La Filosofía de Platón
Ética y Virtud
Según Platón, la ética del individuo y la ética del Estado están estrechamente relacionadas; solo se puede alcanzar la justicia en la sociedad si los individuos son virtuosos. Platón explica que la felicidad solo se puede alcanzar mediante la práctica de la virtud y atendiendo tanto a las necesidades materiales como espirituales del individuo. La ética platónica se centra en cuatro conceptos íntimamente relacionados: el Conocimiento, la Justicia, la Felicidad y la Virtud.
La falta de virtud no significa que el ser humano tenga una naturaleza perversa; por su propia naturaleza, busca el bien, aunque si desconoce lo que es verdaderamente bueno, puede optar por conductas incorrectas por ignorancia. Para Platón, la virtud cardinal es la Prudencia, que implica reconocer lo que es verdaderamente bueno para el ser humano y los medios para alcanzarlo.
Asimismo, Platón establece cuatro virtudes principales correspondientes a las partes del alma y a la armonía general: la prudencia para el alma racional, la fortaleza de ánimo para el alma volitiva, y la templanza para el alma apetitiva. La justicia, por su parte, armoniza estas tres, asegurando que cada parte cumpla su función.
Platón sostiene que la parte racional posee la virtud de la sabiduría. La justicia, entendida como el cumplimiento de la función propia de cada parte del alma, impone límites y armonía a la acción de las distintas virtudes en el ser humano. Platón considera que a través del ejercicio de la virtud, el hombre puede alcanzar la perfección del alma y, por tanto, la felicidad. En este sentido, su pensamiento ético se basa en la teoría del Intelectualismo Moral de Sócrates, que relaciona el conocimiento del bien con su práctica y la consecución de la felicidad. Platón sostiene que la posibilidad de un orden moral y político se fundamenta en el reconocimiento de la existencia de un orden ideal (el Mundo Inteligible), compuesto por realidades universales, inmutables e inmateriales (las Ideas).
El Alma según Platón
Platón concibe al ser humano como un compuesto de cuerpo y alma. Se tratan de dos realidades distintas que están unidas solo temporal y accidentalmente. Afirma que ‘el cuerpo es la cárcel del alma’. El cuerpo es una cosa sensible, que se corrompe al morir y no pervive. El alma es inmortal. Su actividad propia es la contemplación de las Ideas.
El alma para Platón es fundamento de movimiento y de vida (la palabra alma procede del latín anima, que significa ‘lo que anima’). También es fundamento del conocimiento; el ser humano es capaz de conocer gracias al alma.
El alma tiene diversas funciones, expuestas simbólicamente en el mito del carro alado: el alma es semejante a un carro tirado por dos caballos alados y dirigido por un auriga. De los caballos, uno es bueno, bello y de pelo blanco; el otro es malo, feo y de pelo negro. El deseo del conjunto será purificar al caballo negro para que así le broten de nuevo las plumas de las alas y puedan volver al mundo celestial. De esta forma, Platón muestra cómo el alma tiene tres partes o funciones:
- Alma racional: Representada por el auriga, es inmortal y su función es la contemplación de las Ideas.
- Alma volitiva (o irascible): Representada por el caballo blanco. Radica en ella los impulsos voluntarios y nobles. Es mortal.
- Alma apetitiva (o concupiscible): Representada por el caballo negro, es fuente de los deseos y pasiones sensibles. Es mortal.
A cada función del alma le corresponde una virtud: a la racional, la prudencia (propia del filósofo-gobernante); a la volitiva, la fortaleza (propia de los guardianes); y a la apetitiva, la templanza (propia de los productores). Existe una cuarta virtud, la justicia, que consiste en el equilibrio y armonía entre las tres partes.
Inmortalidad y Purificación del Alma
Platón, al igual que Sócrates, afirma la inmortalidad del alma (específicamente de la parte racional). Para justificarlo, propone diversas pruebas:
- La reminiscencia: Conocer es recordar. Antes de que el alma estuviera encarnada en el cuerpo, permanecía en el mundo de las Ideas y las contempló.
- Es ingenerada e imperecedera: Como principio de vida y movimiento, no puede perecer.
- Por ser simple (la parte racional), no puede morir: La muerte es descomposición, y lo simple no puede descomponerse.
- Argumento ético: El justo debe recibir su premio y el malvado su castigo, cosa que a veces no ocurre en el mundo sensible. Por eso, el alma debe ser inmortal para que la justicia se cumpla en otra vida.
Para purificar el alma y devolverla a su estado original de contemplación de las Ideas, Platón propone varios caminos:
- El amor (Eros): Entendido como un ascenso dialéctico desde la belleza sensible hasta la Idea de Belleza en sí, una tensión hacia aquello de lo que se carece.
- La dialéctica: Método filosófico basado en el ejercicio de la razón para ascender al conocimiento de las Ideas.
- La muerte: Considerada una liberación del alma respecto a las cadenas del cuerpo. Platón, como Sócrates, está convencido de la pervivencia del alma.
- La vida virtuosa: La práctica de la virtud (prudencia, fortaleza, templanza y justicia) permite al alma alcanzar su equilibrio y perfección, preparándola para el retorno al Mundo Inteligible.
La Filosofía de San Agustín
Fe y Razón
Para San Agustín, razón y fe colaboran en la búsqueda de la única verdad, que identifica con el cristianismo. Considera que la verdadera filosofía, si es correcta, debe estar de acuerdo con los contenidos de la fe. Esta colaboración entre razón y fe se realiza del siguiente modo:
- La fe ilumina a la razón: Es preciso creer para poder entender (crede ut intelligas), puesto que la razón humana es limitada y solo la fe permite abordar adecuadamente las preguntas fundamentales sobre Dios, el mundo y el hombre.
- La razón ayuda a la fe: La comprensión racional de la doctrina cristiana (intellige ut credas) es una forma elevada y auténtica de vivir la fe, buscando entender aquello que se cree.
La Búsqueda de la Verdad y el Conocimiento
Frente a los escépticos, que niegan la posibilidad de alcanzar certeza alguna, San Agustín replica afirmando la necesaria certeza de la propia existencia. Argumenta que, aunque dude de todo lo demás, el hombre no puede dudar de su propia existencia mientras duda (si fallor, sum – si me equivoco, existo). Por lo tanto, existimos y somos conscientes de ello.
El punto de partida para la búsqueda de la verdad se halla en la intimidad de la conciencia, en un proceso de interiorización que lleva al hombre a descubrir a Dios en su interior y, por tanto, más allá de sí mismo (autotrascendimiento).
El logro de un conocimiento pleno consiste en una dialéctica ascendente que consta de las siguientes etapas (con reminiscencias platónicas):
- Conocimiento sensible: Es el grado más bajo del saber. Proporciona información sobre el mundo cambiante, pero no puede considerarse un conocimiento plenamente válido debido a la inestabilidad de las cosas sensibles.
- Conocimiento racional inferior (Ciencia / Scientia): Se ocupa de las realidades temporales y cambiantes del mundo, aplicando principios racionales. Es en parte sensible y en parte racional, aspirando a verdades universales sobre lo mutable.
- Conocimiento racional superior (Sabiduría / Sapientia): Es el conocimiento inteligible, puramente racional, que culmina en la contemplación de las Ideas eternas e inmutables, identificadas con la verdad divina.
La Teoría de la Iluminación
San Agustín, influido por el neoplatonismo, sitúa las Ideas (los modelos eternos de todas las cosas) en la mente de Dios. Argumenta que, al ser eternas e inmutables, no pueden tener su origen en el alma humana, que es finita y cambiante.
A diferencia de la teoría platónica de la reminiscencia, San Agustín propone que el acceso a la verdad (a las Ideas) se produce por iluminación divina. Las Ideas, al estar en la mente de Dios, solo pueden ser conocidas por el intelecto humano mediante una iluminación especial que Dios le concede, capacitando a la razón para entender las verdades eternas.
Esta teoría está inspirada, en parte, en la analogía platónica del Sol y la Idea de Bien, donde el Bien ilumina el mundo inteligible. San Agustín defiende esta teoría porque considera que la mente humana, al ser mutable y temporal, no puede alcanzar por sí sola las verdades eternas e inmutables; necesita la ayuda divina para trascender sus limitaciones.
La Filosofía Política de Maquiavelo en el Renacimiento
Contexto: Humanismo y Realismo Político
En el contexto del Renacimiento, se produce un giro fundamental en el pensamiento humano, marcado por un resurgimiento del interés en el individuo y la razón, características del Humanismo. Este movimiento cultural se ve acompañado de grandes avances científicos, como la Revolución Astronómica, que transforma la percepción del universo. Este clima de transformación intelectual y científica influye directamente en la filosofía política de Nicolás Maquiavelo, quien, en su obra más famosa, El Príncipe, ofrece una reflexión pragmática sobre el poder y la política, alejándose de las visiones idealistas predominantes hasta entonces.
El Príncipe: Pragmatismo vs. Idealismo
El Príncipe refleja una visión realista del ejercicio del poder. Maquiavelo sostiene que la política debe basarse en las realidades efectivas (verità effettuale) del mundo, no en ideales abstractos o principios morales. Esta perspectiva contrasta con la visión utópica de pensadores contemporáneos como Tomás Moro (autor de Utopía, donde describe una sociedad ideal sin conflictos ni desigualdades) o Tommaso Campanella (quien en La ciudad del sol propone una organización social perfecta). Aunque posterior, Francis Bacon, en su Novum Organum, también buscará una transformación social, pero a través de una nueva metodología científica y una organización ideal del conocimiento.
En agudo contraste, Maquiavelo enfatiza que la naturaleza humana es inherentemente egoísta y ambiciosa, y que el gobernante (príncipe) debe adaptarse a esta realidad, utilizando la astucia (virtù entendida como habilidad política), la fuerza y, si es necesario, la manipulación y el engaño para adquirir y preservar el poder y la estabilidad del Estado.
Maquiavelismo y la Autonomía de la Política
El concepto de maquiavelismo, derivado de su obra (aunque a menudo simplificando su pensamiento), se asocia popularmente con la idea de que ‘el fin justifica los medios’. Esto apunta a la autonomía de la política respecto de la moral tradicional: las acciones políticas deben juzgarse por su eficacia en la consecución de objetivos estatales (como la seguridad y la estabilidad), no necesariamente por su bondad moral intrínseca.
Esta perspectiva pragmática y centrada en la eficacia contrasta radicalmente con enfoques filosóficos posteriores como el de René Descartes, quien, aunque no se centró directamente en la política, promovió la razón como la única fuente de conocimiento seguro y buscó un método sistemático y universal para resolver problemas, muy alejado del realismo situacional de Maquiavelo.