Introducción
Estamos ante un fragmento de la obra *Discurso del método*, escrita por **René Descartes**. Este es un pensador francés del S.XVII que, además de la filosofía, cultivó otras ciencias como las matemáticas, la física o la astronomía. Participó en la Guerra de los Treinta Años, que enfrentó a católicos y protestantes. Descartes pertenece a la corriente de pensamiento denominada **racionalismo**, considerando que la razón es la única vía de acceso al conocimiento y la verdad. El racionalismo se inspira en el modelo matemático y acepta la existencia de ideas innatas. Descartes intentó aplicar el método científico a la filosofía para convertirla en una ciencia rigurosa. Con él comienza una nueva etapa en la historia del pensamiento, centrada en el conocimiento.
Proyecto de Descartes
El objetivo de Descartes es hacer de la filosofía una ciencia estricta, a imagen de las matemáticas, utilizando un método riguroso y preciso. De hecho, consideraba que el método matemático es aplicable a cualquier ciencia. Su premisa fundamental es que es posible aplicar un método científico universal. Hay una sola ciencia con diversas ramificaciones y por tanto un único método científico aplicable a todas las ramas del saber. La base de este proyecto es la metafísica, pero en primer lugar, es necesario establecer las reglas del método.
Método Cartesiano
En primer lugar, Descartes plantea la necesidad de conocer la estructura de la razón para poder aplicarla a los objetos de estudio. Considera que la razón conoce gracias a dos operaciones fundamentales: **intuición** y **deducción**. La **intuición** nos permite conocer un concepto con total claridad y distinción, con absoluta certeza. La **deducción**, por su parte, se refiere a la cadena de conexiones necesarias que se establecen a partir de conceptos que conocemos con certeza, es decir, a partir de intuiciones. El método consistirá, pues, en una serie de reglas que garanticen el uso correcto de estas dos operaciones de la mente. Son cuatro reglas que Descartes enumera en el *Discurso del método* y en *Reglas para la dirección del espíritu*. Son las siguientes:
Reglas del Método
- Evidencia: no aceptar como verdadera cosa alguna que no sea evidente. La claridad y la distinción son las características de la evidencia. Una idea es clara cuando la mente la percibe sin obstáculos y es distinta cuando la percibe separada de cualquier otra idea. Solo la intuición puede proporcionar certezas de este tipo.
- Análisis: dividir las cuestiones o problemas que se deben examinar en el mayor número posible de partes para poder resolverlas mejor, es decir, descomponer los conocimientos hasta llegar a los elementos más simples.
- Síntesis: ordenar los pensamientos, comenzando por los objetos más simples y fáciles de conocer, para ascender poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más complejos.
- Enumeración: hacer en todo enumeraciones tan completas y revisiones tan generales que esté seguro de no omitir nada.
Duda Metódica
Como en las matemáticas, también en filosofía necesitamos partir de una evidencia para levantar sobre ella todo el edificio del saber. Por ello Descartes inicia un proceso de duda que le permita encontrar alguna verdad evidente que la resista. Si da con esa primera verdad evidente y resistente a toda duda, podrá continuar con la aplicación del método propuesto para alcanzar un conocimiento certero.
Niveles de la Duda
- Duda de los sentidos: Los sentidos a veces nos engañan, por lo que no podemos confiar en ellos completamente.
- No distinción entre sueño y vigilia (duda sobre el mundo): No hay criterios seguros para distinguir el sueño de la vigilia, por lo que todo lo que percibimos podría ser una ilusión.
- Hipótesis del genio maligno (verdades matemáticas): Podría existir un genio maligno que nos engaña sistemáticamente, incluso en las verdades matemáticas más evidentes.
La Primera Verdad: Cogito, Ergo Sum
La duda metódica ha llevado a Descartes a rechazar como evidente el conocimiento en su totalidad: desde las percepciones e impresiones más simples, pasando por la existencia del mundo, hasta las mismas verdades matemáticas. No parece haber una verdad o certeza que quede a salvo de la duda metódica. Sin embargo, será en este punto cuando Descartes la encuentre, formulándola bajo su célebre expresión *Cogito, ergo sum* (pienso, luego existo), que Descartes argumenta de este modo: todo lo que pienso puede ser falso, incluidas las verdades matemáticas, pero de lo que no cabe duda es del hecho de que yo dudo, es decir, que pienso. Mi existencia como sujeto pensante está más allá de cualquier posibilidad de duda. Por tanto, esta afirmación, absolutamente verdadera, es la primera verdad. Sin embargo, al afirmar mi propia existencia, afirmo la existencia de una cosa que piensa. Todo lo que esa cosa piensa sigue siendo objeto de duda. Por tanto, Descartes iniciará un proceso deductivo a través del cual demostrará la existencia real de las ideas de nuestra mente y del propio mundo que habitamos. Se trata de construir un “puente” entre el yo pensante y el mundo.
Pero antes de eso, Descartes se centra en el concepto de “idea”, pues todas ellas son igualmente reales en tanto que todas las ideas son actos mentales, realidades subjetivas.
Tipos de Ideas
Ideas: adventicias, innatas, facticias.
Dios, la Segunda Verdad
Entre las ideas innatas, Descartes destaca la idea de infinito. Según él, el concepto de finito proviene de la idea de infinito, que no es una idea que tenga origen en mí: ha tenido que ser puesta en mí por una naturaleza más perfecta que yo porque la causa de la idea de una sustancia infinita solo puede ser una sustancia infinita, Dios. A partir de la presencia de la idea de Dios en la mente, Descartes prueba su existencia mediante dos argumentos.
Mundo, la Tercera Verdad
Según Descartes, Dios es un ser infinito, perfecto, bueno y veraz, es decir, no puede, por su naturaleza, engañarse ni engañarnos a nosotros. Por tanto, no ha podido crearnos de tal forma que nos engañemos o equivoquemos siempre que creamos conocer algo. Dios, en su infinita bondad, no permitiría que me equivocara al percibir algo con absoluta claridad y distinción. Por ello, a las ideas de las cosas materiales, les ha de corresponder una realidad corpórea, es decir, los objetos a los que dichas ideas se refieren, han de existir. De este modo, Descartes recupera la realidad del mundo que había perdido en el proceso de duda. La existencia del mundo, por tanto, se sostiene, según Descartes, sobre la existencia de Dios. Descartes denomina a los cuerpos materiales **sustancia extensa** (*res extensa*), que representaría la tercera verdad hallada por él, siendo la primera el cogito (*res cogitans*) y la segunda, Dios (*res infinita*). Ello constituye lo que se denomina, en la filosofía cartesiana, la teoría de las tres sustancias, sobre la que se fundamenta su pensamiento. Ahora bien, lo que Dios garantiza del mundo son las cualidades primarias (extensión, figura y movimiento), cualidades objetivas sobre las que es posible tener un conocimiento claro y distinto. Todo cuerpo es extenso, y la extensión es medible y cuantificable, es decir, puede ser tratada por procedimientos matemáticos. Las cualidades secundarias como el color, el olor o el sonido, son subjetivas: las cosas las causan en nosotros.
Comunicación entre las Sustancias
A partir del cogito Descartes llega a la existencia de tres “cosas” (*res*) o sustancias, cada una definida por un atributo:
- Sustancia pensante (*res cogitans*): el yo o alma, a la que corresponde el atributo del pensamiento.
- Sustancia infinita (*res infinita*): Dios, a la que corresponde la perfección.
- Sustancia extensa (*res extensa*): los cuerpos, la materia, a la que corresponde la extensión.
Descartes define el concepto de sustancia como aquello que no necesita de ninguna otra cosa para existir. En un sentido absoluto, esa definición corresponde únicamente a la sustancia infinita, Dios, que es la que verdaderamente no necesita de nada más para existir. Ahora bien, si se aplica en un sentido relativo, puede extenderse también a las otras dos, puesto que materia extensa y materia pensante son independientes la una de la otra, aunque ambas dependan de Dios. La conclusión que se deriva de ello es un dualismo antropológico: en el ser humano hay dos sustancias separadas, cuerpo y alma, entre las que hay una comunicación que Descartes se vio obligado a justificar. Recurrirá entonces a la glándula pineal.
Conclusión
Para finalizar, insistiremos en la relevancia de las ideas expuestas en el texto, pues representan el inicio de una nueva etapa en la historia de la filosofía, centrada en el conocimiento y en el sujeto. Es por ello que consideramos a Descartes como el “padre” de la filosofía moderna, pues con él se cierra el largo período de la filosofía escolástica, presente a lo largo de la Edad Media, y adquieren protagonismo las corrientes empiristas y racionalistas del pensamiento. La influencia de Descartes ha sido notable en muchos pensadores y doctrinas filosóficas, generando un debate en torno al conocimiento que persiste en la actualidad.