España en el Siglo XIX: De la Monarquía Liberal de Isabel II al Sexenio Democrático


La Revolución Liberal en el Reinado de Isabel II: Carlismo y Construcción del Estado Liberal

El largo reinado de Isabel II (1833-1868) fue un periodo de profundos cambios que consolidaron el Estado liberal en España. Estos cambios se manifestaron en diversos ámbitos:

1. Consolidación de la Monarquía Parlamentaria

Se estableció la división de poderes, se reconocieron los derechos individuales, se afirmó la soberanía nacional, se reconoció el derecho de sufragio y el pluralismo político. Estos principios se recogieron en distintas constituciones:

  • El Estatuto Real, que en realidad fue una Carta Otorgada (1834).
  • La Constitución de 1837 (progresista).
  • La Constitución de 1845 (moderada).
  • La Constitución de 1856 (progresista, pero no se llegó a aplicar).

2. Consolidación del Pluralismo Político

El liberalismo se dividió entre moderados y progresistas. Posteriormente, aparecieron los demócratas, el Partido Unión Liberal (una mezcla de moderados y progresistas) y los primeros republicanos.

3. Cambios Económicos

Los cambios más importantes se realizaron siempre cuando gobernaban los progresistas. Destacan el proceso desamortizador de la tierra, la supresión del régimen señorial, la supresión de los gremios y la Ley de Ferrocarriles, entre otros.

4. Cambios Administrativos

Destaca el proceso de centralización del Estado con la división provincial de Javier de Burgos y la creación de la figura de los gobernadores civiles y militares. También se reformó la Hacienda Pública, se aprobó un nuevo Código Penal, se creó la Guardia Civil y se organizó un nuevo sistema de Instrucción Pública.

5. Debilidad del Poder Político Civil

El Estado liberal se construyó con muchas dificultades, lo que dio un protagonismo político al ejército:

  • Los cambios de gobierno se producían por pronunciamientos militares.
  • Los militares se convirtieron en líderes de partidos políticos.

Este protagonismo militar también se debió a la importancia de las guerras en este periodo.

Estructura del Sistema Liberal

Los puntos básicos del sistema liberal fueron:

  • Soberanía nacional, plasmada en una Constitución elaborada por las Cortes, cuyos miembros eran elegidos mediante sufragio.
  • Uniformización y centralización administrativa.
  • Implantación de principios económicos burgueses: el capitalismo.

Dos Sectores del Liberalismo

Liberales Moderados

  • La soberanía debía ser compartida por la Corona y las Cortes.
  • Sufragio censitario muy restrictivo.
  • Limitación de los derechos.
  • Alianza económica con los grupos privilegiados del Antiguo Régimen.
  • Eran más clericales.
  • La Corona siempre se posicionó a favor del liberalismo moderado.
  • Base social: terratenientes, grandes comerciantes, grandes industriales, financieros, alta nobleza, alto clero y altos mandos militares.

Liberales Progresistas

  • La soberanía nacional debía residir en las Cortes.
  • El sufragio debía ser censitario, pero ampliando la base electoral.
  • Amplia declaración de derechos.
  • Eran menos clericales y tenían tendencia al laicismo.
  • Del grupo extremista de los progresistas surgirán los demócratas, partidarios del sufragio universal.
  • Los progresistas solo obtenían el poder mediante levantamientos populares y pronunciamientos militares, ya que las elecciones estaban controladas por los gobiernos moderados. De ahí la importancia del ejército durante este periodo.
  • Base social: mediana y pequeña burguesía, profesionales liberales, clases medias urbanas, artesanos y dependientes, oficiales del ejército.

Aspectos Políticos del Periodo Isabelino

A. Primera Etapa: Las Regencias (1833-1843)

Regencia de María Cristina (1833-1840)

En 1833 muere Fernando VII, y su testamento designa como heredera a su hija Isabel, de tres años de edad. Se encargó de la Regencia su viuda, María Cristina de Borbón. Se produjo el levantamiento carlista que proclamaba como rey legítimo a Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, basándose en la Ley Sálica establecida por los Borbones, según la cual las mujeres, en ningún caso, podrían reinar. El carlismo defendía las tradiciones, la religión y la Iglesia Católica, el absolutismo monárquico, el foralismo y, en definitiva, el sistema del Antiguo Régimen. Sus bases sociales fueron el clero, el campesinado más pobre y parte de la nobleza. Geográficamente, el carlismo predominó en el País Vasco, en Navarra y en el interior de Cataluña y Aragón. Este levantamiento daría lugar a una guerra civil de siete años, en la que, por la parte carlista, destacaron generales como Zumalacárregui o Cabrera. La guerra finalizaría con el Convenio de Vergara, firmado en 1839, que supuso la derrota carlista, aunque a lo largo del siglo XIX este conflicto se reproduciría dos veces más.

La consecuencia más importante del inicio de esta guerra fue que provocó la evolución de la monarquía desde el absolutismo al liberalismo, ya que la Regente María Cristina necesitaba el apoyo de los liberales frente a los carlistas para defender el trono de su hija Isabel. Así, la presión liberal dio lugar a la designación de Martínez de la Rosa, liberal moderado, como jefe de gobierno. Martínez de la Rosa y la Regente elaboraron el Estatuto Real de 1834, en realidad una Carta Otorgada que daba lugar a un sistema de gobierno extremadamente moderado.

Esto provocó un movimiento revolucionario en 1835. Para detener esta situación, la Regente entregó el poder a un liberal progresista, Mendizábal, que rápidamente inició un programa de reformas. Esto asustó a los sectores más conservadores, lo que llevó a su destitución, pero nuevos levantamientos populares y un pronunciamiento militar, la «Rebelión de los sargentos de La Granja», condujeron de nuevo a los progresistas al poder. Los progresistas, con Mendizábal, asumieron la tarea de implantar un régimen liberal, constitucional y de monarquía parlamentaria, así como la implantación del liberalismo económico, lo que se materializó en la elaboración de la Constitución de 1837, progresista pero que recogía también algunos principios del liberalismo más moderado.

Mendizábal decidió solucionar los problemas financieros del Estado, agudizados por la Guerra Carlista, suprimiendo determinadas órdenes religiosas, desamortizando sus tierras y vendiéndolas en pública subasta. La entrada de dinero permitió reorganizar el ejército isabelino con 100.000 hombres, con el objetivo de vencer a los carlistas. En las elecciones celebradas en septiembre de 1837, los moderados obtuvieron la mayoría. La política cada vez más conservadora y la identificación de la Regente con esta forma de gobierno provocaron el enfrentamiento de los progresistas con la Corona. Finalmente, María Cristina dimitió y fue el progresista general Espartero, muy popular por su victoria sobre los carlistas (Abrazo de Vergara), quien asumió la Regencia (1840).

Regencia de Espartero (1841-1843)

Con Espartero, los progresistas se mantuvieron en el poder durante tres años, aunque con la constante oposición de los moderados. En 1843, un levantamiento generalizado en Barcelona, provocado por la supresión de los aranceles que protegían la industria textil catalana, hizo que Espartero respondiera bombardeando la ciudad, lo que lo hizo muy impopular. Esta situación fue aprovechada por los generales moderados Narváez y O’Donell para hacerse con el poder. Para evitar una tercera regencia, las Cortes, controladas por los moderados, decidieron adelantar la mayoría de edad de Isabel II y la proclamaron reina a los trece años.

B. Segunda Etapa: Reinado de Isabel II (1843-1868)

Al ser proclamada Reina con tan solo trece años, Isabel se convirtió en una marioneta en manos de los moderados, a quienes siempre encargaba formar gobierno. De esta manera, cuando los progresistas se hacían con el poder, siempre era por la fuerza de las armas, mediante un pronunciamiento militar acompañado por una insurrección popular. La figura moderada más importante de este periodo fue el general Narváez.

Durante este periodo se llevaron a cabo importantes reformas:

  • Creación de la Guardia Civil en 1844.
  • Ley de Ayuntamientos de 1845, por la cual los alcaldes serían designados por el gobierno.
  • Reforma del sistema fiscal:
    • Impuestos directos: contribución territorial (25% de los ingresos) y por actividades (industria y comercio).
    • Impuestos indirectos: impuesto sobre transmisión de bienes, impuestos sobre consumo y tasas aduaneras.
  • Ley electoral que establecía un sufragio censitario tan restringido que solo podía votar el 1% de la población, lo que imposibilitaba el acceso al poder de los progresistas por vía legal.
  • Concordato de 1851 que establecía el catolicismo como única religión del Estado.
  • Constitución de 1845: recogía las ideas básicas del liberalismo moderado.
    • Soberanía compartida por la Reina y las Cortes.
    • Amplía el poder de la Corona.
    • Religión católica como única del Estado.
    • Ayuntamientos sometidos al poder central.
    • Sufragio censitario muy restringido.
    • Supresión de la Milicia Nacional.
    • Las Cortes estarían formadas por dos cámaras:
      • Congreso de los Diputados, elegido por sufragio censitario.
      • Senado, nombrado y elegido por la Reina.

El Senado fue una cámara oligárquica con la función de paralizar cualquier intento de reforma que pudiera emprender el Congreso de los Diputados.

El Bienio Progresista (1854-1856)

Esta forma de gobernar, con un poder ejecutivo cada vez más fuerte, provocó un levantamiento progresista y un pronunciamiento militar en 1854, la Vicalvarada, apoyado por algunos moderados como O’Donell (Unión Liberal). En este momento se redactó el Manifiesto de Manzanares, que recogía algunas de las propuestas progresistas. Isabel II se vio forzada a llamar al general Espartero para formar gobierno. Se inició así el Bienio Progresista (1854-1856). En este periodo se llevaron a cabo nuevas reformas económicas que favorecieron a la burguesía urbana y a las clases medias. Destacan:

  • La Desamortización de Madoz.
  • La Ley General de Ferrocarriles.

Se elaboró una nueva Constitución, en este caso progresista, pero no llegó a ser promulgada, la Constitución “non nata” de 1856. El gobierno no hizo nada por mejorar las condiciones de vida de las clases trabajadoras. Esto, unido a la crisis económica que empeoró aún más la situación, dio lugar a una serie de levantamientos populares por todo el país. La situación llegó a ser tan grave que Espartero dimitió. El general O’Donell reprimió duramente las protestas y restauró de nuevo a los moderados en el poder.

Último Periodo del Reinado de Isabel II (1856-1868)

En este último periodo, O’Donell y Narváez, liberales moderados, se turnaron en el poder. Restablecieron la Constitución de 1845 y anularon la legislación más progresista del Bienio. La coyuntura económica favorable benefició, en principio, al país. El gobierno llevó a cabo una política exterior activa y agresiva, realizando campañas militares en Indochina y en Marruecos, donde tuvo lugar la victoria de Wad-Ras, que permitió la incorporación a España de Sidi Ifni y la ampliación del territorio de Ceuta. De todos modos, la pérdida de las colonias americanas había convertido a España en una potencia de segunda fila que no contaba en la política europea.

La falta de fuerza ideológica de los grupos en el poder, la crisis económica europea general de 1865-66 y la corrupción política y económica de los moderados, hicieron que cada vez mayores sectores de la sociedad vieran necesario dar un giro a la situación. En 1866, progresistas y demócratas firmaron el Pacto de Ostende en Bélgica, en el que decidieron el destronamiento de Isabel II. A este pacto se unieron en noviembre de 1867 los unionistas. La Corona quedó sin apoyos, lo que dio lugar a la Revolución de 1868.

El Proceso de Desamortización y los Cambios Agrarios

Introducción: Concepto de Desamortización

Durante el siglo XIX, la agricultura siguió siendo la base fundamental de la economía española. Se trataba de una agricultura poco desarrollada y de baja productividad debido a dos tipos de factores: naturales y sociopolíticos.

En España, la tierra estaba mal repartida desde la Edad Media, como consecuencia del proceso de Reconquista, cuando los reyes cristianos entregaron grandes extensiones de tierra a los nobles y a la Iglesia como premio a su labor de expulsión de los musulmanes. Estas tierras se convirtieron con el tiempo en «bienes de manos muertas», es decir, bienes que pertenecían a grandes familias nobiliarias, a la Iglesia o a los Ayuntamientos. En este último caso, las tierras recibían el nombre de bienes comunales o bienes de propios. Estas propiedades agrarias no podían ser divididas por herencia ni donadas, ni vendidas. Además, en las tierras que pertenecían a la nobleza se instituyó el mayorazgo, por el cual el hijo mayor heredaba el título nobiliario junto con las tierras. Por tanto, durante el Antiguo Régimen, la propiedad de la tierra era una propiedad amortizada o vinculada, siempre en manos de los mismos; es decir, no había un mercado libre de tierras.

Esta situación era incompatible con la economía capitalista, que se basa en la libertad de negocio y de intercambio. Por ello, cuando en España se estableció un sistema liberal, los gobiernos liberales promovieron la desamortización o desvinculación de la tierra; es decir, convirtieron la propiedad amortizada o vinculada de la tierra en propiedad privada y disolvieron el régimen señorial.

Además de esto, en dos ocasiones, gobiernos liberales progresistas expropiaron, nacionalizaron y subastaron tierras de la Iglesia y de los Ayuntamientos, con el fin de obtener fondos para el Estado. A esto se le conoce como Desamortización de Mendizábal y Desamortización de Madoz. Sin embargo, no se atrevieron a hacer esto mismo con las tierras de la nobleza, que incluso vio aumentar sus propiedades con la compra de las tierras desamortizadas a la Iglesia y a los Ayuntamientos. En consecuencia, podemos decir que estas dos desamortizaciones contribuyeron, aún más, al proceso de concentración de la propiedad de la tierra en pocas manos. Este desequilibrio en la propiedad de la tierra tendría graves repercusiones sociales y económicas a lo largo de los siglos XIX y XX.

Desamortización de Mendizábal (1836)

Se produjo durante la Regencia de María Cristina, periodo en el que, tras la muerte de Fernando VII, se inició la construcción del Estado liberal en España. En este periodo se estableció un sistema liberal muy moderado con un paréntesis progresista, en el que se llevó a cabo esta desamortización. Así, diversas circunstancias llevaron a la Regente a encargar el gobierno a Mendizábal, un liberal progresista que estaba dispuesto a emprender reformas más profundas. En este momento, era urgente la obtención de fondos que pusieran fin al déficit del Estado y permitieran la obtención de créditos con los que financiar al ejército isabelino durante la Guerra Carlista.

Para conseguir esto, se llevó a cabo una Desamortización eclesiástica de manera que:

  • Se suprimieron la mayor parte de las órdenes religiosas que no se dedicaban a la beneficencia.
  • Se declararon todos los bienes de estas órdenes propiedad del Estado; es decir, estos bienes se expropiaron y se nacionalizaron.
  • Estos bienes se sacaron a pública subasta, destinándose los fondos obtenidos con esta subasta a las arcas del Estado.

Esto tuvo las siguientes consecuencias:

  • Se obtuvo dinero con el que financiar al ejército liberal.
  • Los compradores de las tierras desamortizadas fueron los nobles, que aumentaron sus propiedades, la alta burguesía y parte de la baja burguesía. Estos grupos sociales, beneficiados con la desamortización, se convirtieron en el gran apoyo de la causa liberal moderada de Isabel II.
  • Oposición de la Iglesia, que no se solucionó de forma total hasta la firma del Concordato de 1851.
  • La desamortización no benefició a los campesinos, ya que estos no pudieron acceder a la propiedad de la tierra pues no disponían de dinero suficiente.

Desamortización de Madoz (1855)

La Desamortización de Madoz se realizó durante el único periodo progresista del reinado de Isabel II, entre 1854 y 1856. En esta ocasión, el ministro de Hacienda, Pascual Madoz, elaboró una ley desamortizadora que afectó fundamentalmente a las tierras propiedad de los Ayuntamientos. Estas tierras fueron expropiadas y vendidas en pública subasta.

El objetivo de Madoz era recaudar fondos para la Hacienda estatal con los que financiar obras públicas, como la construcción del ferrocarril. Pero lo cierto es que la venta de estos bienes comunales arruinó a los Ayuntamientos y perjudicó a los vecinos más pobres, que en adelante no pudieron utilizar los terrenos comunes de su municipio para cultivarlos, para recoger leña o para llevar a pastar al ganado, entre otras cosas. Esto forzó a una parte de la población rural a emigrar a las ciudades en busca de trabajo, lo que se conoce como éxodo rural.

Por tanto, como conclusión, podemos decir que estas dos desamortizaciones, que afectaron al 20% del suelo español, sirvieron, fundamentalmente, para consolidar el poder económico y social de la minoría dirigente, la oligarquía, por lo que constituyeron una gran oportunidad perdida de conseguir una estructura de la propiedad de la tierra más justa y equilibrada que hubiera evitado los graves conflictos posteriores.

Cambios Agrarios

La consecuencia más importante de esta reforma agraria liberal fue el aumento de la roturación de tierras. Así, la superficie agraria pasó de 10 a 16 millones de hectáreas. Esto dio lugar a un aumento de la producción agraria, lo que permitió un crecimiento sostenido de la población a lo largo del siglo XIX.

La mayor expansión de cultivos se produjo en los cereales. El segundo gran protagonista fue la vid, que se convirtió en producto de exportación. También se extendió el cultivo del maíz y, sobre todo, de la patata. Por el contrario, la ganadería ovina sufrió un importante retroceso, como consecuencia del descenso de las exportaciones de lana y de la supresión de los privilegios de la Mesta. En cambio, aumentó la cabaña porcina para consumo humano.

Ahora bien, hay que tener en cuenta que este aumento de la producción se consiguió gracias a un incremento de la superficie cultivada y no por una modernización de las técnicas de cultivo, que en España continuaron siendo atrasadas con respecto a las innovaciones que se estaban produciendo en otros países europeos más adelantados que el nuestro. En definitiva, a pesar de las desamortizaciones, a pesar del aumento de la producción y a pesar de los cambios en la agricultura, el sector agrario no sirvió de estímulo al desarrollo industrial y a la modernización económica de España.

El Sexenio Revolucionario (1868-1874): Intentos Democratizadores y el Ensayo Republicano

Durante el Sexenio Revolucionario o Democrático, triunfaron los principios del liberalismo más radical y democrático. Comprende los años que van desde la caída de la monarquía de Isabel II hasta el inicio del reinado de Alfonso XII. Fue una época muy conflictiva de la Historia de España en la que se iniciaron una serie de experiencias que tendrían amplia repercusión en años posteriores: el sufragio universal masculino, el primer intento de monarquía democrática, la primera experiencia republicana, el inicio del movimiento obrero, entre otros.

Factores que Desencadenaron la Revolución

  • Establecimiento de un sistema liberal moderado que solo beneficiaba a una minoría de la población.
  • Aumento de la corrupción política y económica.
  • Descontento de los liberales progresistas y de los demócratas, que consideraban que los cambios producidos eran insuficientes.
  • Crisis económica general europea entre 1865 y 1866, que empeoró las condiciones de vida de la mayoría de la población. Esto dio lugar a un aumento de los levantamientos populares.
  • Este aumento de los levantamientos llevó a un aumento de la represión, lo que generó la impopularidad del gobierno.
  • Los liberales progresistas y los demócratas firmaron en agosto de 1866 el Pacto de Ostende en Bélgica, por el que se comprometieron a acabar con la monarquía de Isabel II y a convocar elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal. A este pacto se unieron en noviembre de 1867 los unionistas del general Serrano.

La Gloriosa Revolución (Septiembre de 1868)

La revolución se inició en septiembre de 1868 en Cádiz, donde el almirante Topete sublevó a la Armada. A este golpe militar se unieron los generales Serrano (unionista) y Prim (progresista). También se produjo un levantamiento popular, de manera que se formaron Juntas Revolucionarias que armaron al pueblo, organizando los Voluntarios de la Libertad que lucharían por el triunfo de la revolución. Finalmente, en la Batalla de Alcolea (Córdoba) se produjo el enfrentamiento entre las tropas leales a la Reina y las tropas sublevadas. Triunfaron los revolucionarios, por lo que Isabel II se exilió en Francia, iniciándose así el Sexenio Revolucionario o Democrático.

El Gobierno Provisional y la Constitución de 1869

Se formó un gobierno provisional, presidido por los generales Serrano y Prim, que llevó a cabo las siguientes acciones:

  1. Ordenó disolver las Juntas y desarmar a los Voluntarios de la Libertad.
  2. Convocó elecciones por sufragio universal masculino a Cortes Constituyentes.

Estas Cortes Constituyentes reflejaron un elevado grado de pluralismo político: a la derecha, moderados y carlistas; en el centro, la mayoría, formada por progresistas, unionistas y parte de los demócratas; y a la izquierda, los republicanos.

Las Cortes elaboraron la Constitución de 1869, promulgada el 6 de junio de 1869, que recogía los siguientes principios democráticos:

  • Establecía un régimen de libertades muy amplio si se la comparaba con otras constituciones europeas de la misma época.
  • Recogía una amplísima declaración de derechos.
  • Soberanía nacional, que residiría en las Cortes.
  • Establecía separación de poderes.
  • Fijaba el sufragio universal masculino para mayores de 25 años.
  • Establecía un sistema monárquico, lo que implicaba la necesidad de encontrar un rey dispuesto a reinar en un sistema democrático.

La Monarquía de Amadeo de Saboya (1870-1873)

La promulgación de la Constitución de 1869, que establecía una monarquía democrática, dio lugar a que la principal tarea del gobierno fuese encontrar un monarca que sustituyese a los desacreditados Borbones. Finalmente, entre varios pretendientes europeos, se eligió a Amadeo de Saboya, hijo del rey de Italia, apoyado por el general Prim y los progresistas. El rey fue elegido por las Cortes, pero no contaba con un apoyo suficiente:

  • Carlistas: Seguían apoyando su línea sucesoria. Además, un sector del carlismo volvió a la insurrección armada en 1872 (3ª Guerra Carlista).
  • Moderados: Continuaban fieles a los Borbones y defendían esta restauración borbónica en la persona del hijo de Isabel II, el príncipe Alfonso.
  • Republicanos: Querían un cambio de sistema político y social.

Esta situación se agravó cuando, el día de la llegada de Amadeo, el 30 de diciembre de 1870, el general Prim, su principal apoyo, falleció víctima de un atentado realizado tres días antes. Esta falta de apoyo y el progresivo aumento de la conflictividad social llevaron finalmente al rey a abdicar y volver a Italia el 10 de febrero de 1873. Se produjo, por tanto, el fracaso de este primer intento de monarquía democrática.

La Primera República Española (Febrero de 1873 – Diciembre de 1874)

Ante este fracaso de la monarquía democrática, se intentó una nueva alternativa política: el establecimiento de la república, que suponía una profundización en el sistema democrático. Las bases políticas de la República fueron:

  • Oligarquía y ejército: No dieron su apoyo a la república porque consideraban amenazados sus privilegios.
  • Pequeña burguesía (clases medias): Sí apoyaron a la república, pero esta base social en la España de fines del siglo XIX era muy escasa.
  • Clases populares: En un primer momento apoyaron a la república porque esperaban de ella un cambio socioeconómico. Cuando vieron que este cambio no se producía, le retiraron su apoyo.

La República se proclamó en las Cortes el 11 de febrero de 1873. Los principales problemas a los que se enfrentó el gobierno de la I República fueron:

  • 3ª Guerra Carlista.
  • Insurrecciones en Cuba.
  • Crisis económica y social.
  • División entre los republicanos:
    • Unitarios: Defendían un Estado centralista.
    • Federalistas: Defendían un Estado federal.

Las Cortes Constituyentes decidieron que la República fuera federal, aunque el proyecto de Constitución que elaboraron nunca llegó a ponerse en marcha. La falta de unidad dentro del grupo republicano y la falta de un apoyo social fuerte trajeron consigo una gran inestabilidad política. Se sucedieron los gobiernos que duraron meses e incluso semanas. Así, en los dos años escasos que duró la I República, hubo cuatro presidentes: Figueras, Pi i Margall, Salmerón y Castelar.

La crisis más importante para el gobierno fue la revolución cantonalista. Los cantonalistas creían que la estructura federal del Estado debía hacerse de abajo hacia arriba, formando unidades pequeñas que decidieran constituirse en cantones independientes. Así, durante el verano de 1873, los cantones surgieron por Levante, Murcia (donde destacó el cantón de Cartagena) y Andalucía. Cada uno de los cantones que surgieron tuvo un gobierno autónomo y su propia legislación. Lo característico de este movimiento es que en los cantones se produjo una revolución política y social, ya que el cantonalismo estuvo protagonizado por las clases populares, que deseaban un cambio socioeconómico que mejorara sus condiciones de vida.

Este movimiento revolucionario sirvió para que los opositores a la república la rechazaran aún más, por lo que el gobierno endureció su postura e inició la represión en los cantones, dirigida por los generales Martínez Campos y Pavía. Finalmente, el general Pavía dio un golpe de Estado que puso fin a la República federal el 3 de enero de 1874. Esto supuso el inicio de una República unitaria que, en realidad, fue una dictadura del general Serrano. Esta situación abrió el camino a la restauración monárquica en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II. Esta restauración se produjo mediante un pronunciamiento militar del general Martínez Campos. El 31 de diciembre de 1874 se estableció una regencia presidida por Cánovas del Castillo para preparar la llegada del nuevo rey.

Terminó así este período de la Historia de España, empeñado en el establecimiento de nuevas experiencias políticas y sociales. El fin del Sexenio Revolucionario dio lugar a la vuelta al poder de la oligarquía, que para evitarse nuevas sorpresas desagradables diseñó un sistema, la Restauración, que permitió el acceso al poder de toda la burguesía, marginando políticamente al resto de la sociedad.

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