Crítica al Sistema de la Restauración y el Desastre del 98
El texto se inscribe en la profunda crítica de los Regeneracionistas al sistema político de la Restauración diseñado por Cánovas, crítica que se acentuó tras la humillación sufrida por el pueblo español tras el “Desastre del 98”.
El Sistema Político Canovista: Bipartidismo y Turnismo
El sistema político ideado por Cánovas, expresión del liberalismo moderado, está basado en un sistema de soberanía compartida entre el Rey y las Cortes y articulado por dos partidos políticos (bipartidismo) que se turnaban pacíficamente en el poder (turnismo).
Cánovas concibió un sistema bipartidista en el que dos partidos se turnasen en el gobierno sin tener que recurrir al apoyo del ejército en forma de pronunciamiento o golpe de Estado. Se trataba de partidos de notables, es decir, de líderes políticos con sus respectivas clientelas, sus órganos de prensa y sus apoyos locales.
Los dos partidos dinásticos fueron:
- El Partido Liberal-Conservador, creado y liderado, hasta su asesinato en 1897, por Cánovas del Castillo, que sustituía al antiguo Partido Moderado.
- El Partido Liberal-Fusionista, fundado por Sagasta, con un programa más progresista, que incluía algunos ideales del Sexenio Democrático.
Ambos coincidían ideológicamente en lo fundamental: la defensa de la Monarquía, de la Constitución y de la propiedad privada, así como la consolidación del Estado liberal, unitario y centralista. El apoyo social de ambos partidos estaba en la alta burguesía y la clase media acomodada.
Esas dos grandes opciones dinásticas se alternaban regularmente en el poder (turno pacífico), funcionando el sistema con regularidad hasta 1898. Tras la muerte del rey Alfonso XII (1885), se impulsó un acuerdo entre conservadores y liberales, el llamado Pacto del Pardo, para dar apoyo a la regencia de María Cristina de Habsburgo y garantizar la continuidad de la monarquía ante las fuertes presiones de carlistas y republicanos.
El Fraude Electoral: Encasillado y Caciquismo
La alternancia en el poder entre los partidos del turno quedaba garantizada porque se invertía el proceso normal en un sistema democrático: cuando el gobierno experimentaba desgaste en su gestión, el Rey nombraba Presidente del Gobierno al líder de la oposición, a quien le otorgaba el decreto de disolución de Cortes y de convocatoria de nuevas elecciones, para conseguir en ellas una mayoría parlamentaria suficiente para gobernar.
El resultado de las elecciones era acordado de antemano por ambos partidos. El proceso de preparación de las elecciones comenzaba con el encasillado: el Ministerio de la Gobernación rellenaba las casillas de los distritos electorales con los nombres de los candidatos que el Gobierno tenía previsto que resultaran elegidos.
El Gobernador Civil de cada provincia, adicto al partido ahora en el gobierno, buscaba el acuerdo con los caciques para conseguir ajustar los resultados electorales a las instrucciones recibidas del Ministerio de la Gobernación.
El cacique era el hombre más influyente de una localidad o comarca y ejercía el poder sobre los electores de la zona. La base de su poder residía en el control de los actos de la Administración y en la influencia que ejercía en el gobernador provincial y en el Gobierno. De este modo, el cacique podía realizar y solicitar favores, agilizar trámites y gestiones y, a cambio, recibía la lealtad de los electores de su localidad o comarca.
Un conjunto de trampas electorales (compra de votos, falsificación del censo, inclusión de votos falsos en las urnas, etc.) era la forma de conseguir los resultados previstos.
Todas estas prácticas fraudulentas llevaron al desencanto de una buena parte de la población, que se concretó en un elevado abstencionismo electoral. La prensa extranjera presentó a España como una “nación moribunda”, con un ejército ineficaz, un sistema político corrupto y unos políticos incompetentes.
El Surgimiento del Nacionalismo Vasco
El nacionalismo vasco surge como reacción de la sociedad tradicional frente al nuevo Estado liberal creado en España a lo largo del siglo XIX.
Causas Fundamentales
Las tres causas fundamentales que explican sus orígenes son:
- El resurgimiento del foralismo: la abolición de los fueros en 1876 provocó una reacción en defensa de las instituciones suprimidas. Aunque en 1878 se aprobaron los Conciertos Económicos, que permitían una autonomía fiscal, en Bizkaia surgió un movimiento en defensa de los derechos forales.
- La defensa del euskera y la cultura vasca por los intelectuales vascos ante la política cultural uniformista practicada por el liberalismo.
- El rechazo ante las bruscas transformaciones sociales que provocaba la acelerada industrialización de Bizkaia: la llegada de numerosos inmigrantes procedentes de otras zonas de España (maketos) con su idioma y costumbres, a la zona minera e industrial de Bilbao (la “invasión” española) ponía en peligro la identidad de Bizkaia (etnia, euskera y tradiciones) y era la causante de los males de la sociedad tradicional, sustentada en la vida rural, el catolicismo y las señas de identidad vascas.
El campesinado católico y fuerista, desencantado por la derrota carlista, y principalmente la mediana y pequeña burguesía bilbaína fueron los principales receptores del nacionalismo.
Sabino Arana y la Fundación del PNV
El gran propulsor del nacionalismo vasco fue Sabino de Arana Goiri (1865-1903), de familia burguesa profundamente católica y carlista. Su concepto de nación, muy tradicionalista, lo formuló en el lema “Jaungoikoa eta Lagizarra” (Dios y Ley antigua).
En el plano religioso (Jaungoikoa), entiende que la religión católica era inherente al alma vasca y proclama la subordinación de lo civil a lo religioso.
En el plano político (Lagizarra), consideraba que para un pueblo diferente – de raza, leyes, costumbres y, sobre todo, lengua distinta- recuperar los fueros totales era volver a la libertad originaria: impulsa la lengua y costumbres vascas y defiende la pureza racial del pueblo vasco. Arana popularizó un nuevo nombre para su patria, Euzkadi, y una bandera propia para Bizkaia, la ikurriña, adoptada luego como bandera del PNV y más tarde como bandera de Euzkadi en 1936.
En 1892 publica “Bizcaya por su independencia”, recopilación de artículos en los que denunciaba la situación de opresión de Bizkaia y abogaba por su independencia.
En 1893 reunió a un grupo de amigos en el caserío Larrazabal (Discurso de Larrazabal), a quienes presenta su ideario nacionalista resumido en el lema Jaungoikoa eta Lege Zarra, anunciándoles la constitución de una asociación nacionalista cuyos estatutos ya había redactado.
El 14 de julio de 1894, fundó el primer centro nacionalista, “Euskeldun Batzokija”, en la calle Correo de Bilbao, izándose por primera vez la ikurriña, diseñada por Sabino y Luis Arana. Al día siguiente, sus miembros aprueban en Junta General sus estatutos (que estamos comentando) y eligen como presidente a Sabino Arana. Fue suspendido por el Gobierno Civil en septiembre de 1895.
El 31 de julio de 1895, se fundó, de forma clandestina, el Partido Nacionalista Vasco (Euzko Alderdi Jeltzalea – PNV), para vizcaínos, con la finalidad de restaurar los fueros tradicionales. La represión gubernamental no se hizo esperar. Arana permaneció en la cárcel desde septiembre de 1895 hasta enero de 1896.
Sobre todo, a raíz de salir elegido diputado provincial en 1898, la posición política de Arana se moderó al aceptar que la autonomía debía alcanzarse desde la legalidad y dentro de la unidad del Estado español. Esto facilitó la entrada en el partido a sectores de la alta burguesía industrial vasca, que veían en el nacionalismo un posible aliado ante el incremento del movimiento obrero. La muerte prematura de Arana en 1903 marcó la evolución del nacionalismo posterior.
Evolución y Divisiones Internas del Nacionalismo Vasco
Desde la muerte de Arana, convivían dos tendencias dentro del partido:
- El nacionalismo autonomista, industrial y urbano de Ramón de la Sota, apoyado por la alta burguesía moderna e industrial. Su revista era Euskalduna. Controlan el partido, que en 1916 adopta el nombre de Comunión Nacionalista Vasca (CNV).
- El nacionalismo independentista, etnicista y ruralista de Luis Arana, apoyado por la alta burguesía bilbaína tradicionalista. Su revista es Aberri. En 1921 son expulsados de Comunión Nacionalista Vasca y fundaron un partido que retoma el nombre de Partido Nacionalista Vasco (PNV).
El nacionalismo vasco se reunificó en la Asamblea de Bergara de noviembre de 1930 bajo la primera denominación de Partido Nacionalista Vasco (PNV).
Ese mismo año, en diciembre de 1930, se produce una escisión con los elementos más liberales del partido, que fundaron un nuevo partido, aconfesional y republicano (Acción Nacionalista Vasca – ANV).
Economía y Sociedad en la España de Finales del Siglo XIX
El Debate Económico: Proteccionismo vs. Librecambismo
El gran debate económico del siglo XIX entre proteccionistas y librecambistas estuvo en el centro de la política comercial española. Los proteccionistas eran partidarios de imponer obstáculos – fuertes impuestos aduaneros (aranceles) – a la competencia exterior para fomentar el desarrollo de la producción interna. En la España del siglo XIX, los sectores partidarios del proteccionismo eran fundamentalmente los industriales textiles catalanes, los productores castellanos, el sector carbonífero asturiano y los siderúrgicos vascos, representados por el liberalismo moderado.
Los librecambistas, por el contrario, defendían la necesidad de aranceles bajos o nulos para posibilitar la libre entrada de productos extranjeros que estimularía la competitividad y la especialización de la industria española. El librecambismo fue defendido por los gobiernos liberales progresistas (por ejemplo, la Ley de Ferrocarriles de 1855 que abría las fronteras a la importación libre de productos para la construcción de vías férreas).
Industrialización y Minería en el País Vasco
En 1868 el ministro Laureano Figuerola impulsó una reforma arancelaria moderada que abrió la economía española al exterior. Asimismo, su Ley de Minas puso a la venta o entregó la concesión de explotación de yacimientos mineros, a cambio de importantes cantidades de dinero a distintas compañías esencialmente extranjeras (sobre todo de capital inglés y francés), lo que provocó la liberalización del sector y un auténtico boom de la producción minera.
En el País Vasco, la construcción del ferrocarril minero de Triano en 1865 por iniciativa de la Diputación, coincidió con la demanda internacional para la producción de acero (convertidor Bessemer), de un mineral de hierro sin fósforo, una característica del hierro vasco poco frecuente en el resto de Europa, que contaba, además, con la ventaja de la proximidad de las minas al mar, lo que abarataba su transporte. Muchas compañías extranjeras, con participación vasca (familia Ybarra) se instalaron en Bizkaia para su explotación, siendo la mayor parte de la producción destinada fundamentalmente a Gran Bretaña (también a Alemania, Francia y Bélgica).
La Industria Siderúrgica Vasca
A partir de 1876, gracias a la consolidación del eje comercial entre Bilbao y Cardiff basado en la exportación de mineral de hierro a Gran Bretaña y la importación de carbón de coque galés, se afianzó la industria siderúrgica vasca, pues un sector de la burguesía vizcaína derivó parte de los beneficios de la exportación de hierro hacia la industria siderúrgica.
En las dos últimas décadas de siglo se constituyeron las tres grandes empresas siderúrgicas vascas:
- La San Francisco de Sestao (1879).
- En 1882, la Sociedad Anónima de Metalurgia y Construcciones Vizcaya, en la que participa Federico Echevarría junto con un grupo de industriales y comerciantes.
- Altos Hornos de Bilbao (Sociedad Anónima Altos Hornos y Fábrica de Hierro y Acero de Bilbao), de la que Echevarría era accionista, que instaló en 1885 el primer convertidor Bessemer que fabricaba acero a partir de un lingote de hierro.
Más tarde en 1888, Echevarría promueve la fundación de una empresa que en 1890 se transformó en La Iberia (Sociedad Anónima Iberia).
Además, surgen otros talleres de metalurgia, como los citados en el texto: Talleres de Deusto, Aurrerá y Talleres de Zorroza y de Miravalles.
Política Comercial y Protestas Empresariales
Los liberales de Sagasta, en la década de los ochenta, suavizaron la política comercial, para facilitar las exportaciones, con tratados de comercio bilaterales, que suponían rebaja en los aranceles de algunos productos.
Las protestas de los principales sectores económicos contra esa política más abierta provocan el “giro proteccionista” de la Ley Arancelaria de 1891 (publicada en 1892) que aumenta los aranceles y al amparo de la que surgen en Bizkaia nuevas metalurgias.
Pero ante el anuncio de la firma de nuevos tratados comerciales, comienzan las protestas de empresarios vascos y catalanes en un mitin que, por haberse declarado el estado de sitio en Barcelona, se trasladó a Bilbao. En él interviene Federico Echevarría, con el texto que estamos comentando, denunciando que el tratado hispano-alemán que se iba a firmar ponía en grave peligro a la industria siderúrgica vizcaína y pidiendo el mantenimiento por diez años del Arancel de 1891.
De este mitin, surgió al año siguiente la Liga Vizcaína de Productores, de la que Echevarría fue presidente, que batalló contra las tarifas arancelarias especiales para los productos siderometalúrgicos.
Condiciones de Vida y Movimiento Obrero
La Sociedad de Clases y la Vida del Proletariado
Por otro lado, en el siglo XIX, el proceso de reforma liberal dio lugar a la desaparición de los estamentos y al surgimiento de una nueva sociedad de clases; en ella, el conjunto de la población constituía una sola categoría jurídica, la de ciudadano, teóricamente iguales ante la ley y con los mismos derechos políticos, quedando definida su pertenencia a una u otra clase social en función de su nivel económico.
Así, se constituyeron dos grandes clases sociales: por un lado, las clases dirigentes o burguesía poseedoras de alguna forma de riqueza y las clases populares o proletariado, integradas por los que tan solo poseían el salario que obtenían con su trabajo manual.
Las Duras Condiciones Laborales y de Vivienda
La aparición de la industria moderna, en el caso de Bizkaia con las minas, conllevó una organización del trabajo basada en la utilización de mano de obra asalariada, que iba creciendo conforme avanzaba el siglo XIX: en el censo de 1860, los mineros en España eran 23.000.
Las reglas que regulaban el trabajo eran nuevas. El patrón, propietario de la fábrica, empleaba a los obreros, que vendían su fuerza de trabajo al patrón a cambio de un salario habitualmente escaso. Para el sustento de una familia era necesario que también las mujeres y los niños (a partir de 6 años) trabajaran, aunque cobrando unos salarios inferiores.
Todos trabajaban seis días a la semana, con unas jornadas laborales de 12 a 14 horas, en establecimientos oscuros, húmedos y mal ventilados, al ritmo de trabajo que marcaban las máquinas. Se cobraba por día trabajado y no existía ninguna protección en caso de paro, enfermedad, accidente o vejez. Una férrea disciplina laboral impedía cualquier contestación: la más mínima protesta implicaba ser expulsado de la fábrica.
Las viviendas obreras eran pequeñas, miserables y estaban situadas en barrios hacinados. Estos carecían de servicios de alumbrado, agua corriente, alcantarillado y empedrado. Las enfermedades infecciosas, como la tuberculosis o el cólera, se propagaban rápidamente entre una población muy vulnerable a causa de la mala alimentación y el trabajo agotador. No existía asistencia médica gratuita y los niños apenas iban a la escuela.
Los mineros vascos sufrían las peores condiciones de vida y eran en su mayoría peones. Eran antiguos campesinos que, debido a las duras condiciones de vida en el campo con rentas abusivas y verdaderas épocas de hambre, habían emigrado, en gran número, a Bizkaia en los comienzos de la industrialización (a finales del siglo XIX, el 76% de la población activa del País Vasco eran inmigrantes).
Debido a la abundancia de mano de obra, los patronos tenían dónde elegir, por lo que su capacidad para exigir mejoras estaba muy limitada. Vivían en condiciones precarias, con pésimas condiciones de higiene, de vivienda y de alimentación. El rápido crecimiento de los pueblos y los barrios deterioró mucho los niveles de vida y resultaban habituales las situaciones de hacinamiento.
Orígenes del Movimiento Obrero: Anarquismo y Socialismo
Esas duras condiciones de vida y trabajo dieron lugar a la toma de conciencia de la clase obrera, que denuncia la injusticia del capitalismo, y al surgimiento de conflictos de clase. La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) llega a España tras la revolución de septiembre de 1868: Fanelli difunde los ideales anarquistas, que arraigan en el proletariado catalán y levantino y en el campesinado andaluz; y en 1871, llega a Madrid Paul Lafargue, yerno de Karl Marx, quien impulsa un grupo favorable a las posiciones marxistas.
En 1879, un grupo de obreros, entre ellos Pablo Iglesias, fundaron la Agrupación Socialista Madrileña, núcleo originario del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Partidario de la revolución socialista, defendía, en su acción política diaria, medidas que permitieran la organización obrera y de manifestación, el derecho al sufragio universal y la mejora de las condiciones de higiene y vivienda de los obreros.
En 1888, se fundó en Barcelona la Unión General de Trabajadores (UGT), que se organizó en sindicatos de oficio en cada localidad y practicó una política de negociación y movilización (manifestaciones), recurriendo a la huelga solo como última posibilidad.
El Socialismo en el País Vasco y las Primeras Huelgas
En el País Vasco, el socialismo, ideología mayoritaria en la clase obrera, se propagó gracias, sobre todo, a Facundo Perezagua, quien destacó por su labor en la organización y defensa de los mineros de Bizkaia impulsando la creación de la Agrupación Socialista de Bilbao (1886).
La huelga minera del 1º de mayo de 1890 en Bizkaia, en la que participó Perezagua, iniciada por los mineros de Bizkaia, se agravó con el despido de cinco trabajadores. Las reivindicaciones se centraron en su readmisión, en limitar la jornada de trabajo a diez horas y en la supresión del trabajo a destajo, de los barracones y de la compra obligatoria en las cantinas (controladas por los patronos). La huelga acabó por la intervención del general Loma, quien puso fin al conflicto satisfaciendo algunas de las demandas de los trabajadores (readmisión de expulsados y limitación de la jornada de trabajo).
En el texto que estamos comentando, 6 años después, mayo de 1896, los mineros siguen su lucha reivindicativa contra los barracones y tiendas obligatorias.