fernando pidió perdón al rey.
- Godoy fue inculpado, de manera que nobles, clero y pueblo dirigieron sus odios contra él en el Motín de Aranjuez. Como consecuencia, fue destituido y se produjo la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando.
- Ahora bien, para Napoleón el trono español quedaba vacante, pues no reconocía la legalidad de dicha abdicación. Reunida la familia real española en Bayona, se sucedieron las abdicaciones a favor de Napoleón, quien otorgó la corona española a su hermano José.
La Guerra de Independencia (1808-1813)
Se produjeron los levantamientos del 2 de mayo en Madrid y, ese mismo día, el alcalde de Móstoles, Andrés Torrejón, hizo su famoso llamamiento contra los franceses. Se extendió rápidamente la revuelta por otras ciudades españolas en las que se formaron espontáneamente Juntas Supremas Provinciales, que sostenían que la abdicación regia era ilegal y, por tanto, ante el vacío de poder que se produjo, asumieron la soberanía nacional, declararon la guerra al invasor y se consideraron competentes para convocar Cortes. Pronto se configuró una Junta Central en Aranjuez.
Desarrollo del Conflicto
A lo largo de cinco años, entre 1808 y 1813, la Península fue escenario de enfrentamientos militares. No fue simplemente una guerra entre los ejércitos de dos naciones, España y Francia, sino que también tuvo aspectos de guerra civil.
Fase Inicial: Junio de 1808
En junio de 1808 comenzaron los ataques a los destacamentos franceses (40.000 al mando de Murat) por unidades aisladas de paisanos y militares. En Cataluña se produjo la primera derrota francesa; poco después, Zaragoza sufrió su primer asedio. La derrota francesa de Bailén mostró que el conflicto podía prolongarse. Estos primeros enfrentamientos frustraron el plan de Bonaparte, que perseguía controlar los principales puertos peninsulares (Barcelona, Cádiz y Lisboa). A la vez, en Portugal se encontraba el ejército británico, que obligó a Junot a retirarse del país vecino.
Dominio Imperial: Fines de 1808
A fines de 1808 llegó Napoleón con un poderoso ejército, lo que significó un claro dominio militar imperial. Se produjeron derrotas españolas en Tudela o Somosierra, el cuerpo expedicionario inglés se retiró y la Junta Central se trasladó a Andalucía. El retroceso culminó con la nueva derrota española en Uclés y la inglesa en Talavera.
Resistencia y Guerrilla: 1809-1810
En los dos años siguientes (1809-1810), la lucha adquirió nuevas características: el territorio estaba controlado de forma efectiva por los franceses, pero estos chocaron con la fuerte resistencia de algunas ciudades que forzaron “sitios” prolongados, como Zaragoza, Gerona, Tarragona y Valencia, lo cual fue inesperado para los invasores. Por otra parte, los franceses fueron objeto del hostigamiento constante que generó una nueva táctica de guerra: la guerrilla.
La Guerrilla: Táctica y Liderazgo
El origen de la guerrilla procedía de grupos que habían quedado separados de su tropa tras la batalla y que formaron partidas para hacer la guerra por su cuenta, o bien de grupos de civiles compuestos por gente honrada o bandoleros. La organización era espontánea y eran dirigidos por oficiales del ejército o algún jefe carismático, laico o eclesiástico, que aglutinaba al grupo. Su misión era desabastecer al enemigo y desarrollar una “guerra de desgaste”. Líderes destacados fueron Espoz y Mina en Navarra, El Empecinado y el Cura Merino en Castilla, y Díaz Porlier en Galicia.
Contaban con el apoyo popular, el conocimiento del terreno y la agilidad que proporcionaba ser grupos reducidos. Todo ello les posibilitaba el ataque a destacamentos aislados, el control de caminos, el robo de víveres y la creación de un clima de terror e inseguridad entre los soldados franceses. La importancia militar de la guerrilla fue innegable e incorporó una forma de lucha moderna, sirviendo de modelo para otros países o momentos posteriores (como las partidas de los años 20).
Fase Final y Victoria Aliada: A partir de 1812
A partir de 1812 se abrió la fase final de la guerra. Enfrascado Napoleón en la campaña de Rusia, Inglaterra desplegó todos sus esfuerzos a través de Wellington. Avanzando desde Portugal, los aliados penetraron en Castilla y resolvieron a su favor la importante Batalla de los Arapiles en mayo. Los franceses se replegaron hacia Madrid en defensa de la capital, pero Wellington avanzó hacia el noreste y, tras las victorias de Vitoria y San Marcial, obtuvo la capitulación del rey José. La retirada definitiva de los imperiales tuvo lugar en mayo de 1814, cuando abandonaron Levante.
Consecuencias de la Guerra de Independencia
La Guerra de la Independencia ha sido calificada de “gran desastre nacional”. En el ámbito económico y social, la destrucción de los nacientes núcleos de la moderna industria textil, lo que retrasaría los comienzos de la Revolución Industrial y la modernización del país hasta mediados del siglo XIX. Desde el punto de vista político, nació un patriotismo exaltado y se desarrolló una afición militar a detentar el poder. Fundamentalmente, se retornó al Antiguo Régimen, finalizando el proceso iniciado por las Cortes de Cádiz.